Alejandro Márquez*

“Aquí no tenemos barras amigas, todos estamos en contra de todos, donde nos encontramos nos peleamos, no nos podemos ver, no nos mezclamos, nunca en nuestras vidas nos hemos encontrado, ni hemos compartido un espacio público. Pero ahora sí”1 la última frase es un reflejo del sentimiento de unión, forjado al calor de las movilizaciones del pueblo peruano ante el nombramiento de Manuel Merino como presidente (interino) de ese país, realizado por la Asamblea Nacional, luego de destituir a Martin Vizcarra, por supuesta vinculación en actos de corrupción. La cita corresponde al señor Eder Maceda hincha del equipo de futbol Sporting Cristal. En sus palabras, ellos tomaron el ejemplo de los grupos de aficionados del futbol chileno quienes, a pesar de sus diferencias y lo radical de sus seguidores, se unieron para apoyar en Plaza Dignidad (Santiago de Chile) las movilizaciones del pueblo.
Lo que en Perú inició como una protesta contra el cambio del Presidente, de inmediato destapó las profundas divisiones dentro de la sociedad peruana, una sociedad como la chilena, hastiada de corrupción, de la pérdida de calidad de vida, de la extinción de los derechos laborales, perdida de la educación pública y con gobiernos represivos.
En ambos países, la situación empeoró con la pandemia del COVID-19 lo que sacó a relucir el verdadero rostro del capitalismo. Los otrora modelos a seguir del libre mercado en América Latina, dejaron muy claro que los negocios y la generación de riquezas para los empresarios, amigos de los políticos, era (y sigue siendo) más importante que la vida del comun, que la salud pública.
En Chile, la historia inicia con jóvenes burlando los torniquetes del subterráneo, en protesta simbólica por la subida del precio del boleto. Horas antes, un funcionario del gobierno de Piñera, hacia mofa de aquellas personas que no podían cancelar las nuevas tarifas del metro de Santiago. ¡Qué caro salió la insolencia! Hoy la constitución chilena, la que redacto Pinochet, tiene fecha de vencimiento. En Perú, la movilización del pueblo, puso en la mira la Constitución de 1993 redactada por el gobierno dictatorial de Alberto Fujimori.
Previo a lo sucedido en Perú y Chile, se dieron movilizaciones en Colombia. En esta nación la respuesta de la población contra el aparato represivo del Estado colombiano fue masiva. La democracia de más larga data en Suramérica, cuenta con el aparato represivo legal (policía – fuerzas militares) y no oficial (paramiltares – banda criminales) más letal del continente. Contra este monstruo se levantaron intelectuales, profesionales, trabajadores, ecologistas, estudiantes y grupos LGTB, indignados por la muerte de un ciudadano victima de excesos policiales, contra el asesinato sistemático de líderes sociales y ecologistas por fuerzas paramilitares y las desigualdades económicas y sociales que son históricas en ese país.
Centroamérica no es ajena a estos eventos, en el mes de noviembre del año 2020, se activa la protesta en Guatemala, el detonante, la aprobación rápida del presupuesto del año 2021 que congelaba fondos para el combate a la pobreza, equipamiento de hospitales y favorecía partidas para infraestructuras y concesiones al sector privado. Es tal el nivel de inconformidad por esta acción de gobierno, que su propio vicepresidente solicitó la renuncia del presidente Alejandro Giammattei, un empresario que asumió el cargo en enero del año 2020. La chispa que generó esta situación, culminó con la quema parcial de la sede del propio Congreso de la República y sacó a flote la indignación de un pueblo, que años antes se movilizó contra la corrupción, en un país donde el 59% de sus habitantes está en la línea de pobreza.

Desde la perspectiva de quien recibe un salario, es interesante identificar los puntos que todos estos hechos tienen en común. A priori, podemos calificar cada una de estas manifestaciones del pueblo y los trabajadores como de resistencia.
En cada país mencionado, existe un antecedente de al menos 30 años de luchas, podemos iniciar con las tomas estudiantiles en Chile, las movilizaciones en Guatemala contra la corrupción, las trancas de la comunidades en Perú contra los proyectos auríferos, la minga indígena en Colombia exigiendo paz, en resumen, este volcán viene acumulando presión desde hace mucho tiempo y no importa cuánto los políticos de cada país, con el apoyo de EEUU y la Unión Europea, nos vendan el mundo ideal del liberalismo económico capitalista, o depongan gobiernos progresista, o repriman y satanicen (de comunistas y terroristas) a los grupos políticos, ONG ecologistas, colectivos, líderes sociales y sindicatos (entre otros), que se manifiestan en contra de un sistema económico social, que solo atiende a la acumulación de riquezas de la elite.
Mientras las condiciones de desigualdad se mantengan y profundicen, la resistencia y la movilización surgirán; puede tardar lustros, pero en estos procesos el tiempo no es relevante, son las condiciones objetivas del momento y el detonante, lo que hace posible levantar la voz cada vez con más fuerza.

Ahora bien, las movilizaciones y la inconformidad no son nada nuevo, sin embargo cuando apelamos al sentimiento de unidad del hincha del Sporting Cristal, apreciamos que la unión de los sectores ha logrado levantar consignas progresivas que apuntan a la transformación del Estado. No es casual que en Chile y Perú, la población apunte a la convocatoria de Asambleas Constituyentes, como primer paso de refundación del Estado. La consigna no es nueva, pero es clave en precisar dónde se esconde el enemigo, ese, que en su egoísmo patológico, nos hace creer que su sistema ideológico (liberalismo o neoliberalismo) es justo, y retributivo.
Como en el colegio, si la unión en la lucha es la primera lección aprendida, la idea de transformar un Estado desde su carta fundamental significa aprobar la primera evaluación. Claro, hay otras experiencias Constituyentes en América Latina, pero no tiene el mismo valor la exigencia del cambio de una constitución como resultado de la movilización del pueblo organizado, que aquella impuesta desde las instituciones existentes: la primera lleva la legitimidad del pueblo (elige y aprueba), la segunda es una trampa de la elite para mantener su hegemonía en el control del poder político.
La segunda lección es la más difícil, pero es la estratégica, la identificación de la clase gobernante, esa clase que impone la política a sus amigos en los gobiernos de turno, la que no le gusta las regulaciones que protejan al trabajador, la que ve en la privatización el “non plus ultra” de la eficiencia, la que asume a la naturaleza como un recurso exclusivo del capital; esa clase que voltea la mirada ante el desastre sanitario de colocar la salud del pueblo en manos privadas.
Es momento de organizarse, evaluar y hacer seguimiento de los acontecimientos, mantenernos atentos al surgimiento de otros brotes de dignidad en lo que resta del año y sucesivos.
Si nos desalienta que la lucha es larga y difícil, veamos el éxito de los hermanos bolivianos, fueron años de trabajo, movilizaciones estudiantiles, sindicales, mineros, cocaleros, campesinos, con aciertos y errores organizativos, el resultado es que la movilización del pueblo logró derrotar a una verdadera dictadura asesina y a través de la opción democrática, ratificó lo que en la calle fue un hecho palpable; con este ejemplo se resume lo que el señor Maceda expresaba con aquello de “…pero ahora sí”.
Referencias
1- Tomado de revistaobdulio.org. Hinchadas forman primera línea en las movilizaciones de Perú. Reportaje 16 de noviembre 2020
*Alejandro Márquez. Colaborador de IR y simpatizante de LUCHAS

¡Buenas noches!
El c Alejandro Márquez, hace un analisis de la realidad de tres países donde dos solicitan en las calles convocar la Asamblea Nacional Constituyente, debo señalarles que n cometan el error que cometimos los Venezolanos. Artículo 2 de CRBV. «Venezuela se constituye en estado democrático social de justicia y de derecho» postulado de la Socialdemocracia mundial oportunista y corrompida, de ello podemos extendernos; deben verificar nuestros pueblos, lo que decimos. Busquen a Lassalle o Berstein.