
José Doménico*
En los últimos días se escuchan expectativas y críticas en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las colas de la gasolina y del gas doméstico, en abastos, bodegas, plazas y calles. Ansiedad en quienes no lo han recibido, regocijo para quienes ya lo recibieron (a un precio sustancialmente inferior al mercado), aún con cierta insatisfacción por la cantidad: Otro diciembre donde los perniles son protagonistas, no sólo de los platos navideños sino de la política y la comunicación de masas.
¿Por qué el debate de los perniles?
El consumo de carne de cerdo es una tradición en los hogares venezolanos de los últimos 4 siglos; sin embargo, nunca ha sido igual en todas las mesas. En la época de la Colonia, mientras en las mesas de los jerarcas españoles y los “grandes cacaos” se consumían exquisitos jamones y chorizos traídos de España y los mejores perniles; los blancos de orilla, artesanos, funcionarios y pardos libres comían cerdo fresco criado en nuestras tierras; y los esclavos, peones y sirvientes de casas, plantaciones y hatos se conformaban con cabeza, orejas, patas y piel de cochino.
No queremos desmerecer las delicias culinarias que pueden realizarse con cualquiera de las piezas de tan noble proveedor de carnes. Queremos remarcar que la tradición del marrano se instaló en nuestras mesas junto con las desigualdades sociales que han marcado nuestra historia. Ahora no es la excepción.
El gobierno de Maduro, frente al desabastecimiento y especulación desatado desde 2014, que fue vaciando la calidad y variedad de las mesas de las familias venezolanas, ofreció proveer la carne de cerdo (“el pernil”) tradicional para navidades a cada familia. Así empezó un largo y tortuoso camino de expectativas, detracciones, éxitos y fracasos. Esta vez no nos detendremos en las campañas fatalistas y calumniadoras de la oposición burguesa.
Está en la memoria nacional la promesa rotundamente incumplida del gobierno en 2017. Maduro entonces responsabilizó al mismo tiempo a Portugal (país proveedor) por no habilitar los barcos para transportarlos y a “otros países” por bloquear la cuentas bancarias con las que se les pagaría a los proveedores portugueses. Lo cierto es que los perniles no llegaron a las mayorías. La desigualdad remarcó su crueldad histórica y la decepción cundió en las bases populares.
Con mejor resultado, se distribuyó cerdo importado a final de 2018, representando un importante aunque puntual alivio a millones de familias; si bien fue enturbiado por denuncias de ventas clandestinas, desvíos de piezas, sobrecostos en dólares, etc.
El 2019 se agravaron las denuncias e insatisfacciones por las fallas en la distribución y por la cantidad de producto suministrado; mucho menor a lo recibido por muchos el año anterior. Fue noticia la rebelión de los trabajadores petroleros, en todo el país, que mostró gran indignación ante las expectativas incumplidas, aunque no consiguió solución a su aporte disminuido de carne de cerdo.

En este año 2020, las denuncias e insatisfacciones vuelven con fuerza a la escena. El ministro de Agricultura y Tierras, Castro Soteldo, responsable del pernil, en una arrogante demostración de lo alejado que está el gobierno de la realidad cotidiana del 80 o 90 % de las familias venezolanas, justificó las cantidades reducidas de carne de cerdo: “Nadie me va a decir que se come un pernil de 10 o 12 kilos en su casa”
¿Ignora acaso el Ministro del área Agroalimentaria la dramática escasez de proteína que existe en la mesa del venezolano común? ¿No sabe tampoco Castro Soteldo qué el prometido “complemento cárnico” del CLAP quedó en una fantasía demagógica, similar al Salario Mínimo anclado al Petro? ¿O acaso la gente merece comer carne solamente el día de Navidad?

Más allá de estas irrespetuosas declaraciones, entre satisfacciones e incomodidades, ciertamente a estas alturas, este fin de año no habrá más perniles de los que ahora hay. Ahora la pregunta es ¿Cómo hacer para que a partir del año que viene haya perniles suficientes? Más aún, con más profundidad: ¿Cómo hacer para que los 9 millones de familias venezolanas, que están “aguantando la pela” del bloqueo, puedan consumir carne de cerdo durante todo el año?
Veamos primero cuál es la realidad de fondo. El bloqueo, la hiperinflación y la dolarización golpean duramente la producción de proteína animal en el país. Salarios miserables golpean, del otro lado, la capacidad de consumo. Hacia allí tienen que ir las soluciones.
Desde el 2019 se dejó de importar perniles y se distribuyen piezas de carne de cerdo de producción nacional, evitando un despilfarro de divisas, con muchas tentaciones de corruptelas. Este es un avance, pero sin duda es insuficiente.
La producción porcina en Venezuela, hace décadas que está gobernada por muy pocas y grandes empresas que controlan los precios, la distribución y–de alguna manera- hasta lo que comemos la mayoría de los venezolanos.
En los últimos años un oligopolio de 4 empresas que manejan más del 80% de la producción e impone sus condiciones a productores pequeños y a todos los consumidores. Aprovechan bajísimos salarios, gasoil gratuito, electricidad a precio regulado, para bajar sus costos. Sin embargo, condenan a millones de familias venezolanas a consumir embutidos cada vez de peor calidad y mayor precio (mortadelas), mientras los mejores productos cárnicos van a la exportación y a los exclusivos bodegones “gourmet” de nuestras grandes ciudades.
Allí radica la peor afrenta de la demagogia de esos candidatos, que se atreven a llamarse chavistas, intentando comprar votos con mortadelas. Allí se demuestra, también, el absurdo de bautizar de “revolucionaria” y darle concesiones sin control social a esta burguesía explotadora y especuladora; que además han sido partícipes permanentes de los intentos conspiradores de estas dos décadas.
La más conocida de esas empresas pertenece a la corona danesa. Vale la pena preguntarle al presidente Maduro y al ministro Castro Soteldo: ¿los reyes de Dinamarca, también están considerados en su famosa “burguesía revolucionaria”?
La burguesía, llámenla como la llamen, no garantizará un suministro confiable y adecuada de carne de cerdo para los platos del pueblo; pues su interés se concentra en la maximización de sus ganancias -más dinero con menos inversión- nunca con la satisfacción de las necesidades alimentarias de la población.
La producción de carnes porcinas tiene ventajas naturales: su reproducción y crecimiento hasta tamaño de consumo se realiza en período relativamente corto (meses), es muy prolífica –una hembra bien manejada puede criar 24 cerditos al año-, es adaptable a casi cualquier condición de clima existente en el país; se adapta a una gran variedad de alimentos, a modalidades variadas de manejo e instalaciones y tiene una alta aprovechabilidad de todas sus partes (incluyendo piel) a nivel industrial, artesanal e incluso doméstico. Tiene también una amplia variedad de formas de preservación.
En las diversas Universidades nacionales reposan más de tres décadas de investigación exitosa en sistemas de alimentación con recursos nacionales, manejo de porcinos en potreros y otros elementos que serán muy útiles para eludir los efectos del bloqueo imperialista.
Estas ventajas las ha usado la burguesía, con apoyo irrestricto del Estado por los últimos 60 años, para enriquecerse, pasando por encima de las necesidades alimentarias de las mayorías. Debemos usarlas ahora para enfrentar las consecuencias del bloqueo, apuntalando la calidad de vida de la mayoría trabajadora del país.
He aquí una tremenda oportunidad para superar las condiciones de miseria a que nos somete el bloqueo imperialista y la especulación burguesa, por nuestra irrevocable decisión de ser un país independiente.
Esto sólo podrá hacerse desde el poder popular, aplicando el principio de la democracia participativa y protagónica; es decir, desde la organización obrera, campesina y comunal.

Para que se exprese esa potencialidad de producir alimentos de calidad para todos hay que reorientar las cadenas de producción. poniéndolas bajo control del pueblo organizado. Desde la producción de rubros agrícolas autóctonos (yuca, batata, auyama, que se utilizan incluyendo sus follajes) para alimentar los cerdos sin depender de importaciones, el procesamiento de esos rubros agrícolas en unidades artesanales y en la plantas industriales de Alimentos Balanceados para Animales (ABA), la provisión de vientres para la cría a escala mediana, pequeña y doméstica; la matanza, el procesamiento, la preservación y la distribución de los productos cárnicos.
Esto solamente será posible con el trabajo democráticamente coordinado por las comunas y consejos productivos de trabajador@s, de los campesinos y trabajadores agrícolas que provean la alimentación; de los tradicionales y nuevos criadores de cerdos organizados a nivel de empresas de propiedad social directa, a nivel de cooperativas o pequeños productores independientes; de los trabajadores organizados de las granjas industriales, plantas industriales de alimentos balanceados, mataderos y procesadoras de carnes; y de las comunas de las ciudades para la distribución justa hasta el consumo.
Las dificultades que se han de presentar, también tendrán solución desde la participación protagónica y democrática y la organización obrera, campesina y comunal; tales como el manejo adecuado de las excretas (de las que se puede obtener gas para cocinar), la creación y construcción de instalaciones de bajo costo; la higiene apropiada en el manejo de las granjas y de las labores de matanza y manejo de carnes; el intercambio de saberes y adiestramiento de trabajadores en cada una de las tareas requeridas, etc.

Con un plan como este, basado en la organización revolucionaria, con la democracia participativa y protagónica en acción, haremos de la producción de cerdos un puntal del desarrollo económico, de la economía real, la que da estabilidad, empleos bien remunerados y satisface la alimentación y demás necesidades de las grandes mayorías trabajadoras y sus familias.
El gobierno de Maduro debe rectificar de inmediato su política de entregar la intención de recuperación económica en las manos de la misma burguesía –parasitaria y conspiradora- que ha provocada esta crisis con plena conciencia en estas dos décadas; y colocar todas las capacidades del Estado al servicio del poder popular, para salir de este atolladero.
La activación de la movilización y organización del poder popular hará que los perniles de la discordia dejen de ser Demagogia con ansias de recibir Agradecimiento y se conviertan en Protagonismo, mejor Calidad de Vida y de hecho en Revolución.
*José Doménico: militante de LUCHAS y miembro del Consejo Editor de IR josedomenicoir@gmail.com

José Domenico, tienes toda la razón en tu artículo.
Esa burguesía parasitaria, apátrida, es la que ha acentuado la crisis en nuestra Patria.
Cuando reaccionará, la parte comprometida del Gobierno, ante éstas mafias?.
Amanecerá y veremos.
Compatriota esto que usted plantea es una realidad existente y lo que se debe hacer es el camino correcto para la producción y tener una economía sustentable en el tiempo para el mejoramiento de la alimentación y calidad de vida del venezolano abaratando el alto costo de los productos cárnicos y agrícolas que el pueblo necesita lo que redundaría en que el poder adquisitivo del venezolano mejore considerablemente.