

Óscar Amaury Ardila Guevara
Cuando la lucha de clases se traslada a las calles de las grandes ciudades, todo el aparataje contenido en políticas, estructuras, doctrina y alinderamiento internacional se concentra en los nuevos escenarios de guerra. Ahora ya no utilizan el amedrentamiento preventivo de las zonas alejadas.
Desde hace algunas semanas, tal vez meses, la noticia de la muerte de líderes sociales se ha relegado de las primeras páginas de los medios informativos, no solamente porque el gran acontecimiento de la coyuntura es el desarrollo del Paro Nacional, sino porque ahora las armas de fuego de los asesinos están en las calles reprimiendo las manifestaciones callejeras. Esto no es una casualidad, ni una paradoja; el establecimiento atento a mantener a toda costa su “seguridad nacional”, tiene en cada tiempo del desarrollo de la situación política y la contradicción de clases, sus más detalladas formas de diezmar las expresiones populares de resistencia y autonomía. Las investigaciones no institucionales, los testimonios fílmicos y la realidad del país ha venido demostrando como dentro de las fuerzas de seguridad del Estado, se utilizan toda clase de maniobras para tratar de amedrentar a la población, que cada vez encuentra más motivos para organizarse, movilizarse y exigir el cumplimiento de sus derechos. Con todos estos grados de agresión a los procesos registrados por propios y extraños, se sigue evidenciando la impúdica connivencia de las fuerzas regulares del Estado, con los grupos paramilitares actuantes en zonas de alta disputa por el control de los circuitos económicos y por ende del valioso territorio rural y urbano. En los periodos de baja o mediana intensidad del conflicto social y político, el plan es seleccionar algunos de los líderes representativos, o ubicar comunidades que puedan ser obstáculos para la implementación y desarrollo de proyectos políticos y/o económicos significativos para los grandes monopolios transnacionales o los carteles del narcotráfico; por lo general en esa fase de represión organizada, son los campos y las zonas agropecuarias, negras e indígenas las víctimas de las políticas del Estado y sus grupos de poder.
En tiempos relativamente tranquilos (de paz dirían los más esperanzados), unas comunidades rurales más que otras, deben lidiar con tener que permanecer en sus territorios y hacer porque sus proyectos de vida se puedan cumplir de forma digna, viable y en armonía con la naturaleza. Desde hace muchas décadas, las vandalizadas elites concibieron un macabro plan para la liquidación sistemática de dirigentes en todo el mapa colombiano; su elaborada ruta de la muerte ha sido decapitar la cabeza de lo que ellos deben considerar como la “culebra”, según el dicho popular; esta amargada metáfora del conflicto nos describe la cruda realidad del pérfido y delictivo actuar del establecimiento, por mantener a toda costa un sistema económicamente sustentable para las oligarquías nacionales. Cuando la lucha de clases se traslada a las calles de las grandes ciudades, todo el aparataje contenido en políticas, estructuras, doctrina y alinderamiento internacional se concentra en los nuevos escenarios de guerra. Ahora ya no utilizan el amedrentamiento preventivo de las zonas alejadas. Sus miradas pasan a los ríos de gente convertidos en un colectivo consiente de las causas y las consecuencias de su existencia, tornándose peligrosos para sus intereses cada que vez que la masa avanza por entre las calles y los barrios populares. Ahora todos son potencialmente los líderes políticos que van rompiendo esquemas (a veces vidrios), al confrontar desde la consigna, el cartel o el canto, a su contradictor de clase. Ya no es una parte de la serpenteante naturaleza humana, sino la parte mayor de un vigoroso y decidido cuerpo, que se anima por cambiar el presente de dificultades hacia nuevas y distintas experiencias de sociedad. De los hasta ahora anónimos lideres van aflorando sin esfuerzo alguno las cualidades innatas en mujeres, personas diferentes y hombres, para explicarlo todo de manera fácil (maestros, pedagogos); van apropiándose acatadamente de los escenarios de movilización y concentración para agitar y convocar a los indecisos, llamándoles con énfasis a su participación y sumatoria (comunicadores, oradores); van estableciendo vínculos entre las comunidades y ajustan la división del trabajo, para que se garantice un funcionamiento óptimo del conjunto (organizadores, planeadores); van ideando la obtención de recursos económicos y su correspondiente manejo eficiente y transparente para el avituallamiento de la resistencia (administradores, acopiadores); van creando mecanismos físicos de defensa en una confrontación abierta por el respeto a manifestarse (primeras líneas); así como que van elaborando y registrando la documentación para la historia, van utilizando la nueva tecnología para compartir verdades y otras muchas expresiones espontaneas de sujetos sociales que se van convirtiendo con la marcha de los acontecimientos en sujetos políticos.
En la línea del tiempo, la acción desplegada por los líderes sociales (núcleos del sujeto político) se enmarca en el ejercicio de mecanismos para resolver necesidades inmediatas, en tanto las masas ciudadanas, acosadas por las penosas circunstancias económicas, encuentran en la acción política las justas banderas para la resolución de problemas de índole estructural. De esta forma, todos y todas en períodos coyunturales conflictivos, van asumiendo el nuevo rol para enaltecer las reivindicaciones sociales de carácter colectivo. Ante ese nuevo paradigma de protagonismo público, el régimen no escatima esfuerzos para reprimir toda expresión de inconformidad, conocedores del potencial de los jóvenes actores capaces de gestar nuevos contextos políticos, que podrían hacer tambalear sus comodidades y privilegios. El delgado rasgo que distingue el carácter de lo social y lo político enmarca escenarios de lo específico y lo general, determinando de igual forma, la posibilidad de que se materialicen espacios de libertad, justicia e igualdad ante las lacerantes condiciones económicas. Esta propicia oportunidad de aparecer como protagonista político le permite al nuevo sujeto revolucionario, reafirmarse en el carácter colectivo que cuestiona racionalmente la privada y elitista superestructura institucional.
Tanto las águilas negras, como pajarracos verdes, los avechuchos blancos (cual histéricas palomas), como los mimetizados camaleones azules, van disparando de manera selectiva o indiscriminada, a quienes se atreven a disentir de un sistema regulado internacionalmente por unos poderos conglomerados económicos, que encuentran en Estados vasallos del tercer mundo, el terreno más apropiado para la explotación de la población, bienes y servicios. En contracorriente a esas imposiciones, los liderazgos de los más necesitados seguirán aflorando con los mejores guías que las comunidades humanas demanden de forma espontánea y sin temor, así como sucede con los más representativos seres de la naturaleza; pero también cuando las circunstancias se lo exijan, el pueblo aportará todos los líderes que se requieran, como lo hace la comunidad de las abejas al alimentarse, trabajar o al aprestarse como valientes soldados, ante las amenazas para defender su hábitat y cumplir dignamente un propósito de vida.
*Óscar Amaury Ardila Guevara: Abogado, colaborador Semanario Virtual Caja de Herramientas | |
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Democracia colombiana entra en cuarentena en modo populista. Efraín Jaramillo Jaramillo. Colectivo de Trabajo Jenzera: https://viva.org.co/cajavirtual/svc0733/articulo08.html

Verdades históricas: del Paro a la paz neoliberal de Santos. Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD. Presidente International Gramsci Society-Colombia: https://viva.org.co/cajavirtual/svc0733/articulo10.html
Fuente: SEMANARIO VIRTUAL Caja de Herramientas.
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