
La Liga Unitaria Chavista Socialista LUCHAS* se pronuncia ante la actual situación política, económica y social de nuestro país. En medio de las reuniones llevadas acabo en México entre representantes del gobierno venezolano y los distintos grupos de la oposición de la derecha, (verdadera vocería de la burguesía y el imperialismo), se tejen distintas expectativas en la población y en muchos países del mundo, ante esto, LUCHAS pretende dejar en claro sus opiniones.
Interpretamos que las políticas de entrega de concesiones a la inversión extranjera y las abiertas ventajas que le ofrece el gobierno de Maduro al capital internacional, en perjuicio de la soberanía nacional y en contra de las conquistas alcanzadas durante más de una década en la administración de Chávez, como son las llamadas Zonas Económicas Especiales (ZEE) corresponden de algún modo, con las pretensiones del acuerdo que buscan lograr en las Negociaciones que se están dando en México.
Para describir sobre la coyuntura hoy en Venezuela tenemos que señalar que nuestro país está hundido en una de las mayores y más profunda crisis económica de su historia. Aguda desde hace siete u ocho años. Sin embargo, son notados los signos de déficits desde el año 2011, con la caída de los precios del petróleo. Chávez en medio del tratamiento de su enfermedad y recorriendo el país en la campaña electoral del 2012, vivió en carne propia las denuncias de las masas chavistas de los malos servicios públicos que venían padeciendo, de escenas de la crisis social y le presentaron casos concretos de hechos de corrupción.
Todo ello terminó siendo la partera de su desesperada y ardiente intervención en el primer Consejo de Ministros de octubre 2012 (Golpe de Timón) donde le exigió a Maduro la implementación inmediata del Estado Comunal o “Comuna o Nada”. Lo que parece Maduro interpreto como Capitalismo o Nada.
Esta crisis tiene profundas causas estructurales, determinadas por el rol asignado a nuestro país desde los centros de poder imperialistas: Relegarnos y someternos a ser un “proveedor seguro y confiable” de petróleo. Hecho permitido por la burguesía parasitaria venezolana y sus gobiernos, salvo la excepción del gobierno de Chávez.
Tal rol fue implantado, desde hace un siglo: un capitalismo dependiente, monoproductor, minero y rentista; con el consecuente rezago en capacidad productiva en la agricultura y en la industria. Por tanto, es una economía peculiarmente vulnerable a los desequilibrios.
La producción petrolera ha estado mayormente gobernada por los intereses de “los mercados”, es decir, de las grandes corporaciones imperialistas y sus estados; aun cuando experiencias irreverentes como Petrocaribe son rupturas francas de esos designios.
Las actividades productivas no petroleras históricamente están fuertemente cargadas de un parasitismo sobre la industria petrolera a través del Estado. Baste nombrar que por décadas el Estado venezolano ha sido proveedor “blando” de divisas para la industria privada, tanto para inversiones de tecnología y maquinaria, como – cotidianamente- para materias primas, incluidas muchas con amplia producción nacional, como el maíz.
El parasitismo del aparato productivo, tiene su necesaria correspondencia en un parasitismo mayoritario de la clase burguesa nacional. Siempre tímida en inversiones pero experta en exportaciones de sobrefacturación, especulaciones financieras y fuga de divisas. Venezuela aún hoy conserva los rasgos fundamentales de una semicolonia subordinada económicamente al Imperialismo.
Ese estatus ha sido debilitado, desestabilizado y cuestionado en su existencia por la insurgencia de los eventos revolucionarios de las últimas dos décadas, y las políticas soberanistas surgidas de ellos, pero no ha podido ser superado. Por su parte el imperialismo y la burguesía lacaya local bregan por restaurar plenamente su “orden”. Ese es el combate aún en desarrollo.
A esta prolongada crisis contribuyen, por supuesto, causas económicas coyunturales; asociadas a la disminución de los precios de las materias primas en los mercados mundiales producto de la recesión que inició con la crisis económica mundial de 2008 -que no se superó completamente- y que ahora se ha agravado por los efectos en la economía mundial de la pandemia Covid–19. Tales factores coyunturales, al parecer, estarán presentes por algún tiempo más.
En la particular crisis de Venezuela son protagonistas también factores políticos.
Se ha atacado con saña la economía venezolana con la manifiesta intención de derrocar el gobierno de Maduro, a fin de liquidar la experiencia de rebeldía popular organizada que lucha por justicia social; y lograr recuperar y consolidar la hoy inestable subordinación económica al imperialismo.
Desde fuera de nuestras fronteras, el control que mantiene el imperialismo yanqui de los mecanismos financieros y comerciales mundiales (SWIFT, FMI, BM, OMC, etc.) han servido para aislar la economía venezolana. Una economía enormemente dependiente de la venta de su petróleo y de la importación de la mayoría de los bienes que consume.
Dentro de nuestras fronteras la tarea la asumió la burguesía nacional con la guerra de desabastecimiento (2014-15), la especulación y la dolarización. Impusieron de hecho una liberación absoluta de precios con una hiperinflación de las más cruentas jamás sufrida.
Ante los primeros ataques, el gobierno actuó de manera defensiva, tratando de frenar sus efectos, pero sin atreverse a dar protagonismo a la organización popular para derrotar las agresiones. Por ello, los ataques lograron avanzar. Incluso algunas medidas terminaron siendo contraproducentes, como el subsidio a la gasolina y a productos alimenticios importados –pronunciado y sin control social-que terminó estableciendo un ramificado mercado negro interno, y desbordando un fenomenal contrabando de extracción, que corrompió los controles estatales civiles y militares, permeando las fronteras a los agresores.
La prolongación de ataques y crisis han frenado la economía, desarticulado el aparato productivo, acentuado la desinversión, demolido la soberanía monetaria y fiscal, lumpenizando el comercio, destruyendo el salario, las prestaciones y la generalidad de los beneficios laborales, y colapsado los servicios públicos y las funciones administrativas del Estado.
El resultado general ha sido un retroceso tremendo en las condiciones de vida de las masas trabajadoras y el pueblo, desmantelando la mayoría de las conquistas socioeconómicas logradas por las masas en los tres lustros anteriores; imponiendo tasas de explotación maximizadas con una marcada flexibilización laboral, en un marco de miseria mayoritaria y creciente.

La crisis COVID en Venezuela revela esta confrontación entre los impulsos de liberación nacional y las pretensiones de sometimiento pleno por parte de los imperialistas. Heredamos centenas de hospitales (CDI, CAT, SRI) y miles de módulos centrados en la atención preventiva y en una distribución territorial respondiendo a las necesidades de la población. Esta red, víctima del bloqueo, del bisturí burocrático, se presenta hoy con una atención deficiente, desordenada y mal dotada, que limita y traba su funcionamiento. A pesar de las fallas, las fortalezas del sistema y las cuarentenas a tiempo permiten que Venezuela se mantenga entre los países menos afectados del Continente y del mundo.
El objetivo del Proyecto Guaidó: de querer imponer un “gobierno paralelo” a una gobernabilidad compartida.
El retroceso impuesto en las condiciones de vida determinó produciendo un reflujo en el movimiento de masas, que disminuyó su movilización, combatividad y organización, aferrándose individualmente a las actividades que permitan la sobrevivencia de su núcleo familiar.
Esas condiciones parciales generaron un reflujo y alentaron al imperialismo y a la burguesía nacional a intentar consolidar un triunfo mucho más amplio con el derrocamiento de Maduro, para abrir las posibilidades de aplastar la Revolución Bolivariana.
Este objetivo del Proyecto Guaidó, de imponer un “gobierno paralelo” servil al imperialismo (apadrinado por EEUU, UE y más de 60 gobiernos imperialistas y lacayos), no pasó. Su promoción de las “sanciones” y de las intervenciones militares yanquis, su programa de derrocamiento con la trilogía “Fin de la usurpación/Gobierno de Transición/Elecciones Libres” fueron proclamas de guerra abierta para barrer la Revolución Bolivariana.
Pero, no habiéndoles salido ningunas de esas operaciones realizadas, buscarían ahora una transitoriedad con un gobierno compartido para ir después a su plan inicial de barrer la Revolución Bolivariana.
¿Qué ocasionó el fracaso del “gobierno paralelo”?
Aun cuando hayan existido torpezas de la dirección opositora y algunas acciones diplomáticas acertadas del gobierno de Maduro y hasta hechos fortuitos. (Los marxistas debemos buscar las explicaciones en la profundidad de los hechos y de las relaciones entre clases sociales). La derrota del plan de “gobierno paralelo” se produce como efecto de una cascada de derrotas y fracasos burgueses:
Está la de Enero de 2019, con el intento de invasión con la falsa “ayuda humanitaria” llamada la “Batalla de los Puentes”; en marzo de 2019, con los intentos del “apagón eléctrico nacional”; el 30 de abril con el intento de golpe militar que no consiguió respaldos militares ni civiles, pero sí una masiva manifestación popular de rechazo el día siguiente Primero de Mayo; en mayo 2020 la Invasión desde Colombia, derrotada por las comunidades organizadas y la Milicia Bolivariana en las Costas de Aragua.
En el plano electoral, la oposición burguesa -dividida entre los comprometidos con el ”gobierno paralelo” y los “conciliadores” con Maduro- sufrió una severa derrota en los pasados comicios a Asamblea Nacional. Estas “medias victorias” desaprovechadas por el gobierno de Maduro, cierran esta especie de ciclo, en mayo-junio 2021, con el fracaso de la incursión mercenaria en Apure, y en Julio 2021, la rebelión hamponil paramilitar en el suroeste de Caracas que no logró – ni con amenazas ni prebendas- el respaldo de las comunidades para simular un alzamiento popular.
Todos estos eventos tuvieron como telón de fondo la tenaz resistencia de los sectores populares, de las mujeres organizadas, de franjas de jóvenes y la del pueblo trabajador venezolano, que dejó aislado y sin respaldo de masas a todas esas iniciativas conspiradoras.
Las clases oprimidas mantienen viva la desconfianza en una burguesía racista, elitista y despótica que durante las dos últimas décadas ha mostrado clara y cotidianamente -en discurso y en hechos- su feroz disposición de aplastar al movimiento de masas por cualquier vía y, su intención de imponer una estricta y represiva dictadura para defender sus privilegios y perpetuar la explotación del pueblo venezolano.
El fracaso del “gobierno interino” es un triunfo de la resistencia basada en la irreverencia frente a los opresores, en la experiencia de lucha y en la organización popular independiente. Es un triunfo que tiene que ver con la correlación de fuerzas entre las clases: aún desgastados y exhaustos, los sectores barriales, las Comunas y algunos sectores de la clase trabajadora en resistencia, le asestaron derrotas a su enemigo histórico y concreto.
También tiene que ver con la correlación de fuerzas entre las clases en nuestro continente. Este triunfo sobre el plan imperialista en Venezuela, de muchas maneras, contó con la ayuda imprevista y no consciente de las tremendas rebeliones populares que sacudieron recientemente a EEUU y Colombia; cuartel general y comando de operaciones, respectivamente, de la contrarrevolución.
Y, son puntos de apoyo las rebeliones populares que acontecieron en Chile, Perú, Guatemala y otros países del Continente que han hecho trizas el “Grupo de Lima”. Ese club injerencista de presidentes contrarrevolucionarios al servicio del imperialismo yanqui y contra los pueblos de América.
Este ha sido un triunfo difícil y costoso porque el enemigo ha arrasado con nuestra economía, desde las grandes industrias nacionales hasta las mesas de las familias trabajadoras. Tras este triunfo parcial, la clase trabajadora y las clases populares parecen aún mantenerse en el reflujo.
Esto es explicable por la magnitud del retroceso en las condiciones materiales de existencia que han obligado a ingeniárselas para lograr la sobrevivencia.
Derrotada su ofensiva, la burguesía retrocede en desorden en el terreno político, profundizando su división y desorientación. El hecho que la burguesía local se vea obligada a reconocer el gobierno que la gente eligió es una consecuencia de su derrota.
La implícita aceptación mostrada, hasta ahora, por el imperialismo también la ratifica. Con la burguesía derrotada y desorientada, y la clase trabajadora exhausta y aun en reflujo, la burocracia estatal refuerza su posición predominante en el escenario político.
Por iniciativa del gobierno de Maduro, se pretende tejer una nueva alianza de clases y castas opresoras, para “rescatar” la economía capitalista venezolana, sobre la base de la sobreexplotación de un proletariado cansado y diezmado y unas clases populares también exhaustas, hundidos todos en las duras tareas de la sobrevivencia cotidiana.

La burocracia apuesta dirigir esta restauración neoliberal en pacto con la políticamente debilitada burguesía nacional. Pretende también materializar su propia transformación en burguesía, propietaria de medios de producción a partir del control del aparato de Estado.
Esos son los objetivos de la política económica, de la Ley Antibloqueo, de las Zonas Económicas Especiales (ZEE), de las privatizaciones a las que ponen explicar en público a los Jesús Farías (hijo) y Castro Soteldo, pero junto a las negociaciones con todas las oposiciones burguesas sentadas en una larga mesa allá en México, son políticas aprobadas por Maduro y recetadas por los hermanos Rodríguez y Tarek Al Aisami.
Esa es la cofradía de la burocracia que ofrece paz social, minimización de impuestos, liberalización económica, cero regulaciones por soberanía nacional, flexibilización de derechos laborales, ambientales e indígenas. Y, ahora en esas Negociaciones de México, la hacen acompañar con el compartir Magistrados en el TSJ, directores en el CNE y en otras instituciones del Estado.
En lo económico es un programa que pareciera salido de la pluma de Miguelito Rodríguez o Ricardo Hausmann, famosos operadores del imperialismo en Venezuela durante la otrora 4ta República. Y, toda esa entrega es a cambio de que el imperialismo suspenda el bloqueo económico y de que las organizaciones políticas de la derecha venezolana participen en los procesos eleccionarios venideros.
El pueblo trabajador solamente es considerado como objeto de explotación. Los trabajadores organizados fuimos quienes levantamos el país después del Paro Sabotaje del 2002-03 y lo podemos hacer de nuevo, desde nuestras organizaciones, en unión con las organizaciones campesinas, a favor del pueblo todo. Mientras el gobierno paga los gastos de la “Fiesta en México”, dirigente sindicales que fueron baluarte defensores del chavismo cuando el Paro Sabotaje Petrolero, han sido encarcelados y cada vez, son sometidos a cualquier tipo de maniobras procesales para mantenerlo en prisión o en casa por cárcel, como son los casos de Eudis Girot, Sabariego, Zárraga, Alfredo Chirinos y Aryenis Torrealba, más otros de otros sectores productivos.
Las negociaciones, tal cual se están llevando, están entregando gratuitamente a la burguesía lo que no nos pudieron ganar en las luchas. Todo para impulsar la Restauración Neoliberal, el rescate de la economía capitalista. Para lograr su plan la burocracia psuvista cuenta con su prestigio como dirección en la resistencia al imperialismo.
El PSUV es la única organización política con influencia de masas en la actualidad. Las bases chavistas siguen viendo al PSUV como algo cercano a ellos, enfrentado al imperialismo y al fascismo criollo.
La burocracia, sin embargo, tiene su propia crisis.
Las Primarias del 08 de Agosto, muestran fisuras entre las bases chavistas rebeldes y en resistencia contra la alta dirección. La misma “terquedad” que rechaza los intentos de seducción de las organizaciones burguesas, cuestiona la negligencia y la corrupción. Eso explica la derrota de los principales candidatos de la alta burocracia en los votos, y la decepción por la imposición de candidatos realizados por la dirección del PSUV, por encima de los resultados electorales.
Para su plan restaurador, el gobierno apuesta, también, a la posibilidad de atenuación del bloqueo en medio de la crisis política del imperialismo yanqui; que no pudo derrotar su propia rebelión social interna y que ahora abandona derrotado una de sus colonias: Afganistán.
Para ayudar a concretar esta eliminación o disminución de las medidas de bloqueo imperialista, el gobierno de Maduro no muestra firmeza, sino capitulación. El mejor ejemplo es la política de las “Zonas Económicas Especiales” y su Ley: un plan masivo de maquilas, y el Canje de Bonos por Activos. De materializarse una retirada al menos parcial de las sanciones, esto aliviaría buena parte de las tensiones económicas más agudas en Venezuela, pero no debemos menospreciar los factores internos de desestabilización, desarrollados por la burguesía parásita, ni el resto de factores de crisis presentes, ya mencionados.
También propicia la continuidad de la crisis, la propia Restauración Neoliberal impulsada desde el Gobierno. Su insistencia en un plan de Maquilas con producción orientada a la exportación, no sólo conduciría a la explotación extrema del trabajo, sino además disminuiría la producción nacional de bienes de consumo y aumentaría la dependencia de las importaciones a precios internacionales, en un escenario de salarios muy reducidos.
No se visualiza, por tanto, una expansión económica amplia y prolongada y menos aún un escenario de amplias conquistas socioeconómicas para las clases populares y quienes vendemos nuestras fuerzas de trabajo, ni para logros sociales, políticos para las mujeres, los jóvenes, pensionados y jubilados. Por el contrario, el discurso de todos los promotores de la restauración neoliberal destacan como un mérito los bajísimos salarios y la ausencia de beneficios laborales; lo que hace presumir que pretenden seguir así.
La perspectiva entonces, es que las tensiones sociales se acumulen entre la clase trabajadora, las comunas, las mujeres y el pueblo en general -desgastadas pero no derrotadas- y las clases y castas privilegiadas; o sea, contra la burguesía imperialista, la burguesía lacaya y parásita criolla y la burocracia gobernante cada vez más cristalizada.
Cuándo y cómo se expresarían tales tensiones abiertamente en movilizaciones de masas no es fácil de prever. Será un proceso complejo. Una tenue recuperación económica es posible, con apenas aflojar un tanto la asfixia a que está sometido el aparato económico nacional. Ello podría volcar a las clases trabajadoras tras las oportunidades de sobrevivencia que vayan apareciendo en un ambiente de relativa “paz”; postergando un tanto las luchas por las reivindicaciones y derechos perdidos y por los nuevos a conquistar.
Será definitoria la relativa fortaleza que se ha mantenido en las bases del PSUV, el chavismo rebelde y otros luchadores y dirigentes sociales puedan conjugarse autónomamente para adelantar luchas locales. Tal organización espontánea por las bases fue característica en las experiencias de la insurrección popular del 27 F y la Revolución del 13A.
Otro factor importante será la dinámica del PSUV. Encierra una gran contradicción objetiva entre una cúpula mayoritariamente burocratizada y derechizada, con un buen sector aspirando a transformarse en burgueses; frente a una base rebelde antiimperialista, que impacta sobre un importante número de cuadros medios que reivindican aun los elementos más progresivos de los planteamientos de Chávez.
Ciertamente, al incrementar -paulatina o repentinamente- las movilizaciones de las clases explotadas, las tensiones sociales existentes tomarán protagonismo político. ¿Quiénes se postularán a la dirección de estas movilizaciones? ¿Lo harán para desarrollarlas y profundizarlas en su energía revolucionaria o para frenarlas, desviarlas y llevarlas a la derrota?
No es nada descartable que la burguesía intente prontamente encabezar las movilizaciones. Ya en 2014 y 2017, la burguesía logró arrastrar tras su liderazgo y con relativo éxito sectores importantes de la juventud de clase media baja a las protestas antigubernamentales. La insatisfacción por la crisis económica alimentó movilizaciones que fueron claramente liderizadas por la ultraderecha. Si no hay una dirección consecuente y revolucionaria… habrá otra dirección.
Desde nuestras modestas fuerzas hay que promover el debate y desarrollar la iniciativa política con todos los luchadores que continúan enfrentados al imperialismo y al fascismo criollo y que empiezan a orientarse críticamente a la izquierda de la descomposición burocrática de la dirección psuvista.

Mantenerse “anclados” a la burocracia psuvista por su posición supuestamente antiimperialista y antifascista, significaría traicionar los intereses históricos de los trabajadores que saldrán a luchar por sus condiciones materiales de existencia y –conscientes o no- contra la restauración neoliberal. Más grave aún si no se levantan con firmeza las banderas contra la represión a los luchadores obreros campesinos y populares.
Atacar sectariamente a la burocracia por sus políticas económicas, salariales y represivas anti obreras, sin colocar –al menos al mismo nivel- el enfrentamiento a las agresiones del imperialismo y de la burguesía lacaya nacional, significaría capitular ante el enemigo más poderoso de los trabajadores y los pueblos del mundo, que juega y jugará un rol predominante en la realidad política venezolana.
Más que nunca las Comunas, campesinos, sectores populares, mujeres y juventud y la clase trabajadora necesitan un programa propio que empiece a perfilar sus intereses históricos y su potencial de transformación revolucionaria de la sociedad, incluyendo a todos los explotados y oprimidos, a partir de la realidad actual y concreta.

Algunas líneas importantes son:
a. Contra el bloqueo y todas las agresiones económicas, políticas, diplomáticas y militares del imperialismo y las burguesías lacayas del continente.
b. Contra la conspiración fascista criolla y sus atentados, incursiones mercenarias, sublevaciones hamponiles.
c. Paz con justicia para avanzar. Cárcel para los terroristas burgueses. Libertad plena para los obreros campesinos y luchadores sociales. Recate y Plena vigencia de todos los derechos sociales laborales e individuales contemplados en la CRBV.
d. Contra la Restauración Neoliberal en curso que quiere aprovechar los estragos de la crisis económica para sepultar las conquistas socioeconómicas del pueblo trabajador.
e. Por un Plan de Reconstrucción Nacional, que beneficie al pueblo y que esté bajo control de las Comunas.
f. Unidad de las Comunas para enfrentar ataques imperialistas, conspiración fascista, la corrupción estatal y luchar por este Plan de Recuperación Comunal, de género, Obrero y Campesino .
g. Que el Plan inicie por la indexación salarial. Basta de Salarios y bonos de indigencia.
j. Implementar un plan de recuperación de todos los hospitales y demás servicios de salud, empezando por las capitales de Estados y todos los municipios.
k. Convocatoria de un Congreso de Educadores para organizar un plan para la educación nacional
l. Levantamiento de un mapa de todas las empresas cerradas desde el 2015 y hacer una proyección de recuperación, dando prioridad a las de alimentos, laboratorios, de fabricación de productos de aseo, automotrices, químicas y textiles.
Secretariado Nacional de LUCHAS.

Venezuela, 06 de Septiembre 2021

Deja un comentario