
Esta entrega contiene: i)- El Informe Preliminar de «Violación de DDHH en Colombia en el Marco del Paro Nacional 2021», realizada por la MISIÓN DE SOLIRADIDAD INTERNACIONAL Y DERECHOS HUMANOS. Documento que consta de 15 páginas, las cuales pueden leer en su enlace indicado;
ii) E integra también esta publicación, la presentación y exposición del Compañero Paolo Gilardi en el Foro de Solidaridad Internacional con Colombia realizado en el Cantón de Tesino, Suiza, el día 25 de mayo de 2021, convocado por la organización política Movimiento Por el Socialismo (MPS). Poseemos el video de este evento, pero lamentablemente este a presentado problemas de edición, dificultad que nos obligó a traducir a texto las referidas presentación/exposición del Foro. (Nota del Consejo Editor de Insisto Resisto.org (ir).
i)- Colombia: Misión de Solidaridad Internacional y Derechos Humanos (Enlace): Copiado de Rebelión. https://rebelion.org/wp-content/uploads/2021/06/colombia_InformeJuristas.pdf
ii)- Colombia:» Una explosión social en la medida de la crisis»
Presentación realizada por: Paolo Gilardi*
Queridas compañeras, queridos compañeros:
Antes de empezar me gustaría hacer una premisa dos de hecho. La primera es que yo, en Colombia, a pesar de al menos tres intentos, nunca he podido ir allí. Por lo tanto, no puedo tener precedencia sobre la autoridad que generalmente se tiende a conferir a aquellos que «han estado allí».
La segunda es que no soy un especialista latinoamericano en el sentido profesional. Me he interesado por América Latina desde la antigüedad, cuando, joven romántico, descubrí en Ernesto Guevara, Camilo Torres o Roberto Santucho a mis nuevos héroes. Y desde entonces, siempre he intentado seguir esas situaciones tanto a través de lecturas como de viajes y gracias a las muchas discusiones con compañeros que viven y militan allí.
Por lo tanto, lo que les propongo esta noche no es la Verdad, sino un intento de entendimiento que me gustaría poner en común.
Hablemos de Colombia:
El nombre del país no es un asunto menor: a diferencia de Brasil, por ejemplo, llamado así porque había una madera estofada allí en portugués, esto es una referencia directa a Colombo, el nombre que, quizás a pesar de sus intenciones, allanó el camino para la colonización.
Tan grande como treinta veces Suiza – la cuarta área más grande de América Latina después de Brasil, Argentina y México – el país tiene un poco menos de 50 millones de habitantes, de los cuales más de la mitad son mestizos, 10% son afrodescendientes, 3,4% amerindios y sólo un tercio son blancos – generalmente descendientes de la nobleza española, terratenientes, clérigos o miembros de las altas esferas del ejército.
Colombia es también el cuarto país más rico de América Latina. Ah, dios mío, la noción de «riqueza», todo relativo, de hecho, el PIB per cápita de Colombia fue, en 2020, de 4.718 dólares por habitante, ni mucho menos, no de los 61.430 US$ de Suiza, sino de los 43.551 de Francia o los 37.970 US$ de Italia.
Y el cuarto en el ranking es también en términos de desigualdades sociales con el 1% de la población que posee el 60% de la tierra y el 20% de los más ricos que poseen el 60% de la riqueza. A principios de este año, más de 21 millones de colombianos se registraban con un ingreso de 331.688 pesos -es decir, US$88- al mes.
Hogar de 7 importantes bases militares estadounidenses, Colombia es un peón importante para los Estados Unidos: les permitió el control directo tanto de las rutas de suministro – las rutas marítimas transpacíficas – , como de los depósitos cercanos, especialmente los de litio tan necesarios para las baterías de los autos eléctricos, es decir, el llamado «capitalismo verde».
Una economía típicamente dependiente del mercado internacional, Colombia vive de las exportaciones, el petróleo -el principal producto de exportación- y los productos agrícolas, en primer lugar y en primer lugar, el café.
Y es el país donde, a menos de una hora en coche de la capital, hay, en 80.000 hectáreas, la plantación de coca más grande del mundo. Les dejo a ustedes que imaginen cuáles podrían ser los arneses entre este sector económico más que poderoso y el aparato estatal, el ejército, la policía y el sector bancario y de la construcción. Un narcoestado, dicen algunos…
A partir del 28 de abril en el qué está pasando…
Desde ese día, el país vive un desangramiento social desde hace casi un mes, que comenzó con un paro masivo contra la reforma tributaria deseada por el gobierno de Duque.
Ante el deterioro de la calificación de Colombia fijada por las grandes agencias de notación con el consiguiente alto riesgo de inflación y una mayor reducción de la inversión extranjera, el objetivo de la reforma era poder garantizar unos ingresos fiscales del 2% del PIB frente al 1,2% actual (a modo de comparación, la misma relación es superior al 10% en EEUU y es de casi el 11% en Italia).
Presentada como «equilibrada», la reforma, que fue la decimocuarta desde el año 2000 -es decir, de media, la reforma fiscal cada año y medio- tenía tres aspectos principales.
Además del aumento de la tributación de la riqueza -pero deducible del impuesto sobre la renta-, la reforma preveía una reducción del equivalente de 1000 dólares a 700 dólares de los EE.UU. anuales, del límite de exención fiscal -sometiendo así, a impuestos a amplios sectores de la población- y un aumento masivo de alrededor del 25 por ciento de los impuestos indirectos, es decir, el IVA, también sobre las necesidades básicas.
Tras casi dos semanas de movilización, el Gobierno se vio obligado a retirar el proyecto el pasado 10 de mayo, sin evitar el deterioro de la calificación, que de inmediato derivó en el colapso de la bolsa de Bogotá y la devaluación del peso.
La profundización de la crisis social y la violencia de la que ha sido culpable la policía explican la continua movilización más allá del retiro del proyecto de reforma tributaria.
En cuanto a la represión, los datos son cuestionables en la medida en que, entrenados en técnicas de contrainsurgencia estadounidenses, los militares a menudo recurre a medidas de guerra psicológica.
Así, si oficialmente hay unas cincuenta muertes, el suceso, como en los últimos días en Cali, de grandes tiroteos cerca de los barrios obreros sirve como instrumento de intimidación al acreditar la idea de bandas armadas al servicio del poder capaces de matar y hacer desaparecer cadáveres. El gran número de desaparecidos hace que esta idea sea aún más creíble.
Sin embargo, lejos de sucumbir a la intimidación, la revuelta popular, incluso alimentada por estas falsas y verdaderas verdades, permanece, hasta el punto de que el poder ha decidido imponer el estado de sitio a Calì sin obtener el efecto obvio, es decir, el fin de las protestas.
No es un rayo en cielos despejados..
La revuelta del último mes no es el clásico relámpago en un cielo despejado, sino todo lo contrario. De hecho, no hay que olvidar que antes de la propagación de la pandemia mundial, Colombia había experimentado, a finales de noviembre de 2019, una inmensa explosión de ira.
El pasado 21 de noviembre, de hecho, la tradicional huelga organizada por los sindicatos en el marco de las negociaciones con el gobierno sobre el salario mínimo se desbordó en una masiva protesta popular que duró varios días y que se hizo eco -y no solo desde un punto de vista objetivo, sino en la conciencia del pueblo- de explosiones similares que se habían producido en 2019 en Ecuator y Chile.
La denuncia de una masacre de niños perpetrada en agosto por las fuerzas especiales como parte de una operación contra miembros de las FARC que no abandonarían la lucha armada había alimentado la protesta.

Además de derrotar al terrorismo de Estado y llevar la lucha a las ciudades por primera vez -después de años de guerra civil-, el movimiento de noviembre de 2019, más allá de la necesidad de democracia, había puesto el tema de las desigualdades sociales en el centro del debate político.
La situación se ha visto agravada por la pandemia, con un aumento de un tercio del desempleo en general y una explosión del desempleo juvenil (casi uno de cada cuatro jóvenes), una importante salida de los jóvenes del sistema educativo y un aumento de 3,6 millones en el número de pobres. En un año, la proporción de la población obligada a vivir por debajo del umbral de la pobreza ha aumentado del 33% al 42%.
Qué entienden perfectamente, compañeros, los manifestantes cuando dicen que «si estamos en las calles en medio de una pandemia, es que nuestro gobierno es más peligroso que el virus».
Más fundamentalmente…
Al igual que a finales de 2019, cuando la explosión social coincidió con las mareas de manifestantes en Chile y la marcha en Quito, Ecuador, por la abrogación de los aumentos de precios, nuevamente este año, hay una clara tendencia transnacional.
El otro día leí un artículo que decía que estas movilizaciones marcarían «el fin del neoliberalismo». La afirmación me parece un poco arriesgada, una tontería, pero si hay que razonar en cuanto al final de algo, yo diría que en esas plazas están los memes del llamado «consenso de Washington» que se están celebrando.
Elaboradas a mediados de la década de 1980, esas políticas se basaban en cinco aspectos: el libre comercio, la reducción masiva del peso del sector público, las políticas monetarias antiinflacionarias, la transferencia del financiamiento del gasto público a la tributación indirecta, y es por eso que se habló de «consenso», el despliegue de políticas de bienestar.
Si el libre comercio y la reducción del papel del Estado son uno de los resultados de ese proyecto, el fracaso es evidente en lo que respecta a los demás objetivos.
Si bien el crecimiento en un país como Colombia promedió alrededor del 4,7% entre 1990 y 2000, se ha reducido al 2,3% en los últimos cinco años, con una baja del PIB del 6,8% en 2020. El desplome de los precios internacionales de las materias primas fue desde ese punto de vista decisivo con una contracción para Colombia de los ingresos petroleros de más del 60% entre 2013 y 2019. La inversión extranjera en el país cayó un 41,3% en el mismo periodo.
Las consecuencias no se han sentido sólo en términos de devaluación del peso y fuga de capitales al exterior. Junto con la reducción de los ingresos, la contracción de la demanda interna como resultado de los ajustes estructurales impuestos por el Fondo Monetario Internacional ha erosionado la base material de la política de bienestar.
Esto, en Colombia, ya era bastante modesto: la ayuda a las familias pobres era del orden de 35 dólares al mes, mucho menos que los dos dólares por persona y día -y no por familia- distribuidos en Brasil a través del programa Bolsa familia. La explicación es sencilla: la política de bienestar necesita fuerzas representativas, políticas, sindicales y profesionales capaces de negociar su distribución.
Ahora, en Colombia, el único sector verdaderamente organizado y representado es el de los empresarios, sesenta años de guerra civil que han reducido las posibilidades de organizarse todos los demás sectores sociales – por ejemplo, la tasa de sindicalización alcanza un míseros 4%- acusados de «hacer el juego a las Farc».
La firma de los acuerdos de paz en 2016 ha abierto en ese sentido un espacio importante para que el desafío de las políticas económicas del gobierno ya no pueda ser denunciado por el poder como la expresión de una«quinta columna«.
Pero, por otro lado, si los exmiembros de las Farc siguen cayendo bajo las balas de las fuerzas especiales, los acuerdos de paz plantean un verdadero problema de reciclaje profesional de paramilitares y otros asesinos que, en estos días, parecen haber encontrado un lugar en la violencia contra las manifestaciones.
Su radicalidad, la de petro-macho, según el concepto de una profesora universitaria estadounidense, también viene peligrosamente en resonancia con las clases medias que ven el bienestar -y, por lo tanto, los pobres- como la causa de su degradación y devaluación social, ellos que, mientras sueñan con ir de compras en Oxford Street o fifth av. ya tienen que conformarse con jugar a los ricos sólo en las playas del vecino Brasil …

Un nuevo contexto
Es en un nuevo contexto para América Latina donde se producen las explosiones sociales en Colombia y Chile, marcadas por un lado por la desaceleración de la economía mundial, cuyo efecto es mucho más importante para las economías dependientes, y, por otro, por el fracaso de los procesos de emancipación cubanos y venezolanos.
Parafraseando a Enrico Berlinguer sobre el tema de la Revolución Rusa, creo que se puede decir que la fuerza motriz de la Revolución Cubana ya se ha agotado con su dirección firmemente en el camino del establecimiento del capitalismo de Estado.
Eso es lo que pasa, los éxitos de Cuba en el campo de la salud pública y la educación siguen resonando en toda América Latina, de eso no hay duda. Sin embargo, «¿para qué necesitas una educación escolar completa cuando tienes que hacer cola seis horas para comprar lo que luego puedes encontrar en la tienda? No te hace avanzar más rápido… »
En cuanto a Venezuela, a pesar de que el empaque de otros productos casi no disponibles dice «hecho en socialismo», los últimos años no lo convierten en un modelo, ya que ahora es oficialmente el país más pobre de América Latina. Como argumento a favor del socialismo…
Es en este contexto que las nuevas fuerzas juegan un papel decisivo en las movilizaciones, los jóvenes, las mujeres y las poblaciones originales.
Especialmente afectados por el desempleo -muy superior al de la población general- y en muchos casos asfixiados por las deudas contraídas para estudiar, los jóvenes representan no sólo una fuerza que escapa al antiguo maniqueísmo de la guerra civil –«ya sea por ley o por terroristas«-, sino que demuestran una gran capacidad de movilización y organización. Si tienen la oportunidad, echen un vistazo a los artículos que te dicen cómo proteger las manifestaciones organizándose en múltiples líneas de defensa, protección, alerta, salud, etc.
Por otra parte, la agitación de las estructuras familiares tradicionales en el campo aumenta el número de mujeres solteras que son víctimas no sólo de una tasa muy alta de pobreza, sino también de la violencia masculina, la violación y los feminicidios. El éxito en todas las movilizaciones de la canción «El violador, eres tu« lanzada por mujeres chilenas es la demostración patente de esta dimensión cada vez más presente de rechazo al patriarcado.
La wiphala
Entonces no hay un hecho nuevo, sino cuantitativa y cualitativamente cada vez más importante, y es la irrumpir en las manifestaciones de la cuestión de las poblaciones originales simbolizadas por la omnipresencia de la wiphala,la bandera multicolri a cuadros tanto en Chile como en Ecuador y Colombia.
En este último país, la firma de acuerdos de paz paradójicamente frágil a los pueblos indígenas en la medida en que la presencia de la guerrilla disuadió los proyectos de deforestación. Ahora, desde 2016, este último ha experimentado un incremento del 44% mientras que el Gobierno pretende, tras autorizar el fraking en 2019, relanzar la extracción de oro y cobre abriendo en los próximos años 161 nuevos yacimientos forrajeros más que los 46 actualmente activos.
Los efectos son desastrosos para estas poblaciones, de las cuales el 63% ya vive por debajo del umbral de la pobreza, y es allí donde se encuentran las razones de su fuerte movilización, que de hecho las invita de nuevo al centro de la lucha social de las poblaciones que, en América Latina en su conjunto y en el país dedicado a Colón en particular, quisieron alejar del rostro del llamado mundo civilizado.
Nuevas narrativas para nuevos proyectos de emancipación
Es, en mi opinión, en la capacidad de los movimientos sociales, políticos, ambientales, antirracistas, antiimperialistas para converger y capturar estas nuevas realidades sin encaramado en esquemas de otros tiempos que tal vez sea posible construir nuevas narrativas, nuevos proyectos de emancipación humana.
Aquí, he terminado, ahora vamos a discutir…
*Paolo Gilardi: desde joven militante de izquierda en Suiza y Colaborador desde su inicio de este Portal (ir).
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