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Insisto y Resisto

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Desde Brasil, Valerio Arcary*- Sobre la militancia (31): Lucha por rumbo y conflictos generacionales

10 de julio de 2021 por tali Leave a Comment

Ricardo Stuckert/Instituto Lula

*Valerio Arcary: Profesor Titular Jubilado en IFSP. Doctor en Historia por la USP. Militante trotskista desde la Revolución de los Claveles. Autor de varios libros, entre ellos O Martelo da Historia.

«La vejez es la más inesperada de todas las cosas que suceden en la vida». León Trotsky

Las luchas internas de la izquierda son duras. Pero incluso amargas y, no pocas veces, brutales son las disputas personales. Necesitamos hablar sobre por qué hay luchas por la dirección dentro de nuestras organizaciones. Descansan, por supuesto, en la defensa de las ideas. Pero debemos admitir que también existen rivalidades personales, debido a los más variados factores. Uno son los conflictos generacionales.  

Hay muchas razones por las que cada uno de nosotros participa en la lucha socialista. Las personas son muy diferentes entre sí. Hay quienes luchan porque no pueden evitar resistir. Hay quienes perseveran porque son idealistas. Algunos se mueven, sobre todo, por la indignación y la ira, otros por la esperanza y la solidaridad. Hay quienes luchan por los suyos, quienes luchan por los demás, quienes odian la injusticia, quienes se enamoran de una idea, quienes temen la catástrofe ambiental o el peligro de guerras. No son mejores que los demás. El mejor impulso es el que dura más tiempo.

¿Por qué algunos de nosotros aceptamos el desafío de asumir roles de liderazgo? Cada uno de nosotros debe hacernos esta pregunta de una manera radicalmente honesta. Además de la decisión de organizarse para la militancia, hay muchas, muchas y buenas razones para tomar la iniciativa. Pero un deseo apasionado de marcar la diferencia es esencial. El autoengaño en la forma disfrazada de desapego, desapego o humildad, que a menudo es el miedo a la responsabilidad, no vale la pena. 

La promoción debe ser un compromiso de por vida, no una carrera. La lucha política requiere especialización, pero no puede ser un proyecto personal. No es ilegítimo tener aspiraciones personales, pero el arrivismo es inaceptable. Imaginar que la izquierda sería invulnerable al arribismo, el personalismo y el individualismo sería pura ingenuidad. 

La ambición degenera fácilmente en prestigio y, en su forma más exaltada, en mesianismo. La izquierda no necesita líderes «salvadores», «elegidos», «redentores», «elegidos». Este peligro no es irrelevante, en un país como Brasil, porque la tradición del caudilloismo, por diversas razones, es inmensa. La trampa de idealizar el liderazgo es fatal. No es solo el dinero lo que corrompe. El apetito por el poder también deforma el carácter.   

El peor patrón de funcionamiento es el que se basa en la autoridad de un jefe indiscutible. La grandeza del gran líder es invariablemente una ilusión óptica. Nadie es infalible. La alternativa no tiene por qué ser un triunvirato en el papel de árbitro. Las direcciones colectivas son más complejas y lentas, pero más fuertes y equilibradas.  

Ya contamos con un amplio repertorio de experiencias sobre modelos de sucesión. Las transiciones, los pasajes, los cambios pueden ser naturales o artificiales, democráticos o manipulados, construidos o caóticos, planificados o turbulentos, consensuales o conflictivos, transparentes o palaciegos, justos o injustos. Siempre complicado, por lo que cometer errores es algo habitual. 

Los conflictos generacionales son inevitables. El respeto, la lealtad y la confianza son claves. Los conflictos generacionales son inevitables. El respeto, la lealtad y la confianza son claves. La interacción intergeneracional dentro de las organizaciones de izquierda no es ni simple ni fácil. Hay potencialmente dos peligros. El primero es la fuerza inercial de la autoridad de los ancianos. Puede convertirse en un obstáculo para el crecimiento de las personas más jóvenes. Una gerontocracia no puede ser el modelo principal de una corriente socialista. 

El segundo es la ruptura generacional, el reemplazo brusco y, como consecuencia, la desmoralización de los veteranos. La ruptura del hilo de continuidad puede precipitar la deriva e incluso la fragmentación. 

¿Cuál de los dos peligros es mayor? Depende de la historia y el contexto de cada corriente. Las presiones conservadoras para preservar líderes con más experiencia y prestigio son inexorables. Las necesidades que sienten los cuadros más jóvenes de ser respetadas también. 

La lucha interna es ineludible en cualquier agrupación política. Pero cuando el diseño de las disputas de cargos coincide con una fractura generacional, se abre una etapa peligrosa en la lucha por el liderazgo. La mayor responsabilidad está en manos de los ancianos. Los jóvenes tienen derecho a la audacia, la precipitación, la osadía. 

Tres factores merecen ser examinados: (a) el liderazgo más fuerte es el más representativo del colectivo, tradición y renovación, reputación y lealtad; (b) la experiencia no debe confundirse con la habilidad; (c) la disposición no debe confundirse con la fuerza; 

Dos modelos son peligrosos: (a) la sucesión no está preparada y los más antiguos permanecen intocables; (b) se establece una solución legal a un problema político con un límite de mandato inflexible y se excluye a los ancianos.

El desafío de construir instrumentos de lucha estables y útiles es la apuesta por un proceso que tiene dimensiones históricas y va más allá de la escala de los años. Debe pensarse en la escala de duraciones largas. Una medida que va más allá del rol que, individualmente, ninguna persona puede cumplir. La formación de nuevos líderes es el desafío de cualquier dirección, esa es la fuerza de los colectivos. 

Juntos no solo somos más fuertes. Podemos ser mejores.

Fuente: Esquerda Online.

Esquerda Online

Filed Under: Educación, cultura y arte, Internacional, Opiniones y debates

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