Raphaela Ribeiro*

Cláudia Raphael – Entrevistada
Para Cláudia Raphael, vicepresidenta de la Central Única de las Favelas, «el lugar de la lucha es ya el lugar cotidiano de la mujer de la favela. ¿Qué haces cuando ves que tu hijo pasa hambre?».
Hace más de un año, cuando se registraron los primeros casos de covid-19 en Brasil, los moradores de las periferias y favelas del país ya estaban preocupados por la pandemia. En aquel momento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya recomendaba medidas de prevención como la higiene de las manos y el distanciamiento social, pero la realidad en las favelas era otra. Prevenir una enfermedad contagiosa en territorios donde muchas personas no tienen acceso a agua corriente o alcohol en gel, parecía imposible, así como cumplir con la cuarentena ya que el sector del comercio y los servicios es lo que más emplea a los moradores de estos territorios.
En la actualidad, unos 13,6 millones viven en favelas barrios periféricos, según una encuesta realizada por el Instituto Locomotiva. Y entre los más afectados por la pandemia en estos lugares están las mujeres, que encabezan casi la mitad de los hogares brasileños. Según la encuesta, más de 5,2 millones de los moradores de las favelas y periferias son madres, y más del 92% de estas mujeres revelaron que tenían o tendrán dificultades para comprar artículos básicos de supervivencia y asegurar el sustento y la alimentación de sus familias.
En respuesta a esta dura realidad, muchas mujeres han tomado la delantera en la lucha contra el covid-19. Es el caso del proyecto «Mães de Favela», creado en abril de 2020 por la Central Única das Favelas (CUFA), una organización sin fines de lucro que actúa en las favelas de todo Brasil. El proyecto identificó e inscribió a las mujeres que eran cabeza de familia en 5.000 favelas de todos los estados de la federación, que recibieron cestas de alimentos y 120 reales (30 dólares aproximadamente: ndt)) al mes. Hasta ahora, más de 1,4 millones de familias se han beneficiado del programa, según los datos de la CUFA.
Cláudia Raphael, vicepresidenta nacional de la CUFA, explicó que las mujeres no tenían elección, pero debían estar en primera línea de la lucha contra la pandemia: «¿Qué haces cuando ves que tu hijo pasa hambre? No hay opción. Este lugar de la mujer en la favela siempre ha sido suyo, este lugar de liderazgo, de cuidado de la familia, siempre ha sido de la mujer», dice.
En la entrevista, cuenta cómo las mujeres se han mantenido en las favelas durante la pandemia y la importancia de mirar a estos territorios que, un año después, sienten cada día más los impactos del virus. «Cuando una mujer pierde su trabajo y sus ingresos, eso desestabiliza a toda la familia», explica.
-Desde el comienzo de la pandemia, el número de infecciones y muertes por covíd ha sido mayor en las periferias y favelas de Brasil. ¿Qué hizo que el virus se extendiera tanto en las favelas?
La pandemia sacó a la luz toda la precariedad del sistema sanitario y urbano de las favelas. La favela nació de la necesidad de suplir la falta de vivienda y creció desordenadamente. Entonces, cuando tenemos un virus que entra por la ropa, el aire, la respiración, el tacto, la saliva, dentro de un lugar que no tiene aire, ni circulación, ni luz, el riesgo de contaminación es mucho mayor. A esto hay que añadir la densidad demográfica, a veces en la favela hay nueve personas en una habitación, una familia entera en una habitación. Esto es muy injusto, no hay aislamiento social en la favela. Por eso las personan no se aíslan y se quedan en la calle, por necesidad de supervivencia.

En la favela no existe esta posibilidad de una habitación para cada uno, «vamos a alternar entre el uso de la cocina y el baño», a veces la gente ni siquiera tiene baños. La precariedad, la desigualdad, era muy evidente. La fractura, que es muy antigua, estaba muy expuesta.
-Dentro de esta población, las más afectadas por la pandemia son las mujeres que sufren el desempleo. De las comunidades surgieron varias acciones para que las propias comunidades las mitigaran, como las Mães de Favela de la CUFA. ¿Puede explicarnos un poco de cómo empezó el proyecto?
Cuando el coronavirus llegó a Brasil y hubo indicaciones de cerrar el comercio, que el cierre que tanto vimos en el extranjero estaba llegando aquí, la primera percepción que tuvimos fue que la gente estaba perdiendo su trabajo. Nos dimos cuenta muy pronto porque en la favela muchas personas viven de ingresos informales, de emprendimientos informales, de venta de fiambreras, de comida, el comercio ambulante es muy vibrante, de prestación de servicios de mantenimiento y limpieza, de seguridad… La gran masa de proveedores de servicios en Brasil vive en las favelas, en las barriadas y en las periferias y están allí en la llamada base de la pirámide.
¿Y cómo podemos ayudar a todos al mismo tiempo? Teníamos que tener un sesgo. A partir de los datos de la investigación de Data Favela «A nova favela brasileira», vimos datos como que casi el 50% de las mujeres de las favelas son cabezas de familia. Este es un dato muy importante porque cuando esta mujer pierde su trabajo y sus ingresos, esto desestabiliza a toda la familia. Y estamos hablando de sus propios hijos, de los hijos de personas de su familia que no pueden permitirse criar a estos niños y se hacen cargo de ellos. Las madres de la favela también se convierten en madres de sus padres que ya no pueden trabajar. Y todo esto con unos ingresos reducidos y mucho debido a la baja educación. Alrededor del 21% de las madres de las favelas de Brasil fueron madres antes de los 20 años, jóvenes que por tener hijos a temprana edad ni siquiera terminaron la escuela secundaria. Estamos hablando de baja escolaridad y esto se refleja en la empleabilidad.
Cuando nos dimos cuenta de que teníamos un nicho y que si actuábamos en él solucionaríamos la vida de muchas personas, dirigimos nuestros esfuerzos a apoyar a las madres de las favelas de Brasil. Así nació el proyecto «Madres de la Favela». Así pues, nuestra primera acción fue identificar cómo podíamos alcanzar un objetivo que repercutiera más allá de sí mismo. Y a partir de ahí fue una estrategia muy orgánica, llamando la atención sobre la necesidad de mirar a las favelas en Brasil. Y entonces comenzó la búsqueda de recursos para estas madres.
-Y tras un año de pandemia, ¿cómo está la situación?
Acabamos de lanzar «Madres de la Favela 2» porque ahora estamos sintiendo mucho más los efectos sociales y económicos de la pandemia. La gente está más desempleada que hace un año. El desempleo ha aumentado de forma galopante y aquí seguimos esforzándonos por buscar tanto donaciones físicas como recursos que podamos compartir con estas madres a través de medios de pago digitales. Esto, por ejemplo, es lo que permitió apoyar a las madres de las comunidades ribereñas de la región norte. Es muy difícil llegar en una canoa con toneladas de comida. A través de los medios digitales podemos ir más allá.
Pero nos damos cuenta de que la gente de las favelas está perdiendo realmente su último hilo de esperanza. Aquí, en Paraisópolis, me cuesta mucho trabajo lidiar con esto, porque el número de donaciones ha disminuido considerablemente y no recibimos cestas desde enero, pero la gente sigue llamando a nuestra puerta diariamente y cada vez con historias más conmovedoras, demostrando cada vez más la necesidad de ser apoyados para no pasar hambre. Al principio de la pandemia, estábamos muy preocupados por el material higiénico. Y la gente sigue necesitando cloro, jabón, pero hoy necesita aún más arroz y frijoles.
Por ello, mantenemos nuestros esfuerzos y abrimos nuevos frentes de difusión y colaboración, para seguir ayudando a las madres de la favela y a todo el ecosistema que mantienen.
-¿Qué llevó a estas mujeres y madres a asumir este papel, a ponerse en este lugar de lucha y combate?
Creo que este es ya el lugar cotidiano de las mujeres de la favela. De hecho, la pandemia, para la favela, no trajo muchas novedades. La favela ya lidia con la posibilidad de la muerte a diario, ya sea la muerte por hambre o por la depresión de una madre que no consigue trabajo y no puede mantener a su familia. Esta desesperanza no ha hecho más que aumentar con las cifras causadas por el covid. Entonces, que la mujer sea líder, que sea fuerte, que no se rinda ante las dificultades, eso ya es normal.
Pero, creo que todo se potenció con la pandemia porque los niños también estaban más expuestos. Los niños que son atendidos por las guarderías, que son alimentados por el sistema de educación pública, se quedaron sin la referencia del espacio físico donde son educados y donde también son atendidos. Es el momento en que este niño no está en la calle, mientras la madre está trabajando, por ejemplo. Las madres tenían que lidiar con la falta de trabajo, con los niños en casa o en la calle porque la madre no podía dejar de trabajar y la escuela ya no estaba disponible para actuar también en la custodia de este niño.
Por lo tanto, no hay opción. ¿Qué haces cuando ves que tu hijo pasa hambre? No hay opción. O te deprimes y tiras la toalla – y nosotros, por desgracia, hemos visto muchas cifras relacionadas con la depresión y el suicidio porque la gente está en el pico de presión con la pandemia. Este lugar de la mujer de la favela siempre ha sido suyo, este lugar de liderazgo, de cuidado de la familia, siempre ha sido un lugar de mujer.
-¿Y cómo ha sido esta organización de mujeres? ¿Existía alguna iniciativa como la de Mães de Favela antes de la pandemia o se ha reforzado esta red con la pandemia?
Lo que siempre ha existido es una red aquí en la Central de Favelas de agendas positivas para las mujeres. Tenemos dentro de la CUFA el núcleo «María, María», donde cada estado construye el «María, María» de manera diferente. El frente femenino de la CUFA siempre ha existido, pero por el lado de dar visibilidad a las mujeres protagonistas de la CUFA. Lo que ocurrió ahora fue una movilización centrada en la asistencia a las mujeres, un apoyo de emergencia.
Siempre nos hemos centrado en las mujeres, preocupadas por formarlas y capacitarlas en profesiones que puedan generar ingresos, como estamos haciendo aquí en Paraisópolis en la Praça da Cidadania. La plaza es un espacio público del gobierno del estado y allí tenemos actividades que capacitan a las mujeres en cursos como bocadillos salados, peluquería, maquillaje, corte y confección. Son cursos rápidos para que las mujeres puedan generar ingresos rápidamente. Y la CUFA viene con esta formación empresarial para estas mujeres, para que además de hacer pan, sepan cómo vender el pan, para que conozcan las normas sanitarias para producir y vender pan, por ejemplo.
Hoy, debido a la pandemia, hemos tenido que cambiar nuestra agenda por una agenda asistencial. Y la movilización de estas mujeres, aquí en Paraisópolis al menos, fue una demanda espontánea. No tuvimos que ir a buscar a estas mujeres, ellas vinieron pidiendo ayuda y movilizándose. Y nuestra función era precisamente organizar los registros, recoger los datos de estas mujeres, entender las necesidades de cada familia. Con cada nueva donación, conocimos las necesidades de estas familias y orientamos lo que necesitaban. Y cada vez que recibimos nuevas demandas actualizamos este registro, no sólo en Paraisópolis, sino en las 5.000 favelas de todo Brasil en las que está CUFA.

-Otra cuestión muy preocupante en relación con la vida de las mujeres de las favelas fue la violencia doméstica durante la pandemia. En este sentido, ¿hay alguna articulación en los territorios? ¿Cómo actúa el poder público?
Al principio de la pandemia teníamos un número de teléfono ampliamente difundido, precisamente para ayudar a las mujeres víctimas de la violencia. Siempre tratamos de sensibilizar cuando tenemos la oportunidad de estar personalmente con las mujeres. No es fácil hablar de sus dificultades y menos aún hablar de ser víctima de la violencia, por miedo a las represalias.
Aquí, en Paraisópolis, empezamos a aprovechar los momentos en los que entregábamos cestas de alimentos básicos en el campo de Palmeirinha -que es un lugar espacioso y en el que podíamos desplazar a 2 mil personas al día sin aglomeraciones o mitigando la posibilidad de aglomeraciones- para hablar. Siempre utilizamos parte del tiempo de entrega para dar pequeñas charlas en las que se ofrece información y canales a través de los cuales las mujeres pueden pedir ayuda. Y siempre hay una demanda espontánea de mujeres que necesitan ayuda.
Acabamos desarrollando también esta capacidad de ser un poco trabajadores sociales en medio de esta pandemia. Recibimos muchos casos de violencia que acabamos tratando aquí de la mejor manera posible. Como los que trabajan en la CUFA viven aquí en el territorio, siempre hay alguien que acaba conociendo a alguien que levantará esta información para saber si esta mujer necesita más ayuda. Con esta red de apoyo local, pudimos identificar algunos casos de mujeres que sí necesitan ayuda y les mostramos el camino para acudir a las autoridades y presentar una denuncia policial contra su agresor. Y si fuera posible, en los casos en que estas mujeres pudieran vivir lejos de ellos, podrían solicitar mandatos judiciales para mantener a los agresores a distancia.
Pero en la práctica, sabemos que esto es muy poco porque acaba convirtiéndose en un simple papel. No tienen ningún apoyo real del gobierno. Ella, al sentirse atacada, no tiene a dónde huir. Pero intentamos, en la medida de lo posible, identificar los casos con esta red de apoyo local. Pero son casos en los que las mujeres acaban sintiendo vergüenza, cuando en realidad no tienen que sentirla, porque son víctimas. O bien, se sienten cohibidos para no hablar. Aquí en Paraisópolis, por ejemplo, no tenemos un departamento de asistencia social para recibir estas demandas y dar soluciones. Así que en la CUFA acabamos recibiendo esta demanda y la transmitimos en cierta medida. La violencia contra las mujeres sigue siendo muy velada dentro de la favela.
-En esta época de pandemia, las mujeres también se enfrentan a una doble e incluso triple jornada laboral. Esto se agrava aún más por los niños que están en casa y la presión para mantener los hogares en funcionamiento. ¿Cómo ha sido eso? ¿Han recibido ayuda estas madres?Cláudia Raphael, vicepresidenta nacional de la CUFA
Hay algunas iniciativas en este sentido que han ayudado. Hay ayuda financiera del propio municipio. Hice el seguimiento como madre porque mi hijo está en edad preescolar y tenía derecho a la tarjeta alimentaria. En su caso fue un beneficio de R$ 101 (20 dólares: ndt) – que incluso me sorprendió porque se redujo de nuevo a finales de febrero, creo que porque no va a la guardería. Pero me di cuenta de que muchas madres aquí se quejaban de la cantidad de 55 reales. Este subsidio de comida ha marcado la diferencia, sobre todo cuando se añade al Bolsa Familia, porque la cantidad se vuelve más relevante. Pero, por sí solo, hay madres que se quejan de la cantidad.

En cuanto a la educación, los profesores de las guarderías de Paraisópolis han tenido que reinventarse y empezar a ofrecer actividades para que los padres hagan con sus hijos en casa. Esto ha sido muy útil.
Y hay algunos programas digitales, como el de Alicerce (Cimiento) que también han trabajado en la educación de los niños y en la provisión de contenidos. Pero aquí nos encontramos con el problema de la conectividad. ¿Cómo van a conectarse los niños si sus madres no tienen acceso a Internet? Una de las formas que encontramos aquí en la CUFA para llenar este vacío de conectividad fue el chip de las Madres de la Favela. Entregamos millones de fichas en todo Brasil para ayudar a estas madres a conectarse y conectar a sus hijos con los medios de educación.
-El auxilio de emergencia fue una gran ayuda para estas madres, sobre todo porque al principio de la pandemia recibieron el doble, 1.200 reales. ¿Cuál es el impacto de la falta de auxilio?
La renta mínima es necesaria para garantizar un mínimo de dignidad; sin ella, más personas pasarán hambre. La gente está realmente desesperada cuando proyecta posibles escenarios para el futuro próximo. Tenemos un déficit de 14 millones de puestos de trabajo en Brasil y la tendencia es sólo a aumentar, cada vez que necesitamos cerrar la economía. Cerramos la economía y la gente no se muere de covid en las calles, pero corre el riesgo en 2021 de morir de hambre.
-En su opinión, ¿el gobierno falló en atender a la población?
Las respuestas del gobierno han sido muy tardías y muchas de ellas siguen siendo insuficientes para lo que necesita la favela. Por ejemplo, el auxilio de emergencia, que es cada vez más escaso. Realmente necesitamos dar espacio y voz a los movimientos sociales y a los líderes de las favelas de Brasil que siempre han respondido a las demandas de las favelas con pertinencia y conocimiento. Identificando rápidamente estas demandas y aportando respuestas muy rápidas y eficaces. El gobierno tiene que escuchar cada vez más al tercer sector, las favelas, que han tenido respuestas más rápidas y eficaces.
Traducción de Correspondencia de Prensa
*Raphaela Ribeiro: Periodista graduada por la Escuela de Periodismo Énois, tuvo reportajes publicados en Folha de S. Paulo, HuffPost Brasil, The Intercept Brasil
Fuentes: Agência Pública y Correspondencia de Prensa

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