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Insisto y Resisto

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Perú: EL GRITO DE LOS INVISIBLES

23 de junio de 2021 por tali Leave a Comment

Fernández(presidente de la Argentina) felicita a Pedro Castillo
por las elecciones presidenciales en Perú/Télam Agencia Nacional de Noticias

Por CABE

En los años 70 del siglo pasado, el escritor, poeta, editor y revolucionario peruano, Manuel Scorza, inició una zaga de novelas entre las que destaca la Historia de Garabombo el Invisible, en ésta, el personaje central de la novela un dirigente campesino, entra en pánico porque los funcionarios del poder político lo ignoraban cada vez que acudía a los despachos públicos para hacer una reclamación, de modo que llegó a suponer que había adquirido una enfermedad que lo convertía en invisible. Esa novela, retratará la tragedia de los seres andinos que hasta comienzos de los años 60 eran prácticamente invisibles al despotismo que se centraba en Lima, la capital del Perú.

Hasta esos años se imponía en el país de los Incas, una formación económica social en la que predominando el capitalismo, éste coexistía muy convenientemente con un sistema feudal establecido en los Andes, que significaba un verdadero flagelo para las poblaciones originarias que eran triplemente sometidas, como señala Hugo Blanco en su libro, Nosotros los Indios, en razón de ser una raza derrotada por la invasión hispánica, por el racismo establecido como ideología de dominación imperialista, por ser campesinos siervos en condiciones en las que sus parejas sufrían la más brutal explotación sexual y laboral, por ser mujeres.

En los albores del siglo XX, el escritor e historiador boliviano, Alcides Arguedas, resumió la justificación ideológica de los blancos que detentaban el poder para abusar de indios e indias con la siguiente expresión, “El indio es el ser más parecido al hombre, es casi una persona. Pero pocas veces hace el oficio de tal. Generalmente es cosa. Es algo menos de lo que los romanos llamaban res. El indio camina sobre dos pies, porque no lo han mandado que lo haga sobre cuatro. Habla, ríe, come y más que todo obedece. No estoy seguro si piensa… Indio es sinónimo de obediencia, es el más activo, más humilde, más sucio y glotón de todos los animales de la creación”.

A fines de la década de los 50’s, Hugo Blanco, un militante trotskista del Partido Obrero Revolucionario, de origen cusqueño, se convirtió en arrendire, es decir en arrendatario de las tierras del hacendado, Alfredo Romainville, que seguía la tradición feudal que los indios llamaban gamonalismo, una palabra que recordaba a uno de los mas fieros y abusivos explotadores de indios. Blanco, dio nuevos bríos al movimiento sindicalista campesino, apenas en ciernes, e infundió valor, a los hasta entonces sumisos e invisibles indios, dando un paso adelante, para dejar atrás las reclamaciones legales dando inicio a la acción directa por la recuperación de sus tierras bajo el grito en quechua, el idioma ancestral en los Andes, ¡Allpa otaq Huañuy! ¡Tierra o Muerte!

Esto fue el origen de la reforma agraria que luego será distorsionada por una serie de organismos burocráticos bajo el gobierno reformista del general Velasco Alvarado, a fines de los años 60’s.

Ha pasado más de medio siglo desde entonces, y el sector olvidado del Perú sigue siendo invisible. De pronto una acumulación embalsada conteniendo reclamaciones seculares de los “nadie” —como los llamaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano—, se unió a una serie de factores económico, sociales y de salubridad, destacados por la pandemia generada por el Covid-19, iniciada en Perú en marzo de 2020, que hizo notoria la precariedad de los servicios públicos sociales, y el resquebrajamiento no de un modelo sino del sistema capitalista neoliberal implantado con violencia durante la dictadura de Fujimori y a partir de su Constitución de 1993.

El estado de colapso, que se muestra especialmente en sector Salud, donde solo existían en el país apenas un centenar de camas UCI para una población de 30 millones de habitantes y donde el balón de oxígeno hospitalario se convirtió en un artículo de lujo que con el precio de 2 a 3 mil dólares por balón, hicieron imposible la vida para los peruanos, que al momento ya suman más de 180,000 fallecidos por la pandemia, la mayoría de los cuales de extracción pobre, trabajadora. El derrumbe del sistema de salud seguido de una ruina económica es nada menos que expresión de la crisis civilizatoria que, repetimos, marca el fin de un ciclo del capitalismo neoliberal que también se expresa en eso que llaman crisis de gobernabilidad que no es otro que el derrumbe del sistema económico que arrastra tras éste a sus fundamentos políticos e ideológicos.

A mediados de noviembre de 2020 y en menos de una semana, en el Perú hubo hasta tres presidentes, poniendo de manifiesto la también precaria situación del Estado burgués. Es en estas circunstancias, en que se produce el llamado al cambio de la administración del Estado peruano, por medio de unas elecciones a las que se presentan 17 partidos, todos disputando la continuidad del modelo neoliberal, en modo de radicales de derecha disfrazados de “centristas”, siendo lo más extremista el fujimorismo escudado tras la candidatura de Keiko Fujimori, cada vez más autoritaria y estirando el brazo al estilo del saludo nazi. En este proceso la izquierda reformista-progresista, se presenta en dos candidaturas, Juntos por el Perú, teniendo como candidata a Verónika Mendoza y el Frente Amplio postulando al ambientalista Marco Arana.

Pronto se descubrirá la sombra de los invisibles

Una opción, que tanto los medios burgueses, como las candidaturas, incluida de izquierda, miraban de reojo y como insignificante, encabezada por el profesor rural Pedro Castillo, además, dirigente del magisterio, trabajador agrícola y rondero (una especie de milicia popular, —ronda campesina— originada para repeler a los terroristas de Sendero Luminoso, y recientemente al abigeato), empezó a escalar notoriedad, precisamente entre los pueblos andinos más recónditos, a los que el profesor Pedro Castillo inflamaba con su arenga “¡Nunca más pobres en un país rico!”.

Las primeras alarmas sonaron en las encuestadoras a una semana de las elecciones en primera vuelta. Aunque se dice que fue la derecha la que catapultó la candidatura de Castillo para sumergir la opción del progresismo representada por Verónika Mendoza, es difícil suponer que la derecha arriesgara tanto.

Al terminar el conteo de la primera fase electoral, dos candidatos, Pedro Castillo con 18.921% y Keiko Fujimori con 13.407%, pasaron a la segunda vuelta (balotaje). Las candidaturas del progresismo, no calaron con su mensaje conciliador, el pueblo quería una opción más radical, Verónika Mendoza, apenas alcanzó a ocupar el sexto lugar.

Keiko Fujimori, postula por tercera vez a la presidencia, llega de forma muy oscura al balotaje, considerando que las encuestas le otorgaban el deshonroso cargo de ser la candidata más repudiada entre los electores peruanos, con más del 60% de votos de rechazo. Es que gran parte de la población peruana la identifica como responsable de las consecuencias del largo ciclo de 30 años de capitalismo neoliberal, que ella proclama como un “modelo exitoso que no ha funcionado bien por los gobernantes “izquierdistas” de los últimos 20 años. La defensa de la Constitución neoliberal, que escuda el modo mafioso de acumulación de capitales, llevado a cabo desde el gobierno de su padre, es su sino, que atrae a todas las fuerzas conservadoras y reaccionarias del país.

En esta oportunidad, la “señora K”, seudónimo que la distingue en las transacciones dolosas con la empresa Odebrecht, se encuentra amenazada por cargos de la fiscalía peruana que la señalan como jefa de una institución del crimen organizado, además del lavado de activos, entre otros delitos y en estos momentos, el fiscal especial para el caso Lava Jato, Domingo Pérez, está pidiendo el retorno de ella a la cárcel, por violar los términos de su libertad condicional. Por lo que dos candidatos de extrema derecha, uno de los cuales había alcanzado el puesto de favorito, la acusaron de fraude.

Segunda vuelta

La votación del balotaje ya se produjo el 6 de junio y al 100% de los votos, contabilizados por la Organización Nacional de Procesos Electorales (ONPE), a una semana del día del sufragio, se arrojan las siguientes cifras que imponen como ganador a Castillo con el 50.145%, en tanto que la Fujimori alcanza el 49.855%.

A medianoche del día del sufragio, apenas se conocieran los resultados del conteo rápido, que indicaban como ganador a Castillo, se inició una tormenta en las huestes fujimoristas que replicaron el guión de Trump, “si no gano, es fraude”, deslegitimando el proceso electoral. Como el sistema electoral se defendió a tiempo contando con observadores internacionales entre los cuales Transparencia, desestimando la acusación, los fujimoristas retrocedieron sin dejar de mencionar la palabra fraude, acusando esta vez a los personeros de mesa del partido de Castillo, Perú Libre. Simultáneamente, están llevando a cabo una campaña macartista acusando de comunista, chavista, estatista, etcétera, a todo aquel que se pronuncie a favor de Castillo, ese viejo refrito tan común en las derechas que no alcanzan a entender que pueda haber una victoria popular.

Un refrito que no ha calado mucho pues los pronunciamientos a nivel nacional no se han hecho esperar, cientos y hasta miles de ciudadanos de todo el país se encuentran arribando a Lima, la capital del país, en marchas pacíficas para defender su voto, despreciado racistamente por el ejército de abogados de grandes corporaciones contratados por el fujimorismo para invalidar los votos rurales y con ello traer abajo el proceso electoral.

Al presente, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) no se pronuncia para proclamar un ganador. Mientras tanto, miles de personas de todo el país se encuentran en Lima o llegando a esta ciudad, a la espera de un resultado favorable a su candidato Pedro Castillo Terrones, el profesor de escuela rural, que ha visibilizado a millones de compatriotas que desde un programa entre reformista y revolucionario, plantea como primer punto que el pueblo organizado debe iniciar su poder desde una Asamblea Popular Constituyente, para poner fin al capitalismo neoliberal.

El pueblo, aun está en calma, ingeniando sus próximos pasos, al caballazo, a falta de un partido de esencia bolchevique, por lo que aun desconoce que el rumbo de sus luchas no puede tener una victoria más contundente que el de la revolución socialista que, es posible, esté dejando de ser un fantasma que recorre la mente de los peruanos y se muestre en los próximos hechos.

Aun así, desde la oscuridad de las calles de Lima, la reaccionaria capital de los virreyes y hoy de la colonialidad del poder, se escuchan eventualmente voces que salen también desde el anonimato de los ayer invisibles que gritan ¡SI NO HAY SOLUCIÓN, HABRÁ REVOLUCIÓN!

Arguedas: “El individualismo agresivo no es el que va a impulsar bien a la Humanidad, sino que la va a destruir. Es la fraternidad humana la que hará posible la grandeza no solamente del Perú sino de la Humanidad. Y esta es la que practican los indios y la practican con un orden, con un sistema, con una tradición.”

Filed Under: Campesinos y trabajadores, Internacional, Opiniones y debates

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