
Entrevista imaginaria de William Gómez García*
*William Gómez García, periodista del estado Anzoátegui, con motivo de 190 años del fallecimiento del Libertador Simón Bolívar, presenta una entrevista imaginaria al Genio de América. Como autor recrea, a través de los relatos de la época, ese encuentro, sin modificar los elementos históricos realizado por los investigadores de la vida del Genio de América
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Sus padres, Juan Vicente murió de tuberculosis en 1786; su madre María Concepción Palacios, falleció en 1792 de tisis. María Teresa del Toro, su esposa, murió en 1803 de paludismo. Tomaba vino seco en pocas cantidades
Bolívar me dijo: “La independencia era más importante que mi salud”
Lo llamaban el zambo Bolívar, por su piel tostada era conocido como el mestizo. A 190 años de su muerte, al Padre de la Patria, durante la autopsia, el doctor Reverend le extrajo del pulmón izquierdo un cálculo del tamaño de una avellana producto de la tuberculosis
Del Libertador Simón Bolívar mucho se ha escrito, desde su genio militar, pasando por su condición de estadista y otros misterios que lo han convertido en líder universal al conducir una empresa tan importante para los pueblos: La libertad.
Sin embargo, nunca se ha dado a conocer las circunstancias que rodearon su enfermedad que finalmente lo llevó a la muerte el 17 de diciembre de 1830, cuando expiró a las 1:07 de la tarde.

Pero aún hay más, a Bolívar lo han mostrado a lo largo de los años con un extraordinario físico, producto de las deformaciones que los pintores de la patria han hecho de su imagen en un intento de robustecer su fisonomía para convertirlo en un mito vaciado en el frío mármol que inertemente adornan las plazas no solo de Venezuela, sino de otros confines.
Rasgos físicos:
–-¿General, por qué los artistas lo pintan, dibujan o esculpen como algo inalcanzable?
— Debe ser la grandilocuencia de quienes han ordenado hacer pinturas o estatuas para convertirme en un personaje parecido a los dioses del Olimpo, para implantar un culto a la personalidad. Siempre rechacé ese tipo de mitomanía. Ni soy Zeus, ni tampoco Nerón que hizo construir colosales estatuas para que le cantaran a su divinidad.
— ¿Era alto como lo vemos en algunas obras?
— Para el siglo XIX, la estatura media del hombre era de un metro 70 centímetros. Mi tamaño solo llegó a 1.62 y pesaba un poco más de 50 kilos. Desde niño presenté algunos problemas de salud. A los siete años tuve una infección tuberculosa.
— ¿General Bolívar puede describirse?
— Algunos de mis cercanos colaboradores me describen en sus escritos. Por ejemplo el coronel Luis Peru de Lacroix, quien fue mi edecán en 1828, hace en su obra Diario de Bucaramanga, la descripción más cercana a la verdad, cuando contaba 45 años de edad. Siempre fui delgado, con el pelo ensortijado.
Rechazo a las medicinas
El General Simón Bolívar siempre rehuyó consultarse con los médicos para mitigar sus quebrantos de salud, a pesar de que el ejército Libertador contaba con buenos médicos: “Los remedios de botica en lugar de mejorar lo que hacen es acelerar los síntomas de la fatiga”.
—Algunos historiadores señalan que usted rehusaba someterse a chequeos médicos. ¿Es cierto?
— Mi apego a la independencia no me daba tiempo para pensar en mi salud. Lo más importante era la libertad, para que naciera sana, y todos los pueblos de América crecieran sin trastornos bajo los signos de la independencia.
El Padre de la Patria contó que el doctor Charles Moore, médico de la Legión Británica, casi lo obligaba a tomar medicinas: “Sabiendo que yo no quiero drogas de boticas. Ellos son como los obispos; aquellos siempre recetando y los curas echando bendiciones”.
Primero libertad

El Padre de seis naciones, que incluye a Panamá, con el Congreso Anfictiónico, contó que en junio de 1822, luego de la batalla de Pichincha, a su entrada a Quito, cuando inició sus amoríos con Manuela Sáenz, estaba en la primera fase de la tuberculosis. Pero en 1824, en Pativilca, la situación empeoró: “Estuve ocho días postrado, con fiebre, tos, vómitos, escalofríos, cólicos y sudores fríos”.
–¿Cumplió con la recomendación médica?
— Luego de ese reposo retomé mis acciones militares. De Guayaquil a Trujillo me encontré con el General Córdoba, quien me dijo que me veía muy viejo, a pesar de mis 41 años. Me había quitado los bigotes. Me sentía muy débil, pero mi norte era triunfar sobre las fuerzas españolas que tenían sometida a la América.
— ¿Su paso por Los Andes, primero por El Pisba y luego por Pasco no contribuyeron a que desmejorara físicamente?
— Fueron altitudes por encima de los 3 mil metros sobre el nivel del mar. En la batalla de Junín no podía desfallecer, por lo tanto debía continuar con la empresa de la independencia y consolidar mi obra política.
–-Sin embargo, sus opositores, luego de la instalación de la Convención de Ocaña, en 1828, lo acusaron de dictador.-
— El partido del General Francisco Santander desconoció los resultados de la convención. Incluso, el 25 de septiembre de 1828 atentaron contra mi vida. Gracias a Manuelita pude escapar, pero esa noche llovía copiosamente, Tuve que esconderme debajo del puente El Carmen de Bogotá. Eso me causó graves estragos en mi salud.
—Los sucesos, luego de la disolución de La Gran Colombia, produjo la sedición de militares comprometidos con la causa de independencia. ¿Páez y el mismo Santander fueron los autores de ese hecho político?
–No quiero hablar de eso. Que sea la misma historia que se encargue de juzgarlos. En vida cumplí lo que me asignó la Providencia. Vivimos las circunstancias de una época. Los momentos políticos que nos llevó a cumplir son hechos demostrables, a pesar de que algunos historiadores hicieron de la gesta una interpretación de acuerdo a sus conveniencias.

Últimos días:
El Genio de América, en enero de 1830, solicitó separarse del Congreso Constituyente, por problemas de salud, quedando encargado el general Domingo Caycedo, y, posteriormente, Joaquín Mosquera.
A las seis de la mañana del 8 de mayo de ese año, parte de Santa Fe de Bogotá, bajo una pertinaz lluvia, con rumbo a Cartagena. Se despidió de Manuela Sáenz: “Nunca más nos vimos”, resaltó con tristeza el Libertador.
En junio se enteró del asesinato del Gran Mariscal Antonio José de Sucre, y en julio sobre la disolución de la Gran Colombia: Esos dos hechos dejaron en mí un gran dolor. Primero porque Antonio José fue el hijo que nunca tuve. Mientras que la separación de Venezuela y Colombia enterraban los sueños de la unidad.

–El primero de diciembre de 1830, embarqué para Santa Marta. No soporté la travesía. El doctor Alejandro Reverend, me diagnosticó languidez en el cuello, contracción de pecho y amarillez del rostro. Mi situación física se estaba poniendo difícil, comentó tosiendo fuertemente.
Al continuar su relato, enmarcado en los últimos días de su vida, señaló que el 6 de diciembre fue trasladado a la quinta San Pedro Alejandrino: Allí pasé la primera noche con mucha tranquilidad. Tan es así que recorrí los trapiches de la hacienda. El día 10 dicté mi testamento y una proclama a los colombianos.
–-¿Ante tantos dolores y quebrantos como logró escribir esos documentos?
— Don Joaquín de Mier puso a mi disposición a José Catalino Noguera, a quien dicté mi proclama, que para la historia fue la última y el testamento que refleja lo que fui y lo que sigo siendo.
Más de allí, señaló, no recuerdo, todo quedó en manos de Alejandro Próspero Reverend, quien detalló todo lo ocurrido después: “El día 12 comencé a presentar confusión mental.
Últimos días de Bolívar:
Casi al amanecer, en el escenario que nos ofreció para esta entrevista imaginaria el Padre de la Patria, tal como ocurrió en el final de su existencia, nos relata que el 15 de diciembre, presentó fuertes hipos. Las extremidades estaban frías. Ya el 16 su salud empeoró, seguía delirando y con pulso débil.

Testigo excepcional:
En sus memorias Alejandro Próspero Reverend describe ese último día del Libertador: Conocí que se iba aproximando la hora fatal. Me senté a la cabecera, teniendo en mis manos la del Libertador, que ya no hablaba sino de un modo confuso…Cuando advertí que ya la respiración se ponía estertorosa, el pulso de trémulo casi insensible y que la muerte era inminente, exclamé a quienes estaban cerca de la habitación: Si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo. Inmediatamente fue rodeado el lecho del ilustre enfermo, y a pocos minutos exhaló su último suspiro Simón Bolívar, el ilustre Campeón de la Libertad Sudamericana.
Finalmente Reverend señala el 17 de diciembre como el día final, Bolívar expira a la 1: 07 pm.
Autopsia del Libertador:
“El 17 de diciembre de 1.830, a las 4 de la tarde, en presencia de los señores Generales Beneméritos Mariano Montilla y José Laurencio Silva, habiéndose hecho la inspección del cadáver en una de las salas de habitación de San Pedro, en donde falleció S.E. el General Bolívar, es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S.E. el Libertador era en su principio un catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico y consecutivamente degeneró en tisis tuberculosa.
San Pedro, Diciembre 17 de 1.830, a las ocho de la noche. Alejandro Próspero Reverend”
Radiografía física:
Estatura mediana, cuerpo delgado y flaco, brazos, muslos y piernas descarnadas.
Cabeza larga, ancha en la parte superior de una sien al otro, y muy afilada en la parte inferior.
Frente grande, descubierta cilíndrica y surcada de arrugas.
Pelo crespo, erizado, abundante y mezclado con canas.
Ojos hondos, ni chicos ni grandes; cejas espesas, separadas, pocas arqueadas; mas canosas que el pelo de la cabeza.
Nariz proporcionada, aguileña y regularmente planteada.
Pómulos agudos y mejillas chupadas en la parte inferior.
Boca algo grande y saliente el labio inferior; dientes blancos.
Barbilla algo larga y afilada.
Color de la cara tostada.
(Tomado del Diario de Bucaramanga, autor Cnel. Luis Peru de Lacroix, 1828)
Los médicos del Libertador:
–Desiderio Roulin (Médico Francés) en 1824
– Dr. Valdés, en Pativilca, 1824
– Ricardo Cheyne, 1828
– Santiago Gastelbondo, en Cartagena y Barranquilla en 1830
– Dr. Mac Night, norteamericano de la goleta Gramphus
– Charles Moore, de la Legión Británica (1828)
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