
José Doménico*
Muchos jóvenes trabajadores/as, estudiantes, campesinos y pobladores de nuestros barrios y campos, que han luchado durante estas dos últimas décadas, pueden no saberlo, pero esta historia empezó en el año 1989. El ímpetu revolucionario que nos ha traído hasta hoy –con avances y retrocesos- se inició con un estallido popular el 27 de Febrero (27F) de ese año.
En ese evento, que periodísticamente se ha llamado el “Caracazo”, las masas venezolanas saltaron de una relativa pasividad a la acción masiva más resuelta y contundente, encendiendo los motores de la Revolución en Venezuela.
Lo ocurrido esos días impactó e impacta aún el devenir de nuestro pueblo. Los ecos del 27F están presentes hoy. Un ejemplo es el temor recurrente del gobierno de Maduro a aumentar el precio de la gasolina temiendo un nuevo Caracazo (hasta que se decidieron, no sólo a aumentarla sino a dolarizarla). Por su parte, la oposición más reaccionaria buscó descaradamente, con el acaparamiento del 2014-15, desatar saqueos como los de aquellas jornadas para justificar su anhelada intervención militar imperialista.
Pero de estos ecos deformados no queremos hablar hoy. Los que nos importan, son aquellos que nos dan luces para avanzar en el camino revolucionario, para reanimar y profundizar el proceso revolucionario en la Venezuela de hoy.
Las primeras movilizaciones del 27F iniciaron, sin haber salido el sol, con un reclamo espontáneo de los usuarios del transporte en Guarenas (ciudad satélite de Caracas). Trabajadores y estudiantes que cotidianamente debían viajar a Caracas, exigían que no se excedieran los aumentos de pasajes autorizados por el Gobierno.
Esa mañana, en el centro de Caracas; se efectuaba una acción propagandística de decenas de estudiantes universitarios en el Nuevo Circo (para la época, principal terminal terrestre del país) denunciando el paquete de medidas fondomonetarista del gobierno -que iniciaba con el aumento de la gasolina-, y exigiendo respeto al pasaje estudiantil. El pasaje preferencial estudiantil, era una conquista de duras luchas de los años anteriores.
Al final de la tarde, las masas ocupaban y controlaban las avenidas y calles principales de Caracas, Guarenas y Los Teques, habiendo desbordado y derrotado la represión policial. En varias otras ciudades del país habían ocurrido masivas manifestaciones que culminaron en importantes escaramuzas entre estudiantes y pobladores contra fuerzas policiales.
La conciencia de las masas de su propia fuerza desató una ola de saqueos masivos. Lo que se descalificó muchas veces como “vandalismo” fue una ordenada expropiación de los especuladores y acaparadores que habían azotado el bolsillo y dejado vacías las mesas de las familias trabajadoras sin clemencia, esas últimas semanas.
Primero, fueron los manifestantes de todo el día junto a los trabajadores que habían quedado en las calles de la capital por la falta de transporte. Más tarde, las comunidades de los barrios bajaron masivamente. Prácticamente no existió barriada de Caracas, incluyendo las de clase media baja que no participara masivamente en ese acto de justicia y venganza; que se extendió con menor intensidad a las ciudades importantes del país.
El gobierno burgués quedó política y policialmente paralizado mientras una insurrección popular tomó la capital y extendió su influencia al resto del país.
Fue una insurrección popular, masiva, generalizada y espontánea, sin objetivos políticos claros, sin dirección, ni organización, que tomó el control de la ciudad y desarticuló el gobierno, paralizando su funcionamiento y neutralizando buena parte de las fuerzas represivas.
Fue detonada por el odio al acaparamiento, el rechazo al aumento del pasaje y la frustración por el descarado incumplimiento de las promesas electorales, del gobierno que apenas llevaba 25 días de gestión.
La insurrección enfrentaba los primeros efectos del Plan Económico impuesto por el FMI y el gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP). Fue el primer estallido social contra un gobierno electo en las urnas. Fue un levantamiento contra los planes y las instituciones del régimen burgués; por tanto, fue una acción objetivamente anticapitalista. Fue uno de los primeros estallidos sociales contra los planes neoliberales, que se implantaban a diestra y siniestra en todo el planeta. Su carácter precursor marcó muchas pautas y hubo de cargar con el aislamiento internacional, heredado en alguna medida al proceso de Revolución Bolivariana.
Pero esta insurrección no logró avanzar a la toma, del poder por organizaciones obreras y populares; ni siquiera se planteó el problema del poder político. Esto permitió a la burguesía recomponerse y desatar la más brutal represión. Con la policía y la GN desbordadas por la fuerza y masividad de la insurrección, el gobierno apeló al Ejército. No bastando los contingentes acantonados en Caracas trajeron al menos una decena de miles de soldados más del interior.
A sangre y fuego, con métodos de guerra civil despiadada, desalojaron autopistas y avenidas, barrieron a fuego de metralla, invadieron y allanaron cerros y bloques de los cuatro costados de la capital y tomaron por asalto los barrios, hasta donde la heroica resistencia popular les permitió avanzar.
Todo el país fue férreamente militarizado y fuertemente reprimido. Se suspendieron todas las libertades democráticas conquistadas en el 23 de Enero del ´58. Costó más de una semana controlar las avenidas de Caracas y varios días más reducir la insurrección, con un costo de más de dos mil asesinados y una violación masiva y flagrante de los derechos humanos. Las tropas venezolanas pisoteaban los preceptos dados por Bolívar a su ejército de libertadores 180 años antes: “Maldito sea el soldado que dispare contra su pueblo; quien lo hiciere no tendrá patria ni bandera”-
La actuación brutal de las FAN aplaudida por la burguesía y sus partidos e instituciones; protegida por la Iglesia, la OEA y la ONU; y criticada con tibieza por la izquierda parlamentaria, buscaba aterrorizar al pueblo alzado para que nunca más se atreviera a levantar contra sus explotadores.
La burguesía sabía –lo sabe hoy día- que había razones históricas para nuevos levantamientos. Aunque los detonantes de la insurrección fueron el aumento de gasolina, el aumento del pasaje, el acaparamiento y aumento especulativo de los precios; la insurrección respondió a causas profundas y estructurales de la sociedad venezolana.

La burguesía había logrado tres décadas de estabilidad, tras la insurrección popular que derrocó la dictadura de Pérez Jiménez en 1958. Aprovechó las ilusiones de las masas en las libertades democráticas, otorgando algunas conquistas (Reforma Agraria, Educación); y estructurando un aparato represivo cruel y sistemático –muy similar a la dictadura recién finalizada- que desmotivó las protestas populares.
La tímida nacionalización de las principales riquezas (petróleo e hierro), una industrialización precaria dependiente de la renta petrolera y un aparato estatal en crecimiento, proporcionaron empleos y justificaron una rápida urbanización de la población; que percibió que estaba en un camino directo al bienestar durable.
A finales de los ´70 comienza a desnudarse la realidad de una estructura económica, rentista, subordinada a los intereses y negocios del imperialismo yanqui que enriquecía sus bancos y movilizaba sus industrias con nuestro petróleo. Con una burguesía criolla malversadora, entregada a los yanquis a cambio de parasitar una fracción de esa renta. Una economía nacional muy poco desarrollada altamente dependiente del extranjero desde tecnología hasta alimentos de consumo masivo. Mientras el país se endeudaba enormemente, la burguesía despilfarra y fuga del país decenas de miles de millones de dólares.
A inicios delos ´80 una devaluación rompe la fortaleza del bolívar y las importaciones se encarecen en un país que produce muy poco de lo que consume. La avaricia burguesa no mengua y toman la batuta de la economía inflación, especulación, desempleo, corrupción administrativa y otros males que carcomen los salarios y la calidad de vida de las grandes mayorías.
En Diciembre de 1988 las masas eligen por mayoría aplastante a CAP como presidente con amplias esperanzas puestas en sus promesas de bienestar para las mayorías. La brusca frustración de esas esperanzas con la aplicación del plan fondomonetarista desató la ira popular.
Aunque las masas en su espontaneidad no se plantearon un objetivo claro para su insurrección, esta tuvo serias consecuencias.
- La masas descubrieron la contundencia de sus propias fuerzas, cuando hay una acción colectiva, masiva y autorganizada; abriendo toda una etapa de movilizaciones de masas, en el país.
- El régimen puntofijista surgido del ´58, entró en profunda crisis ante el descrédito y el rechazo mayoritario. Se manchó con la sangre de los manifestantes que se oponían a un plan económico impuesto e inconsulto.
- El férreo aparato represivo policial y militar, entró en profunda crisis tras hacerse cargo de una masacre inclemente contra el pueblo humilde.
Estas consecuencias se conforman en el punto de partida del proceso de luchas y de cambios que llamamos Revolución Bolivariana
Restablecida la calma, la aplicación tenaz del nuevo modelo económico siguió su curso. El espíritu rebelde del 27F se expresó durante esos años en paros, tomas, manifestaciones, paros cívicos, huelgas regionales y una huelga general.
La crisis del régimen también se expresó, de varias maneras. La más relevante fue la sublevación militar de la oficialidad media tres años más tarde. Las mismas FAN que habían masacrado al pueblo en 1989 irrumpían con un golpe de Estado en que buscaban su reivindicación contra el régimen explotador y opresor que los utilizó contra su propio pueblo.
Al ser derrotados militarmente por el gobierno, se entregó el líder, asumiendo la responsabilidad por el movimiento, anunciando su derrota momentánea y dando esperanzas de nuevos acciones para cambiar la realidad del país. He allí, el histórico “Por Ahora”. La crisis política del Estado burgués se avivó, y ese líder, Hugo Chávez, ganó ese 4 de febrero (4F) una influencia de masas que lo acompañó hasta su muerte 21 años más tarde.
«En esta encrucijada, a 32 años de la insurrección, surge la interrogante… ¿pervive el ímpetu revolucionario del “Caracazo”… o se están agotando las fuerzas motrices de la Revolución Bolivariana?«
El desgaste del régimen, enfrentado con las masas por la insistencia en aplicar las medidas del FMI, siguió creciendo y terminó llevando, mediante los votos, al líder del 4F a la Presidencia de la Republica en 1999 con la consigna democrática de una Asamblea Constituyente para refundar la República.
La esperanza en el nuevo gobierno y la nueva Constitución –bastante más democrática, pero aún burguesa-, aprobada en elecciones universales, apaciguó los ánimos populares con expectativas de mejoras.
La aprobación de 49 leyes, en general progresivas, que aplicaban pautas de la nueva Constitución y –especialmente- la intención de nombrar una Junta Directiva en la estatal PDVSA, gobernada desde siempre por hombres provenientes y leales a las petroleras imperialistas que poseyeron la industria venezolana por décadas, movilizó a la burguesía y al imperialismo, que logró un apoyo de masas pequeñoburguesas, fraguando un golpe de Estado triunfante el 11 de Abril de 2002.
El gobierno golpista se enfrentó de inmediato con el espíritu revolucionario y las lecciones aprendidas por el pueblo trabajador en 1989. Una colosal insurrección espontánea sacudió esta vez todo el país. Esta insurrección fue mucho más allá en organización, en objetivos y en acción, que el Caracazo: Toma de las principales vías de comunicación, de los principales cuarteles militares, de las empresas de comunicación social –a varias de las cuales se les obligó a transmitir bajo control democrático de las masas revolucionarias- y toma del Palacio de Gobierno. Esta vez se logró la abierta participación de tropas a favor de la insurrección.
En sólo 47 horas, se lograron los objetivos, claramente expresados por millares, de derrocar el gobierno dictatorial de Carmona y restituir a Chávez. Una contundente revolución democrática triunfaba. Las fuerzas motrices surgidas el 27F mostraban su vigor y su maduración. Las masas aprendían y se superaban a sí mismas, logrando mayores avances.

Los llamados a desmovilización -“vuelvan a sus casas”– hechos por el propio Chávez; los perdones “a manos llenas”, y la impunidad a los golpistas, por haber confiado a los mecanismos del Estado burgués sus juicios, permitió rápidamente rearmar la contraofensiva burguesa.
El 02 de diciembre iniciaban un Paro Petrolero que se llevó en pocos días a Paro Patronal indefinido, hasta derrocar el gobierno electo de Chávez. Aspiraban arrastrar también a los trabajadores a través de la traidora y golpista CTV.
La burguesía trató de desesperar y desmoralizar al pueblo con escasez de alimentos, gasolina, gas doméstico y muchos bienes y servicios más. Con saña y desparpajo usó su dominio sobre el aparato económico nacional, para someter al país entero.
El espíritu rebelde del 27F, renovado y fortalecido con el triunfo del 13 A se manifestó de nuevo contundente. La movilización independiente del pueblo surge de nuevo y marca la pauta bajo la consigna espontánea: “¡Chávez aguanta que el pueblo se levanta!”
Al tiempo que se tomaban los portones de las instalaciones petroleras, de distribución de combustibles, y de empresas con alimentos acaparados; los trabajadores asumían rol protagónico y reactivaban la producción y distribución, enfrentando no sólo la paralización sino el descarado sabotaje realizado por los propietarios privados y los directivos, las líneas gerenciales y muchos altos empleados de las Empresas del Estado.
Los cacerolazos que protagonizaba la burguesía y alta clase media contra el gobierno, aupando el Paro-Sabotaje fueron fulminados por cacerolazos masivos y contundentes en prácticamente la totalidad de barriadas y sectores populares de ciudades y pueblos de todo el país. Hasta en sectores de clase media baja se escucharon los cacerolazos a favor de la Revolución.
Tras dos meses de lucha el Paro-Sabotaje era contundentemente derrotado. El espíritu insurreccional del 27F se expresó esta vez de manera menos explosiva, pero más amplia, prolongada y profunda. Si el 27F hubo una huelga general de facto por varios días en el país y sobre todo en Caracas. Si el 11 al 13 de abril los trabajadores no respaldaron el Paro Patronal, Esta vez la confrontación se definió en la pelea por el control de la producción y la distribución.
El Paro-Sabotaje fue derrotado, palmo a palmo, con el predominio y liderazgo de los trabajadores y el respaldo, movilizado y masivo de los sectores populares, enfrentando a la burguesía, mediante acciones de control directo en la producción y distribución de las industrias y servicios más estratégicos. Las fuerzas motrices que hicieron erupción el 27F se radicalizaban. Venezuela vivió los preludios de un Gobierno Obrero y Popular que apuntaría a la posibilidad real de superar los marcos del Capitalismo.
Tal posibilidad histórica no cristalizó, pues no existía entonces una dirección revolucionaria orgánica. Por más que muchos honestos cuadros, algunos con décadas de experiencia y tradición en el marxismo revolucionario, fueron protagonistas de primer orden en estas luchas, y muchos nuevos líderes de inspiración revolucionaria surgieron al calor de los acontecimientos, su accionar no fue decisivo para marcar el rumbo, pues nunca lo hicieron desde una organización revolucionaria cohesionada, que no existía, sino disueltos en la gran marea movilizada.
Chávez y su inmediato entorno quedaron como la única dirección nacional del proceso, con una política que reivindicó las acciones de movilización de las masas, pero que rápidamente se esforzó en reconstituir el orden en la producción. Nos referimos, sin duda, al orden burgués en la producción. No estaban entonces dispuestos a traspasar los límites de las relaciones sociales de producción capitalistas.
Aun así, este triunfo logró mejoras y avances importantes. La movilización obrera y popular, y sus resultados democráticos y soberanistas, dieron bríos nuevos al proceso de cambios que ahora contaba con una revolución triunfante contra la efímera dictadura de Carmona, ratificada con la contundente derrota de la revancha buscada por la burguesía con el Paro-Sabotaje.
Buena parte de la renta petrolera se colocó al servicio de las necesidades sociales más urgentes a través de las Misiones Sociales, logrando relevantes avances en Salud y Educación. Se incrementó decisivamente la participación del Estado en Empresas privatizadas y se nacionalizó algunas de ellas como la telefónica CANTV, ampliando significativamente la cobertura de ese y otros servicios públicos. Se realizaron recurrentes y progresivos aumentos salariales. Se realizó demarcación de tierras indígenas ancestrales. Se otorgó propiedad de tierras agrícolas a campesinos,
Se expropiaron algunas industrias que habían sido abandonadas por sus dueños durante el paro, varias de ellas tomadas por los trabajadores. Se construyeron casi 2000 medianas industrias estatales, de agroindustria e industria ligera, tratando de romper el control monopólico demostrado por la burguesía y usado durante el Paro-Sabotaje. Los trabajadores derrumbaron la corrupta y patronal CTV y construyeron una nueva y poderosa central obrera clasista, UNETE.

La misma ausencia de una dirección revolucionaria cohesionada y orgánica, facilitó que maniobras burocráticas -aupadas por la férrea oposición de la burguesía a una central obrera independiente- terminaran dividiéndola en varios pedazos; formándose luego la actual CSBT, que es un aparato patronal y burocrático, servil a las líneas del gobierno, cada vez más alejada de los intereses y las necesidades de las masas trabajadoras.
La burguesía aprendió sus propias lecciones del “Caracazo”. Toda movilización independiente de la clase obrera, de los campesinos o indígenas, fue combatida en todos los terrenos usando desde argucias legales, campañas mediáticas, corrupción de dirigentes, represión policial y militar, hasta el sicariato que ha cobrado la vida de más de 300 líderes campesinos e indígenas y de decenas de líderes sindicales.
Estas arremetidas contaron con la actuación y colaboración directa de segmentos del aparato de Estado o al menos con su negligencia; demostrando que mientras no esté bajo el control directo y democrático de los trabajadores organizados y movilizados, el Estado estará al servicio de los intereses de la burguesía, aunque ella no ocupe –a causa de los triunfos populares- los puestos de gobierno.
Incluso desde el Estado y desde la alta dirección del PSUV se restringió la movilización independiente de las masas y las ansias de mayores avances en momentos claves, como la insurrección triunfante del 13A, los intentos de cogestión obrera en la industria petrolera, en la industria eléctrica y en las empresas básicas de Guayana.
A pesar de ello, la organización obrera, campesina y popular creció y se diversificó en un riquísimo proceso que terminó confluyendo en la propuesta de Chávez de las Comunas como organización popular territorial y en el Estado Comunal como propuesta de superación, esta vez sí, del Estado burgués.
A la muerte de Chávez, en 2013, la propuesta comunal había avanzado muy poco y perdió impulso. El poderío económico de la burguesía estaba aún intacto. Junto con movilizaciones violentas de calle, acaparamiento y especulación fueron usadas de nuevo como arma contra la Revolución en 2013, 14 y 15.
Se formó y extendió un fuerte mercado negro (bachaqueo) que multiplicó los precios reales de adquisición de productos. La burguesía aprovechaba que el gobierno intentaba enfrentar la especulación, pero no se apoyaba en la movilización de masas; desechaba las fuerzas motrices de la Revolución Bolivariana.
La burguesía hábilmente convenció a muchos trabajadores de empresas de alimentos y otros productos de consumo directo de servir de revendedores de mercado negro, enfrentándolos contra su propia clase. Propició y logró, mediante la corrupción, colocar una gran proporción de funcionarios policiales y militares al servicio de los especuladores, llegando algunos a integrarse directamente a las cadenas de mercado negro. El bachaqueo sembró una división dentro de las clases trabajadoras y desgarró la alianza de las tropas con la insurgencia popular. La burguesía fisuraba la unidad obrero-popular y ganaba puntos en la recuperación de su aparato represivo.
De allí en adelante, el menú de acciones contrarrevolucionarias se amplió e intensificó, con participación más directa del imperialismo: Bloqueo económico y financiero, hiperinflación, acciones violentas de calle, un Gobierno paralelo marioneta yanqui, ataques diplomáticos, amenazas de intervención militar, atentados, intento de Golpe de Estado, incursiones mercenarias…

El imperialismo aprovecha nuestra dependencia tecnológica y financiera, casi intacta, a pesar de las iniciativas de Chávez, esclavizándonos con el dólar. La burguesía criolla conserva todo su aparataje económico y financiero y lo usa de nuevo contra la irreverencia popular. La revolución recula. Las conquistas alcanzadas en las luchas se van erosionando velozmente.
Aunque se defiende como “gato panza arriba” en lo político y diplomático; los ataques desbaratan la economía nacional y pauperizan las condiciones de vida de las familias trabajadoras, campesinas y populares. Los servicios públicos y otras funciones del Estado se paralizan afectando más la calidad de vida de las mayorías, mientras la corrupción se extiende.
En esta encrucijada, a 32 años de la insurrección, surge la interrogante… ¿pervive el ímpetu revolucionario del “Caracazo”… o se están agotando las fuerzas motrices de la Revolución Bolivariana?
Estamos convencidos que hoy las fuerzas motrices de la Revolución Bolivariana surgidas en la Insurrección del 27F, desarrolladas y profundizadas en la Revolución democrática triunfante del 13A y radicalizadas en la derrota contundente contra el Paro-Sabotaje de 2002-03, están vivas y aún con posibilidades de inrrumpir; a pesar de todos los intentos de aplastarlas y frenarlas.
Las bases objetivas de la insurrección siguen presentes. Hoy es evidente que no haber avanzado decididamente a medidas socialistas, colocando la producción bajo control democrático de los trabajadores y atacando decididamente la supeditación financiera al imperialismo y el control monopólico de los alimentos, contribuye al desgaste de lo conquistado y favorecen a los enemigos del pueblo trabajador.
No basta con aumentar los salarios si la fijación de precios y la distribución de alimentos continúa en poder de la burguesía. No basta con estatizar empresas si se colocan bajo el mando de burócratas, civiles o militares, que las manejan como un botín personal, luciendo falsos “avances productivos” en los pases televisivos, e impidiendo la gestión obrera democrática. No basta con un gobierno independiente del Imperialismo, como el de Maduro, si va aplicar planes similares al FMI y lo único que ofrece como lucha es una combinación de CLAP y bonos insuficientes, mientras la burguesía se enriquece.
Las fuerzas motrices nos muestran su vigencia aún en medio de contradicciones en la subjetividad de las masas. Por un lado hay elementos de desmoralización, debido al retroceso de conquistas, la corrupción desbordada, la impunidad concedida a los conspiradores (incluyendo a Guaidó y López) mientras se criminaliza a luchadores obreros y populares, y al discurso del gobierno de capitulación a la burguesía y de ataque feroz a cualquier crítica desde las bases chavistas.
Como contraparte persiste la desconfianza en la burguesía y sus propuestas políticas, incluso si las encarna un mestizo de aire juvenil como el títere Guaidó. Es un aprendizaje. La burguesía ha estimulado el odio de clase y de raza para movilizar a la pequeña burguesía como fuerza de choque contra los gobiernos chavistas y contra la propia movilización obrera y popular. Tal discurso inició con los falsos rumores de que “saqueadores” asaltaban las urbanizaciones clase media durante la insurrección del 27F. Se repitió durante la insurrección triunfante del 13A, y otras veces. Lograron motorizar un agresivo movimiento fascistoide, pero también despertaron la desconfianza histórica de las bases obreras y populares, de la Venezuela plebeya, en los “godos”.
Se mantienen activos importantes reductos de organización popular en diversos consejos comunales, consejos campesinos, colectivos, algunos CPTT y Sindicatos clasistas. e incluso los CLAP. En ellos se nuclean decenas de miles de luchadores, que resisten al imperialismo y la burguesía y se hacen cada vez más críticos con la corrupción del Estado y las capitulaciones de la dirigencia del PSUV a la burguesía.
Hay, también, disposición de luchar; como demuestran las movilizaciones de voluntarios que impidieron el acceso de la falsa “ayuda humanitaria” por las fronteras en febrero de 2019; el aislamiento del intento de golpe en abril de 2019 y, sobre todo, la heroica e intensa movilización de pescadores, milicianos y comunidades de las costas de Aragua que cercó, capturó y derrotó la incursión mercenaria en mayo 2020.

Hoy las masas venezolanas tienen mucho más experiencia y conciencia de quienes son los enemigos de clase, por más que haya quienes traten de maquillarlos y edulcorarlos. Ahora, además, el mundo entero se pone de pie en una maravillosa rebelión anticolonial, antirracista y antineoliberal, por tanto, objetivamente anticapitalista. En las barricadas, asambleas y organizaciones populares de Chile, Ecuador, Perú, Argentina, Argelia, Francia, Indonesia, Líbano y del propio pueblo norteamericano se está fraguando la mejor solidaridad.
Lo que no avanza retrocede. La Revolución Bolivariana necesita avanzar. De la historia de estos 32 años debemos concluir la necesidad impostergable de construir una dirección revolucionaria consecuente, que nuclee a los miles de luchadores honestos y revolucionarios; que rescate y fortalezca las organizaciones independientes de los trabajadores, campesinos y comuneros; que rescate la propuesta de Estado Comunal, como vía para colocar el Estado bajo el control directo y democrático de los trabajadores y el pueblo organizados y movilizados. En definitiva que se apoye en esas fuerzas motrices surgidas el 27F para ampliar y profundizar la movilización y organización obrera, campesina y popular, para enfrentar la agresión imperialista, la especulación y explotación burguesas, para profundizar y consolidar la Revolución Bolivariana, como reivindicadora de los intereses y conquistas de las masas trabajadoras de Venezuela.
Desde LUCHAS estamos a la disposición para esos objetivos. Es nuestra razón de ser. El mejor tributo que podemos rendirle en este 32 aniversario a los más de dos mil compañeros luchadores que perdieron la vida combatiendo al lado nuestro tras la esperanza de una mejor vida para ellos y para todos; y a los casi mil que han muerto en decenas de luchas desde allí hasta hoy, es organizarnos, para que la experiencia colectiva nos sirva para enrumbar a Venezuela, a partir de la movilización autónoma e independiente de los trabajadores, campesinos y sectores populares hacia el rumbo definitivo y real de su liberación, hacia el Socialismo.

* José Domenico: exmilitante del PST, dirigente de LUCHAS y miembro del Consejo Editor de insisto resisto (ir), josedomenicorir@gmail.com
SPB: tali89@hotmail.com
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