
por Q.R.S.
“Con Fidel el 11 de Julio hubiera sido diferente” es una frase que se ha hecho común en común en Cuba.
La mayoría de los manifestantes que el 11 de julio pasado participaron en las protestas de La Habana, vivían en los barrios donde tuvieron lugar las manifestaciones. Por el contrario, la casi totalidad de quienes en los primeros momentos salieron a las calles de la capital cubana defendiendo al Gobierno, eran personas que el Partido Comunista y otros organismos oficiales transportaron desde otros lugares de la ciudad hacia donde sucedían las protestas.
Frente al Museo de la Revolución -cuando desembarcaron de sus ómnibus-, los grupos organizados por el Partido Comunista coreaban consignas como Esta calle es de Fidel y Yo soy Fidel. Ante ello, un joven que participaba en las protestas, quien visiblemente vivía en uno de los barrios obreros donde estallaron las manifestaciones, les gritó: Fidel es mi ídolo, Díaz-Canel es un …y de inmediato ofendió al presidente cubano.
Aunque durante la manifestación no se corearon consignas laudatorias a Fidel -en contraste con las continuas ofensas al actual mandatario cubano-, la respuesta del joven manifestante a los grupos oficialistas es una postura política expandida entre la clase trabajadora cubana. En el imaginario de las mayorías, principalmente en los barrios populares y el campesinado –incluso entre las nuevas generaciones-, Fidel ha terminado siendo el líder histórico al cual se le perdonan todos los errores, en contraste con una gran obra construida.
Esta idea se ha reforzado con el fallecimiento de Fidel y, en buena medida, se consolidó debido a que su muerte tuvo lugar diez años después de abandonar el poder. Quienes nacieron a fines de los noventa, todavía eran niños cuando Carlos Valenciaga anunció el 31 de julio de 2006 que Fidel Castro se retiraba del Gobierno provisionalmente –para nunca volver-. De este modo, al menos dos generaciones no vivieron como adultos, ni siquiera como adolescentes, el mandato de Fidel, contribuyendo esto a su mitificación. Los jóvenes que hoy tienen entre 15 a 25 años crecieron en una sociedad donde las medidas gubernamentales cada vez más contrastaban con las de Fidel. Llegó el momento en que buena parte de los errores cometidos por el Gobierno eran recibidos por parte de las mayorías con la frase “con Fidel esto no hubiera pasado”.
Uno de los argumentos más socorridos por quienes piensan así –y en buena medida tienen razón- es que Fidel se personaba en la mayor parte de los momentos críticos vividos en Cuba. De tal manera, muchos creen que Fidel habría aparecido durante la noche del 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura, conversado con los presentes y disuelto la manifestación con su sola presencia. Lo más probable es que días después, buena parte de quienes se marcharon a casa felices por haber conversado con Fidel se dieran cuenta que las respuestas dadas no satisfacían lo demandado; pero ya el Gobierno había hecho la suficiente cantidad de movidas políticas como para salir de aquella crisis. A pesar de tener una alta carga especulativa, cabe preguntarse hoy qué hubiera sucedido si Díaz-Canel habría aparecido la noche del 27 de Noviembre acompañando al director de cine Fernando Pérez y al actor Jorge Perugorría.
Este razonamiento se ha hecho extensivo a las manifestaciones del 11 de Julio. A pesar de que entre todos sus méritos Fidel nunca alcanzó el don de la ubicuidad y por tanto no hubiese podido estar en todas las protestas que estremecieron a Cuba, existe la idea de que el Comandante en Jefe hubiera solucionado de otra manera las protestas.
Cuando revisamos el guión aplicado por el Gobierno el 11 de Julio, vemos que en realidad se ajusta muy bien a como Fidel manejó las protestas del 5 de agosto de 1994 -bautizado posteriormente Maleconazo-. Sin embargo, el resultado fue todo lo contrario: la alocución de Díaz-Canel emitida el domingo 11 de Julio a las 4 de la tarde fue el motivo por el cual no pocas personas se unieron a las manifestaciones. Por diversas causas, las palabras del presidente cubano irritaron a no pocos de sus oyentes, provocando que estos salieran a unirse a las protestas.
Esto arroja una conclusión evidente: es imposible convertir a Díaz-Canel en Fidel Castro –como tristemente se ha tratado hacer, algo que ni siquiera intentó Raúl, quien por el contrario, marcó una línea propia-, y además, habla de una profunda crisis de legitimidad política.
Hoy, al igual que Mao en China y Ho Chi Minh en Vietnam, Fidel Castro va quedando relegado cada vez más a la propaganda política. La burocracia ha desarrollado un proceso de esterilización del ideario fidelista, borrando el Fidel opuesto a la expansión del sector privado, crítico con la restauración de toda simbología burguesa –como su negativa al retorno del parlamento al Capitolio-, impulsor de políticas públicas de alto impacto social por encima de supuestas prioridades económicas y dando un alto valor a la cultura como instrumento fundamental en la construcción del socialismo.
Todo esto contrasta abiertamente con el paquete de medidas económicas instrumentado el pasado 1 de enero. La (mal) llamada Tarea Ordenamiento aplicó un considerable recorte de subvenciones al sector público, el cual alcanzó desde el alza del transporte, pasando por el grave aumento de los productos alimenticios y de aseo normados por el Estado, hasta causar una terrible inflación, contribuyendo de sobremanera a la crisis de la economía familiar. “Esto no hubiera pasado con Fidel” es un murmullo que crece entre la clase trabajadora cubana.
Fuente: Blog COMUNISTAS.


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