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Cuba: El primer ministro y la fórmula de la contención

24 de agosto de 2021 por tali Leave a Comment

escrito por José Manuel González Rubines*  23 agosto 2021

Primer ministro Manuel Marrero (Foto: Radio Cadena Agramonte)

Hace varios días, el primer ministro Manuel Marrero prendió fuego a la sabana del debate público con los señalamientos que realizara a los servicios médicos cienfuegueros, en una reunión del gobierno en esa provincia, uno de los epicentros actuales de la pandemia. He visto más de una vez su intervención en busca de lo que pudo generar tal indignación. Si bien entiendo que haya molestado, también comprendo la intención del dirigente.

Marrero señaló deficiencias con el tono del padre que regaña al hijo díscolo, que en este caso es el sector que ha asumido la atención de los miles de enfermos de Covid-19. Por muchas quejas que existan respecto al servicio del personal de la Salud, lo adecuado hubiera sido tratar el asunto discretamente, resolverlo sin mucho ruido y ahorrarse la refriega pública. «En revolución, los métodos han de ser callados; y los fines, públicos», dijo Martí.

Por otro lado, y con mayor ponderación, el premier mencionó los denominados «problemas objetivos», que no son más que la casi ausencia de medicamentos, insumos y medios de protección para enfermos y personal médico. ¿Quién tiene la responsabilidad de garantizar esos elementos imprescindibles? ¿Quién ha invertido setenta y dos veces menos fondos del presupuesto en ciencia e innovación tecnológica y casi cincuenta veces menos en salud pública y asistencia social, que en la construcción de instalaciones destinadas al turismo cuya tasa de ocupación ha sido bajísima?

El primer ministro cometió el pecado de señalar la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio. Aun cuando lo asistía una parte de la razón, le falló el modo, animado seguramente por la impotencia ante una situación que a todos nos desborda y horroriza. Tales deslices no se los puede permitir alguien en el desempeño de su cargo. La comunicación política funciona igual que el humor: si debes explicar el chiste después de hacerlo, no fue un buen chiste.

Las respuestas al incidente no demoraron. Una de las más notables fue el video en el que médicos holguineros expresaron su rechazo a las alegaciones y denunciaron el colapso del sistema de salud de esa provincia y del país. Lo sucedido como respuesta oficial repite la fórmula que ha demostrado no solo ser ineficaz para contener crisis, sino que es capaz de exacerbar los malestares existentes y generar otros nuevos. La mencionada fórmula tiene tres sencillos pasos que pueden cumplirse con más o menos intensidad:

– Paso 1: Echar a andar el poderoso andamiaje de los medios estatales para demostrar que, rebozando optimismo estilo Leibniz, vivimos en «el mejor de los mundos posibles».

Siguiendo ese mandato florecieron reportajes en los que, si bien era difícil ocultar completamente el problema, la situación fue dibujada de tal modo, y con el acostumbrado triunfalismo, que las múltiples denuncias documentadas parecían sacadas de una película de James Wan. Lo contradictorio del asunto es que muchas veces, pasados solo unos días, deben reconocer que lo desmentido o minimizado resultaba cierto —recordemos, por ejemplo, a Humberto López y las fosas comunes en provincias del oriente.

Tales prácticas desgastan la ya deteriorada imagen de los medios estatales, cuyo presupuesto, vale destacar, sale de los bolsillos de todos los ciudadanos de este país. En un interesante trabajo publicado por la revista Alma Mater, la periodista Cristina Escobar apunta que «la prensa [estatal] cubana desde sus diferentes niveles sigue operando en un escenario de hegemonía que ya no tiene: hay que aprender a coexistir con muchos otros actores como los que llegan cuando se abre la puerta a Internet».

Esa puerta parece destinada a cerrarse por el Decreto Ley 35, cuyos espacios a la discrecionalidad otorgan a quiénes lo apliquen la posibilidad de convertirlo en una inconstitucional ley mordaza. El Estado cubano, como otros, tiene el derecho legítimo a regular el ciberespacio, pero esta normativa exprés, plena de ambigüedades y vacíos, lejos de conseguir una efectiva regulación contra fake news y otros vicios de internet, puede servir como un intento de silenciar el debate público, algo que, ya debería saberse, no es posible.

Lo dice #Cuba soberana y lo confirman los expertos honestos de cualquier parte del mundo: nuestro #DecretoLey35 va contra la desinformación y la ciber mentira. https://t.co/3woT4yJJwT

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) August 18, 2021

– Paso 2: En perfiles de redes sociales —oficiales y oficiosos— se debe esparcir, como si de la cepa Delta se tratara, un mensaje contrario al que motivó la polémica, pero nunca, por ningún motivo, se puede mencionar al hecho detonante o a los involucrados.

Ubicados en el caso que nos ocupa, comprobaremos que las cuentas en Twitter de miembros del gobierno se pusieron en función de desagraviar al sector de la salud. Eso no está mal, pero hay un camino más expedito que por lo general se obvia: reconocer que se incurrió en un error —una idea expresada de modo tal que generó un malentendido— y ofrecer la correspondiente satisfacción.

Detrás del accionar ancestral de nuestros dirigentes se oculta una dosis de soberbia política y otra de temor a parecer débiles. Lo primero es una torpeza; lo segundo, una noción errada. La idea del líder todopoderoso y omnisapiente que guía a un rebaño al que debe proteger de influencias que buscan confundirlo o manipularlo, está muy asentada en la cultura política doméstica.

Aun cuando esto pueda parecer una fortaleza del marketing, es una profunda debilidad. «Con la vara que midáis, serás medido», dicen las Escrituras. Si te vendes como un superhombre, serás juzgado como tal. Sobre este tema, el periodista, respetado profesor y antiguo decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Julio García Luis, incluye una cita esclarecedora en su libro Revolución, Socialismo, Periodismo:

«La prensa debe contribuir a crear una cultura del ejercicio del criterio, que implique admitir la posibilidad del error, pues el patrón de un hombre perfecto, que no puede equivocarse, abstracto e irreal, puede convertirse paradójicamente en síntoma de crisis moral y valorativa».

Valga aclarar que el texto del profesor García Luis se basa en una muy seria investigación para su tesis doctoral, en 2004, hace casi veinte años. Ese detalle habla de la antigüedad y permanencia del problema.

– Paso 3: Intimida y vencerás. Este es el más físico de los componentes del procedimiento: la visita/citatorio de agentes de la Seguridad del Estado para aclarar el asunto en cuestión.

En la conversación/interrogatorio resultante, por lo general solo se representa el personaje del policía bueno que alerta al confundido ciudadano de los peligros que entraña para la estabilidad de la nación su acto de rebeldía.

Como mecanismo disuasorio casi siempre basta ser citado a una dependencia del Ministerio del Interior, para desarrollar lo que generalmente los oficiales denominan una simple conversación —según he sabido, enfatizan mucho esa idea. En un primer momento no es necesario más, aunque existen otros métodos a los cuales recurrir.

Con este tercer paso se crea una extraña dinámica: los medios estatales nunca mencionarán nada al respecto, así que son los alternativos quienes se encarguen de esparcir la noticia. Funciona con el mismo principio que el mito del príncipe de Valaquia, Vlad Drăculea —personaje histórico que inspiró al vampiro Drácula de Bram Stoker— que dejaba siempre un testigo de sus empalamientos para que contara la historia, así el efecto intimidatorio de su castigo se potenciaba.Primer ministro (2)

Vlad Drăculea siempre un testigo de sus empalamientos para que contara la historia, así el efecto intimidatorio de su castigo se potenciaba.

¿Tan frágil es el sistema que los ciudadanos deben ser amedrentados por manifestar una opinión mínimamente contraria o señalar una deficiencia? ¿No sería más inteligente que quienes dirigen recurrieran a esas opiniones —en lugar de reunirse exclusivamente con los que aplauden y asienten— para cumplir mejor su rol de funcionarios públicos cuyo cometido es administrar los recursos del pueblo, único soberano de la República?

Errores y bravuconerías no son únicamente síntomas de senectud política, sino de una debilidad que hace difícil la realización del proyecto de nación democrática y próspera que deseamos. Asombra ver entonces cómo surgen, se mantienen y/o fomentan prácticas que afectan la convivencia nacional. Al alcance de la voluntad existe un camino más corto, seguro y productivo: el del respeto a las diferencias y el diálogo inclusivo.

Esa debería ser la vía obligatoria por la cual transitar. En sus esencias más simples, el objetivo de cualquier gobierno es trabajar por la felicidad de sus gobernados —de todos, no solo de sus adeptos. Quien no la busque o no la siga, sencillamente ha fracasado.

*JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ RUBINES: Periodista, investigador de temas históricos y profesor.

Fuente: La Joven Cuba

Filed Under: Internacional, Medio ambiente, Opiniones y debates

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