
José Doménico*
El 13 de abril de 2002 Venezuela vivió una portentosa demostración de fuerza revolucionaria. Este es uno de los más importantes hitos en la historia reciente venezolana cuyos efectos y consecuencias están presentes hoy, casi dos décadas más tarde.
Los luchadores de estos últimos decenios hemos vivido la Insurrección Espontánea del 27F, la Revolución Democrática del 13 A y la Rebelión Obrera y Popular que derrotó el Paro Contrarrevolucionario de 2002-2003; además de toda la intensa y compleja madeja de luchas de estos años. Tenemos el compromiso moral de sistematizar e incorporar esta experiencia de la lucha de clases al acervo programático revolucionario. Es una deuda ciertamente con la historia política real de nuestro país y continente; pero más allá es una deuda con la necesidad de liberación de la Humanidad de las cadenas del Capitalismo.
Golpe de Estado versus Insurrección Popular
Hugo Chávez había llegado al poder mediante elecciones directas en Febrero de 1999; después de una década de crisis política profunda, que sacudió todas las instituciones del país, a raíz de la aplicación inclemente de los planes neoliberales fondomonetaristas y la resultante resistencia popular.
Cumplió de inmediato su promesa de convocar una Asamblea Constituyente. La nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), aprobada en referendo abierto, contenía rasgos progresivos, soberanistas y democráticos, aunque preservó intacta la economía capitalista. La burguesía, a disgusto, la toleró.
Cuando en la segunda mitad del 2001 Chávez insistió en aplicar los cambios previstos en la CRBV, en temas de soberanía sobre los recursos petroleros, justicia en la propiedad de la tierra, y defensa de los pequeños pescadores artesanales, entre otros; la tolerancia burguesa desapareció.
Apadrinados por los imperialismos yanqui y español orquestarían un Golpe de Estado con apoyo de amplios sectores de la pequeña burguesía y las clases medias. El zarpazo contrarrevolucionario se dio el 11 de abril.
La respuesta de las masas empezó a las pocas horas y, aunque en inicio fue duramente reprimida por la policía y la GN, la tradición insurreccional de las masas venezolanas se hizo presente. Los calles, avenidas y autopistas fueron el primer escenario de combate; a los que se sumaron los cuarteles -con el explícito apoyo de la tropa-, los medios de comunicación y el palacio de gobierno. En 47 horas la insurrección derrocó el gobierno fascistoide recién instalado y restituyó al presidente electo democráticamente.
La expectativa de cambios que representaba el gobierno de Chávez y lo inusual de haber cumplido su palabra de convocar y llevar a término un proceso constituyente democrático, alimentó la respuesta popular que logró la derrota contundente de la burguesía; que el 12 de abril se regocijó y vitoreó a su gobierno de facto en los salones del Palacio de Miraflores

Una verdadera Revolución Democrática
La insurrección espontánea del 13 de Abril logro una Revolución Democrática, triunfante en toda la línea; que hizo añicos el régimen dictatorial que apenas se conformaba y con ello deshizo los planes de la burguesía y el imperialismo de “meter en carril” de nuevo a Venezuela. Fue el primer triunfo revolucionario de las masas en este siglo, en medio de un avance mundial del neoliberalismo.
Fue tan profundo el triunfo que también deshizo el régimen político que recién se conformó sobre la nueva CRBV, con importantes conquistas pero preservando todos los privilegios explotadores de la burguesía.
Los burgueses que habían apoyado electoralmente a Chávez y tenían sus “fichas” en puestos de gobierno; y los sectores del chavismo, con políticas y conexiones directas con la burguesía, como su afamado Vicepresidente Luis Miquilena, se manifestaron a favor del golpe que creían triunfante y consolidado; quedando delatadas sus intenciones de estafar los anhelos de justicia social del pueblo.
Buena parte de la cúpula gobernante y de los dirigentes del partido de Chávez de entonces, el Movimiento Quinta República (MVR), y los altos mandos de la FANB, estaban plegados a esta estafa. No lograron convencer a Chávez de sus planes… y lo traicionaron.
La clase burguesa aún no ha superada esa derrota. Esa es la base del sostenimiento, en medio de retrocesos importantes del espíritu revolucionario de las masas y de las idas y vueltas y enfrentamientos recurrentes entre los representantes políticos de la burguesía, fragmentados en más de una docena de partidos contrarrevolucionarios que rapiñan cual zamuros el financiamiento conspirador imperialista y las divisas que el Estrado cada tanto les otorga.
Es al mismo tiempo la explicación de la desconfianza del trabajador, del campesino, del habitante común de nuestros barrios y campos frente a la burguesía; que ha vivido en discursos y en acciones, una y mil veces, la disposición de aplastar las reivindicaciones populares y las descargas de elitismo, clasismo y racismo fascista de esa burguesía y de sus acólitos pequeñoburgueses.
Esla derrota burguesa es también la razón de que la política ampliamente conciliadora del gobierno de Maduro, representada en su fábula de la “burguesía revolucionaria” no haya conseguido el compromiso de sectores burgueses, más allá del oportunismo coyuntural de algunos personajes.
El triunfo alentó las luchas
El poder conquistado por las masas en las calles esos días de abril de 2002, se diluyó apenas fue restituido el presidente depuesto por los golpistas, con lo llamados del propio Chávez al perdón total y a que la gente retornara a sus casas.
Sin embargo, las luchas no cesaron el 14 de abril sino que se expresaron por años, enfrentando las arremetidas de la burguesía y el cada vez más intervencionista imperialismo, siendo el caso más importante la derrota del Paro Sabotaje Contrarrevolucionario del 2002-03.
Es innegable que la Revolución Democrática de 2002 y las luchas posteriores lograron importantes avances en materia de soberanía nacional frente al imperialismo, libertades democráticas, reivindicación de minorías y en las condiciones de vida materiales de las masas trabajadoras y populares.
Por su parte, los enemigos de la clase trabajadora actuaron intensamente contra toda movilización independiente de los trabajadores y otros sectores oprimidos. Su rostro más grotesco es la aplicación del sicariato como forma de enfrentar la lucha popular con una decena de dirigentes sindicales y más de 300 dirigentes campesinos e indígenas asesinados en estas dos décadas.
El gobierno de Chávez, que promovió y se apoyó muchas veces en la movilización de las masas; la limitó y restringió cada vez que fue independiente, respondiendo a aspiraciones manifiestas de conciliación con la burguesía. El gobierno de Maduro escasamente ha llamado a algunas movilizaciones fuera de las campañas electorales
Estado burgués y transición al Socialismo
El proceso revolucionario bolivariano ha llevado al límite la democracia burguesa, forzando a una dirección políticamente heterogénea, de profesionales e intelectuales de clase media y oficiales militares, a encarar las tareas históricas inconclusas de la revolución burguesa en Venezuela. El chavismo, con Chávez al frente, asumió esa responsabilidad, pero la mayor parte del tiempo evitando trascender los límites de las relaciones sociales de producción capitalistas.
Al gobierno de Chávez le correspondió desde abril 2002 administrar un Estado burgués y la economía capitalista sin apoyo de la burguesía, ni siquiera en un acuerdo con un sector de ella, lo cual se tradujo en un gobierno en permanente crisis política y económica; cuya única salida posible era la construcción del socialismo, tal como posteriormente lo propugna Chávez. Sin embargo, bajo la consigna de “transición al socialismo”, no se trascendió el capitalismo, y se mantuvo una economía capitalista en crisis, saboteada por la propia burguesía a lo interno y por el imperialismo desde fuera; con injertos considerados por algunos como socialistas y una movilización permanente de los sectores explotados que no aún permiten “a los de arriba” el dominio al que estaban acostumbrados.
Los resultados dan una gran lección: Ganar más de 20 elecciones, incluyendo dos Asambleas Constituyentes –la instancia más democrática a que puede llegar la democracia burguesa- es insuficiente para hacer efectivos los derechos democráticos de esa mayoría. La independencia política frente al Imperialismo de un Gobierno semicolonial es insuficiente para cumplir las tareas de la Liberación Nacional. La Reforma Agraria no es suficiente para garantizar el bienestar del campesinado y la soberanía alimentaria. La construcción y adjudicación masiva de viviendas no es suficiente para el bienestar de los sectores populares urbanos. La Estatización y las experiencias puntuales de Empresas de Propiedad Social Directa no son suficientes para aniquilar la fuerza económica de la burguesía, para enfrentar las arremetidas económicas del Imperialismo y para una planificación democrática de la economía basada en las necesidades de las masas.
En resumen, Las tareas históricas de la revolución democrático burguesa, no pueden ser cumplidas por la burguesía (parásita del rentismo y servil al imperialismo), ni tampoco por la clase media y la pequeña burguesía radicalizadas hechas gobierno, pues se debaten en las dudas siempre que sus intereses presentes y aspiraciones futuras se ven amenazados por la posibilidad de suprimir la acumulación de capitales que tanto anhelan.
Las tareas de la revolución democrática sólo pueden ser llevadas a término por la clase trabajadora aliada al campesinado, los indígenas y al conjunto de las masas populares del campo y la ciudad, enlazadas con el cumplimento de las tareas socialistas.

Un proceso revolucionario asediado

En los últimos años, las conquistas logradas, los avances en las tareas de la revolución democrático burguesa están en franca regresión, ante la arremetida del asedio imperialista, el control especulativo e hiperinflacionario del mercado por los capitalistas locales y la burocratización y desarticulación del Estado.
No haber avanzado decididamente a medidas socialistas, colocando la producción bajo control democrático de los trabajadores y suprimiendo decididamente la supeditación financiera al imperialismo y el control monopólico de los alimentos y bienes primordiales, posibilitó el retroceso de lo conquistado. Haber mantenido las relaciones sociales de producción capitalistas, luego de haberlas “tropezado” con la fuerza revolucionaria de las masas radicaliza el accionar de la burguesía apenas reúne condiciones para contraatacar; con ello obtiene el respaldo de lo más reaccionario de la pequeña burguesía.
La Revolución Permanente es una ley que explica el ritmo de los fenómenos sociopolíticos de luchas contra el capitalismo actual. Apenas las luchas de masas trascienden las reivindicaciones inmediatas, empiezan a cuestionar objetivamente las estructuras de la sociedad capitalista. Avanzar en la solución de las necesidades de las masas y sostener ese avance requiere demoler esa estructura, esas relaciones sociales de producción. Esa es una tarea pendiente en nuestro proceso revolucionario.
El 13A y las luchas revolucionarias de hoy
No hablamos mirando un lejano pasado desde la derrota, ni desde el exilio. La Revolución Bolivariana –insistimos- está viva.

La derrota del gobierno paralelo de Guaidó, más allá de su descarada corrupción, se debe al rechazo de las masas, demostrados claramente en el enfrentamiento al ingreso de falsa “ayuda humanitaria” en febrero 2019 (La Batalla de los Puentes), al aislamiento del Intento de Golpe del 30 de abril del mismo año y a la derrota política y militar propinada por las comunidades organizadas a la incursión mercenaria en las costas de Aragua en mayo 2020.
La burguesía, triunfante en el aplastamiento económico de las conquistas de las masas, con la contribución de las políticas salariales del gobierno de Maduro, está aun políticamente derrotada y no supera su crisis en ese terreno.
En la acera de enfrente, existen importantes reductos de organización popular en barrios y campos, que resisten el asedio imperialista, la especulación y la corrupción y burocratización del aparato estatal. Allí se resguarda una amplia vanguardia obrera, campesina y popular que sabe y quiere luchar, aunque ahora cada uno esté restringido por la difícil tarea de la subsistencia mínima de su núcleo familiar.
La actualidad es de una Revolución que se mantiene en pie derrotando arremetidas políticas, diplomáticas e incursiones armadas; a pesar de estar asediada por el bloqueo imperialista, arrinconada por la burguesía con una hiperinflación brutal, y corroída por la corrupción del Estado y la derechización de su dirección política.
A nuestro favor contamos con que el mundo entero se ha puesto de pie en una maravillosa rebelión anticolonial, antirracista y antineoliberal, por tanto, objetivamente anticapitalista.
Nuevos enfrentamientos de la lucha de clases se presentarán en nuestro país. La inflexible posición del imperialismo de borrar nuestra intención soberanista, y someternos al rol que ellos nos tienen asignados en su economía mundial, no cambiará con Biden, más que en detalles de forma. La burguesía nacional continúa sus ataques expoliadores del trabajo y las riquezas nacionales y siguen conspirando aunque haya sectores que prestan oídos a las promesas conciliadores de Maduro y sus ofertas de lucrativas privatizaciones. Entretanto las condiciones de vida de las mayorías continúan hundidas a la par de la economía nacional y el descontento se acumula.
En esas próximas luchas se conjugarán en la conciencia de los trabajadores, campesinos, indígenas, jóvenes y mujeres, los dramas del bloqueo y la hiperinflación junto con la irreverencia de haber retado y resistido al imperialismo y al fascismo criollo. Estará presente la habilidad de organizar el CLAP y la distribución de gas doméstico junto al odio a los bachaqueros y la desconfianza en la burguesía.
A partir de esas próximas luchas podemos y debemos sacar de su atasco actual y reimpulsar el proceso revolucionario. Debemos enfrentar toda forma de agresión e injerencia imperialista; incluyendo exigir al gobierno de Maduro todas las medidas necesarias para demoler definitivamente el gobierno paralelo de Guaidó. Debemos luchar para que el costo de las sanciones imperialistas no sea pagado por el lomo del pueblo trabajador, mientras los burgueses conspiradores y los nuevos oportunistas se enriquecen como nunca. Exigir medidas inmediatas para la progresiva y sostenida recuperación del salario real, mediante la indexación. Detener la privatización de servicios públicos. Exigir la defensa y ampliación de los derechos democráticos de los trabajadores para mejor enfrentar al imperialismo, el sabotaje de la burguesía criolla y a la corrupción interna que trabaja objetivamente a favor de la contrarrevolución.
En estas luchas debemos tener claramente el objetivo de trascender el capitalismo y avanzar al socialismo a partir de las organizaciones revolucionarias de las masas .
*José Doménico, es militante de LUCHAS y miembro del Consejo Editor de IR

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