
Nota del Consejo Editor de (ir): El Secretariado Nacional de la Liga Unitaria Chavista Socialista LUCHAS nos ha entregado la siguiente de la declaración a la que ellos mismos las consideran como «reflexiones». Es el contenido de un documento interno de esta organización, en el marco de que están en un proceso de definición, llaman ellos, «Constituyente» como organización política. Insisto-Resisto está autorizado por sus autores de su publicación.

¿A qué juega el gobierno de Maduro?
A la Memoria de Ghassan Kanafani*
Muchos militantes chavistas y socialistas, activistas de comunas y consejos comunales, además de movimientos sociales, sindicales y políticos latinoamericanos, se preguntan qué pasa en Venezuela. Se preguntan si las instituciones políticas bolivarianas, chavistas, nacidas desde 2002, se mantienen igual o han cambiado desde la muerte de Chávez.
La propaganda sucia del imperialismo y el Grupo de Lima también estimularon preguntas similares.
La principal preocupación es saber hacia dónde cambiaron: Solo hay dos opciones en la política: hacia la derecha o hacia la izquierda. Como toda cosa viva, el Estado, el régimen político, el gobierno y el movimiento chavista venezolano se han movido hacia algún lado.
Como cualquier gobierno de izquierda, el de Maduro vive sometido a dos fuerzas. Por un lado, el imperialismo dominante que no soporta estados soberanos ni semi independientes. Al mismo tiempo lo presionan las clases sociales internas según sus intereses.
Si el gobierno de Maduro cambió hacia la derecha es porque promueve políticas y medidas –en todos los órdenes– no favorables a los trabajadores. Si no benefician a los de abajo es porque son útiles a los de arriba. No existe vacío en las relaciones entre clases sociales. Ningún gobierno o sistema político similar puede escapar a esa mecánica de fuerzas.
Desde las negociaciones de la llamada “mesita” hasta ahora con la MUD.
Presiones:
El gobierno de Nicolás Maduro ha recibido más presiones y ataques desde 2013 que los sufridos por Hugo Chávez hasta 2012. Esas presiones sumaron unos veinte intentos de echarlo del poder violentamente. Varios conatos de golpe de Estado, un conato de asesinarlo junto a su Comando de generales y ministros con un drone explosivo en la Av. Bolívar y en 2019 hasta el extremo de intentar una invasión territorial.
El gobierno de Maduro salió victorioso –política y militarmente– de esas pruebas. Aunque tuvieron carácter relativo, quedaron a medias. La derecha se vació paulatinamente hasta 2021. El imperialismo decidió reacomodarse y negociar.
Buscar una respuesta a la pregunta sobre la definición de la situación política actual, comienza por saber en qué y cómo usó el gobierno de Maduro esa suma de victorias parciales. Es conocido el apotegma de que si una victoria no conduce a otras victorias, se transformará en derrota. Esto vale para los oprimidos y explotados porque el contexto internacional continúa en manos de sus enemigos: el sistema mundial de poder no renunció desde 2019 a destruir a Maduro y el gobierno chavista.
Una señal reciente de ello lo manifestó el propio Presidente en los primeros días de julio de 2021 cuando denunció a la CIA y al Comando Sur de estar preparando su asesinato y el de altos jefes de su gobierno.
¿Para qué sirvieron las victorias? Todo indica que las usó mal.
1) No las aprovechó para crear un nuevo modelo de acumulación económica comunal que aun siendo muy defensivo excluyera la acumulación privada de capitalistas.
2) Tampoco la usó para ampliar la base social y electoral del gobierno y el chavismo.
3) Menos para fortalecer el sistema institucional y político promovido por Hugo Chávez, basado en una amplia democracia popular de prosperidad relativa y una tendencia creciente a la soberanía nacional.
Para lograr estos tres objetivos tenía a la mano una hoja de ruta desde 2012. Se llamaban “Golpe de timón” y Estado Comunal. Ambos recursos componen una estrategia, un horizonte, un objetivo y son partes de un programa que debía ser completado.
Las tres tareas estaban a contra corriente. Tenían enfrente el bloqueo y las sanciones. Sin capitales propios es muy difícil acumular nada. Esos capitales fueron secuestrados. Sin embargo, al final de esas victorias el gobierno contaba con un capital inigualable: el entusiasmo de buena parte del chavismo, de un sector de las masas explotadas y una amplia simpatía residual latinoamericana.
Maduro no acudió a la experiencia histórica de las revoluciones del siglo XX ni usó sus propias victorias parciales para avanzar. El resultado fue el reacomodo del enemigo. EE.UU. se adaptó a sus derrotas, se reacomodó y atacó por otros lados y con otros medios. Apostó al largo plazo como en Cuba, China, Vietnam.
La diferencia es que en la Venezuela del siglo XXI el tiempo fue más breve. El bloqueo y la batería de 47 sanciones en las condiciones actuales del capitalismo y del continente latinoamericano, acortaron los plazos.
El madurismo tenía dos opciones desde 2013: cambiar la naturaleza del Estado y avanzar hacia la expropiación o retroceder a alguna forma de restauración. Entre ambas pueden aparecer formas intermedias, anómalas, pero las opciones son solo dos. Ambas tienen/tendrán costos, incluso altos costos, pero son distintos porque recaen sobre clases distintas.
El madurismo fue cayendo en una trampa armada por él mismo y sus aliados en el gobierno. La trampa consiste en creer que es posible crear un modelo de acumulación económica soberano, de la mano de capitales imperiales que acumulan las plusvalías nacionales como tasa de ganancia individual. Ese fue el consejo de los asesores de PODEMOS, que el ministro «comunista» Jesús Faría hijo, de 2013 tradujo como “NEP progresista” y que Wilmar Castro Soteldo precisó más tarde con la definición de “burguesía revolucionaria”. Varios grupos y ministros vieron en esa opción la oportunidad de engancharse con negocios de la mano de los turcos, los rusos, chinos o hindúes. Ahora solo les bastará cambiarse a las casas matrices de EE.UU., Noruega y la Unión Europea.
Esto se explica por la necesidad de sobrevivir. O sea, tiene un alto contenido defensivo. Para esa opción, se apoya socialmente en un amplio sector chavista conservadorizado por la miseria, el miedo a la miseria y las penurias del bloqueo. La conciencia sometida a la necesidad. Sobrevivir.
El discurso oficial es coherente. Un ingreso de capitales internacionales en masa será la palanca para impulsar un crecimiento del PBI y salir del colapso actual. Sin importarles que los salarios queden achatados y los precios internos se midan en dólar (se habla de un tanque de gasolina a 20 dólares) El mecanismo jurídico-económico macro son las ZEE, zonas económicas especiales al estilo asiático.
Una señal que ellos entienden como positiva es que desde el año 2020 crecieron las exportaciones de crudo en 66%. Lo que no se informa es que se hace de la mano de Chevron y Halls Burton. Para hoy ya tienen el pronóstico que el precio del barril del petróleo volverá a llegar pronto a 100 dólares. Muchos capitales de la energía, la minería, la metalurgia, arrastrarán masas de inversión de otras ramas complementarias de las nuevas tecnologías o del sector servicio. Esa realidad económica exige un sistema político flexible.
Esa es la diferencia con Nicaragua. Esta y otras acciones comerciales e inversiones llegarán y harán repuntar la economía y aumentará el consumo. Los costos serán la reducción de la capacidad salarial, del poder sindical, de las libertades políticas y la soberanía nacional.
El sistema institucional, o Régimen, mutará al calor de las nuevas inversiones y con esa mutación política tenderán a desaparecer las débiles conquistas económicas y sociales logradas entre 1999 y 2012.
Posiblemente, por la demostrada fuerza y conciencia libertaria de buena parte del chavismo, al revés de Nicaragua, no veremos un tipo de gobierno tiránico como el de la pareja de Managua. No será necesario y difícilmente posible. En Venezuela el chavismo de base no ha sido desmantelado totalmente, como el sandinismo militante. Y, el Estado nación Venezuela es más fuerte que la demacrada Nicaragua.
No se puede descartar en Venezuela una chilenización o menemización, pero no una etapa de prosperidad (aún relativa y temporal) como la vivida bajo el chavismo entre 2002 y 2012 (dos veces más larga que las disfrutadas bajo Leoni y Carlos Andrés).
Una primera respuesta a la primera pregunta de hacia donde se moverá el gobierno de Maduro y el régimen chavista, no tiene una respuesta única, sino contradictoria: Dependerá de qué plano. Podría derechizarse al interior y mantener un perfil de izquierda al exterior según la situación. Algo parecido a Nicaragua.
En lo económico se moverá (se está moviendo) a la derecha. En lo político podría mantenerse relativamente independiente del imperialismo y negociar con él, las inversiones (es lo que se observa hasta hoy).
No existe una fórmula universal para estos casos. Son gobiernos y regímenes políticos anormales (respecto a la norma institucional burguesa de dominio) y defensivos sometidos a contradicciones insostenibles en la decadencia actual del imperialismo. El marxismo (y el trotskismo dentro de él) no elaboraron una respuesta única. La mayoría de los trotskistas se conforman con la fórmula de bonapartismo, que es correcta para comenzar el análisis, pero no para concluirlo.
Todo dependerá del contexto internacional dominado por el imperialismo, o sea, de cuál es la situación de este sistema mundial de Estados, por un lado. Por otro, también dependerá de la dinámica de las fuerzas chavistas de base en las Comunas, Consejos, sindicatos y otros organismos de clase. De los dos, el decisivo es el primero.
El contexto latinoamericano es hoy ejemplar en Colombia, Perú y Chile, pero en Colombia, a pesar de las largas jornadas de resistencia no se ha echado a Duque y al uribismo; en Perú, independientemente de los avances y el triunfo electoral de Castillo no se ha terminado de coronar y la situación se hace incierta; el de Chile, por ahora, solo es una conquista parlamentaria. Estos ejemplos nos emocionan y estimulan, pero no nos debemos engañar.
Se requiere de algo más potente para voltear la reacción establecida en América Latina desde 2013/2015 en adelante. Sólo algo como lo vivido entre 1991 y 2005 con la derrota del ALCA en el medio y la poderosa victoria del chavismo con la insurrección del 13 de abril hasta por lo menos 2010. Ni un gobierno de Castillo, ni los constituyentes de izquierda de Chile son suficientes para frenar al imperialismo en América latina, aunque sean factores estimulantes hacia la izquierda. Eso dependerá de lo que hagan y avancen en esos dos países. Ni del albertismo/kirchnerismo, ni del lulismo si vuelve pronto, se puede esperar más de lo que hicieron. Más bien menos.
Nuestra política táctica (consignas, actuaciones públicas, alianzas y relaciones) se someten a esas tendencias.
Defendemos al gobierno de Maduro/Diosdado en la medida que sea atacado por el imperialismo o el Grupo Lima/OEA, pero no cuando pacte entregas de soberanía nacional, o cuando ataque a derechos sociales, sindicales o democráticos.
Será una política tan contradictoria como el fenómeno político dentro del cual debemos militar. Nadie escoge el campo de la lucha. Será contradictorio y tendencial, pero nos evitará los dos riesgos más comunes: el sectarismo extremista del anti chavismo propio de algunos grupos trotskistas latinoamericanos y el oportunismo de los arribistas y electoreros.
*Ghassan Kanafani. Periodista, escritor y uno de los líderes del Frente Popular por la Liberación de Palestina (FPLP). Fue una de las figuras más importantes del movimiento de liberación de Palestina. Fue asesinado en Beirut por el Mossad cuándo apenas contaba con 36 años.
Secretariado Nacional de LUCHAS.
Venezuela, 8 de julio 2021

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