
Inexorablemente, el número de personas muertas, desaparecidas o encarceladas y de gente refugiada va en aumento. Más de 240 personas abatidas hasta el 21 de marzo, una cifra sin duda inferior a la realidad. Se ha decretado la ley marcial en barrios de Rangún, la capital económica, que entre otras cosas permite ordenar la ejecución sumaria de toda persona detenida. Desde el golpe de Estado del 1 de febrero se han efectuado más de 2.000 detenciones (algunas de estas personas han sido puestas en libertad). El ejército ha ocupado institutos de enseñanza, universidades y hospitales. Amenaza con graves represalias a funcionarios y otros huelguistas. Utiliza la violación como arma de guerra. El régimen trata de controlar totalmente la información y las comunicaciones; ha vetado la publicación de los periódicos independientes impresos. Ha lanzado importantes operaciones militares incluso en el territorio de minorías étnicas, provocando los primeros desplazamientos forzosos de poblaciones. El país se halla en estado de guerra.
A pesar de todo, el movimiento de desobediencia civil persiste. La huelga sigue paralizando una parte de la administración, de la banca y del tejido empresarial. La juventud sigue saliendo a la calle para enarbolar los colores de la resistencia. Los entierros de las víctimas son la ocasión para comprometerse, con tres dedos levantados (símbolo del combate democrático), a proseguir la lucha hasta la victoria, es decir, hasta poner fin de una vez por todas al poder militar instaurado en 1962. Periodistas y fotógrafos trabajan conjuntamente para seguir informando al mundo, a pesar de las detenciones y brutalidades de que son víctimas. La gente intenta defender los barrios levantando barricadas, pero ¿qué pueden las hondas y los escudos rudimentarios contra las metralletas, los francotiradores y los tanques? El ejército refuerza su control del territorio. Únicamente las minorías nacionales en la periferia del país disponen de fuerzas de autodefensa y de capacidad de respuesta efectiva.
En todo el país, los intereses chinos se han convertido en diana del movimiento que se opone a la junta militar; se ha puesto fuego a empresas chinas, se han convocado manifestaciones delante de la embajada, se profieren amenazas contra un oleoducto que le suministra una energía vital para su economía… No en vano, Pekín ha vetado toda condena abierta de los golpistas por parte de la ONU, preconizando un diálogo imposible. Sin embargo, debe conciliar intereses contradictorios, cosa que resulta difícil en tiempos de crisis aguda. Aung San Su Kyi mantenía excelentes relaciones con el presidente chino Xi Jinping; hoy, ella está encarcelada y se ha anunciado su enjuiciamiento por alta traición. China considera que los territorios fronterizos ocupados, en el norte, por minorías nacionales forman parte de su perímetro de seguridad geoestratégica. Les vende armas, al igual, por cierto, que al ejército birmano. Por otro lado, necesita asegurar sus inversiones realizadas en el país (particularmente en infraestructuras), lo que exige un acuerdo con los militares en el poder. Lo más probable es que priorizará la estabilidad del país.
Más allá de las condenas políticas y algunas medidas como la congelación de las cuentas de la junta militar en EE UU, las potencias occidentales no han roto, ni mucho menos, sus múltiples lazos con los militares birmanos y su economía caqui. En este terreno, la función de la solidaridad es decisiva, y este es el punto en que quiero insistir. En efecto, siete semanas después del golpe de Estado, todavía se manifiesta de un modo muy marginal en Francia. Y eso que queda muchísimo por hacer.
La compañía Electricité de France (EDF) ha decidido suspender el megaproyecto de presa Shweli-3 en el Estado Shan, en el norte del país. En cambio, la gigante petrolera Total, grupo internacional y primera empresa francesa en volumen de negocio (2015), mantiene sus operaciones en el país. Es el principal contribuyente extranjero (o uno de los principales) de Birmania a través, en particular, de su cooperación con la Myanmar Oil and Gas Entreprise. No obstante, las autoridades birmanas electas, por boca del comité representante del parlamento en resistencia (CRPH), le han ordenado que suspenda los pagos por cualquier concepto a la junta militar. Los miembros del gobierno encabezado por la Liga Nacional Democrática (LND) están encarcelados (léase sometidos a tortura), pero esta autoridad legal se ha reconstituido como CRPH en la clandestinidad y en el exilio. Si Total se niega a obedecer sus órdenes, significa que avala de hecho el golpe de Estado. El Estado francés, accionista, debe actuar.
Sabemos que en el sector de la confección, por lo menos una marca francesa, Le Coq sportif, se abastece en Birmania. Es preciso elaborar la lista de empresas francesas que invierten en este país o comercian con él para que no puedan seguir haciendo discretamente negocios con el complejo económico militar birmano.
Entre los primeros sectores sociales impulsores del Movimiento de Desobediencia Civil (MDC) se halla el personal de cuidados. La Confederación de Sindicatos de Myanmar (CTUM) llamó a la huelga general del 8 de febrero y ha solicitado la solidaridad internacional, al igual que la Federación de Trabajadores (FGWM, de la confección). Estos sindicatos forman parte del MDC. Sin embargo, hoy por hoy el sindicalismo en Francia tarda en movilizarse, al menos de forma visible.
La crisis, en Birmania, redistribuye las cartas. Se han producido movilizaciones espontáneas contra la junta militar, en muchos casos con la participación de la juventud, en la mayoría de los territorios de la periferia, donde habitan las minorías nacionales. Sus autoridades (parlamentos nacionales), sus fuerzas armadas y sus principales partidos no han aclarado más que en muy pocos casos su posición con respecto al golpe de fuerza de los militares. Sin embargo, reaccionan cuando la represión afecta a personas de su nacionalidad. Se establecen lazos de solidaridad entre minorías nacionales y bamares (etnia mayoritaria que habita en la cuenca del Irrawaddy), un fenómeno esperanzador. Algunos Estados étnicos empiezan a proteger a los miembros del CRPH que buscan refugio en su territorio. A cambio, la LND de Aung San Suu Kyi se compromete a dialogar con ellos sobre lo que podría ser un auténtico federalismo.
Quienes apoyen el respeto de los derechos humanos, las libertades sindicales o la libertad de prensa, a los pueblos de los bosques y las montañas, la lucha de las mujeres, del campesinado y de los pescadores, a las comunidades locales víctimas de la industria maderera o los grupos de presión mineros… lo que sucede en Birmania nos afecta a todas y todos. Sin embargo, hemos de constatar que en Francia no se da la multiplicidad de iniciativas que vemos en otros países europeos que permiten, por ejemplo, publicar los nombres de las empresas que abastecen a la junta militar con medios de represión y vigilancia, o son cómplices de la sobreexplotación de las trabajadoras del textil.
La crisis birmana es un recordatorio de las insuficiencias de los movimientos de solidaridad en Francia.
Las asociaciones de defensa de los derechos humanos, ecologistas y de solidaridad han reaccionado, en Francia, publicando un comunicado común sobre Total, pero su capacidad de movilización es limitada. En la izquierda, en lo que respecta a los partidos, que yo sepa solo el Nouveau Parti Anticapitaliste (NPA) ha publicado un comunicado de denuncia del golpe de Estado. Asimismo, en sus publicaciones informa regularmente de la evolución de la situación en Birmania. La revista impresa Contretemps prepara un dossier. En Suiza, la redacción de A l’Encontre ha subrayado el alcance de la insurrección democrática en una declaración reproducida por Contretemps en su web. Asimismo, publica traducciones de artículos escritos en lengua inglesa. L’Humanité hace un seguimiento de la crisis, pero hay que reconocer que en conjunto la izquierda francesa permanece bastante inaudible, siete semanas después del golpe de Estado. Es importante lanzar un posicionamiento unitario para comprometernos colectivamente en la solidaridad con el pueblo birmano.
La asociación Europe solidaire sans frontière (ESSF), a través de su web, facilita día a día una información muy completa en francés e inglés. Ha lanzado con carácter urgente un llamamiento a la solidaridad financiera con la resistencia democrática 1/. A través de nuestros contactos en la región, podemos prestar apoyo a grupos activos en el MDC y favorecer la unidad en la lucha que está forjándose entre las minorías étnicas de la periferia y la mayoría bamar. Esperamos que este llamamiento sea escuchado.
La situación en la región se degrada de nuevo. La represión se ha endurecido bruscamente en Tailandia, donde se dictan severas penas de prisión por el llamado delito de lesa majestad, pero no por ello la reacción de la autocracia real es más fuerte. El presidente filipino Duterte, culpable de múltiples crímenes, ha declarado la guerra total a la izquierda revolucionaria y amenaza al conjunto de las redes progresistas o de defensa de los derechos humanos, pero la resistencia a su dictadura se reorganiza. En India, el régimen de Modi atiza cada vez más el ultranacionalismo hindú, pero las movilizaciones sociales alcanzan en este país una amplitud notable. La resistencia democrática en Birmania es ahora el frente incandescente de una región que ya conoce más de un frente caliente.
*PIERRE ROUSSET: reconocido especialista en la historia del movimiento comunista en Asia, veterano militante de la izquierda alternativa francesa y editor
Traducción: viento sur
Fuentes: www.europe-solidaire.org/ y Viento Sur

Deja un comentario