
Esta publicación es parte del capitulo VII del la biografía «Quien inventó a Chávez?», escrito por el camarada Modesto Emilio Guerrero, publicado en 2007 en Buenos Aires con 3 reimpresiones de 6.000 ejemplares. Reeditada en tres oportunidades: 2013, Edic. Continente/Peña Lillo, Buenos Aires, 10.000 ejemplares. 2014 El Perro y la Rana, Caracas, 5.000 ejemplares. En 2014 fue traducida al francés por Edictions Degá, París 2014 con 2.000 ejemplares. Recibió dos premios nacionales de literatura (genero ensayo) en Venezuela.
Modesto Emilio Guerrero*
Una terrible coincidencia quiso que la misma isla solitaria fuera el destino de dos nacionalistas latinoamericanos del último medio siglo. Juan Domingo Perón y Hugo Chávez. Ambos bajo la condición de derrotados a cuarenta y siete años de distancia.
La diferencia fue paradojal al extremo. Al primero le costó dieciocho años el retorno mientras al segundo sólo 47 horas insólitas. Perón había llegado a la pequeña y desierta isla caribeña, La Orchila, a 180 kilómetros al norte de Caracas, huyendo de los gorilas que lo habían depuesto en septiembre de 1955. Alguna vez, hacia 1954, la isla fue habitada por unos cien habitantes, echados para instalar una base militar y una frondosa casa presidencial de “recreación”. Hasta allá llevaron a Chávez desde la oscura base de Turiamo, en las costas de Aragua. [ 399 ]
Cuando a Perón lo llevaron desde Caracas hasta la isla llegó acompañado de la bailarina Isabel Martínez de Perón. La había rescatada de un club nocturno en Panamá donde bailaba para el “Ballet de Joe Herald”, un conocido cabaretero yanqui que conmovía las noches panameñas. La dictadura Argentina había montado una cacería sobre los movimientos del jefe justicialista para asesinarlo. Casi lo consiguen con un atentado en Caracas.
Mientras Isabel departía y comía guanábanas con Susana Duijm en La Orchila, Perón buscaba otro camino para su vida de exiliado. A los pocos meses Pérez Jiménez arregló su viaje a España a través de República Dominicana donde Leonidas Trujillo, conocido como “El chacal del Caribe”, le garantizó seguridad, escolta, provisiones y un vuelo oficial a Madrid, donde se instaló hasta 1973.
Casi medio siglo después, Hugo Chávez caminaba sobre las mismas playas a las 6 de la mañana del día 13 de abril de 2002, con tres posibles destinos: su expulsión a Puerto Rico, un juicio en Caracas o la muerte si algún accidente se interponía.
Pero esa madrugada no lo acompañaba la muerte heroica, sino algo peor: caminaba bajo las estrellas del Caribe con el cardenal Ignacio Velasco, pieza fundamental del golpe de Estado. Había viajado para convencerlo de firmar la renuncia más manoseada de la historia de las renuncias presidenciales.
Desde el día 12 a las 6 a.m, cuando lo ingresaron al 35 Regimiento de Policía Militar de Fuerte Tiuna, lo “pasearon” como Presidente preso de un golpe de Estado. Lo encerraron en Fuerte Tiuna el día 12, en la base naval de Turiamo la tarde de ese mismo día y a La Orchila en la madrugada del día 13. Desde allá lo pensaban enviar a Puerto Rico en un avión del Departamento de Estado de EE. UU., que encontraron en la isla. Nunca se supo por qué Puerto Rico, así quedó establecido como una de las dos opciones del grupo golpista. La otra opción fue mantenida hasta el final por la mayoría del Estado Mayor: Era hacerle un juicio y meterlo preso dentro del país. Matarlo no fue la opción predominante. Un Cardenal no era el hombre apropiado si el objetivo era asesinarlo.
En el pormenorizado relato de hechos de los libros de Alexis Rosas y de Ernesto Villegas, con relatos de los sucesos casi minuto a minuto, entre el 11 y el 14 de abril, no aparece el asesinato como la principal opción. No hay duda que esa idea estuvo en la agenda del ala más radical de los insurrectos. Pero no fue la principal.
Chávez invitó al Monseñor a caminar por la playa. Quería pedirle perdón por los errores cometidos que habrían contribuido a desencadenar los hechos. “Le pedí que habláramos a solas y nos sentamos a la orilla del mar”. Allí rezaron y Chávez le dijo que la asonada del 11 “Es un llamado de atención para todos”. Días después, relatando ese encuentro, le puso su toque mediúmnico sin el que Chávez no podía ser Chávez:
Estando en La Orchila, mirando el mar, poco a poco la situación fue cambiando. Hasta él se dio cuenta de que estaba hablando con el Presidente. Y entonces yo le dije: “Como la cosa pareciera que está de nuevo en su sitio, yo le hago este comentario con mucho cariño y respeto y afecto… Vamos a agarrarnos de las manos, vamos a orar a la orilla del mar y miremos las estrellas y pidámosles a Dios” 405.
A la misma hora de la madrugada, en los barrios de Maracay se organizó una insurrección social de millones, y en los barrios del sur de Caracas. Creció aceleradamente con el pasar de las horas. Las horas transcurrían con la velocidad de la rabia social, la fragilidad del golpe y la incertidumbre sobre el paradero del Jefe de Estado.
A medio día el levantamiento de Maracay se había transformado en un fenómeno revolucionario. Los oficiales más leales al Presidente se motivaron. El impacto social impuso la duda y la pusilanimidad entre otros jefes militares golpistas al mismo tiempo que radicalizó la posición del sector más derechista.
La rebelión social iniciada el 12 de abril echó todas sus cartas. Fue a partir de esa dinámica política y militar abierta que se produjo la confluencia con decenas de altos oficiales dentro y fuera de Miraflores, dentro del Fuerte Tiuna, pero también en plazas militares del interior.
La Fuerza Aérea del Estado Aragua y unidades militares de Barquisimeto, Caracas, Cumaná, Guárico, Maturín, Portuguesa, Táchira, Valencia y Valle de la Pascua, quedaron conmovidas por el golpe de Estado. Los oficiales comenzaron pensar sobre sus responsabilidades.
Alrededor del 80% de los comandantes con fuerza propia en las Fuerzas Armadas decidió no plegarse al golpe. En realidad estaban paralizados. Una parte de ellos saturó los teléfonos y aparatos de fax de Miraflores y de la 42 Brigada de Maracay solicitando información o declarando su adhesión a la resistencia.
La potencia de los insurrectos de Maracay convirtió a esta ciudad militar en el centro de la resistencia. El día 12 a las 8:30 de la noche la gente había rodeado la base militar de los paracaidistas. La mayoría de los pobladores pobres y de clase media salieron a las calles desde los barrios obreros del sur.
La combinación entre fuerza popular y poder militar desarrolló la confianza política en el bando chavista. Comenzó como suceso social que se confundió con el malestar de un sector militar. Sin la insurrección de la gente pobre de los barrios que rodearon los cuarteles, es difícil pensar en altos oficiales atreviéndose a colocarse al frente de la resistencia.
Los oficiales no tenían esa práctica política, no era su hábito ni su aprendizaje en la vida. Eso no impidió que algunos demostraran capacidades de líderes en las jornadas. El caso más conocido es el del general Jorge Luis García Carneiro. Se subió a un tanque y arengó a las masas en las puertas del Fuerte Tiuna. Un coronel llamado Mario Arbeláez se transformó en orador en pocas horas frente a una multitud enardecida a las puertas de la 42 Brigada.
“Él fue y se colgó de ahí; mira, aquí lo vemos arengando a la gente”, certificó el ex general Isaías Baduel en una declaración al periodista aragüeño Perdomo Marín. Arveláez fue vocero del Comando organizado por García Montoya y Baduel cuando escribieron en Aragua el Manifiesto “Restitución de la dignidad nacional” el 13 de abril al mediodía. Este papel quedó opacado en medio de la rebelión de los maracayeros y los caraqueños.
El rol político de organización y de agitación lo cumplieron cuadros y líderes experimentados de la izquierda de Aragua. Participaron por fuera del MVR, el partido oficial. Los más destacados fueron el intelectual y ex guerrillero Carlos Lanz y el líder obrero Tito Viloria. Además de Edward Castillo, un personaje central en la resistencia aragüeña.
Algunos jefes del chavismo oficial como Aristóbulo Istúriz, la negra Antonia Muñoz en Portuguesa levantaron a los campesinos. Manuel Grillo y otros en Vargas hicieron lo mismo con pobladores pobres.
No fueron los únicos. Pero ellos contrastaron con la mayoría de los jefes y jefas del MVR. Quedaron como ejemplos de inteligencia política y valentía en medio de los acontecimientos.
Los principales dirigentes del Movimiento V República no soportaron la prueba contrarrevolucionaria. Algunos bordearon la traición. Por ejemplo, el jefe de esa organización en Aragua, se escondió mientras en La Placera manifestaban 50 mil chavistas. La psicóloga clínica Cristina Alfonzo, del Comité Asesor de Maracay, cuenta en el libro 12 de abril de 2002. El ejemplo que Maracay dio, la respuesta de este dirigente del MVR el 12 abril, cuando el padre de ella lo llamó para que asumiera la dirección de las acciones: “Viejito quédate tranquilo. Esta vaina se acabó… Aquí nadie se va a mover… ¡Ya esto se murió!”. Esa fue su respuesta. Pero lo mismo pensaban muchos más dentro y fuera del MVR .
Su rechazo a la potencia de la masa, les impidió ver como en dos días desalojaron a los golpistas de Miraflores. Las acciones callejeras en Caracas comenzaron al medio día del 12 de abril, según testimonios registrados por los videos hasta de los medios alternativos y militantes. Hubo enfrentamientos con la policía de Alfredo Peña, el Alcalde Mayor de Caracas, exjefe de prensa de Hugo Chávez y conocido por haber publicado libros de entrevistas con viejos guerrilleros. En las preguntas de sus entrevistas en la década de los 70 ya estaba el pequeño burgués sin destino del 2002.
En el documental La Revolución no será transmitida aparecen algunos hechos ocurridos en las calles céntricas, alrededor de los Ministerios y el Banco Central de las avenidas Urdaneta y Baralt. Algunas acciones fueron armadas sin centralización política, protagonizadas por jóvenes de barrios pobres y militantes de izquierda del oeste caraqueño.
En Caracas se vio la misma señal de Maracay. Masas sin armas, dirigentes escondidos. Las masas no ingresan a una revolución para jugar a las escondidas. Miles pidieron armas para marchar a Caracas y no las tuvieron, miles salieron en Caracas y no se las dieron.
Los bastiones caraqueños de la resistencia fueron las parroquias El Valle, 23 de Enero y Propatria, al noroeste, Caricuao, al suroeste y Petare al extremo este de la capital. Allí tenían asiento los más fuertes movimientos sociales y medios comunitarios.

/800 Noticias
En este momento es la una de la madrugada y a pesar de la lluvia el pueblo se mantiene en la calle… Miles de personas están en las calles de Caricuao, un barrio muy populoso en el suroeste de la ciudad. De El Valle y Coche, dos sectores del sur, ha salido una marcha multitudinaria, al igual que de La Pastora en el noroeste de Caracas.
Unas horas antes, un correo electrónico enviado a Chile había logrado hacer circular el 12 de abril, mediante la red Internet, una carta. En ella se avisaba del peligro de golpe. La firmaba “Carmen”. Era Carmen Hernández, una intelectual izquierdista chilena radicada en Venezuela, que por un tiempo fue Directora del CELARG.
Les participo, además, que es falso que Hugo Chávez renunciara o que se quisiera ir del país. Por el contrario, se negó a firmarles la renuncia que le llevaron preparada y está detenido e incomunicado en el Fuerte Tiuna. A esta hora, 9:41 de la mañana, se están produciendo algunas manifestaciones en apoyo a Hugo Chávez, pero la televisión ni las muestra.[ 403 ]
Maracay el epicentro de la resistencia
Una radio alternativa, cuyo nombre se perdió en la marea de informaciones, emitió el siguiente informe, captado por onda corta en decenas de ciudades de América Latina. En Buenos Aires, la emisora comercial Radio Mundo la copió, transcribió y transmitió este contenido:
En estos momentos, a las 10:15 pm, queremos reportar desde la redacción de “Espacio Autogestionario”, los siguientes hechos: se están dando disturbios generalizados en la Zona Metropolitana de Caracas, concretamente podemos decir lo siguiente: La autopista Caracas-La Guaira se encuentra cerrada debido a que seguidores del Presidente democrático de Venezuela, Hugo Chávez, han manifestado por el golpe de Estado que se vivió el 11 de Abril de 2002 en el país. [ 405 ]
El Centro Comercial Trapichito y la zona comercial de Guarenas, en la Zona Metropolitana de Caracas fueron saqueados como consecuencia de los disturbios que se han producido. En la zona del oeste de la ciudad se ha escenificado un cacerolazo, que todavía no termina, con escaramuzas y disparos, en protesta por el golpe de Estado que depuso al Presidente democrático del país. La Pastora, Lídice, Manicomio y Ruperto Lugo están bajo el cacerolazo y fuertes escaramuzas. Atacaron la estación policial de Propatria. La avenida San Martín y la principal de Antímano se encuentran cerradas con barricadas, escaramuzas y cacerolazos. La Zona Central del 23 de Enero se encuentra bajo un fuerte cacerolazo, escaramuzas y en estos momentos un helicóptero del Ejército sobrevuela sus inmediaciones. En horas de la tarde, en el Km 0 de la carretera Panamericana, grupos de manifestantes protestaban por lo que consideran que está sucediendo con el secuestro del Presidente, negándose rotundamente a reconocer la versión de que el presidente Chávez habría renunciado.
La militancia de formación socialista jugó un rol fundamental en la organización de la resistencia a partir del mediodía. La contraseña para no confundirse con el enemigo, la motivación a la lucha y la relación con los militares bolivarianos estuvo en sus manos, según relato de Gonzalo Gómez, uno de los protagonistas de los sucesos de Caracas desde el 9 de abril.
El medio de comunicación usado para convocar las movilizaciones y la defensa, fue la personal, mediante teléfono celular o correo electrónico. La gente denominó a ese medio directo Radio bemba.
Una de las ironías de la resistencia anti golpista fue la actuación de la radio católica Fe y Alegría: Resultó un medio clave contra el golpismo, a pesar de creer en milagros. Su información democrática los días 11, 12 y 13 de abril sirvió para desmontar el cerco informativo de los medios comerciales en cuyas pantallas solo aparecían tiras cómicas, telenovelas y películas de Hollywood. En Aragua y sus pueblos vecinos ese rol lo cumplieron las emisoras Color 99.5 FM y Radio Aragua.
Cuenta la militante y funcionaria Sofía Viloria que muy poco después del discurso de Carmona, alrededor de las 6 de la tarde del día 12, se sintieron varios cacerolazos de la clase media del este caraqueño en El Marqués y barrios aledaños, y que en las calles de Guatire y Guarenas, gente trabajadora se había tirado a las calles en protesta.
En el 23 de Enero jóvenes y militantes también comenzaron a tomar los callejones y esquinas, mientras que en Maracaibo y Guárico las acciones comenzaron el día 13 a media tarde: [ 406 ] “Era impresionante ver el metro vacío, completamente vacío en todas las estaciones, la ciudad estaba en otra parte”.
Esta vívida expresión de Sofia retrata del impacto subjetivo del golpe y la inmediata reacción de las masas. Es difícil establecer el lugar y el momento exacto donde comenzó la resistencia en Caracas, pero es fácil saber que fue una reacción ante dos hechos simultáneos: el discurso de Carmona, por un lado, y la retirada de escena de la masa derechista que sostuvo el golpe 24 horas antes. Todo indica que ocurrió como una acción sincrónica aparecida en Maracay, zonas de Caracas y barrios del Estado Miranda.
Un escenario especial fue la insurrecta ciudad de Maracay. El general Isaías Baduel, a cargo del mayor comando aéreo del país y del Cuerpo de Paracaidistas, había decidido resistir al golpe. Baduel se transformó el 13 de abril en un héroe nacional casi por casualidad.
Su rol no fue central, pero Baduel no había caído del cielo. Algunos generales como Arévalo Méndez guardan dudas sobre su conducta dubitativa hasta el 12 de abril cuando se puso al frente de una marea que se había puesto en marcha.
En 1982 fue uno de los cuatro conjurados que se reunieron frente al Samán de Güere para hacer el juramento que dio vida al movimiento militar bolivariano fundado por Hugo Chávez y Arias Cárdenas.
El libro laudatorio de Perdomo Marín lo vistió de héroe nacional a pesar de que el mismo autor relata escenas que develan a un general más bien atrapado por sus dudas políticas, su posición de comando y las relaciones discretas que mantenía con gente de los más diversos tipos: empresarios, banqueros, ganaderos, algunos de ellos implicados en el golpe de Estado.
Nunca se aclaró por qué el embajador de EE.UU., Shapiro, le hizo dos llamadas telefónicas el día 12, tal como registra el libro de Marín. Es posible que la campaña de la prensa antichavista contra Baduel, semanas antes del golpe de Estado, expliquen su vacilación política. No está descartado que los golpistas hayan querido atraerlo para su bando.
De todas maneras la imagen resultante de los acontecimientos lo instalaron como un héroe nacional de la resistencia democrática. Los hechos relatados en el libro de Perdomo Marín, más las consultas a militantes que actuaron en aquellas jornadas y conocieron la conducta del general Baduel, permiten pensar que no fue tan héroe como lo creyeron muchos, pero tampoco un traidor como afirman sus enemigos y adversarios posteriores. Lo más probable es que haya sido un vacilante que se acomodó al cambio brusco contra los golpistas
Baduel fue un subproducto militar del acontecimiento, no su paradigma y menos su figura heroica. Si las piezas se hubieran ordenado de otra manera su rol habría resultado ínfimo debido a sus creencias conservadoras. Los hechos son como son y ocurrieron como ocurrieron. Baduel jugó un rol de indudable valor en la resistencia. Nadie lo obligó. Sus dudas pudieron llevarlo al bando del Estado Mayor y no lo hizo. Sus ideas conservadoras y militaristas no le impidieron aceptar la rebelión popular de Maracay y compartir con ella su destino. Su papel en el rescate del Presidente en La Orchila fue decisivo.
Baduel no queda bien parado cuando su imagen de héroe la debe guardar en el rincón de una cárcel por usufructuar fondos de las FF. AA. El siguiente informe personal, escrito por un militante del ex Partido Socialista de los Trabajadores (PST) que estuvo en medio de los acontecimientos, revela la clave del drama y su dinámica social y militar.
(Emilio Bastidas, ex militante del PST en Aragua)
Ernesto Villegas escribió el mejor libro periodístico sobre el golpe de Estado de abril de 2002, así como el de Alexis Rosas es la trama más ilustrativa sobre la conspiración de los generales.
Las luces y sombras de aquel golpe político-mediático-militar y el maravilloso papel jugado por la masa chavista anónima y sus cuadros de izquierda, dejan un vacío en esta historia. Alguien deberá escribir la historia de la resistencia sin la cual no se comprende la transformación más profunda en la vida de Hugo Chávez, el hombre que desató todas las furias enemigas y las pasiones amigas. [410]

Acorralado en Miraflores
El día 13 de abril fue la respuesta a los actos del jueves 11 de abril, cuando cientos de miles de opositores de baja y alta clase media siguieron a la burguesía en la insurrección contra el gobierno bolivariano.
No marcharon detrás de una pancarta que dijera “Golpe de Estado” pues nadie jamás lo ha hecho en el mundo. Pero no era necesario: los movía un sentimiento de odio y un terrible miedo de clase. Suficientes razones para sentir ganas de comerse vivo al Presidente y a varios de sus ministros y diputados.
Los medios de prensa capitalistas habían logrado ordenar el odio como una fuerza nacional mediante una campaña sistemática que convirtió a Hugo Chávez en el demonio creador de todo lo malo y lo feo bajo el sol venezolano.
Pero el odio no nació en los medios. Ellos fueron sus reproductores masivos. Su raíz se encuentra en la insoportable convivencia de esas clases privilegiadas con un gobierno que les hablaba a diario de revolución y un pueblo pobre de piel morena, que avanzaba en su poder social sobre el conjunto de la sociedad. Y por supuesto, un imperio que se cansó de tolerar las intemperancias verbales y desplantes de independencia y soberanía del presidente venezolano.
Afganistán fue el desencadenante porque Chávez no acompañó a Bush en esa guerra, ni en la que siguió contra Irak. El mismo mes de septiembre de 2001, las “49 Leyes” hicieron el resto. Tiene razón el periodista venezolano Miguel Salazar cuando afirma que los golpistas de abril fueron “los miembros de un grupo capitalista desplazado”. En el centro estaba Gustavo Cisneros.
La arremetida de Cisneros puede ser el último intento de la burguesía emergida al calor del gobierno de Rómulo Betancourt (1959-1964) y enriquecida aún más durante la gestión de Carlos Andrés Pérez (1974-1978). Cisneros no habría hecho mucho sin la orientación política de Luis Miquilena y sus allegados, así como con el apoyo de la burguesía lusinchista que tiene en Omar Camero (Televén) y Guillermo Zuloaga (poderoso metalúrgico socio de Carmona). El frente fue tan amplio que incluyó a sectores tan alejados como el vendedor de armas Isaac Pérez Recao, a la rica colonia sionista, “además de apoyarse (vaya contradicción)”, acota Salazar, en el Opus Dei… archienemigos casi milenarios. En buena medida a esta ensalada de intereses de grupos capitalistas tan enfrentados se debe el fracaso de los conjurados
El grupo de generales, sindicalistas y empresarios que estaban por condenar a Hugo Chávez dentro del país, respondían a Pérez Recao, mano derecha de Carlos Andrés Pérez, el expresidente a quien Chávez no pudo tumbar en 1992.
Al otro grupo, detrás de Cisneros, le bastaba quitárselo de encima, o sea, del país. Luego se supo que una vez en Puerto Rico podría terminar sus días como Noriega, después de la invasión yanqui del 23 de diciembre de 1989. [412]
Con el canto de los gallos
El desencadenamiento de fuerzas sociales en pugna, terminó ahogado en los salones del palacio presidencial, entre la media tarde del día 11 y las 4 de la madrugada del día 12.
En esas doce horas, el más grave conflicto social venezolano desde 1992, se transformó en una comedia de enredos. Por suerte fue superada por la solución progresiva que dieron los trabajadores, barrios insurrectos y los militares que resistieron.
La transformación política de nuestro personaje fue inversamente proporcional al rol que tuvo al frente de los acontecimientos. Pero eso ocurrió cuando se vio en el centro del nuevo huracán y tuvo que decidir su dilema. Hugo Chávez, casi siempre fue su mejor retratista espiritual.
En la declaración que rindió a los fiscales que investigaron el golpe de Estado develó el desarrollo de su obra y su propia transformación personal. Develó con honestidad su acción y su parálisis política como protagonista central.
El esquema fue el siguiente siguiendo sus palabras: Un Presidente derrotado se refugia en su Despacho de Miraflores. Se reúne muchas veces pero casi siempre con militares, muy pocas con civiles, excepto con José Vicente Rangel y algún otro. “No se ha reunido con sus ministros; solo lo ha hecho con los militares en quienes confía…”
En las calles donde se fragua la historia, el contexto era correspondiente. Las masas chavistas se replegaron impotentes, estaban asombradas ante la ferocidad golpista de la tarde y la ausencia de ofensiva gubernamental.
Ni el presidente ni los dirigentes del MVR, del PPT o Podemos dieron alguna orientación frente al enemigo. Solo la Asamblea Popular Revolucionaria de Caracas, una agrupación de vanguardia, ofreció una respuesta adecuada, pero menor, despreciada por los jefes políticos del gobierno.
Un ejemplo de la incomprensión de los hechos y su dinámica peligrosa la ofreció el Alcalde de entonces, Freddy Bernal, un hombre ligado a los movimientos sociales y de posiciones políticas firmes. El 10 de abril en horas de la noche le aseguró a varios miembros de la Asamblea Popular que el intento golpista fracasaría porque: “El 90 por ciento de las Fuerzas Armadas responden al gobierno y al Presidente”.
Por extraño que parezca, las masas golpistas tuvieron motivos similares. Desalojaron las calles poco a poco al final de la tarde del día 11.
En ese cruce se produjo un fenómeno social sorprendente: “La gente en sus casas no acierta a comprender lo que ha pasado… El pueblo insomne sigue sumido en un profundo shock por la masacre… Cómo ha sido posible que se haya llegado tan lejos”. La intelectual chilena Carmen Hernández, habita en un barrio de clase media alta del este de Caracas, vio ese cambio en el estado de ánimo de la masa de derecha:
Mucha gente de este barrio había salido a tumbar a Chávez. Comenzó a tomar distancia de los golpistas cuando vieron la represión y los primeros muertos por los canales de TV. Notaron que los noticieros no informaban nada de los hechos violentos. La sensación fue que se estaba decretando la muerte de la democracia en la que vivían desde hace medio siglo.
Fue así como se produjo el siguiente cambio de efectos sociales tectónicos: A media mañana ambos movimientos de masas se retiraron de la escena. A mediodía, el movimiento de derecha se paralizó. Esto dejó al poder de facto suspendido en el aire. En un acto sorprendente, la masa chavista, con su vanguardia, reaccionaron al mediodía, luego de superar el impacto y tomaron la vanguardia.
Pocas horas bastaron para que comprendiera que la salida de Hugo Chávez incluía la sepultura de toda esperanza. En ese punto objetivo nació la relación de fuerzas que terminó en acto revolucionario horas más tarde.
Este hecho espectacular no ha sido estudiado, ni siquiera reseñado en clave periodística por ningún texto. Dos clases, dos condiciones de existencia, dos impulsos morales opuestos, dos acciones que revelaron una paradoja.
La resistencia masiva de Maracay se trasladó al centro político de Caracas. Allí se concentró por casi dos días la tensión nacional. En las calles surgieron dos poderes, su vértice fue la estructura militar.
No surgió una fuerza social y política capaz de asumir ese rol. Por un lado estaba Miraflores, acorralado, vacilante, con graves dudas y una sola pregunta: ¿Cómo negociar una salida decorosa? Por otro, estaba el Estado Mayor en el Fuerte Tiuna, la principal plaza militar del país. Allí los golpistas permanecían firmes, resueltos y exigían al Presidente que firmara su renuncia incondicional y que se fuera del país.
El formato para firmar la renuncia ya se lo habían enviado varias veces por fax, por celular, de boca, por teléfono fijo, mediante la Iglesia, por la televisión. También le pedían que destituyera al vicepresidente Diosdado Cabello, que les dejara el camino de la sucesión liberado. Exigían el desalojo del Palacio de Miraflores y los ministerios adyacentes. Si no, amenazaban con bombardearlos.
Lograron impactar negativamente en la moral de los jefes en Miraflores. Sin embargo, un análisis mesurado sugiere que los golpistas no tenían la capacidad ni la unidad de mando para hacer tamaña masacre.
A las 9 de la noche amenazan con desplazar dos poderosos batallones de tanques. Ahí comienza la cuenta regresiva de un reloj que hacía varias horas estaba en manos de los golpistas.
La batalla se había perdido. Este resultado se construyó desde la mañana del 11 de abril por un error de concepción política. Desde que la masa chavista quedó desarmada de política y de poder de fuego, se retiró a sus casas. La defensa física quedó a cargo de algunos centenares de militantes y grupos menores.
La inacción y ausencia de armamento popular masivo condujo al incidente de Puente Llaguno. A escasos metros del Palacio del poder, dos cuadros políticos del chavismo dispararon contra las tanquetas de la Policía Metropolitana que disparaban contra los bolivarianos que defendían el puente. Esas imágenes las aprovechó el canal Venevisión, y otros canales, para difundirlas en el mundo con este comentario: “Vea usted, cómo estos miembros de los Círculos Bolivarianos disparan a mansalva contra la marcha pacífica de civiles opositores”.
Fue muy fácil demostrar semanas más tarde la falsedad de esa “información periodística”. Lo que resultó difícil fue sacar de las cabezas aterrorizadas de las millones de personas que las miraron. Con esas y otras imágenes movieron la balanza militar, y la opinión pública interna y del mundo a favor del golpe de Estado.
La impotencia política del gobierno crecía con las horas y una de las mejores expresiones personales fue la cadena televisiva del Presidente a media tarde. Habló dos horas olvidando que están en medio de una situación que se tensaba por minuto. Que se requerían resoluciones firmes, de pocas palabras y una orientación política para la acción inmediata.
En las horas de la noche la puesta en escena golpista se fue reduciendo a un cruce de mensajes entre ambos poderes que llegó hasta la cuatro de la mañana. En ese momento estaban tan agotados que Fuerte Tiuna amenazó con disparar cañones sobre el Palacio de Miraflores y el Presidente ofreció su cabeza para evitarlo.
Así lo cuenta el propio Hugo Chávez el 4 de mayo de 2002, ante la Comisión de Fiscales del Ministerio Público: “Y tenía la preocupación de que nos agarrara el amanecer, con el canto de los gallos, y no terminaba esa situación tensa y había que darle una salida…”
La salida la estaba imponiendo Fuerte Tiuna desde la mañana. El encargado de decirlo fue el general golpista González González. Se lo enrostró al Presidente preso como a las 5 de la mañana cuando le llevaron esposado al Fuerte: “Entonces él viene y me interrumpe y me dice, aquí no hemos venido a discutir nada, aquí sabemos muy bien lo que vamos a hacer…”420 Esas palabras señalaban la resolución de los golpistas ante la irresolución del gobierno.
El líder bolivariano, en su precaria condición de Presidente en entredicho, les explicaba de varias maneras que él estaba dispuesto a renunciar, siempre que aceptaran sus condiciones legales, y les repetía que tampoco eran condiciones del otro mundo.
¿Qué pedía el presidente? Tres condiciones: Que lo dejaran irse con su familia entera, que respetaran la sucesión del Vicepresidente Diosdado y que se mantuviera la Constitución bolivariana.
El relato periodístico Noche de Generales, de Alexis Rosas, registra que hubo no menos de quince llamadas telefónicas contestadas, incluidas las de celulares, además de unas veinte llamadas frustradas; varias transmisiones del formato de renuncia a aparatos de fax entre el Despacho de Hugo Chávez y el comando golpista en Fuerte Tiuna; unas siete reuniones de negociación desde las 9 de la noche, entre enviados de cada bando, y por lo menos cinco generales que hicieron de mensajeros de un golpe de Estado que no se decidía a ser golpe de Estado y de un gobierno en ruinas que ya no gobernaba. Veamos este diálogo relatado en el libro de Rosas.
—General, deme un número de fax de Miraflores para pasarle una propuesta al Presidente —le pide Fuenmayor.
Le da el número y todos voltean hacia el fax, expectantes; al instante sale la propuesta.
Chávez la coge, la lee y mira incrédulo a los presentes, pues el Decreto implica que el Presidente no solo renuncia sino que destituye al Vicepresidente y a los ministros”.[ 416 ]
Lo insólito de esta escena de cruce de faxes, mensajeros y mensajes en las horas cruciales de un golpe de Estado, se completa con este detalle: “Chávez decide, antes de responder, hacerle una serie de correcciones para adaptarlo a la Constitución”422.
Alguien acostumbrado a leer novelas de suspenso podría suponer que estuvimos en presencia de un juego de escenas entre enemigos a punto de caerse a tiros, pues no, no era ficción. Se trataba del golpe de Estado más raro en la historia de los golpes. Ninguno de los bandos comprendía lo que hacía. Ni los golpistas sabían cómo completar su obra reaccionaria, ni el gobierno bolivariano entendía que estaba frente a una acción de fuerza definida por ser anti democrática y anti constitucional en el mismo acto.
La relación de fuerza del día se debatía en papeles que llevaban y traían borradores constitucionales. Vista a la distancia fue una escena insólita, solo posible en la imaginación fantástica de un novelista o en la originalidad de un líder atípico. Fue el propio Hugo Chávez quien se encargó de despejar esa duda: “Yo lo leo en voz alta y yo había comenzado a agregarle cosas, a darle un toque personal, buscando la Constitución”.
Esta creativa manera de protagonizar golpes de Estado, y de enfrentarlos, puede resultar interesante para la literatura de ficción. En la política real no puede sostenerse por mucho tiempo.

Como toda acción histórica crea personajes a su medida. En el momento en que el cruce de mensajes se trabó, apareció la figura de Lucas Rincón, un respetado General de Tres Soles. Fue mano derecha del Presidente hasta el 11 de abril y un ponderado militar leal. Este general asumió involuntariamente el rol de Media hominum que en la Roma imperial asumían quienes no sabían que hacer entre dos posiciones irresolutas y una situación polarizada.
Este general dijo por un canal de televisión en Fuerte Tiuna que Hugo Chávez había aceptado renunciar:
“Ante tales hechos, se le solicitó al señor Presidente de la República la renuncia de su cargo, la cual aceptó”.
Así quedó Lucas Rincón para la historia del golpe. Su final se parece más al final del golpe mismo que a su difícil decisión a esa hora de aquella madrugada agotadora.
Las palabras de Lucas Rincón no reflejaban dudas en la posición de Miraflores. En realidad este general había quedado en medio de dos fuerzas con un mensaje en las manos, cuyo contenido cambiaba sólo de palabras, no de sentido. Lucas Rincón se fue al Fuerte Tiuna a cumplir su misión. Pero era un mensaje mal encaminado políticamente y sin destino cierto. Bajo esa presión el leal general Lucas Rincón terminó dando el menos adecuado de los mensajes en el peor de los momentos.
Lucas Rincón quedó atrapado en el acontecimiento aunque esa no haya sido su intención. La irresolución de los hechos arrollaron su rol personal de mensajero presidencial. Un destino similar tuvieron todos los jefes políticos y militares del gobierno. Lucas Rincón fue uno de los jefes militares que más cumplió órdenes entre un poder y otro con el borrador de la renuncia presidencial en las manos.
A las 3.25 de la madrugada se cansó del rol inútil de intermediario. Así registró su actuación el periodista Alexis Rosas en su libro:
Le hice un planteamiento al señor Presidente –cuenta Rosas en su libro de 2005– para calmar la tensión y evitar un derramamiento de sangre, el cual consistía en hablar de la renuncia que le estaban solicitando los oficiales… el señor Presidente me manifestó que estudiaría la situación siempre y cuando estuviese apegada a la Constitución y se cumplieran ciertas garantías .
Es posible que el general Lucas Rincón haya sido víctima propiciatoria de una trampa bien armada por Allan Brewer-Carías y sus generales amigos. Así parece desprenderse del estudio del libro del ministro y periodista Ernesto Villegas. Brewel-Carías habría dicho: “No importa la renuncia. Ya Lucas la va a anunciar por televisión y eso es más que suficiente” .
Mucha gente dentro y fuera del gobierno, lo condenaron con injusticia como si hubiera traicionado al Presidente. La realidad es que sólo trató de salir del embarazoso papel de mensajero sin destino entre dos bandos que jugaron a las escondidas en medio de un golpe de Estado.
Rosas sospecha que Lucas Rincón se apresuró. Opina que “En política, como en el fútbol, también es posible jugar posición adelantada. Aunque es riesgoso” . Suponiendo que se haya adelantado, la pregunta es por qué lo hizo. Era alguien con una alta responsabilidad institucional. No tenía ninguna duda sobre su lugar en esa batalla. Como se sabe, la política se rige por leyes específicas distintas a las de la cultura militar o deportiva.
Su famosa declaración de rendición fue el resultado objetivo de una situación, no de un hombre. La indecisión colectiva de un gobierno y una dirección política paralizada se escapó en las palabras de este general. Era uno de los pocos generales chavistas que los golpistas escuchaban con respeto.
El 1 de junio de 2009 el general Lucas Rincón Romero me escribió desde Lisboa donde es Embajador para aclarar su conducta en los hechos relatados en esta biografía. Por respeto a su carta y su derecho a réplica reproduzco este párrafo:
“…En este orden de ideas le manifiesto que mi conducta durante las jornadas del 11 y 12 de abril estuvo ajustada en todo momento a los más altos principios institucionales, cumpliendo mi deber con lealtad, obediencia, subordinación y disciplina, apegado estrictamente a la Constitución y al mando del jefe de Estado, comandante presidente Hugo Rafael Chávez Frías, al cual he sido, soy y seré leal e incondicional hasta la muerte…”
La responsabilidad del resultado correspondió a Hugo Chávez. Él les había dicho a todos que estaba dispuesto a renunciar, aunque se había negado a suscribir el formato de Fuerte Tiuna.
Su ministro de Comunicaciones Ernesto Villegas en la página 132 de su obra:
“La renuncia era apenas un rumor a las 12 de la noche. A las cuatro de la madrugada, sin más fuerza moral ni política para seguir en Miraflores, se entregó. Yo decidí ir a Fuerte Tiuna y es así como salimos de aquí, creo, a las cuatro de la mañana”.
El día 12, a las cuatro de la madrugada, Chávez selló una derrota político-militar construida durante el día anterior, preparada en pocos meses y anhelada desde el año 2001 por sus enemigos. Hugo Chávez esperaba que el golpe de Estado quedara “apegado a la Constitución” lo que nadie en su sano juicio podía concederle. En correspondencia, los golpistas proponían un golpe de Estado negociado a través de un borrador. No se atrevían a entrar a los tiros como en los más de 300 golpes de Estado latinoamericanos del siglo XX.
Lucas Rincón, sin proponérselo, fue la palabra involuntaria de la derrota y el costo personal de la indecisión gubernamental.
Con bastante honestidad el Presidente aclaró meses más tarde a Marta Harnecker, que lo dicho por Lucas Rincón debía atribuirse a su responsabilidad política.
La dirección política del gobierno hizo un cálculo de maniobra que le salió mal. El Presidente quiso jugar a la táctica dilatoria, pero no le resultó. Las cartas de la relación de fuerzas estaban echadas. El general Lucas Rincón fue solo la víctima propiciatoria.
El golpe de Estado del 11 de abril, tanto como el contragolpe del 13 de abril, se parecieron a sus protagonistas. La única estrategia del gobierno y de Chávez fue “evitar el enfrentamiento en las Fuerzas Armadas y el derramamiento de sangre”. Ni lo uno ni lo otro se pudo evitar. Su más grave falla como eje del poder, es haber reducido la reacción de toda la clase enemiga respaldada por el imperialismo, a un lío entre oficiales, sin preocuparse por lo principal: armar política y militarmente a la población y a sus propios oficiales leales. [419]
Dos personajes clave del gobierno lo reflejaron. José Vicente Rangel, “el más veterano”, como lo solía definirlo Chávez, rogó a Marcel Granier el 11 al mediodía, Director del canal golpista RCTV y a Federico Ravell de Globovisión, para que hicieran algo“ que impidiera el arribo de la marcha a Miraflores.
Ese mismo día, a otra hora y en otro lugar de Caracas, José Albornoz y toda la dirección del partido Patria Para Todos, le pidieron al embajador yanqui Charles Shapiro “Su intervención para impedir una tragedia”. Aquella manifestación de impotencia política tenía una contra cara: ninguna confianza en el pueblo trabajador. El mismo estado anímico se manifestó en un fuerte grupo de cuadros políticos formados en la guerrilla de los años 60.
Unos sesenta se reunieron clandestinamente en el barrio de San Bernardino y hablaron de irse “a la montaña“ otra vez. “Coger el monte” se dijeron a sí mismos. Esa peripecia la relató en Buenos Aires Jacobo Torres de León, jefe de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores (FBT), en el año 2003. Dijo hilarante: “Los miré a todos y les dije: quién sería capaz de correr una cuadra seguida sin sufrir un infarto. Mi barriga es como un círculo bolivariano en expansión. La gente no nos acompañará a la lucha armada”.
Frente a esas expresiones de impotencia moral y política, resultó profético un anónimo funcionario y militante chavista que aparece en el documental “La Revolución no será transmitida”. Les dice al alcalde Freddy Bernal y al ex Viceministro de Educación que: “La gente no se la va a calar, ya vas a ver que la gente no se la va a calar”. Esa era su convicción y resultó correcta. Ya era como la media noche y ambos funcionarios reposaban en el piso de uno de los pasillos de Miraflores. La actitud y la pose de ambos contrasta con la activa convicción del anónimo chavista. Al parecer era un asesor político del viejo diputado bolivariano de apellido Morales. Aunque no fue más que una sensación sin análisis, sus palabras resultaron premonitorias. Contenían la confianza en la fuerza social que la dirección no tuvo.
Las indecisiones políticas previas, cuya relación de fuerzas ya se había vuelto en contra dos días atrás explican la sorpresa de un golpe de Estado anunciado hasta en documentos capturados al enemigo. [420]
Pero no se trataba de un problema individual de determinados dirigentes o ministros. La naturaleza del gobierno impedía preparar una defensa con métodos revolucionarios que disuadiera el poder de los golpistas. Al revés de lo que dice la mitología instalada, tanto la llamada de Fidel Castro, como la aparición de Lucas Rincón por televisión no modificaban esa realidad.
La resistencia armada propuesta en las primeras horas por los ministros Rangel e Istúriz llegó tarde, como una bala fría, a destiempo y sin conexión con las vanguardias bolivarianas, los organismos de trabajadores, barrios y batallones leales. Era un problema de poder y había que resolverlo por medios revolucionarios.
La dirección política en general y Hugo Chávez en particular expresaron los límites del régimen y del movimiento social que los sostenía. No existían organismos políticos para superar antes del día 13 la irresolución gubernamental.
Desde las seis y pico de la mañana del día 12, la prensa lo presentó como un “asesino”. En la pantalla del televisor que le instalaron en su pieza de recluso provisional, Hugo Chávez se veía como la imagen póstuma de su bisabuelo Maisanta, derrotado y preso, de quien su abuela solía decir que fue un asesino.
“Otra vez preso, hijo”, fue la frase que le dijo su madre cuando se metía en el carro que lo llevó a Fuerte Tiuna. Aquella frase le debe haber revuelto pieles de su memoria de aquellas derrotas que más había temido. Era la misma memoria que guardaba del primer paradigma vivo que conoció del nacionalismo latinoamericano, a los 21 años, en Perú con Juan Velasco Alvarado.
Demasiadas imágenes, demasiados fantasmas en sus horas tranquilas en La Orchila adonde llegó como derrotado un día y al otro, salió convertido en victorioso, para comprobar que aquel 4 de febrero de 1992 le deparó más sorpresas que previsiones.
Digamos, Hugo Chávez quedó atrapado en las contradicciones de un proyecto que no pudo pasar del 11 de abril de 2002. Había llegado a un punto donde debía decidirse.
Lo que comenzado a realizar con las 49 leyes de septiembre, sin la debida organización social para sostenerlas y resistir la inevitable reacción, terminaba en un fiasco evitable.

Lo sorprendente en Chávez es que en abril le bastaron 47 horas para comprender que profundizar la revolución era la única manera de salvarse de la condena que él mismo había pautado para esos casos cuando dijo “Que Hugo Chávez termine siendo un despreciable, porque llegó a la Presidencia de la República y terminó siendo uno más” .[ 421 ]
Para comprender el valor biográfico de esta comprensión basta recordar dos casos emblemas que resumen a todos los líderes que fueron derrotados por no dar el paso que dio Chávez.
En junio de 1955 el gorilaje pro yanqui anti peronista se levantó, bombardeó y mató a centenares de pobladores en Plaza de Mayo. Como no pudo desalojar al presidente de la Casa Rosada huyeron con sus aviones de golpistas hacia Uruguay, donde los refugiaron. En otro junio, pero de 1973, Salvador Allende también fue atacado por un intento golpista que terminó frustrado a las pocas horas.
En ambos casos fueron dos intentos de golpe, suerte de ensayo de fuerzas.
Sendos líderes reaccionaron correctamente convocando a sus masas trabajadoras, prometiendo una defensa digna. Sin embargo, ambos cometieron el mismo error: prefirieron confiar más en sus “Fuerzas Armadas patrióticas“. La consecuencia fue la desmovilización de sus pueblos que habían salido a las calles para dar sus vidas por sus gobiernos. La frase de ocasión dicha por Perón quedó para la historia y vale para todos los casos similares: “Del trabajo a la casa, de la casa al trabajo“.
El resultado en ambos casos y en todos los precios y posteriores de similares condiciones, fue una aplastante derrota con miles de víctimas mortales de los dos poderosos movimientos que los apoyaban. En ese estricto sentido, el de la comprensión intelectual y el de la reacción ante hechos parecidos, Chávez tiene el mérito de haber aprendido en menos 47 horas que su error inicial sólo podía ser superado con una reacción opuesta a la de 47 horas antes: apoyando la movilización y profundizar el proceso detenido el 11 de abril. Tanto Perón como Allende tuvieron casi tres meses entre los ensayos golpistas de junio y el golpe final de septiembre. Arbenz, Vargas, Juan José Torres y otros, tuvieron finales similares a pesar de haber tenido situaciones relativamente distintas.
El diario BAE, de Buenos Aires, publicó el 18 de agosto de 2009 un reportaje con titular a lo ancho de toda la página que decía “El chavismo es la superación histórica del peronismo“. Este concepto hegeliano para titular tiene el valor de mostrar una lección social y política histórica sobre la evolución de líderes y movimientos nacionales.

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