
Pablo Marcial*
Semanario Anticapitalista – 620 (16/06/2022)
El 25 de octubre de 2021, los generales al-Burhan y Hemidti, con su golpe de Estado, pusieron fin al gobierno de transición resultante de la revolución de 2019. Desde entonces, la movilización ha continuado a pesar de la represión. Los comités de resistencia, la columna vertebral de la lucha, han adoptado una carta que menciona la necesidad del poder popular desde la base.
Un golpe desastroso
Para contrarrestar su aislamiento, la junta está tratando de apoyarse en los extremistas musulmanes del antiguo régimen dictatorial de Omar al-Bashir. En 1989, tomó el poder con la complicidad de los fundamentalistas encabezados por al-Turabi. Este último impuso un régimen islámico particularmente restrictivo y fue el paladín de la guerra contra las poblaciones de Sudán del Sur al invocar la yihad. Diez años más tarde, al-Bashir se deshizo de al-Turabi pero mantuvo a los fundamentalistas, bien asentados en el aparato estatal y firmes partidarios de la dictadura. Fueron despedidos durante la revolución, pero al-Burhan acaba de reincorporarlos.
La situación económica es catastrófica, los precios de las materias primas y la energía siguen subiendo y los préstamos occidentales están congelados. La única solución para la dictadura es tratar de encontrar otros donantes.
El mismo día de la intervención rusa en Ucrania, Hemidti fue a Moscú en busca de apoyo diplomático pero también financiero. En vista de los reveses de Putin, no es seguro que los generales sudaneses puedan contar con la ayuda financiera de Rusia. Otra solución, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos interesados en mantener la dictadura. De hecho, Hemidti ha enviado a miles de combatientes sudaneses a Yemen para luchar contra los hutíes respaldados por Irán.
El desastre diplomático y económico es también político para la junta, que trata en vano de someter las movilizaciones populares que no decaen. Las manifestaciones se suceden con la única consigna de la salida de la junta.
alternativa política
Esta exigencia de salida de la junta no se corresponde en absoluto con la agenda de las distintas mediaciones promovidas por Occidente a través de la ONU o la Unión Africana. Su solución sería volver a la situación anterior con un reparto del poder entre militares y civiles. Esta propuesta es impensable para quienes lideran la lucha, en primer lugar los comités de resistencia que, a través de los barrios de las grandes ciudades del país, estructuran el movimiento. Juegan un papel protagónico en las movilizaciones, ahora están presentes en el debate político.
En estas columnas 1 hablábamos de la carta del poder popular que está sujeta a discusión. Los grandes comités de resistencia de Jartum lo presentaron en una conferencia de prensa a mediados de mayo.
Hay demandas democráticas como la igualdad de derechos sin distinción de género, raza o religión, la ruptura total con el régimen militar integrando un componente judicial para los responsables del golpe. A nivel de seguridad, la carta está a favor de una revisión de las instituciones militares, la retirada de las tropas de Yemen. Está previsto un plan de reactivación económica contra la pobreza, la lucha contra la corrupción y el fin de la implicación del ejército en las actividades económicas. Finalmente, y este es quizás un gran paso adelante, la carta considera que la fuente de poder debe ser la base. La solución política propuesta por los comités de resistencia es:“La formación de un consejo legislativo integrado por las fuerzas vivas de la revolución, que funcione en forma federal: consejos distritales, federados a nivel de las ciudades, federados a nivel regional y finalmente nacional. Este Consejo Legislativo de abajo hacia arriba, organizado federalmente, se convertirá en el principal cuerpo político del país. El objetivo es transferir la mayor cantidad de poder posible del centro a las regiones y al nivel local. »
Este deseo de organizar el control popular es fruto de la experiencia reciente. El de las negociaciones posteriores a la revolución donde los comités de resistencia fueron dejados de lado a favor de la clase política. Fruto también de la historia más remota donde los movimientos populares protagonizaron, frente a los regímenes militares, los dos principales partidos sudaneses resultantes de las cofradías religiosas. Cada vez que estos partidos han llevado al país a la bancarrota.
Tal carta nos anima a redoblar nuestros esfuerzos para llevar a cabo acciones solidarias concretas como el hermanamiento sindical, como nuestros amigos ingleses. De hecho, el sindicato de docentes, el Sindicato Nacional de Educación, forjó vínculos con miembros del Comité de Docentes de Sudán y los apoyó durante su huelga por problemas salariales.
Fuente: Semanario Anticapitalista – 620 (16/06/2022)

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