Un 19 de mayo, en 1997, los defensores de derechos humanos y ambientalistas, Mario Calderón y Elsa Alvarado, fueron asesinados en Bogotá. El crimen, que continúa en la impunidad, involucró a paramilitares, militares, la Fiscalía y el DAS, como lo señaló el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso.
Elsa Alvarado
Elsa Alvarado nació en Bogotá el 4 de diciembre de 1961. Tras estudiar comunicación social en la Universidad Externado de Colombia, hizo una especialización en tecnología educativa en la Universidad Javeriana.
Tras vincularse al Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) como jefa de prensa, Elsa investigó sobre la democratización de la comunicación y el poder de los medios en Colombia. También estuvo al frente de proyectos de comunicación popular en Bogotá y enseñó la cátedra de derechos humanos en la Universidad Externado de Colombia.
El sacerdote Javier Giraldo recuerda que ella escribió artículos profundos sobre la forma como se manipulaba la ideología en Colombia en época electoral. Es recordada como una persona jovial, creativa y muy comprometida con las causas sociales y los derechos humanos.

En sus últimos meses de vida trabajó con el Ministerio de Comunicación en relaciones entre audiencias y medios de comunicación.
Mario Calderón
Mario Calderón nació el 13 de octubre de 1946 en Manizales. Comprometido con la Teología de la Liberación, Mario Calderón estudió filosofía y una maestría en teología en la Universidad Javeriana. Tras vivir 10 años en Europa, hizo un doctorado en sociología en la Escuela de Altos Estudios de París.

Tras graduarse, ingresó a la Compañía de Jesús, donde trabajó en proyectos sociales, organizando habitantes en barrios de la capital, que se encontraban amenazados de desalojo.
En 1987 coordinó el Programa por la Paz en el Magdalena Medio, el Alto Sinú y el San Jorge, regiones con fuerte presencia paramilitar. En Tierralta, Córdoba, además de liderar el programa, trabajó con el campesinado de la región, incentivando la organización popular.
En 1989 fue asesinado en Tierralta, el jesuita Sergio Restrepo Jaramillo, amigo y colega de Calderón, quien tras esquivar la muerte tuvo que abandonar la región. Tras esto, abandonó los votos sacerdotales.
Comprometido con las luchas ambientales, trabajó de la mano con ecologistas y el campesinado en la región del Sumapaz. Allí fundó la Asociación Reserva Natural de Suma-Paz, que adelantaba proyectos de protección del páramo, recuperación de la memoria de la región y talleres con las comunidades de la región.
Sus amistades lo recuerdan como una persona sensible, y con gran sentido del humor. Trabajó casi 20 años en derechos humanos y la promoción de la paz.
Elsa Alvarado y Mario Calderón tenían un bebé de 18 meses que se salvó tras ser ocultado por su abuela.
El crimen de Elsa y Mario
El 19 de mayo de 1997, un grupo de hombres fuertemente armados ingresó al edificio donde vivía la pareja, en el barrio Chapinero de Bogotá. Haciéndose pasar por agentes del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI), amordazaron al portero y fueron al apartamento donde vivían la defensora y el defensor de derechos humanos.
Tras tumbar la puerta, el grupo de paramilitares encontró en el apartamento a Mario, a Elsa y a los padres de ella que habían ido a visitarles. Tras obligarlos a ponerse de rodillas, les dispararon.
La madre de Elsa, de setenta años, logró sobrevivir a pesar de la gravedad de las heridas. Incluso, logró salvar a Iván, el hijo de la pareja de apenas 18 meses. La abuela lo escondió en un armario.
Tras el crimen, el país perdió a una pareja comprometida con la paz, con la investigación, con las luchas de los sectores populares y la defensa del medio ambiente. Iván, (el hijo Mario y Elsa) no solo quedó huérfano, tuvo que huir al exilio.
Los responsables del crimen
Salvatore Mancuso confirmó que las organizaciones de derechos humanos molestaban fueron perseguidas, ya que sus denuncias alertaban a organismos internacionales. Dichas denuncias develaban los crímenes cometidos entre paramilitares, fiscalía, ejército, DAS, entre otras entidades del Estado, para beneficiar a políticos, ganaderos y empresas multinacionales.
Según Mancuso era evidente que usaron a estas entidades del Estado para perseguir a las y los defensores de derechos humanos, como fue la interceptación telefónica que realizaba el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) o la Fiscalía General de la Nación, entidades que entregaban dicha información de inteligencia a los paramilitares para que estos efectuaran los crímenes. De esta forma, desde el Estado buscaron acallar al CINEP, organización que investigaba las conexiones entre el paramilitarismo con las entidades del Estado.
El ex jefe paramilitar HH y Mancuso coinciden en afirmar que el crimen de Elsa y Mario fue ordenado por Carlos Castaño, quien delegó la tarea a la banda La Terraza, y que en estos asesinatos participaron de forma directa e indirecta integrantes de la fuerza pública.
Jaime Garzón (1999), Eduardo Umaña (1998), Jesús María Valle (1998), Ana María Fonnegra
El crimen de Elsa Alvarado y Mario Mendoza coincide en el modus operandi con los asesinatos de lideresas y líderes sociales, defensores de derechos humanos, periodistas, entre otras personas como Eduardo Umaña Mendoza, Jesús María Valle, María Arango Fonnegra y Jaime Garzón, entre otras personas. Del mismo modo, este genocidio ocurrido en Colombia, tiene una alta dosis de impunidad, ya que están involucrados el Estado colombiano, las élites y los empresarios, responsables de crear y organizar estos escuadrones como estrategia contrainsurgente.
Tomado de colombiainforma.info
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