Brett Wilkins*

Una de cada seis familias estadounidenses con hijos no tiene comida suficiente en esta temporada de fiestas (finales de noviembre, Thanksgiving). Hay una situación de escasez a nivel nacional agravada por la pandemia del coronavirus y la crisis de desempleo que la misma ha generado. En los últimos días, hubo unos reportajes excepcionales, especialmente en el Washington Post y en National Geographic, sobre esta dinámica alarmante.
Según Feeding America, la mayor organización de lucha contra el hambre de los Estados Unidos, más de 50 millones de personas estarán en situación de inseguridad alimentaria a finales de año. Entre los niños, esa proporción se eleva a uno de cada cuatro. La organización, que opera una red de unos 200 bancos (depósitos) de alimentos en todo el país, indica que distribuyó más de 500 millones de comidas el mes pasado, un aumento del 52% con respecto al promedio mensual del año pasado.
La última encuesta de U.S. Census Bureau [Oficina encargada de censos y estadísticas], publicada a principios de noviembre, reveló que menos de la mitad de los hogares con niños dijeron estar «muy confiados» en capacidad de brindar alimentación suficiente a sus familias en diciembre.
Como ocurre a menudo, cuando de cuestiones de desigualdad económica se trata, las comunidades negras, latinas e indígenas se ven afectadas de manera desproporcionada por la crisis alimentaria. De los 25 condados de los Estados Unidos con mayor inseguridad alimentaria, sólo cuatro tienen una población predominantemente blanca, todos ellos situados en la zona rural de Kentucky. Los datos de la Oficina del Censo revelan que el 27% de los hogares negros y el 23% de los hogares latinos con niños informaron que no habían comido lo suficiente en la última semana, en comparación con sólo el 12% de las familias blancas.
«Es un problema de disparidades raciales y étnicas, que incluye tanto la inseguridad alimentaria como los efectos de la pandemia de coronavirus», dijo a National Geographic Emily Engelhard, directora ejecutiva de la unidad de investigaciones de Feeding America. «Las poblaciones y zonas geográficas que inicialmente se vieron más afectadas por la inseguridad alimentaria son las más afectadas» por la pandemia.
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«Nunca antes la gente había pasado tanta hambre», dijo Trisha Cunningham, presidenta del Banco de alimentos del Norte de Texas, a National Geographic, mientras que delante del Banco de alimentos los coches forman filas de varios kilómetros, con gente durmiendo en los vehículos y esperando las cajas de comida para el Día de Acción de Gracias [Thanksgiving]. El 14 de noviembre, el día con más actividad registrada, el Banco de Alimentos del Norte de Texas distribuyó alimentos -incluyendo 7.000 pavos enteros- a más de 25.000 personas.
En el noreste de Ohio, el Banco de Alimentos del Gran Cleveland tiene previsto distribuir 12.000 comidas, 5.000 comidas más que el año pasado.
«Algunas familias tenían pequeños ahorros, pero esos ahorros se han ido esfumando. Son familias que se encuentran en el límite», dijo Kristin Warzocha, presidenta del Banco de Alimentos de Cleveland, a The Guardian. «Vamos a seguir distribuyendo alimentos durante mucho tiempo, y es francamente aterrador, dado el impacto del hambre en la salud física, el aprendizaje y el desarrollo de los niños, y el estrés de los padres».
En la segunda ciudad más grande de Texas, el Banco de alimentos de San Antonio distribuye ocho camiones de alimentos cada día, pero no ha tenido más remedio que racionarlos debido al aumento de las necesidades.
«El Covid-19 se ha ‘llevado’ tanto, el trabajo de la gente, los seres queridos y ahora estamos tratando de evitar que se lleve el Thanksgiving», dijo el director ejecutivo del Banco de Alimentos de San Antonio, Eric Cooper, a la CNBC. «Antes de la pandemia, distribuíamos alimentos a unas 60.000 personas por semana, y ahora estamos recibiendo unas 120.000… La mayoría de ellas son nuevas en el banco de alimentos. Nunca antes habían tenido que pedir ayuda».
En las filas de miles de autos que esperaban desde antes del amanecer en el estacionamiento para recoger una canasta con una cena gratuita para el día de Thanksgiving en el NRG Stadium de Houston, el fin de semana pasado, había más de un coche de lujo.

«Le estaba diciendo a mi madre, ‘si ves gente haciendo cola en un Mercedes u otro coche caro, es que todo se acabó'», dijo Randy Young, un cocinero recientemente despedido que estaba haciendo la cola en el estadio con su madre ya muy anciana, al Washington Post. «Si una persona que maneja un Mercedes necesita comida, realmente sabes que estamos muy mal.» «Es difícil sobrevivir», dijo
Randy Young. «El dinero es escaso. No hay trabajo. Difícil encontrar trabajo».
Loudoun, en el estado de Virginia, es el condado más rico per cápita del país, con un ingreso familiar promedio de algo menos de 140.000 dólares anuales. Sin embargo, el Washington Post informa que la asociación Loudoun Hunger Relief distribuyó recientemente comidas a 887 hogares en sólo una semana, lo que representa un aumento del 300% con respecto a su actividad anterior a la pandemia.
«Cada vez, vemos a más personas que nunca habían utilizado nuestros servicios», dijo Jennifer Montgomery, Directora Ejecutiva de Loudoun Hunger Relief.
En la ciudad más grande del país, la presidenta del Banco de Alimentos de la ciudad de Nueva York, Leslie Gordon, dijo a France 24 que «incluso antes de la pandemia, había 1,5 millones de residentes en los cinco distritos que no sabían cómo ni cuándo iban a poder comer ni qué podrían llegar a comer». Y esas cifras aumentaron dramáticamente a casi 2 millones en esos barrios».
«En todo el país, la demanda no ha menguado y los bancos de alimentos están haciendo todo lo posible para que las familias tengan comida en la mesa para el día de Thanksgiving», dijo el portavoz de Feeding America, Zuani Villareal, a The Guardian. «No hay ninguna solución a la vista, pero no podemos ser la única alternativa.»
Celia Call, directora ejecutiva de Feeding Texas, dijo al Washington Post que «sin un apoyo consistente a nivel federal, nos será difícil mantener este ritmo» de demandas. «Nos estamos preparando para lo peor», añadió.
Varios representantes progresistas electos recientemente tuitearon el artículo del Washington Post en los últimos días. Una de ellas, la congresista Ro Khanna (demócrata, California), dijo que «el Congreso tiene la potestad de resolver esta crisis» y preguntó «¿por qué no lo estamos haciendo? » (Artículo publicado en Common Dreams, 27-11-2020: https://www.commondreams.org/)
*Brett Wilkins: Periodista y escritor norteamericano
Fuente: A l’encontre Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa
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