Lil Rodríguez*

Primera parte.
Watussi frente a su espejo
Primera parte
Nació en un ambiente rural en el fértil y enigmático estado Yaracuy. Fue el primer venezolano en subir a la tarima del Madison Square Garden de Nueva York. Nació para la música del Caribe y para impactar definitivamente a la Salsa. Orlando José Castillo, “Watussi” Cumple 72 años, y está “pepito”.
El contexto
Se cumplen 167 años del Decreto mediante el cual en forma oficial y con legislación se abolió la esclavitud en Venezuela. José Gregorio Monagas como presidente cumplía de esta forma uno de los más acariciados sueños del Libertador Simón Bolívar.
Bolívar inició su cruzada abolicionista hacia 1816, pero mucho antes, para 1731, y antes también, hubo poderosas señales de las intenciones de emancipación de los esclavizados que habitaban lo que hoy es Venezuela.
Juan Andrés del Rosario, Andresote, junto con otros negros esclavos y libres, e incluso con originarios se alzó contra los saqueadores españoles de las riquezas minerales y agrícolas de la zona donde se encontraba, en el estado Yaracuy. También de Yaracuy había sido el alzamiento de Miguel de Buría en 1552, y solo un poco más allá, en la sierra de lo que hoy es el estado Falcón, José Leonardo Chirino iniciaba una lucha heroica hacia 1795.
El Decreto de abolición de la esclavitud en Venezuela fue firmado el 24 de marzo de 1854, y aunque la lucha de los esclavizados hubo de proseguir debido a las injusticias y discriminaciones de todo tipo, marcó un punto importante en la historia venezolana.
La víspera de esa fecha, 23 de marzo, en el año de 1949 nacía en Marín, en la ruralidad de Yaracuy, estado de cimarrones y resistencias, Orlando José Castillo, a quien todo el planeta conoce como Watussi, compositor, músico y uno de los vocalistas inconfundibles con los que cuenta la Salsa de Venezuela y del Caribe.
Cuando se analiza su vida y obra se atisba que no fue casual haber nacido en 23 de marzo y haber nacido en ese combativo territorio del estado Yaracuy. Y se entiende que con el tiempo adoptara como nombre de batalla “Watussi”, título de un tema que sonó con la Charanga Moderna de Ray Barretto, con una particular interpretación en diálogo. Watussi también está vinculado a un baile de los Tutsi, de África.
Pues bien, Orlando José Castillo, “Watussi” en el día de su cumpleaños se coloca frente a su espejo y cuenta segmentos de vida no tan conocidos.
Marín, Yaracuy

Nací en Marín, en el estado Yaracuy pero abrí los ojos a la realidad en La Pastora, Caracas. Es que yo ni siquiera sabía que había nacido allí. Lo supe cuando tomé conciencia y cuando me informé.
Al pueblo donde nací lo conocí a los 7 años en unas vacaciones de semana santa; era una costumbre viajar al interior del país. Para mis padres era una ventaja ir a Marín porque uno se conseguía el río que era una de las partes interesantes de las vacaciones. Los que no iban al mar iban al río. Teníamos familia allí y eso nos hacía todo más fácil. Además todo era barato entonces, económico. Las calles eran de tierra todavía, había poca electricidad. Casi todas las casas se alumbraban con velas, incluyendo la casa de mi familia. Estoy hablando de los años cincuenta y pico. No había carro en el pueblo ni nada de eso; el ambiente era típico del campo venezolano. Era otra Venezuela, no la de ahora.
Ese choque fue durísimo para mí al principio, también lo recuerdo porque yo venía acostumbrado a otra vida. Yo sufrí mucho con ese primer contacto con mi lugar de origen. Las comidas, no me acostumbraba a la arepa con leche, no me gustaba. Hasta el modo de hacer las necesidades me resultó chocante. Todo fue para mí de un impacto durísimo. Yo siempre estaba llorando, no se me olvida.
Con el tiempo, como siempre íbamos a Marín en semana santa fui tomándole el pulso a la situación y me fui dando cuenta de que era más interesante ese mundo de lo que yo pensaba, más interesante que el que yo vivía en Caracas. Entonces dejé de ser caraqueño para mi mismo y comencé a sentirme yaracuyano. Ya tenía como 10 años y había comprendido que el interior del país para mí era una escuela, la diferencia de la gente, la diferencia de los sentimientos de la gente con relación a lo que yo conocía en Caracas. En el pueblo, después de esas pruebas ya tú eras parte de todo. Aprendí a conocer la naturaleza, que en la ciudad era imposible porque la ciudad era artificial. Conocí la naturaleza que nos rodea, pero también conocí la naturaleza humana. La gente era más natural. Yo no les enseñé a ellos nada porque para ellos lo que yo sabía no significaba nada, pero ellos sí me enseñaron a mi mucho y todo eso tiene que ver con mi carrera, con mi vida, y muchísimo porque me inculcaron valores humanos que yo no poseía porque en la ciudad los valores son artificiales y en el campo de ese tiempo eran valores naturales.
Caracas hoy en día es una ciudad gigante, pero yo reconozco los valores que aprendí en Marín, que han influido en mi vida, en mi comportamiento, en mi razonamiento, y sobre todo en mi forma de ser.
Racismo
Me tocó entrompar la rudeza de Caracas. Prácticamente desde que nací me hice caraqueño. Nací físicamente en Marín, pero en otros términos nací en Caracas como persona y desde niño me enfrenté a mi realidad, y me enfrenté al racismo . Al que me decía negrito yo lo paraba, no porque no me gustara la palabra. “Si yo te digo Luis, o te digo Pedro, no te digo blanquito, entonces tú no me digas negrito, me dices Orlando”. De eso sí me recuerdo porque desde niño mantuve esa posición. Si tú cada vez que me vez me dices negrito, negrito, negrito, eso significa que no sabes mi nombre y por eso te digo “Yo me llamo Orlando”. Así fue, y tuve que pelear miles de veces hasta que logré el respeto como persona porque mi nombre es Orlando, y así me tenían que llamar, Orlando. Si me dicen por aprecio, por cariño, chévere, pero no como nombre, no como determinación personal. De eso tengo recuerdos desde niño. Gracias a Dios mi memoria me lleva hasta cuando tenía 3 años. Yo me acuerdo de cuando yo estaba empezando a caminar. Siempre me enfrenté con la situación de Caracas y desde niño me hice respetar como persona.
Discriminación política y escolar
Me habían botado de todo el sistema educativo por asuntos de política, hablo de los años sesenta. Recuerdo al director del liceo donde yo estudiaba, el ‘Agustín Aveledo’, un señor de apellido Montaner. Estaba yo dando un mitin en el liceo y dije: “Y si Montaner se opone lucharemos contra él” y Montaner me estaba viendo, me hizo una seña y fue para la dirección, hizo una llamada y en ese mismo momento me sacaron de todo el sistema educativo público. Imagínate cómo funcionaban las cosas en esos tiempos en Venezuela. Nada más con su palabra. Eso nunca se me olvida. Por eso soy revolucionario y lo era ya en ese momento. Entonces mi papá me llevó a trabajar con él al taller de mecánica que él tenía, metalúrgico. Eso para mí era un sufrimiento, aunque él me llevó más que nada para que le llevara las cuentas, y estudiaba medio día en un liceo pago, ‘Andrés Eloy Blanco’ se llamaba, un centro de orientación pedagógica. Traté de continuar mis estudios pero yo ya estaba marcado moralmente por lo que me pasó en el liceo Aveledo, ya no estaba tan interesado en estudiar. Así me fui desviando hasta llegar a las motocicletas y la malandrería. Fui malandro, confieso, por varios años. En una de esas situaciones tuve que irme a Marín exactamente, como refugio . Mi mamá fue la que me dijo que me fuera para allá, a ver si me tranquilizaba. Llegando allá, en esos meses que estuve allá, por el año 68 me tropecé con un grupo musical llamado “Los Gulets” que todavía existe por cierto, y ellos me dieron la oportunidad de probarme como cantante pero decían que yo era muy salsoso (no decían salsero sino salsoso) y ellos tocaban cumbia y géneros así que era lo que imperaba sobre todo en el interior del país. En Marín no se conocía lo que era la palabra salsa. Mi estilo no cuadraba con el grupo y no me aceptaron. Esa fue la primera vez que yo ensayé con un grupo, una orquesta, porque Domingo Bracho, que era el director, tocaba trombón. Todavía sigue activo. Entonces, cuando regreso a Caracas ya tengo la experiencia de ese ensayo y siempre andaba con un amigo mío, Humberto Moreno, un alto pana con el que siempre andaba cantando salsa en el carro, y esto y lo otro y así comenzó mi inclinación hacia la música en una forma activa, con “Los Excitantes de Monterola”, del bloque 1 de La Silsa, pero el detalle de ese ensayo que tuve en Marín en el año 68 influyó muchísimo en mi espíritu sobretodo, en mi pensamiento y eso me demuestra con el tiempo que sí tuvo algo que ver, que sí hubo influencia de ese pueblito, de Marín en mí, en mi carrera musical y en la inclinación por la música como carrera. Y acá estamos en la batalla.
Continua
*Lil Rodríguez: Periodista, UCV, escritora venezolana (libro Benny Moré)
Fuente: TeleSUR.
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