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Insisto y Resisto

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LUCHAS: DOCUMENTO DE SITUACION NACIONAL: los últimos 18 años y los actuales sufrimientos y desafíos de la Revolución Bolivariana

19 de noviembre de 2020 por tali Leave a Comment

In memorian a Vilma Vivas

La Liga Unitaria Chavista Socialista (LUCHAS) y el Frente de Mujeres de LUCHAS dedican este documento a ¡VILMA, siempre Presente!

Para abordar una caracterización y escenarios posibles de desarrollo de la situación nacional es necesario definir los antecedentes recientes y la relación entre las clases, puntualizando conceptos que muchas veces son sustituidos con epítetos o falsas evaluaciones derivadas de la confrontación política y la guerra mediática. La mayoría de los procesos actuales tienen su base en el gobierno de Chávez, muy a pesar de la intención política de algunos sectores, en particular la derecha ex chavista, de establecer una ruptura inmediata entre lo que se llama madurismo y el chavismo.

Hay un gobierno que surge de la revolución del 2002, cuando la ofensiva burguesa expresada en el golpe de abril y el sabotaje petrolero de diciembre es derrotada por la movilización popular, que produce un cambio político. No sólo se derrumba el proyecto de gobierno frentepopulista surgido de las elecciones de 1998 y la constituyente de 1999, sino porque la burguesía pierde el control político del gobierno, el acceso directo a la renta petrolera, el aparato militar y en los años siguientes perderá importantes privilegios económicos.

La burguesía venezolana, cuyo núcleo fundamental es la oligarquía proveniente de la época colonial, los amos del valle. Y, ha dependido siempre de la renta petrolera. No es una burguesía petrolera, dedicada a la explotación petrolera y la producción de hidrocarburos, como fue en el sur de EEUU, México y los países árabes, sino que ha vivido de la administración de la renta derivada de las concesiones y la extracción petrolera imperialista y desde mediado de los años 70 de PDVSA. Esto es una particularidad porque la burguesía no ha tenido interés en disputar el control del mercado petrolero, y los “roces” con el imperialismo han sido por aumentar su parte en la torta, no por el dominio del mercado petrolero.

El rentismo petrolero ha tenido varias etapas: en la primera, la burguesía administra directamente los recursos del estado con una banca privada, asume las tareas del estado capitalista: administración presupuestaria, tesorería, cobro de impuestos y regalías, manejo y custodia de la reserva de oro, emisión del papel moneda, etc. Los amos del valle, una burguesía agrícola con un desarrollo industrial casi nulo, a la cola del desarrollo burgués suramericano, dio un salto a burguesía financiera. La segunda etapa se inicia con la creación tardía del Banco Central en 1940, y en un proceso que dura varios años, incluso con resistencia de los amos del valle, el estado pasa a administrar, después de setenta años, los recursos petroleros, permitiendo el financiamiento del estado (burocracia estatal, construcción y urbanismo, salud y educación), pero gran parte de la renta va a parar a los amos del valle a través de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF) para “financiar el desarrollo de la nación”. El modelo CVF, que sirvió para fortalecer y diversificar los negocios de los amos del valle, aunque tuvo su mejor momento bajo la dictadura de Pérez Jiménez con la dinámica del concreto armado. Se mantuvo invariable hasta finales de la década de los ochenta cuando se instala la crisis del modelo rentista. La última etapa, el modelo neoliberal, impuesto por el FMI, se basa en la autonomía de PDVSA para el manejo del ingreso petrolero, cuál empresa privada. Este modelo profundiza la crisis social posterior al caracazo al empobrecer el estado, limitando su acceso al ingreso petrolero, en favor de los negocios de la burguesía y un sector de clase media. Es la época de la meritocracia.

La revolución del 2002, supone entonces, la ruptura del gobierno de Chávez con la burguesía, lo cual no significa que no haya burgueses que apoyen al gobierno ni que haya concepciones burguesas en el chavismo, pero la burguesía en su conjunto, como clase, queda excluida del gobierno y enfrentado a él, retrocediendo derrotada ante la creciente movilización popular. Aquí hay otro elemento importante, al gobierno de Chávez le corresponde administrar un estado burgués y la economía capitalista sin apoyo de la burguesía, ni siquiera en un acuerdo con un sector de ella, lo cual se traduce en un gobierno en permanente crisis política y económica, cuya única salida posible era la construcción del socialismo, tal como posteriormente lo propugna Chávez. Sin embargo,  bajo el concepto de “transición al socialismo”, no se trascendió el capitalismo, y se mantiene una economía capitalista en crisis, con injertos considerados por algunos como socialistas y una movilización permanente de los sectores explotados que no permiten “a los de arriba” el dominio al que estaban acostumbrados. Por otra parte, por primera vez en 150 años, el estado asume el control de la producción, explotación y política petrolera, asumiendo el control de los recursos, lo cual no significa que desaparezca el rentismo ni tampoco que la burguesía no siga dependiendo de ello, pero permite al gobierno una solvencia de recursos que le da cierta independencia, acentuando sus rasgos bonapartistas.

El incremento de los recursos petroleros, atribuidos por la derecha únicamente al incremento de precios, desvalorizando la política de recuperación de la OPEP que lo permitió, la diversificación de los mercados abandonando la política de la meritocracia de “un solo cliente” y el dominio de PDVSA por el gobierno, permitió volcar enormes recursos sobre la población (salario y programas sociales), que sumados al control de los intereses de la banca y el subsidio al dólar (importaciones e insumos para la industria), consolidó al chavismo en amplios sectores de la clase media, que en la etapa anterior al referéndum revocatorio del 2004 se habían colocado masivamente en contra del gobierno. No sólo se trató de sectores históricos de la clase media sino también de nuevos sectores que se benefician del nuevo rentismo. La enorme crisis económica o mejor dicho, la falta de producción nacional, es ocultada por el ingreso desmesurado de recursos petroleros, que produce una “movilidad social” en sentido contrario a lo acostumbrado.

Entre el 2005 y el 2014, un 45% de la población pasó de pobres a “no pobres” (por dar un concepto genérico) en razón del ingreso y el acceso a los servicios, más importante aún, en términos estadísticos, hubo una reducción de casi un 34% de los estratos D y E, en favor del estrato C y, aunque ínfimo, también hubo un crecimiento del estrato B. Sectores otrora marginales  pasaron directamente a engrosar la clase media, al lograr empleos estables y bien remunerados (sector público), adquirieron  profesiones universitarias (masificación de la educación superior) y obtienen vivienda propia (congelación de intereses hipotecarios y misión vivienda). Esta “movilidad social” incluyó a amplios sectores de la clase obrera que pasaron a ser una “aristocracia”. Este es un elemento importante, aunque la construcción del socialismo es un fracaso desde Chávez, y hay una crisis económica ya que el crecimiento se sostiene en el ingreso petrolero y no en el desarrollo de una industria productiva endógena (a pesar de la orientación de Chávez), el gran éxito fue un mejoramiento masivo del nivel de vida de la población y la movilidad social positiva, a partir de la política de redistribución del ingreso petrolero (justa distribución de la riqueza, en términos de Chávez) que, a diferencia de toda la etapa anterior de rentismo petrolero que logró un alto poder adquisitivo de un sector reducido de la población, logra un poder adquisitivo, no alto, sino masivo, pero también una clase media con grandes privilegios económicos, la generación de los raspacupos. Esta importante consolidación de la clase media, que ocupa numéricamente un espacio gigantesco en la sociedad venezolana, es base importante para la consolidación del chavismo previo a la muerte de Chávez, pero también para su crisis posterior.

Después del 2002, se acentúa la movilización de los sectores explotados por reivindicaciones sociales y económicas, siendo la vanguardia los sectores vecinales y campesinos. La clase obrera, aunque también se mantiene en movilización y es clave en la derrota del sabotaje petrolero, no asume la vanguardia del proceso político, en gran parte debido al papel de la burocracia sindical chavista que frena su desarrollo. La movilización popular da las bases para la construcción del socialismo, para la derrota total de la burguesía, no sólo en el terreno político. Aunque las masas no tienen una idea concreta de hacia dónde ir no están dispuestas a volver al pasado. Ello constituía una premisa fundamental para la construcción del socialismo, pero la dirección pequeño burguesa chavista se convirtió en un freno objetivo al no conducir a las masas, que no dejan de movilizarse, hacia la destrucción de la burguesía.

El papel del imperialismo juega también un papel clave en la configuración del escenario político venezolano. Aunque el gobierno de Clinton “dejó pasar” al gobierno de Chávez, influenciado por los sectores de la burguesía que consideraban que Chávez era domesticable, rápidamente con la llegada de Bush entran en conflicto, principalmente por la posición de Chávez contra el ALCA (casi única entonces) y la crítica a la guerra en Afganistán. Hay preocupación por el tema petrolero, por el papel de Venezuela como reserva estratégica y segura del imperio, aunque nunca estuvo realmente en peligro hasta el 2002, pero más por el relacionamiento de Chávez, en función de la recuperación de la OPEP, con los gobiernos de Libia, Irán e Irak, proscritos por los EEUU.

Esa “indisciplina” o irreverencia de Chávez lleva al imperialismo a apuntalar y financiar la oposición al gobierno, volcando importantes recursos a la creación y organización de la “sociedad civil”, al estilo de las primaveras árabes. La derrota del 2002, que se consolida en el referéndum revocatorio del 2004, deja una oposición exhausta y derrotada, con una burguesía en retroceso, que pierde la iniciativa política, el control del gobierno y el ejército, estando dispuesta a “tirar la toalla” ante el avance revolucionario del movimiento popular. A partir del 2004, el imperialismo cambia la estrategia, pasando a la reconstrucción y organización de la oposición al gobierno, abandonando la posición de solamente respaldo. Abandona la sociedad civil, y se dedica al fortalecimiento de los partidos, en particular de Primero Justicia, que es una filial del Instituto Republicano Internacional (IRI), también, a través de la CIA, del desarrollo de grupos fascistas en el seno de la clase media, en sectores estudiantiles de las universidades privadas y autónomas. Primero Justicia, como filial del IRI, recoge toda la inversión en la sociedad civil previa al 2004, aunque posteriormente se divide, surgiendo los partidos de ultraderecha, Voluntad Popular y Vente Venezuela, que se apoyan en los grupos fascistas desarrollados por la CIA en el periodo 2004-2014.

Otra acción importante del imperialismo es el bloqueo económico. Partiendo de la caracterización que la consolidación del chavismo en sectores de clase media se debía a los programas sociales, el imperialismo se dedica a sabotear el acceso al crédito internacional, propiciando un aumento injustificado del riego país que se traduce en altos intereses cuando no la negación directa de las cartas de crédito indispensables en el mercado internacional. Dificulta el acceso del gobierno (no del sector privado) a la compra de alimentos, medicinas e insumos para la industria, sobre todo del sector petrolero. No se trata de un bloqueo abierto, sino de presión sobre las empresas de suministro y el control del sistema bancario internacional por la Reserva Federal norteamericana. A pesar de la orientación de Chávez para construir una industria productiva, a la que se dedicaron importantes recursos, la realidad es que los efectos del bloqueo se minimizaban con importaciones trianguladas, con altos pagos de intereses y la creación de fondos en la banca internacional para manejar directamente las operaciones de compra. Esto dio lugar a la importación con altos costos, simulado por el subsidio al dólar, pero que significaba enormes erogaciones de capital, y el desarrollo de una enorme burocracia estatal vinculada a las operaciones financieras del estado.

A pesar de la Constitución del 99, de la revolución del 2002 no surge un régimen parlamentario, con un órgano legislativo donde se dirimen las disputas entre los distintos sectores. El parlamento juega un papel formal administrativo sin haber sido fundamental en el ejercicio político de gobierno. Es un régimen presidencialista, con un dominio total del ejecutivo que se apoya en las instituciones de gobierno, el ejército (perdido por la burguesía en el 2002) y el partido. No se trata que “el gobierno se sostenga en el ejército” como ha sido la caracterización más común, sobre todo en un sector de la izquierda internacional, sino que cada uno de estos componentes, gobierno, ejército y partido, se sostienen mutuamente, siendo imposible la sobrevivencia de uno sin el apoyo y relación de los otros dos.

La burocracia chavista también tiene características particulares. El MVR, el partido del frentepopulismo previo al 2002, desaparece con él, y el gobierno se convierte en el “partido de Chávez” hasta la aparición del PSUV en el 2007. Sin embargo, la burocracia chavista no se consolidó como un grupo homogéneo, sino como la suma de varios grupos de difícil caracterización política. No actuaban como fracciones o tendencias, en el sentido de grupos con una posición política definida y que luchan por la dirección del proceso político, sino que son camarillas o clanes, alrededor de uno o varios dirigentes, que luchan por el control de cuotas de poder e incluso de negocios (importaciones), en el gobierno, el ejército o el partido. Todos los grupos se subordinaban a Chávez, sin ninguna independencia política ni diferencia programática aparente, pero las posiciones políticas son variopintas.

Entre los grupos aparentemente más radicales abundan posiciones neoliberales y tecnocráticas. Hay grupos que adquieren poder y dominio en el gobierno sin que se refleje en el ejército, ni en el partido ni en la base, como el ramirizmo que tuvo la dirección de PDVSA a lo largo del gobierno de Chávez. Otros tuvieron más peso en el partido y menos control en el gobierno y el ejército como el Frente Francisco de Miranda. Otros tienen dominio exclusivo en el sector militar, como los antiguos Comacates que hoy son tres grupos distintos. Otros son grupos estrictamente regionales.

Chávez en sí mismo no constituyó un grupo, sino que se mantenía por encima, consciente de su existencia, pero sin dejarse acorralar jugando al equilibrio, a veces cediendo a unos, en otras quebrándolos o fortaleciendo competidores. Durante Chávez, después del 2002, hubo pocos estallidos importantes, pero este fraccionamiento de la burocracia en grupos y clanes conspiraron en contra la planificación centralizada y una orientación política definida en la “construcción del socialismo”. La salida de un ministro o jefe de institución, significaba la llegada de un nuevo grupo y, podía ser tan traumático como si fuese un cambio de gobierno, con persecuciones internas y despidos incluso. Abundaban las zancadillas para hacer caer a quién tuviese una “carrera” exitosa o estuviera en un cargo en la mira de un grupo. Maduro actuaba como su operador político en este equilibrio de clanes. No hay ninguna referencia a madurismo, en la etapa previa a la muerte de Chávez. Él mediaba y buscaba acuerdos entre los grupos (incluso a nivel internacional), y se encargaba de dar la palmadita en el hombro a los que resultaban golpeados por Chávez, la mayoría de las veces por instrucciones de el mismo Chávez. La única influencia personal de Maduro, independiente de Chávez, era sobre la burocracia sindical de la FBT, pero nunca la usó como grupo de poder dentro del gobierno.

Esas batallas por cuotas de poder de grupos y clanes, precisamente por ser camarillas y no tendencias, se expresaba en forma distorsionada en la base. A pesar del peso del ramirizmo en PDVSA no pudieron hacerse del control de la federación de trabajadores petroleros. Igual pasó con Elias Jaua y Castro Soteldo con la federación campesina. Muchos grupos desaparecen con la salida de un miembro del alto gobierno, y alrededor de un recién llegado se reagrupan otros, formando un nuevo clan, pero las bases del chavismo son casi siempre ajenas a estos procesos. En las elecciones internas para la designación de la primera dirección nacional del PSUV (elecciones de segundo grado, primero de delegados al congreso, y luego de estos los miembros de la dirección nacional), en la medida que fueron nominales, hubo grupos que quedaron afuera, como Diosdado, a pesar de su alta influencia en el gobierno, y Erika Farías a pesar de su dominio sobre el Frente Francisco de Miranda. En algunos casos quedaron miembros de un grupo, pero no su líder, como por ejemplo María Cristina Iglesias entra a la dirección nacional pero no la cabeza del grupo y, quien lo fuera es Francisco Ameliach. Algunas personalidades que no representaban grupos entran a la Dirección Nacional por ser conocidos a través de los medios de comunicación, como Mario Silva y Vanessa Davies (hoy en la oposición) sin representar ningún grupo. Le correspondió a Maduro, precisamente, por instrucción de Chávez, corregir los “errores” para restituir el equilibrio dando espacio a dirigentes claves (algunos electos fueron enviados a embajadas o se les convenció de su “renuncia” a cambio de otros beneficios).

Con el chorro de los recursos petroleros, la existencia de grupos y clanes se agravó más porque en el control de cuotas de poder entraron también los beneficios de la corrupción, el manejo de los controles y permisología, los contratos de servicios y obras, pero sobre todo, con la manipulación financiera. Hubo un enriquecimiento desmesurado de sectores de la burocracia vinculada al petróleo, las finanzas y las compras del estado, en el manejo de fondos y triangulaciones que se usaban para esquivar el saboteo financiero imperialista. Hay un término que le acuño Tal Cual, el periódico de Petkoff y el semanario La Razón, a esta enriquecida burocracia, “boliburguesía”, que la mayoría de la gente repite, cuyo verdadero contenido o real acepción, cuyo término debemos evaluar.

No es la primera vez que la burguesía usa epítetos para señalar a sectores que le disputan su derecho a la renta petrolera, casualmente, en momentos de boom petrolero. (I) Aunque algunos puedan terminar en burgueses, y que la aspiración de todos sea serlo, se trata de una burocracia estatal y gerencial, de profesionales tramposos, que con corrupción y maña se enriquecen, no son dueños de medios de producción ni representan sectores económicos, son altamente dependientes de su relación con el estado o con la burguesía, o ambos. Aunque se codean con la alta burguesía, esta los odia porque en su racismo y supremacía los considera arribistas, pero no ha dudado en usarlos. La meritocracia petrolera y gerencial, a los que despectivamente llamaba los IESA boys, fue su base principal de apoyo para la ofensiva contra el gobierno de Chávez y los que terminaron pagando su derrota. Históricamente, cada vez que ha habido crisis política y social, la campaña se ha dirigido contra estos sectores, a quienes se les achaca la responsabilidad de la situación, dejando al margen la burguesía que es la que realmente se ha más enriquecido y los otros han obtenido tan sólo parte de la torta.

El término “boliburgueses” impuesto por la derecha cumple la misma función de los casos anteriores (ver nota 1 del apéndice), endosarle a la burocracia estatal la responsabilidad de la crisis económica y social dejando a la burguesía impoluta, inmaculada, sin responsabilidad ante la crisis. Pero el término en sí mismo induce a una confusión política, porque supone la existencia de una “burguesía bolivariana” cuando realmente se trata de una burocracia corrupta, sin propiedad sobre medios de producción ni de sectores económicos específicos, pero, además, altamente dependiente de su ubicación y/o relación con el estado, no es una clase, ni siquiera el sector de una clase. Por otra parte, se esconde otra realidad, es que la burguesía en su conjunto, a pesar de ser antichavista, ha sido gran beneficiaria de la renta. Hubo sectores de la burocracia que se beneficiaron de los mecanismos para la importación de maíz y trigo, no hay duda, pero fueron los grandes monopolios Polar, Cargill, Monaca, etc. los grandes receptores de las ganancias. No hay una burguesía “bolivariana” que obtiene ganancias, que explota, y otra que pierde, que no explota, porque no es chavista. Hay burgueses que han vivido de la política económica del gobierno, del fracaso de los injertos socialistas, y eso no los hace chavistas ni bolivarianos, eso ocurre desde Chávez, no es ahora.

 En la medida que la renta petrolera fue destinada a la población, por la vía directa del salario y los programas sociales, e indirectamente por el subsidio al dólar, la burguesía migró hacia el comercio, porque la renta en manos de la población iba a la adquisición de bienes y servicios que el estado no producía. Un ejemplo son las empresas ensambladoras de vehículos que bajaron la producción, en un momento que ascendía vertiginosamente la venta de vehículos, para favorecer la importación de vehículos, porque obtenían más ganancias de la manipulación cambiaria que de la producción. Inclusive usaban los trabajadores para esquivar los controles de precios otorgando vehículos que iban a parar al mercado negro. Hubo un sector de la burocracia que se enriqueció con la permisología, los cupos de divisas, los controles de importaciones, etc. Esa es la “boliburguesía”? No se trataba de otra burguesía, eran las mismas asociadas a las transnacionales las dueñas del mercado de vehículos, no había una burguesía que importaba, boyante, y otra que producía, en quiebra. Y, esa es la misma burguesía que desde hace 2 años no ensambla vehículos, e importa vehículos descontinuados en otros países, con permisología del gobierno de Maduro para cubrir el delicaido mercado nacional.

El hecho que sea una burocracia y no una clase no la hace menos peligrosa y por la que hay que apiadarse . Los arquitectos del rentismo petrolero, Matos, a finales del siglo XIX, y Lecuna, en la década de los 20’ no provenían de los amos del valle, sino de la burocracia bancaria y terminaron siendo burgueses, pero no toda la burocracia. Los burgueses más acaudalados de Venezuela, según la revista Forbes, son Cisneros, que era un testaferro de los Rockefeller y sería uno de los “nuevos ricos” de la década de los setenta, y Juan Carlos Escotet, que era de los IESA boys y de la burocracia financiera de la década de los noventa. Ninguno se ha empobrecido o ha cedido espacio a una boliburguesía. La acumulación de capital en manos de la burocracia fue una de las bases del derrumbe de la URSS, porque las aspiraciones de ser burgueses son claves. Pero hoy en Venezuela no se trata de una burguesía, sino de una burocracia corrupta, que vive de la crisis económica, además. Si hubiese una burguesía, dueña de medios de producción y estandarte de sectores económicos, habría producción, habría industria, y el signo de la crisis sería otro.

La manipulación financiera y la especulación eran los síntomas de la guerra económica durante el gobierno de Chávez, sostenidas en la ausencia de políticas de control, en un mercado exterior abierto y financiado por el subsidio al dólar, por la existencia de una banca privada que operaba en el terreno de la manipulación financiera, y por la migración de la burguesía hacia el comercio importador para medrar de la renta petrolera que iba a la población. La manipulación financiera, dólares subsidiados que iban al mercado negro (raspacupos y falsas importaciones), y la especulación de precios fueron los manantiales de la ganancia capitalista (toda la burguesía). Hasta el año 2015, más del 90% de las importaciones se hacían a través de CADIVI, incluso en el año 2012 llegaron a un 98%, es decir con dólar subsidiado, pero los precios internos eran con base al dólar paralelo, que entonces se mantenía un 300% por encima del dólar subsidiado. He allí la fuente de ganancias y porque la burguesía se dedicó a las importaciones. La crisis no era visible porque la población, en particular la clase media, tenía acceso a productos importados con suficiente poder adquisitivo como para pagar el precio especulativo y cualquier hijo de vecino viajaba al exterior a entregar al mercado negro los dólares subsidiados que les otorgaba el gobierno. Eso fue parte de la consolidación del chavismo en amplios sectores de la clase media antes de la muerte de Chávez. A pesar de las orientaciones de Chávez, no hubo un plan de industrialización, de monopolización del mercado exterior, de control bancario ni de un sistema estatal de producción, a pesar de haberse tenido la capacidad para ello. Chávez se quejaba duramente con el gobierno por eso, decía que había un discurso antiimperialista pero no había acción contraimperialista, extraña frase que ha adquirido actualmente mucho contenido político. Ese balance a escondida, lo hace Chávez en la reunión ministerial del llamado Golpe de Timón.

Como resumen, una burguesía derrotada y una creciente movilización popular a partir del 2002; la administración de una economía capitalista en crisis con una burguesía en contra; la no planificación de la economía llamada de transición al socialismo; el desarrollo de una clase media altamente consumista dependiente de la renta petrolera y las importaciones; una dirección política sostenida en una estrecha relación y dominio de la triada gobierno-ejército-partido y una enorme burocracia estatal conformada por grupos y clanes, subordinados al liderazgo de Chávez sobre la población, pero altamente corrupta. Esos son los elementos fundamentales del gobierno surgido a partir de la revolución del 2002, que muchas veces se achacan al gobierno de Maduro, cuando realmente se incubaron y consolidaron en el gobierno de Chávez. Este modelo, cuya piedra angular es el liderazgo personal de Chávez (no del partido ni de la burocracia) y el enorme ingreso petrolero, que hizo que algunos intelectuales a nivel internacional lo tildaran de “megaliderazgo” “hiperliderazgo” y/o “petrosocialismo”, señalando sus rasgos formales, obviando la revolución del 2002, tenía necesariamente que entrar en crisis al desaparecer casi al mismo tiempo ambos: el líder fundamental y el enorme ingreso petrolero.

EL INICIO DEL GOBIERNO DE MADURO.

Es un lugar común, sobre todo de la derecha ex chavista, establecer al gobierno de Maduro como una “ruptura con el legado de Chávez”, obviamente, según ellos un viraje a la derecha, pero cuando vas a las razones argumentadas de esa ruptura, lo que se presenta es una especie de intriga palaciega donde un grupo agazapado, el madurismo, inexistente en la etapa anterior, aprovecha la muerte de Chávez para hacerse del poder. Ese argumento justificará las rupturas futuras y sobre todo, las auto designaciones de algunos como “verdaderos chavistas”, defensores del legado de Chávez y otros hasta radicales “defensores de la Constitución” (si, la constitución burguesa de 1999 que hasta el mismo Chávez cuestionaba). Efectivamente hay cambios sustanciales entre el actual gobierno de Maduro y el de Chávez, pero no a partir de una intriga palaciega sino de un proceso político.

Chávez designa un sucesor, lo que permite solventar temporalmente la futura crisis de una lucha por el poder dentro del chavismo. La designación de Maduro, por sobre los aspirantes con mayor fuerza (Elías Jaua, Diosdado, Ramirez) obedece a su papel previo como principal operador político de Chávez, al margen de todos los grupos y clanes, pero también a su influencia sobre la clase obrera, que para Chávez era clave para la siguiente etapa, “llegar al punto de no retorno de la revolución”. Influencia sobreestimada, porque realmente era sobre la burocracia sindical chavista ya que desde el 2006 no hará trabajo sobre el movimiento obrero. Chávez tiene un cuestionamiento profundo de su propio gobierno, que se acentúa durante su última campaña electoral. Los ejes fundamentales de su cuestionamiento son la paralización de los proyectos (obras paralizadas o inauguradas sin tener actividad) sobre todo aquellos vinculados a la producción, a los que llama los “elefantes rojos”; la alta burocracia estatal y la creciente corrupción administrativa. El socialismo tiene que planificarse, dirá, y muchas de sus orientaciones derivadas de ese cuestionamiento las plasmará en el Golpe de Timón que orienta la industrialización masiva y la lucha contra la burocracia, la reorientación económica, indicando un sistema de inspecciones y control (transformara el Despacho de la Presidencia en un ministerio de seguimiento de las políticas públicas).

Aunque la designación de Maduro como sucesor cerró cualquier discusión presidencial, fue acatada sin cuestionamiento, la verdad es que muchos grupos y clanes no les fue de su agrado. (II) Pero no se desató una guerra por el poder, sino que muchos los asumieron como una “postergación” de las aspiraciones de algunos líderes. La “temporalidad” de Maduro fue parte del discurso semipúblico de la mayoría de los clanes que se echaron las bolas al hombro durante la campaña electoral de abril de 2013. Ese discurso cuajó en amplios sectores de la clase media chavista que manifestaban también dudas sobre la continuidad del proceso después de la muerte del líder. Aunque todos daban por descontado el triunfo de Maduro basado en la orden póstuma de Chávez, la verdad fue que la alta abstención puso en riesgo el triunfo de Maduro, ganando por una escasa diferencia sostenida casi exclusivamente en la votación de los barrios pobres. (III)

El gobierno de Maduro tiene marcos distintos al de Chávez, aunque Maduro sigue en el papel de conciliador de los grupos y clanes dentro del chavismo, no lo hace desde una posición de liderazgo sino que estos los sobrepasan, y aunque entonces no hay cuestionamiento, sí hay mayores niveles de exigencia y no hay subordinación política ni siquiera en la acción de gobierno. Hay una recomposición política de la burguesía y una retoma de la política insurreccional, aunque sin ninguna influencia en el gobierno ni el ejército, dependen del apoyo imperialista. La muerte de Chávez genera dudas sobre la fortaleza del chavismo que se expresa de formas distinta en la población, mientras hay duda y apatía en los sectores de clase media, hay mayor radicalismo en los sectores populares. Y el último elemento es que la caída de los precios del petróleo que se inicia en el 2010 se agudiza hasta llegar en el 2013 por debajo de los 20 DPB (dólares por barril) anteriores al 2004.

El gobierno de Maduro, siguiendo las instrucciones de Chávez, se inicia con un giro a la izquierda, por lo menos en intenciones: se convocan a los consejos de gobierno sectoriales (consejos de trabajadores, de campesinos, de comunas, de mujeres, etc.) para el “diseño de la política gubernamental y la construcción del socialismo”; se establecen los gobiernos de calle, con asambleas populares para la atención de los problemas locales y el seguimiento regional de la obra de gobierno; se montan las brigadas de inspectores socialistas, dependiente de la presidencia, para el seguimiento de obras y denuncias de corrupción (la policía antiburocrática, la llamó Chávez); se restringió hasta casi anular CADIVI la dotación de dólares asumiendo el control político, pasando de la administración abierta de divisas (nunca hubo control de cambio, esa es otra ficción política) a la direccionalidad de los recursos (la acupuntura en el uso de la divisa, es la orientación de Chávez), reforzar el sistema de control de precios con el SUNDDE y leyes más punitivas y diversificar la obtención de recursos para romper la dependencia petrolera (el eje será el arco minero, que hasta el nombre es una invención de Chávez, no de Maduro).

La aplicación de estas políticas provocará el estallido de la burocracia al pasar de la crítica a los enfrentamientos, no sólo habrá razones para la lucha por el poder, sino que casi todos los grupos dependen de los negocios y manejo de divisas que la racionalidad presupuestaria que impone Maduro les afecta, la burocracia está ligada a las importaciones y manipulación financiera que es la base de la ola especulativa que Maduro pretende enfrentar sin limpiar la casa. Pero el estallido en la burocracia no será inmediato, sino secuela de otros hechos de la realidad política en la calle.

El Dakaso, fue el nombre con él se conoció a la ola de expropiaciones e intervenciones de comercios que se inicia con la ocupación de Daka en diciembre de 2013 para enfrentar la ola especulativa. Aunque se trató de una acción de izquierda directamente contra la burguesía comercial cometió tres errores: primero, se atacó al comercio con la incautación de millones de dólares en mercancía importada o la obligación de venderla a precio de importación, pero el comercio al detal era sólo la punta del iceberg de un proceso que se inicia en la importación, la asignación de dólares y/o la distribución mayorista que a veces tiene varios intermediarios, al final se terminaron expropiando galpones y tiendas que al desaparecer la mercancía sin tener control de la distribución quedaban vacíos; segundo, no se tomó en cuenta que parte de la burocracia de gobierno, incluido el sector militar, vive de los procesos de esa burguesía comercial a través de la permisología, control de aduanas e importaciones y la asignación de divisas; y por último, pero no menos importante, no se contó con la movilización de la población contra la burguesía especuladora, sino que fue una acción de gobierno, donde la población se benefició a comprar mercancías hasta por la décima parte de su precio, pero no fue coordinada, ni siquiera la venta, con las organizaciones de base. Pero además de estos errores no se contaba con la reacción de la burguesía. En la etapa anterior la burguesía, en retroceso, tirando la toalla, no había tenido capacidad de enfrentar las expropiaciones e intervenciones, ni siquiera cuando se expropió el emporio siderúrgico de los Machado (SIDETUR) pudo María Corina organizar una protesta importante. La única respuesta política había sido al cese de la concesión televisiva a RCTV que reinició las guarimbas pero focalizadas y limitadas a los grupos juveniles fascistas, el resto no pasaba de aireadas protestas por los medios y pronunciamientos de la OEA y otros organismos por ataque a la libertad de empresa y el libre mercado.

LA CRISIS DEL 2015.

Pero en el 2014, hubo una reacción conjunta de la burguesía contra las expropiaciones y la restricción en el aporte de dólares al mercado cambiario, como no la había habido desde el 2002. Hubo una parálisis total de la producción interna de bienes, en particular alimentos, higiene personal y del hogar, a la que se suma una paralización de las importaciones que caen en el primer semestre de 2014 a sólo un 13% del semestre anterior, se dispara la especulación a través del mercado negro, empieza un ataque directo a la moneda con la extracción masiva de papel moneda, fijación artificial del precio paralelo del dólar, convirtiendo a Cucuta en el centro de operaciones del mercado negro (IV) y se da una fuga masiva de capitales que según el Banco Central triplicó las reservas internacionales (V).

La ofensiva de la burguesía desbaratará la frágil economía que depende del ingreso petrolero en descenso, y se da el fenómeno de las grandes colas para obtener alimentos y bienes de primera necesidad, aunque había dinero no había productos. Aquí se producen varios fenómenos políticos que tienen estrecha vinculación. La crisis económica afecta directamente y con más fuerza a la clase media que ve desaparecer casi de inmediato los privilegios de la etapa anterior, la del gobierno de Chávez, lo cual achaca, gracias a la intensa campaña de prensa al gobierno de Maduro y no al saboteo de la burguesía y el bloqueo imperialista que se oficializa ese año, casualmente, con el decreto de Obama que declara a Venezuela una amenaza grave e inusual a la seguridad de EEUU, permitiendo legalmente las acciones de presión que hasta ese momento eran de bajo perfil, no oficiales. Hay una pérdida masiva de apoyo al gobierno hacia la derecha fundamentalmente de la clase media, donde las dudas sobre la continuidad del proceso tras la muerte de Chávez se confirman: Nicolás es un bruto, no tiene formación, es incapaz y otros serán más directos: Maduro esta asesorado por los cubanos e impone el modelo cubano de racionamiento y aislamiento.

En paralelo con la pérdida de apoyo del gobierno en la clase media, se produce el estallido del chavismo cuyo eje fundamental fue el cuestionamiento a las expropiaciones, que se calificó como “tremendismo”, cuestionamiento que incluía a las expropiaciones durante el gobierno de Chávez, la mayoría paralizadas en medio de la crisis económica. El gobierno siguió respondiendo con más expropiaciones de comercios y empresas paralizadas sin lograr detener el saboteo interno, enfrentó el alza interna de precios con aumentos salariales que llegaron a ser bimensuales, casi una escala móvil de salarios, que terminó quebrando al gobierno más que a la burguesía, porque cargaba con casi ocho millones (cinco empleados y tres pensionados) de los 14 que conforman la población económicamente activa, e intenta enfrentar el saboteo a la moneda con la repatriación de dólares que terminó secando varios fondos externos aún antes de que el  imperialismo los bloqueara. Quizás los únicos logros importantes de ese momento será la implementación del CLAP (más que por la caja de comida por la organización popular que la sostiene) y el carnet de la patria, que fue concebido en principio como un sistema de control del uso de los programas sociales del gobierno, terminó siendo un mecanismo para el reparto de dinero a la población. Aunque toda la oposición cuestiona su efectividad, su masividad quedó demostrada actualmente con la venta de gasolina a dos precios: uno internacional que es libre (a 0,5$) y otro subsidiado a través del carnet de la patria. Todo el mundo hace cola en las estaciones de gasolina subsidiada, lo que indica que todos tienen carnet (de acuerdo a la plataforma patria, hay más de 18 millones de inscritos).

A cada política del gobierno surgían enfrentamientos entre los grupos y clanes chavistas muy fuertes, llegando incluso al saboteo y desconocimiento de instrucciones y tareas, aumentando la fragilidad interna. Maduro queda aislado en medio de los choques grupales y la perdida evidente de apoyo. A finales del 2014 se implanta la segunda guarimba contra Maduro que se orienta al ataque y destrucción de propiedades del gobierno, lo que obliga a la represión directa para atacar el vandalismo. Guarimba con respaldo de amplios sectores de la clase media que cuestionan la situación económica, se agota rápidamente, con saldo de más de cuarenta muertos de ambos bandos. El tema de los derechos humanos no sólo se convierte en bandera de la oposición y el imperialismo, sino también se incorpora a la lucha interna dentro del chavismo, con sectores que cuestionan la represión y persecución a los guarimberos.

Otro elemento de disputa interna será el desarrollo del arco minero en el 2015. Algunos sectores cuestionaran la entrega de concesiones para la explotación de oro, coltan y otros minerales a empresas imperialistas, lo cual es absolutamente cierto.  Discusión que conlleva a varios temas, entre otros, gobernanza y conservación del poder, extractivismo y ecosocialismo, y oponerse, por simple oposición. Nosotros en medio de la situación país, exigimos en su momento y seguimos ahora, abrir una discusión objetiva y conservacionista para tomar las decisiones pertinentes, discusión y consulta que no hicieron, lo cual nos obliga, a rechazar así, la explotación del arco minero. Mientras que desde el gobierno se ha argumentado de que no hay empresas estatales, ni siquiera nacionales privadas, con capacidad tecnológica para la explotación de minerales, en este tipo de suelos. Empresas e inversiones propias, que no se crearon en la etapa de bonanza, menos era posible en medio del bloqueo de EEUU ya oficializado (VI). Sin embargo, el tema de los derechos humanos y la explotación del arco minero, no sólo agudizó los enfrentamientos internos, sino que también debilitó el apoyo internacional entre los grupos sociales que se hicieron eco de las denuncias, provenientes de la izquierda y del chavismo, sobre violaciones de derechos humanos y el desastre ecológico que provocaba la explotación del arco minero.

LA DERROTA ELECTORAL DEL 2015

Después de casi dos años de desabastecimiento, de amenaza imperialista directa y de pérdida de apoyo entre la clase media, se produce la derrota electoral en las elecciones parlamentarias en diciembre de 2015. Ello constituyó el mayor desastre político del chavismo, no una simple perdida de elecciones después de haber ganado casi veinte en quince años. No sólo se produce una abstención que en los barrios llegó a crecer hasta un 10%, sino que hay una migración de votos hacia la derecha en sectores de clase media de casi un 5%, lo que no había ocurrido desde 1999. El sistema de elección de los diputados, donde más del 80% son elegidos por circuito, en una relación de casi un diputado para cada circuito favorece a los grandes electores. Un partido nacional puede ganar muchos circuitos con menos votos que un partido regional cuya votación es alta, pero se concentra en pocos circuitos. En el 2010, la diferencia de votación fue menor al 1%, pero el chavismo mantuvo la mayoría parlamentaria porque ganó muchos más circuitos que los partidos de derecha dispersos. Pero en el 2015, la abstención de los barrios y la migración electoral de la clase media hizo que el chavismo perdiera muchos circuitos, más de treinta con menos de 100 votos, convirtiendo la votación de la MUD de un 52% a un 67% de los diputados, la mayoría absoluta.

Pero la mayor crisis, producto del resultado electoral, es la del régimen presidencialista impuesto por Chávez desde el 2002, contrario a la Constitución de 1999, en medio del proyecto de frente popular del chavismo de entonces. Chávez había gozado de mayoría absoluta parlamentaria, en particular en el periodo 2005-2010, cuando no participa la oposición y se consolida la revolución bolivariana. El régimen parlamentario previsto en la Constitución conspira contra el régimen presidencialista y la estructura gobierno-partido-ejército implementada por Chávez. La posición de la mayoría del chavismo es proteger el régimen presidencialista, incluso buscando acuerdos con la oposición que no prosperan, por lo que dan paso a maniobras palaciegas para elegir miembros faltantes del TSJ y del CNE antes de que llegue el nuevo parlamento. Precisamente su elección se había retrasado en medio de los choques y aspiraciones de los clanes, algo que resolvía Chávez de un plumazo, se había convertido en un nuevo campo de batalla que había retrasado la elección durante un año. La rapidez de la elección le pasó por encima a varias aspiraciones personales y de grupo agudizando las contradicciones, por otra parte, aprovecha las irregularidades ciertas en la votación del estado Amazonas, para que el TSJ anule la elección de tres diputados (un chavista y dos opositores), para quitarle a la MUD la mayoría absoluta. La maniobra es cuestionada por grupos chavistas. El respeto a la Constitución de 1999 se convertirá en una nueva fuente de conflicto interno de los grupos chavistas.

Obviamente la derrota del chavismo, en medio de la crisis económica creciente, para la que el gobierno no tenía ningún plan en medio de la crisis interna, aumentó la perdida de respaldo entre la clase media y varios sectores populares, y los choques internos pasaron a ser enfrentamientos abiertos y rupturas dentro el chavismo. No sólo saldrán varias individualidades, ex ministros y directores, algunos que habían perdido influencia en el gobierno y aprovechan para irse con argumentos críticos, sino que clanes claves de la época de Chávez tendrán rudos choques antes de salir, como el caso de Ramírez, que dirigió la industria petrolera; Luisa Ortega Díaz, con amplio poder en el sector judicial, y Giordani, quien prevalecía en la planificación y las finanzas. Algunos saldrán antes de la derrota electoral, otros muchos después, pero la imagen de desintegración del chavismo y la caída irremediable de Maduro era casi de consenso político. Esta deserción de la clase media, y la ruptura de grupos, hacia la derecha influyó también en corrientes que aprovecharon para abrirse del chavismo, creyendo aprovechar vientos favorables, cuando el centro político lo que realmente empujaban era hacia la derecha. Esto ocurre sobre todo, entre los cuadros intelectuales y universitarios que formaban parte del chavismo, e influye en corrientes radicales como Redes de Juan Barreto y Marea Socialista.

Para el año 2016 el gobierno de Maduro estaba en una crisis que muchos calificaron de terminal. Prevalecía una población afectada por la crisis económica, el recrudecimiento del bloqueo imperialista y la pérdida de apoyo en la clase media donde crecía la derecha. La posibilidad de la aparición de un centro político, influenciado por la derechización de la clase media que abandonaba al chavismo, parecía una jugada política astuta, no así revolucionaria. La caracterización de esos grupos fue que “el gobierno de Maduro ya no era de izquierda”, y la MUD era de ultraderecha, buscaban ganar un espacio en medio de los dos para tener auditorio de ambos lados> Matemáticamente no se ubicaba en el campo de la izquierda, ni siquiera en la centro izquierda, sino en la centro derecha. No era o es que el gobierno de Maduro no fuese cuestionable, incluso con razones sobradas para el rompimiento, no obstante, esta diferenciación tendría que haberse plantado por la izquierda. Precisamente, la crisis del gobierno de Maduro era la ausencia de un programa socialista para enfrentar la ofensiva burguesa. Hubo cuestionamientos desde la izquierda al gobierno de Maduro y también desde la base chavista, pero no hubo rupturas en esa dirección, las rupturas fueron, independientemente de su discurso, hacia la derecha.

Ante la derrota parlamentaria, la pérdida de apoyo, el crecimiento de la derecha y el estallido del chavismo, el gobierno retrocede en toda la línea en la política económica implementada desde el inicio. Abandona la lucha por el control de precios convirtiendo al SUNDDE en un aparato inútil. Permite, sin decretarlo, la liberación de precios, el mercado negro y la dolarización de la economía, en la búsqueda de parar el desabastecimiento. Abandona cualquier tipo de control del mercado exterior, levantando los existentes y reconstruye la línea de abastecimiento de dólares al mercado, limitado esto, por los bajos ingresos petroleros y, afectado adicionalmente por el bloqueo imperialista que se hace cada vez más  implacable en el sector petrolero.

Lo descrito anteriormente, constituye una derrota política en el plano económico del gobierno de Maduro. Queda sin planes coherentes y a la deriva en medio de la crisis hasta el 2019. A lo interno Maduro reconstruye las alianzas de los clanes sobrevivientes al estallido, otorgando inmensas cuotas de poder. Se distribuyen los ministerios e instituciones de gobierno, los mandos militares y las direcciones del partido en un delicado equilibrio entre los grupos. Lo que se llama madurismo es realmente una nueva relación de fuerza entre los clanes de la burocracia chavista después del estallido del 2015. Desaparecen los consejos presidenciales sectoriales, aunque la realidad era que habían sido copados por la burocracia y los únicos que realmente funcionaban era el comunal, el campesino y el de mujeres. El sistema de inspección para el seguimiento de las políticas públicas y de la corrupción administrativa es totalmente desmontado. El aislamiento internacional, ante la caída de los gobiernos de la ola rosada durante Chávez, obligó a Maduro a fortalecer la alianza con China y Rusia, más subordinado económicamente que en la época de Chávez. En términos políticos, Maduro, presionado por China y Rusia, busca un acuerdo con el imperialismo de coexistencia pacífica, pero es el imperio el que le da una patada a la mesa.

LA DERECHA SE VA A LA ULTRADERECHA

El imperialismo había desarrollado un plan exitoso para la reconstrucción de la oposición venezolana, apoyándose esta vez en los partidos, con más capacidad orgánica y programática que la sociedad civil. El papel interventor es más descarado y abierto que en la etapa previa al 2004. Las continuas reuniones en EEUU, la formación política de las direcciones partidarias, las becas para formación profesional en universidades norteamericanas y los viajes a centros de formación y entrenamiento en Europa para los cuadros medios de los grupos fascistas, le habían consolidado en la direccionalidad del movimiento opositor, aun así, la agenda política la siguió dejando en manos de la dirección local. La oposición interna y el imperialismo se embriagaron con una nueva relación de fuerzas y la perdida de iniciativa política del gobierno, y apostaron a un desenlace rápido, pero en la oposición afloraron las aspiraciones presidenciales para asumir un gobierno que anticipadamente daban por caído (Ramos Allup al asumir la presidencia de la Asamblea Nacional le dará seis meses) y la MUD deriva en una federación de precandidatos presidenciales.

En el 2016, en una especie de congreso de la MUD, se define el orden de las fuerzas que integran la MUD, quedando en orden AD, PJ, UNT, VP y luego el resto de los grupos. Dicho orden no responde a una real influencia de los grupos en la población opositora. En el 2015, por primera vez la MUD asume la tarjeta única por lo que no hay una medición real que verifique la fuerza de cada uno. EEUU asume que la dirección le corresponde a PJ, que es la filial del IRI, pero AD lo cuestiona porque tiene más diputados y había asumido la presidencia de la AN. VP le disputa a PJ la influencia en los órganos de inteligencia norteamericanos. Al final, se asume la relación con base al número de diputados como propone AD. La realidad era que el número de diputados no define la real influencia porque en cada circuito ganado influyó los votos de todos, y los puestos en las planchas fueron negociados previo a las elecciones entre los grupos. No tenían que ver con dominio de un determinado grupo. Es cierto, AD asumió las candidaturas en los circuitos menos buscados, tradicionalmente chavistas, y eso le había dado más diputados. Y, esa será la relación que se mantendrá a lo largo de los años dando lugar al 4G, el grupo de los cuatro grandes de la oposición.

La discusión más importante será la estrategia para salir de Maduro. Varios grupos pequeños (MAS, COPEI, Henry Falcón) proponen la oposición parlamentaria radical para buscar un referéndum revocatorio para finales de ese año. AD y UNT propone la obstrucción parlamentaria para paralizar al gobierno y buscar la inhabilitación política de Maduro aprovechando la mayoría absoluta parlamentaria. Primero Justicia está a favor de la obstrucción parlamentaria, agregando el desmonte de los programas de gobierno, pero se inclina por la búsqueda del referéndum revocatorio. VP y VV, apoyados por muchos grupos pequeños, están por la protesta insurreccional, a la que llaman la salida. Sin posibilidad de acuerdo por la intransigencia de cada uno, terminan con un acuerdo imposible: todas las vías son buenas y compatibles para sacar a Maduro, lo que terminara en un desastre cuando cada quien hizo lo que le dio la gana (VII).

El gobierno parecía estar contra las cuerdas ante la ofensiva opositora, totalmente incapacitado para enfrentar la agresión económica, y busca un acuerdo con el imperialismo, para el que median Zapatero y el presidente de República Dominicana. Obviamente el chavismo no quiere referéndum, pero lo acepta a condición que se pare la guerra económica por un año, que luego se reduce a seis meses, y a que se regularice el funcionamiento parlamentario, sin obstrucciones. Esa será la posición del chavismo durante todas las negociaciones que se dieron en adelante: instaurar un régimen parlamentario para dirimir las diferencias y que se pare la guerra económica. Pero en el 2016 involucraba la realización del referéndum, que el gobierno aceptó, pero a última hora la oposición recibe la instrucción de no firmar el acuerdo. VP había hecho intenso lobby en el gobierno de EEUU, con apoyo de la CIA sobre la inconveniencia del referéndum, que tardaría más de un año en realizarse y aunque se derrotara a Maduro, por lo tardío no garantizaba la salida del chavismo del gobierno, porque asumiría el vicepresidente para terminar el período. El gobierno de EEUU decide pasar por encima de las diferencias internas de la MUD y asume la dirección de la oposición, tomando como estrategia el plan insurreccional de VP que se concretará en la guarimba de 2017. Hay una nueva etapa en la intervención imperialista, abandonando la posición de respaldo y pasando a la dirección operativa y política.

El viraje a la ultraderecha de la oposición, en momentos que crecía su influencia en la clase media que perdía el chavismo en medio de la guerra económica, a la larga fue proverbial para Maduro y catastrófica para los que apostaban al surgimiento de un centro político, de un régimen parlamentario, tanto entre los sectores centristas de la MUD como de los ex chavistas. La guarimba de 2017, la más salvaje de todas las guarimbas, con propósitos insurreccionales y al principio con amplio apoyo de la clase media, volvió a polarizar la situación política como en el 2002. Efectivamente el chavismo se atrincherará en el gobierno, habrá un nuevo viraje a la izquierda, recurriendo a la movilización de los barrios, superará la crisis interna con el reacomodo de los grupos de poder amenazados también por la estrategia insurreccional de la derecha y el imperialismo. En la movilización del 1ro de mayo, Maduro reta a la oposición a decidir en una Asamblea Constituyente el futuro del país.

La convocatoria a la ANC era una oportunidad para la derecha, era imposible, en cuarenta días de guarimba, que el gobierno controlara la elección de los diputados, y la oposición podía presentar la convocatoria de la ANC como un triunfo de la “salida”, pero significaba parar la estrategia insurreccional y decidieron continuar rechazando la convocatoria a la ANC. La guarimba, que pasaría a atacar directamente al transporte, los centros de distribución de alimentos y medicinas, generaría un efecto contrario tanto en la clase media que lo apoyaba como en los barrios. En diez días de violencia durante el caracazo, se quemaron cientos de unidades de transporte, publicas y privadas, el comercio fue arrasado totalmente pero no fue destruida ni una sola farmacia ni un sólo centro de salud en medio de la furia popular. La imagen de la botica de Velásquez en la avenida Lecuna, intacta en medio de la destrucción y el humo del caracazo, fue histórica.

Mientras que con la guarimba 2017, se quemaron más de mil quinientas unidades de transporte, ni una sola privada; fueron destruidos un centenar de puestos de salud, todos públicos, pero ninguna clínica; se destruyeron transportes y centros destinados a la distribución de alimentos, pero ni un solo McDonalds. Una furia popular demasiado específica. La gente de los barrios sintió que la guarimba era contra ellos y los afectaba directamente. El chavismo impidió los enfrentamientos, considerando que significaría el caos y descontrol que justificaría la intervención. En varias barriadas salieron a enfrentar la guarimba y las derrotaron. En la clase media, que en principio respaldó la guarimba, fueron abandonándola preocupados por la violencia y, en  la perdida de sentido, en la medida que el gobierno no se debilitaba, muy a pesar de las campañas y rumores de que Maduro estaba a punto de renunciar, lo que nunca fue cierto.

La Asamblea Constituyente se convirtió en un reto para los sectores más pobres afectados por la guarimba, y también en el eje de la oposición. Sin darse cuenta, o por lo menos sin proponérselo, el eje de la guarimba pasó de la salida de Maduro a evitar la Constituyente. La clase media fue abandonando el apoyo a la guarimba y hubo un momento en que estas protestas insurrecionales en las urbanizaciones empezó a atacar a los propios habitantes que intentaban superar los bloqueos para ir a sus trabajos, abrir sus negocios e incluso comprar comida, lo que termina resultando un boomerang. En un momento dado, la clase media empezó a repudiar la guarimba, al convertirse en el centro del lumpenaje de clase media y de malandros de barrios atraídos por el reparto de dólares al final de cada jornada. Para un sector importante de la clase media, la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente se convirtió en la posibilidad de acabar con la guarimba, por lo que el gobierno recupera su influencia, aunque no totalmente, pero evidentemente la derecha la pierde en medio de la guarimba.

Esa oscilación de la clase media dejó descolgados a los grupos centristas. La acompañaron en su abandono al chavismo y quedaron atrapadados cuando la dirección de la MUD se fue a la ultraderecha. Algunos terminaron apoyando la guarimba dándole incluso virtudes de insurrección popular, sacando de contexto cuál era su dirección, el programa político que la conducía y la intervención imperialista. Otros jugaron a una posición Nini. Un imposible en medio de la polarización, criticaban duramente al gobierno por la represión y a la vez, a la guarimba por violencia y vandalismo. La misma actitud de la izquierda durante el caracazo, pero con los actores invertidos. La guarimba duraría 2 veces y media lo que duró el sabotaje petrolero (106 días contra 62), producirá el mismo agotamiento de la clase media, que apuesta por salidas rápidas y se desanima rápidamente cuando la “lucha” se alarga (VIII).

La convocatoria a la Asamblea Constituyente originó, en medio de la guarimba, otro proceso poco reseñado por una prensa pendiente de la violencia callejera. Maduro acompañó la convocatoria con la propuesta de diputados sectoriales, que había sido una vieja idea de Chávez cuando aún no era candidato presidencial, que luego quedara marginada en el aluvión electoral y la creación del MVR que reflejaba las nuevas tendencias sumadas al chavismo. Entonces, la idea era que los obreros, campesinos, pescadores y la gente de los barrios tuviese sus propios candidatos y la “oligarquía los suyos”. En el 2017, Maduro retoma la propuesta del MBR-200 original, proponiendo, con algunos cambios, los diputados constituyentes sectoriales. El que la derecha se opusiera a los diputados sectoriales era lógico en el lineamiento de oponerse a la Constituyente y sólo pedir la salida de Maduro, pero que la izquierda se opusiera fue un absurdo, lo que desde el sectarismo se hace cotidiano, y en este caso reaccionario, más aún cuando el argumento fue que no tenía bases constitucionales. (IX)

El proceso de selección de los candidatos, cuando la elección era totalmente nominal, generó un proceso de asambleas en los barrios y en los sectores campesinos que fue más allá del PSUV. No hubo el mismo proceso en la clase obrera a nivel de las fábricas, aunque sí de trabajadores participaban en los barrios. Antes que se impusiera la reglamentación ya habían más de 18 mil candidatos, la mayoría elegidos en asambleas de base. En la medida que la guarimba fue perdiendo respaldo, a pesar de hacerse más violenta, para la burocracia chavista, el problema principal pasó a ser como controlar el proceso que ellos mismos habían convocado. En principio hicieron más exigentes los requisitos y muchos dirigentes de base no tenían estructura orgánica para cumplirlos, a pesar del filtro, hubo más de cinco mil candidatos, y dada la negativa de la oposición a participar, eran todos del chavismo, o contra guarimbas. A última hora, se cambió el sistema electoral nominal por un sistema de planchas impuesto para la trampa. Salieron los candidatos “asociados” que al votar por uno, valía para otro. Fue la forma de garantizar la elección de los capos del chavismo en medio del aluvión de candidatos populares aun así, la composición de la ANC la convertirá en el parlamento más popular en toda la historia, lo que rápidamente obligó a la burocracia chavista a establecer un sistema de comisiones desde arriba, que le quitó el control de la ANC a los diputados de base. Eso le corresponderá a Delcy Rodríguez, una de las cabezas del clan Rodríguez, de los grupos de más influencia y más burocráticos del gobierno chavista. El control burocrático de la ANC convirtió en una burla el proceso político que se había iniciado y que derrotó a la guarimba, demostrando que los virajes a la izquierda de la burocracia chavista en esta época son de corto alcance.

Para el imperialismo la ANC fue motivo de preocupación cuando ya era obvio que no podía impedirla. A través del que actualmente es el embajador virtual para Venezuela asentado en Bogotá, y entonces encargado de negocios de la embajada de EEUU, presentaron una propuesta para una mesa de negociación y acuerdos, equivalente a la de Gaviria durante el paro petrolero. En esta ocasión era: suspender las elecciones de la ANC y detener la guarimba. El gobierno negó la suspensión de las elecciones y que la Mesa estuviese presidida por la OEA, proponiendo nuevamente a Zapatero y el presidente de RD. El gobierno de Maduro ha estado siempre dispuesto a negociar con el imperialismo un estatus quo de “mutuo respeto”, de coexistencia pacífica.  La mesa se instalará en RD a tres semanas de las elecciones de la ANC, pero la guarimba no paró, al contrario, se hizo más violenta atacando a los centros de votación y amenazas por las redes con el fin de ahuyentar a la población del proceso de votación. La respuesta fue masiva, incluso en las urbanizaciones de clase media la gente salió a votar por encima de las barricadas de la guarimba, en los barrios incluso hubo marchas para dirigirse al centro de votación. A las dos de la tarde, una bomba colocada en Altamira hiere a varios Guardias Nacionales motorizados que patrullan las calles mientras se dan las elecciones, sería la última acción de la guarimba. (X)

 Al igual que en el sabotaje petrolero, la mesa de negociación buscaba convertir la derrota en la calle en un triunfo político que mediante un acuerdo les permitiera salir indemnes. El nuevo acuerdo contemplaba la convocatoria de las elecciones de gobernador, entre otras cosas, suspendidas desde diciembre, el adelanto de las elecciones presidenciales y la modificación de la directiva del CNE. El chavismo sólo objeta que se limite el periodo constitucional de gobierno. Es falso que el imperialismo estuviese al margen, él mismo propuso la Mesa, la oposición no es independiente del imperialismo (mucho menos Julio Borges que encabezaba las negociaciones), pero tampoco Zapatero y el presidente de RD hubiesen podido actuar sin la venia del imperialismo haciendo esfuerzos denodados para lograr un acuerdo como lo hicieron. El acuerdo estuvo listo, al nivel que se convocó a un acto protocolar en el despacho presidencial en RD, y aunque estaban varios miembros de la oposición, Julio Borges no apareció y sólo dejó una nota diciendo que el acuerdo no iba. El acto fue suspendido cuando el presidente de RD confirmó con el Departamento de Estado que efectivamente el acuerdo no iba. (XI)

El gobierno cumplirá el acuerdo tal cual como se redactó, pero no se firmó, incluso liberando a los presos políticos enlistados por la oposición. Se hicieron las elecciones de gobernadores adonde la oposición participó entusiasmada en las perspectivas de obtener de 18 a 20 gobernadores sin medir las consecuencias de la guarimba. El chavismo le daría una paliza demostrando que había recuperado influencia en la población a pesar de la guerra económica. Ese resultado terminó de desbaratar a la oposición. El intento de desconocer la elección no presentándose a la juramentación ante la ANC, solo lo acata PJ, pero no AD que tiene cuatro de los cinco gobernadores que apenas lograron. El centro de la actividad opositora se convertirá en el bloqueo que recrudece la situación económica. La dirección opositora se concentra en el exterior mientras a nivel interno se derrumba. Tal como se acordó en RD, el chavismo adelantó las elecciones presidenciales, pero no el término del periodo. La oposición no participará con el lineamiento de desconocer las elecciones para ilegitimar al gobierno de Maduro, argumento que lo acompaña un sector de la izquierda (la ilegitimidad del gobierno de Maduro porque las elecciones no fueron legales). La realidad, nos guste o no, es que el gobierno de Maduro se fortaleció. No tendría más crisis políticas ni interna ni externas, pero seguirá desprovisto de un plan para enfrentar la guerra económica. Un sector de la oposición participará de las elecciones y será cuestionado duramente por romper la línea imperialista.

EL PLAN GUAIDO

Si se creía que el control de la dirección opositora por parte de EEUU garantizaría la coherencia política se convencieron rápidamente que no es así. Ha tenido tantos vaivenes al incorporarse las diferencias internas dentro de la burocracia del gobierno norteamericano, y tampoco ha podido superar las diferencias internas de la oposición cubiertas por el paragua de dólares, sino que las ha agudizado. Después de las elecciones presidenciales, toda la actividad opositora se fue al exterior, y a pesar del dominio de EEUU sobre los gobiernos latinoamericanos, no logra el control de la OEA, donde los gobiernos caribeños, beneficiados del programa petrolero venezolano PETROCARIBE no prestan su voto al concierto imperialista. Surgirá el grupo de Lima como una OEA paralela contra Venezuela. Para finales de 2018 la estrategia de los EEUU de producir un “apagón diplomático” (la ruptura masiva de relaciones con Venezuela) no cuenta con el apoyo general y sí con el rechazo de la UE. Entonces surge el plan Guaido.

 Este personaje de segunda, sin mucha trayectoria, incluso dentro de la VP (XII), era un dirigente estudiantil de las universidades privadas. Formó parte de los grupos de “manitas blancas” organizados por la CIA durante el gobierno de Chávez, participante de las guarimbas en esa época. Era del núcleo dirigente, pero nunca de los principales. Se entrenó, como muchos, en los campamentos en Europa del Este, donde también entrenarían a los jóvenes de la contra nicaraguense y recibiría una beca para estudiar un postgrado en la Universidad de Columbia (parapeto para la captación de agentes de la CIA). Antes de ser presidente de la AN fur el correo entre Leopoldo López y las agencias de inteligencia norteamericanas.

La nueva estrategia del gobierno norteamericano, de nombrar un gobierno interino alrededor de Guaidó, tomo por sorpresa al chavismo. Estos estaban concentrado en un despliegue diplomático para impedir el “apagón” propiciado por los EEUU. También sorprendió a la mayor parte de la oposición que no se tragó de buenas a primeras al nuevo presidente designado por EEUU. Para el momento de su proclamación no se había logrado la unidad de los diputados opositores; Por ello recurrieron a una proclamación en una plaza pública para evitar evidenciar diferencias en el parlamento.

El gobierno de EEUU debió disciplinar con amenazas y muchos dólares el rechazo al gobierno interino, en particular de AD, prácticamente con un compromiso de un real interinato a corto plazo, con un llamado a elecciones inmediato, una vez sacado Maduro de Miraflores. La estrategia suponía que el nuevo gobierno estaría acompañado de un levantamiento popular, la llegada de una “ayuda humanitaria internacional” a través de Colombia, y la instalación de un gobierno en los estados fronterizos (Táchira, Mérida) que sirviera de cabeza de playa a la intervención imperialista, esquema que se había desarrollado con éxito en Libia, pero no tanto en Siria. Aunque los EEUU lograron disciplinar a la oposición a la estrategia, por lo menos evitando el disenso público, no es verdad que logró animar a las actividades opositora. Se manifestó descontento en AD, clave para instalar el gobierno paralelo en las gobernaciones bajo su dominio, pero también en PJ que se sintió desplazado por VP como el agente de la política norteamericana.

Los partidos no fueron los autores intelectuales del plan Guiadó. Ahora se sabe que fueron los que en la década del noventa se conocieron como lo IESA boy´s (XIII), los ideólogos del gran viraje (el plan de CAP que provocó el caracazo) y de la Agenda Venezuela. Fueron ellos los organizadores intelectuales del sabotaje petrolero del 2002. A pesar de haberse distanciado de la política local luego del sabotaje petrolero, reaparecerán en el 2012 siendo los arquitectos de la guerra económica, en particular el ataque a la moneda que causó los mayores estragos sobre la economía venezolana. Son ellos los que están detrás de las operaciones financieras contra Venezuela, y del gran negocio que se ha convertido para muchos el bloqueo a Venezuela, la intervención de las cuentas en el exterior y la expropiación de activos. Incluso hay gente en la oposición que llama al gobierno interino la Corporación Guaidó, por la cantidad de billete y negocios que manejan.

A pesar de la estrategia no hubo la esperada reacción popular a favor del nuevo gobierno, ni siquiera en contra del de Maduro, que supuestamente incentivaría el anuncio de la entrada de ayuda humanitaria. La difícil situación económica, no produjo lo que esperaba, que las masas hambrientas salieron desesperadas a buscar la ayuda humanitaria. La base de la oposición estaba derrotada desde la guarimba, el gobierno había recompuesto parte de sus bases y el sentimiento antimperialista produjo un repudio generalizado contra la “ayuda humanitaria”. Esto era una intervención descarada. Por eso AD, con más olfato, evitó involucrarse, pero sin oponerse (XIV).

Se suponía que la ayuda humanitaria iba a estar acompañadas de protestas en todo el país, unos pocos guarimberos disponibles los movilizaron a Cúcuta y Boa Vista, y al contrario, el chavismo movilizó más de veinte mil voluntarios para los choques que se dieron en San Antonio del Táchira y Santa Elena de Uairen. De esa manera se destrozó el plan de la oposición. El gobierno, con apoyo popular, triunfó en los que se llamó la batalla de los puentes (por los cuatro puentes que unen Cúcuta y San Antonio del Táchira). La verdad es que el éxito se debió a una equivocada caracterización de la debilidad del chavismo y una desproporcionada creencia en la fuerza de apoyo a la oposición. Ella está en declive desde la derrota de la guarimba. El plan Guaidó no se da en un ascenso de la oposición, sino en un momento de declive y más bien de fortaleza del gobierno.

El error de caracterización producirá una nueva derrota, esta vez propiciada por el gobierno que recupera la iniciativa política. El fracasado levantamiento militar del 30 de abril de 2019, o como lo llaman en tono de burla, “la operación plátano verde”. El imperialismo, previo a la entrada de la ayuda humanitaria, había hecho una intensa presión sobre oficiales de las Fuerzas Armadas, ofreciendo mucho dinero, logrando quebrar a varios, que más bien terminan huyendo, desertando, no preparando una rebelión interna.

La contrainteligencia del gobierno, respetada desde la época de Chávez a nivel internacional, les hizo ver a los servicios de inteligencia la posibilidad de un golpe exitoso, embarcándolos en una aventura fuera de toda lógica que resultó en una nueva victoria chavista; El desmoronamiento del plan Guaidó y la puesta en evidencia del fracaso de las agencias norteamericanas, con ello varios pagaron los platos rotos. La campaña internacional alrededor de estos dos hechos fue impresionante, gracias al despliegue propagandístico del imperialismo, no había duda en ninguna parte, incluso entre los activistas favorables al chavismo que Maduro tenía los días contados. La propaganda imperialista magnificó, sin proponérselo, el triunfo chavista a nivel internacional. La batalla de los puentes fue un enfrentamiento a pedradas, donde el camión con “ayuda” lo quemaron las propias molotov de los opositores obstaculizando ellos mismos el avance del convoy, no fue un enfrentamiento entre tropas extranjeras y la resistencia armada venezolana, ni era un convoy militar el que intentó entrar, sino tres camiones medio cargados de piedras y recortes de cabillas. La cobertura desenfrenada de la prensa internacional, la presencia de tres presidentes, sobredimensiona el poder del ataque que no era tanto porque realmente contaban con un alzamiento interno que nunca ocurrió. El 30 de abril de 2019, tampoco eran varias unidades militares, con armamento pesado que tomaron una base aérea y la comandancia general de la aviación. No llegaron a treinta. Los dos generales se quedaron con los crespos hechos, angustiados cuando se dieron cuenta que habían sido embarcados, que era una trampa (XV).

Pero para la mayoría de los movimientos sociales, organizaciones y personalidades de izquierda fuera del país fue otra cosa, y la victoria chavista fue prácticamente heroica, con lo que se despertó la solidaridad internacional a favor de Venezuela que estaba desanimada. Además, gran parte de la intelectualidad y grupos de izquierda que habían mostrado poco interés, empezaron a tomar atención sobre Venezuela. Los que vieron la facilidad con que desplazaron a los gobiernos de Lula, Khisnner y Correa se preguntaron qué pasa en Venezuela que el gobierno no cae.

LA AMENAZA IMPERIALISTA

Desde enero de 2019, la estrategia del imperialismo ha estado alrededor del gobierno paralelo de Guaidó, que ha fracasado rotundamente a nivel interno. Después del fracaso del golpe del golpe militar del 30 de abril de 2019, el gobierno paralelo ha convocado a 19 guarimbas y 7 paros nacionales que ni siquiera se han iniciado. Se involucraron en una incursión mercenaria al principio de la cuarentena que resultó en un rotundo fracaso. La poca influencia interna ha hecho que muchos consideren que es una payasada e incluso dudan de la real posibilidad de agresión imperialista, destacando los discursos contradictorios en el gobierno de EEUU sobre la política hacia Venezuela influidos por la campaña electoral.

El gobierno no ha actuado directamente contra Guaidó aunque haya detenido a gente de su entorno involucrado en tráfico de armas, actividades militares y conspirativas. La indolencia del gobierno con respecto a él tiene varios argumentos: primero es obvio que el equipo de Guaidó está infiltrado totalmente, lo que le permite a los servicios de inteligencia obtener información de primera mano para adelantarse a las acciones conspirativas con eficiente facilidad; segundo, a pesar de la unidad de la oposición impuesta por la presión imperialista y el fuerte financiamiento que permite un altísimo nivel de vida a la dirección opositora, la realidad es que Guaidó se ha convertido en el principal factor de división y desintegración del frente opositor. Contradictoriamente los  ha llevado a la mayor debilidad en toda la historia de la oposición; tercero, el gobierno evita que una detención o agresión a la principal figura  de la oposición se convierta en el eje de una campaña internacional y de una justificación mediática para la intervención; cuarto, asume que este personaje no tiene poder interno para derribar al chavismo y depende exclusivamente de la intervención imperialista, por lo que prefiere enfrentar al dueño del circo y no el payaso de turno; quinto, porque al detener a Guaidó cambiarán de actor y revisarán una estrategia que ha sido un fracaso; y por último, la existencia de Guaidó le permite mantener la amenaza imperialista como un factor de cohesión interna y de cuestionamiento a las voces disidentes dentro del chavismo.

Todas esas razones “tácticas” pueden encontrar justificación, pero es políticamente incorrecta, desde la perspectiva revolucionaria y del movimiento de masas que exige castigo a los conspiradores y enfrentar la agresión imperialista. Realmente desarma a la vanguardia revolucionaria y a la población que se moviliza, en la forma de enfrentar a la agresión y la conspiración interna. Las “tácticas inteligentes” y la “habilidad estratégica” de la burocracia sustituyen en la conciencia de las masas la confianza en su propia fuerza para derrotar la agresión imperial. Y, terminan considerando a la movilización popular como accesoria, una actividad de respaldo a la acción de gobierno y no como una vía para la derrota definitiva de la agresión. Chávez impidió, en abril del 2002 y en enero del 2003, que el triunfo sobre el golpe y el sabotaje petrolero se convirtiera en el aplastamiento de la burguesía que estaba detrás de la conspiración. En varias ocasiones se refirió a esos momentos diciendo “el fantasma del 27 de febrero asomó sus fauces”. A pesar de apoyarse correctamente en la movilización del pueblo para enfrentar al enemigo, el temor a que se destape el “terror rojo”, la violencia desenfrenada del pueblo contra la burguesía, ha sido una característica de la burocracia chavista a lo largo de los veinte años de agresión burguesa e imperialista.

Asumir una posición revolucionaria en este punto requiere de abordar francamente tres temas involucrados: los derechos humanos, el sistema judicial y el papel de la agresión imperialista en la política interna. El tema de los derechos humanos resulta delicado en la relación con el resto de la vanguardia de izquierda, sobre todo a nivel internacional. Al abordar la discusión política sobre el tema se le despoja del contenido de clase y se lleva al terreno jurídico intelectual. La burguesía no tiene ese problema a la hora de evaluar su acción contra el movimiento de masas. En el caracazo se usó el ejército contra el pueblo desarmado, o en el peor de los casos contra grupos muy mal armados; se ordenó el ametrallamiento incesante de los barrios para poder parar la insurrección popular, incluso los jesuitas de la revista SIC, nada revolucionarios, plantearon que el ametrallamiento de los barrios tenía como objetivo castigar al pueblo por haberse levantado y sembrar el terror suficiente para impedir que volviera a hacerlo.

Eso es así, de eso se trata lo que Trotsky llamó el “terror blanco”, el terror de la burguesía. La acción valiente de denuncia de los escasos grupos de derechos humanos (menos de una docena) que existían antes del gobierno de Chávez (luego serán más de trescientos), se limitó a los excesos policiales y militares. En algunos casos llegaron a señalar al alto mando militar, y muy excepcionalmente a CAP y miembros de su gobierno, la responsabilidad se individualiza, se le despoja del contenido de clase. Con el caracazo cuestionaron el vandalismo, colocando un signo de igualdad con los excesos policiales, y en algunos casos hasta justificando la represión contra la acción de vándalos y delincuentes. La izquierda, centrista, acusó los excesos policiales y el vandalismo por igual; la ultra destapó su necrofilia habitual para resaltar la muerte y la sangre, como si fuese un castigo bíblico, el estigma de los pobres que siempre son víctimas de la maldad del opresor. Sólo el PST le dio un carácter de clase, una insurrección del pueblo y una represión burguesa. Luego lo haría Chávez que no habló de muertos ni de excesos militares, sino de un alzamiento popular y de la represión militar ordenada por la oligarquía. (XVI)

Y en el sentido inverso está el “terror rojo”, la furia desenfrenada de las masas. Si Chávez, a su regreso el 14 de abril, una vez derrotado el golpe, no hubiese tomado un crucifijo y llamado fervientemente a la rectificación, a la reconciliación nacional, y sencillamente hubiese dicho “muerte a los golpistas”, como dijo el dirigente adeco Morales Bello cuando el golpe de Chávez en 1992, no hay ninguna duda que la masa enfurecida hubiese dado cuentas de FEDECAMARAS; de la CTV, del alto mando militar, de los medios de comunicación y de toda la burguesía. Hubiese sido un baño de sangre, donde seguramente hubiesen muerto algunos inocentes, pero de seguro hubiesen pasado por las armas a todos los golpistas, sin juicio previo ni debido proceso, lo que seguramente les hubiese destrozado el alma a los activistas de derechos humanos. Pero, la historia posterior de la revolución bolivariana hubiese sido otra, y los centenares de muertos del lado de la revolución que hubo en los años siguientes por la acción fascista se hubiesen evitado. Durante el sabotaje petrolero, cuando ya estaban en derrota, la preocupación de Chávez era que la gente no pasara a tomar venganza, que el desenfreno violento de las masas echaría para tierra lo que se había logrado. En toda la historia, las revoluciones van acompañada de la violencia de las masas, los intelectuales y los centristas se horrorizan. Buscan separar las partes buenas y las partes malas (XVII). Para los activistas de derechos humanos, para el centrismo político, los derechos humanos son un tema jurídico político, para los revolucionarios es un problema de clases, y para ser más específico del momento de la lucha de clases. (XVIII)

Todos exigimos al gobierno que meta preso a Guaidó, que meta preso a los conspiradores, pero luego pedimos que liberen los presos políticos. Una cosa es que se pida la liberación de los dos compañeros de PDVSA, acusados de traición con argumentos muy pocos convincentes o a compañeros campesinos y sindicalistas detenidos en tomas de tierras, ocupaciones de fábrica o protestas, pero otra pedir que liberen a Rubén González, que ha formado parte de la conspiración y ha usado bandas armadas contra los trabajadores. (XIX)

En Venezuela, en medio de la confrontación política exigimos correctamente que el gobierno defienda y aplaste la contrarevolución política, denunciamos su indolencia y la impunidad conspiradora, debemos exigir mayor organización y armamento de la población, pero el gobierno es de la burocracia, y usará al estado para reprimir el disenso y la protesta que lo ataque, muchas veces a nombre de la lucha contra la contrarevolución, como lo hizo la burocracia stalinista y todas las burocracias de la historia. Entonces, nos corresponde una precisión política que no dé lugar a equívocos ni ambigüedades. En la discusión con el chavismo no se trata de quien es mejor defendiendo o como se defienden mejor los derechos humanos, sino cual es la política y la acción que mejor defiende la revolución.

Y vinculado a ello, está el tema del sistema judicial. Si alguna institucionalidad ha sobrevivido al proceso revolucionario sin ningún cambio es el sistema judicial venezolano, salvo en lo que se refiere al derecho laboral y los tribunales de tierra. El resto, sigue siendo tan viciado, obsoleto y corrupto, dominado por clanes, como lo fue en la cuarta república y es en todos los países capitalistas. La izquierda jurídica, durante el proceso constituyente no aportó nada salvo los consabidos discursos de exigencia de objetividad, transparencia y equidad. No cuestionó la base institucional y política del sistema judicial positivo, vigente desde el imperio romano, con las sacrosantas instituciones del “debido proceso”, el “derecho a la defensa” y “el derecho a ser juzgado por jueces naturales e imparciales”.

Eso fue un tema de conflicto permanente en el gobierno chavista, sobre todo entre los sectores laborales y campesinos, de los grupos de protección de los derechos de mujeres, niños y adolescentes enfrentados la burocracia chavista del sistema judicial. En el sector laboral se construyó como nuevo todo el sistema de justicia en medio del proceso político después del 2002. Así hubo que reeducar a los nuevos jueces, formado desde la universidad en el derecho positivo, a que debían decidir con base a la justicia y no a la legalidad, con base a la realidad no a la forma. (XX) Eso trastocaba toda la formación jurídica de los abogados propuestos, y se hacía posible al obligarlos a involucrase físicamente con el proceso político en la calle, saliendo de la asepsia de las oficinas y los juzgados. Eso aterró a la burguesía y es una de las denuncias más fuertes contra Venezuela en materia de derechos humanos.

En el derecho penal y administrativo, los viejos grupos de la cuarta república, las “tribus de David”, fueron sustituidos por los clanes judiciales chavistas sin ninguna variación sustancial. Con leyes escritas por el chavismo, terminaban condenados los dirigentes campesinos y obreros. No hay forma que el accionar revolucionario de las masas deje de violar la normativa positiva. Precisamente se trata de justicia social no de legalidad burguesa. Cientos de trabajadores y campesinos terminaban presos por violar la ley, liberados por la movilización y el proceso político en curso, por órdenes del gobierno, pero muchas veces sometidos a régimen de presentación. Esa fue razones de fuertes choques y diferencias con la fiscal Luisa Ortega, durante el gobierno de Chávez. Fue una de los capos del sistema judicial, hoy es la fiscal en el exilio del gobierno de Guaidó, que acusa al gobierno de violación de la ley. (XXI)

Y, vinculado a los derechos humanos y la acción judicial, está el tema de la agresión imperialista. La intervención directa del imperialismo ha sido continua desde el año 2000 terminado el proceso constituyente. Después, mucho más motivado por la oposición de Chávez al ALCA y el acercamiento, para reconstruir la OPEP, a los gobiernos proscritos de Iran, Irak y Libia. Factor interno, pero se trasladó a la política de respaldo a la actividad opositora y fue clave para el golpe del 2002. Luego de la derrota en el referéndum revocatorio y el derrumbe de la oposición, la intervención se hizo más directa, siendo el sostén principal de la oposición y para la creación de los grupos fascistas juveniles de donde sale la casi totalidad de la vanguardia actual de la oposición. La amenaza de una agresión directa se puso a la orden del día a partir de la gestión de Condolezza Rice al frente del Departamento de Estado. En el 2014 asumirá directamente y descaradamente la dirección de la actividad opositora. El gobierno paralelo de Guaidó al final será la pieza clave de la ofensiva imperialista.

El haber vivido durante casi quince años bajo la amenaza de una agresión que no se concretó, se convirtió en una costumbre, parte del escenario político, que lleva a muchos a minimizar el peligro. La poca operatividad interna del gobierno de Guaidó, el fracaso de las actividades conspirativas, la responsabilidad del gobierno en muchos aspectos del desastre económico y la impunidad con que se mueve Guaidó y su equipo, también han ayudado a que muchos minimicen, incluso desaparezcan, la amenaza de agresión y el peligro de la existencia de ese gobierno paralelo dentro de los análisis de la situación política, lo cual es un gravísimo error.

El gobierno de Guaidó no es algo circunstancial o, parte del folklore político nacional. Es la piedra angular de la política imperialista de aislamiento político y bloqueo económico contra Venezuela. Sirve para justificar el robo a las reservas internacionales en oro y dólares y la apropiación de empresas del estado venezolano en EEUU (CITGO), Colombia (Monomeros) y Costa Rica (Alucasa). Con dinero de los venezolanos se financia la actividad imperialista y opositora desde el exterior, convirtiéndola en el gran negocio de la antigua meritocracia. Durante la pandemia, el gobierno de Guiadó ha recibido más recursos económicos desde los países de Europa y América que el propio gobierno, sin haber invertido un dólar en un solo medicamento.

No es cierto que la actividad interna del gobierno de Guaidó no tenga importancia. Si, ha sido un fracaso para lograr la movilización activa de los sectores opositores, fundamentalmente, por la derrota política de la guarimba de 2017. No obstante, la ausencia de respaldo público a Guaidó no puede haber pasado desapercibida para el imperialismo. Es infantil el argumento de que el equipo de Guaidó y sus aliados tienen engañado al gobierno de EEUU. La persistencia de la estrategia imperialista alrededor del gobierno interino nos debe llamar a la reflexión. El argumento no puede ser únicamente el negocio del entorno de Guaidó y funcionarios de EEUU y del narcogobierno colombiano apoderándose de los recursos del estado en el exterior y los provenientes de la solidaridad impuesta a los gobiernos de la UE y del Grupo de Lima. En ese binomio Imperialismo/Guaidó hay un objetivo político.

Desde el chavismo, luego de declarar la Asamblea Nacional en desacato con el CNE, se ha prestado poca atención a sus decisiones, así como las del TSJ en el exilio que sesiona en Bogotá, toda vez que aparentemente no tienen ninguna ejecutoria. Sólo algunos en el terreno internacional han señalado decisiones que han justificado a los EEUU y sus tribunales, así como a otros gobiernos, la moratoria de las deudas con PDVSA o PETROCARIBE, el congelamiento e incluso usufructo por el gobierno de Guaidó de fondos pertenecientes al estado, la ocupación de bienes inmuebles (sedes de PDVSA y otras empresas, sedes diplomáticas y consulados, sedes destinadas a museos y casas de amistad, etc), ocupaciones de las empresas CITGO, Monomeros y Alucasa, y la liquidación de CITGO para pagar deudas por demandas en tribunales de EEUU contra el estado venezolano por “expropiaciones e incumplimientos de contratos”, etc. Las decisiones de rupturas de relaciones o desconocimiento del gobierno venezolano, avaladas en la legislación venezolana aprobada por la Asamblea Nacional y el TSJ paralelo han significado enormes negocios para gobiernos, banca y empresas de esos países.

En ese mismo sentido, se han aprobado más de trescientas leyes con respecto a Venezuela. Grupos económicos, bufetes privados y grupos de asesoría económica e inversiones han estado muy prolíficos en la producción de leyes, que debido al “desacato” que si es válido en Venezuela no se han ejecutado. Las leyes paralela, contemplan la liquidación de PDVSA y la venta de pozos; la privatización de todas las empresas del estado; la devolución de empresas y tierras expropiadas con pago de indemnización por daños y prejuicios; la eliminación de la misión vivienda con otorgamiento de propiedad y libre venta de inmuebles; la derogación de leyes que hoy sustentan la existencia de radios comunitarias,; los servicios de barrio adentro; farmapatria; CLAP y otros programas sociales; leyes de inquilinato; de reforma bancaria; de créditos hipotecarios,; del sistema judicial; de reforma laboral; la intervención del FMI y el Banco Mundial del Banco Central; la disolución de la Fuerza Armada Bolivariana con la ocupación por tropas “internacionales” para garantizar la paz interna y la consolidación de un régimen acorde con la carta democrática de la OEA, etc.

No se trata de un simple programa, de un plan a aplicar por un posible gobierno de transición como fueron los programas de la Coordinadora Democrática entre 2002 y 2004, o los de la Mesa de la Unidad Democrática desde 2010 hasta 2017 cuando se derrota la guarimba. Se trata de un conjunto de leyes de aplicación inmediata, cuyo único impedimento es la existencia del gobierno ilegítimo de Maduro. Son innumerables los programas de televisión y de radio, aquí en Venezuela, donde voceros del gobierno de Guaidó y de la Asamblea Nacional hablan con plena libertad de las leyes en discusión o aprobadas, de los beneficios que traerán una vez sean aplicadas, que ven miles de personas de la clase media convencidos que sólo la salida de Maduro impide la prosperidad política económica del país.

Ese ciudadano de clase media, descontento con la situación económica, los que se quejan de los millones de bolívares que debe cancelar por concepto de condominio que le consumen sus escasos ingresos, las ilusiones de “aquellas leyes de aplicación inmediata”,  no logran ver que gracias a la ley bancaria vigente paga por el crédito de la casa, apartamento que adquirió hace diez años menos de un dólar mensual; que con otro dólar mensual paga los servicios de agua, electricidad, gas directo; sino, sólo se dan cuenta, qué ninguno de esos servicios son eficientes, como de verdad no lo son.  Escuchan diariamente de un conjunto de leyes ya “aprobadas”, que sólo las impide el gobierno de Maduro, que abrirán al país a la modernidad y desarrollo que obstaculizó la llegada del chavismo. Tan sólo pueden observar, el enriquecimiento ilícito de  a “boliburguesía”, la corrupción del gobierno y la Fuerza Armada, del chavismo repleto de vagos en los barrios que viven de los bonos que otorga el gobierno sin trabajar, las empresas destruidas por las expropiaciones, el campo abandonado por las ocupaciones de tierra, la ausencia de inversión extranjera, ahuyentada por el comunismo en el gobierno; Para ellos, estos son los que impiden la salida de la crisis. Esa es una propaganda permanente y que hace mella diaria en la población descontenta por la crisis económica.

Las encuestas más serias de la propia derecha (Datanalisis, por ejemplo) señalan un escaso apoyo a una intervención extranjera (menos del 30%) y existe un rechazo a Guaidó (más de un 80%), entre los seguidores opositores, eso se debe a los continuos fracasos y embargues de las acciones interventoras y conspiradoras, pero sigue existiendo un apoyo, de parte de la población opositora, a una salida del gobierno, a la desaparición del chavismo, como fórmula necesaria para implementar una política que los saque de la crisis y, se imponga el conjunto de leyes del gobierno paralelo, independientemente de la figura de Guaidó.

Entonces, no es descartable que una acción, interventora o conspirativa, más exitosa que a las que se han dado, genere respaldo de esa población opositora. Al fin y al cabo, para ellos, de lo que se trata es de acabar con el chavismo para poder “salir” de la crisis. Por eso el imperialismo sigue apostando, hasta ahora, al gobierno paralelo, a pesar de la crisis de la figura de Guaidó. Eso es a que siguen encontrando respaldo a la tesis de la salida definitiva del chavismo que no otorga ninguna figura conciliada. Por eso le han dado, en varias ocasiones, una patada a las Mesas de negociación, y en ninguno de los casos, a pesar de las amplias concesiones del chavismo, no se establece como punto de principio la salida de Maduro y, lo que es más importante, la limitación del acceso del chavismo al poder.

A pesar de las diferencias entre las fracciones imperialistas sobre la estrategia hacia Venezuela, exacerbadas por la campaña electoral de EEUU, hay acuerdo en ese aspecto. En plena discusión de un posible impeachment contra Trump, en un momento álgido del enfrentamiento entre republicanos y demócratas en el Congreso de EEUU, ambos se pararon a aplaudir la presencia de Guaidó en el recinto, fue la única acción unitaria, y no es cualquier cosa.

Para el imperialismo es una cuestión fundamental el aplastamiento del chavismo, de la revolución bolivariana. Léase y entiéndase bien, el aplastamiento del proceso, de la situación revolucionaria abierta desde 2002. Hasta ahora no lo vislumbran como parte de un acuerdo político. Deben estar consciente que el movimiento de masas, si no es aplastado o derrotado físicamente, volará por los aires cualquier acuerdo que intente domesticarlo por las buenas. Por eso siguen apostando a una vía de ruptura total con el chavismo. Llegan a proponer públicamente, cada vez que se ha hecho tangible la posibilidad de un acuerdo político, garantías para la salida del país de los representantes del gobierno y del alto mando militar (que muchos olvidan, pero el imperialismo no, que junto con PDVSA, son factores claves de los alcances de la revolución del 2002). Necesitan aplastar al chavismo, al proceso revolucionario, a todo lo que represente la revolución bolivariana como única forma de consolidar el triunfo de la reacción, no sólo en Venezuela sino en toda América Latina. Por eso la declaración de Venezuela como país amenaza, como gobierno narcotraficante, como violador de derechos humanos, etc. porque eso limita cualquier acuerdo que no signifique la salida del gobierno chavista, pero no es Maduro, es el proceso revolucionario el que les preocupa. El comportamiento y rebeldía de las masas bolivariana y chavista sigue siendo un faro a todas las masas rebeldes de nuestro Continente.

El gobierno de Guaidó, y por eso el ataque del imperialismo a los sectores centristas de la oposición, es una espada de Damocles sobre el país. Aunque hasta ahora no haya conseguido el respaldo previsto a nivel interno, se mantiene inmutable el frente internacional. Cualquiera debilidad del gobierno, cualquier situación interna que cambie la relación de fuerzas, estará a mano el gobierno de Guaidó y el cuerpo de leyes, que una vez legitimada justificarán todas las acciones pasadas y futuras del imperialismo en Venezuela. Una intervención militar imperialista o una incursión mercenaria, que no pueden ser descartadas, que pongan en jaque al gobierno de Maduro; una conmoción social interna debido a la agudización de la crisis económica que coloque al gobierno en crisis; o la combinación de ambas situaciones. ¿Puede tener alguien alguna duda que el gobierno alternativo es el gobierno paralelo de Guaidó? Ese es su papel, mientras exista; Por ahora, no habrá espacio para una solución negociada ante una eventual crisis o caída estrepitosa del gobierno de Maduro.

Por eso, la oposición será beligerante al reconocimiento de las elecciones parlamentarias y de la participación de los sectores opositores, a pesar de la posibilidad real de que obtuvieran la mayoría. No va a echar por tierra la justificación para el gobierno paralelo, y para el cuerpo de leyes  que acompañan a ese gobierno legitimado por la comunidad internacional. La otra vía, la del reconocimiento de las elecciones parlamentarias, significaría borrar todo de un plumazo. Entrar en el terreno de la negociación o convivencia con el chavismo, sujeto, lo que es más importante, a cerrar definitivamente la situación revolucionaria, lo que no está garantizado, de antemano.

Insistimos, el gobierno paralelo de Guaidó es la espada de Damocles, no sobre el gobierno de Maduro que no depende de él, sino del éxito de la agresión imperialista y del curso que tome el movimiento de masas, sino sobre el cuello del movimiento de masas que, sin ninguna duda, con el respaldo de una clase media contra revolucionaria, dará lugar al aplastamiento fascista de la población. Este elemento de la realidad tiene que ser la atención primaria de cualquier programa revolucionario: el aplastamiento de la amenaza fascista, la destrucción del gobierno de Guaidó y la movilización revolucionaria contra la agresión imperialista ocupan un lugar preponderante. Aunque no les guste a muchos y muchas, incluso por encima del destino del gobierno de Maduro, siendo necesario, si la situación lo exige, alinearse con el gobierno para enfrentar y destruir esta amenaza.

La izquierda antichavista y el centrismo (a veces son la misma cosa, sólo diferenciables en algunos momentos por el discurso), olvida olímpica o sectariamente este hecho, a la hora del hacer el análisis sobre la situación política Venezuela. Sólo así justifican concentrar sus baterías contra el gobierno de Maduro sin tocar la agresión imperialista a la que consideran inexistente, en otros casos irrelevante y, a veces la tratan como parte de la estrategia del chavismo. Constantemente, denuncian de la alianza de Maduro con el imperialismo.

Muchos activistas de la izquierda en otros países, relacionados de distintas formas con estos grupos o intelectuales de izquierda, principalmente profesores universitarios vinculados a estos sectores políticos, se extrañan que cuando piden información sobre Venezuela, a veces preocupados por informaciones que le llegan de una agresión o la amenaza de agresión del imperialismo, reciben una retahíla de informaciones sobre la violación de derechos humanos, la conculcación de libertades democráticas, la difícil situación económica atribuida al gobierno neoliberal de Maduro y, esa permanente capitulación al imperialismo, sin ninguna mención a la posible agresión, al papel del imperialismo y sus consecuencias, a veces, llegando a negar a priori su existencia.

Es como una especie de “autoterapia”: reconocer la agresión imperialista los coloca en el terreno del madurismo.  Esto le es inconcebible, y exorcizan esa posibilidad recurriendo al libreto antigobierno. Un culto, que les permite quitar el acento al peligro imperialista al cual consideran irrelevante. Esa actitud es repetida por corrientes internacionales que siempre terminan descolgadas cuando el activismo político internacional se encuentra con que una nueva agresión imperialista, muy real y nada irrelevante, es derrotada por un gobierno supuestamente repudiado por la población.

El centrismo, la izquierda antichavista, tiene dos sectores, que hacen una diferencia sutil pero importante en la política y el tratamiento con ellos. El primero, se trata de aquellos que abandonaron el chavismo entre 1999 y el 2002 con la crisis del gobierno frentepopulista de Chávez. A este sector se suman personas y grupos que abandonaron el chavismo en pleno ascenso de la revolución bolivariana después del 2002, en general, por diferencias, enfrentamientos o ataques de sectores de la burocracia chavista.

Las razones de esas rupturas son variadas. A veces personales, otras debido a imposiciones o presiones desde las organizaciones internacionales a las que están vinculadas y, muchas veces justificadas. Sin embargo, políticamente, independientemente de las razones de ruptura terminan militando en la derecha, coincidiendo con sus denuncias o con los propósitos tácticos de estas. A pesar de sus intenciones, la agudización de la situación revolucionaria y la acción fascista de la derecha extremando en sus posiciones, sigue sin dejar muy poco espacio para el desarrollo de un centro político.  La realidad impuso que o se militaba en un bloque, o se militaba en el contrario. Su sectarismo antichavista, el sectarismo del chavismo, o ambos, les impidieron recolocarse, después de la ruptura, en el campo revolucionario.

Con un discurso aparentemente revolucionario, de izquierda o centrista, a pesar de cuestionar a la derecha e incluso al imperialismo, justifican la unidad de acción con la derecha, como una “política de frente único” contra el gobierno chavista, a quien caracterizan, para justificar esa política, como un gobierno también de derecha y proimperialista. Algunos participaron de la CD, y posteriormente de la MUD, con una posición crítica, y a estos los acusan de inconsecuentes y traidores en el enfrentamiento con Maduro, otros no se incorporan a esos frentes de la derecha, sino que se mantendrán al margen, pero en alianza, en el sector sindical o estudiantil, con grupos que si son de la MUD. En este sector se ubica el PSL que desesperadamente pregona su independencia, pero no sale de ese circuito. (XXII)

El otro sector de la izquierda antichavista y del centrismo, rompieron con el chavismo en la crisis posterior al 2016, en medio del avance de la crisis económica y de la derrota parlamentaria de diciembre del 2015. A diferencia de los casos anteriores, este sector es influenciado por sectores de la clase media y la intelectualidad que, en medio de la crisis económica y la agudización del enfrentamiento con el imperialismo, aspiraban un centro político, de unidad nacional, de conciliación que diera fin al “enfrentamiento estéril”, repudiando por igual el extremismo chavista y al intervencionismo imperialista.(XXIII)  En este sector se ubica Marea Socialista. A diferencia de los otros sectores que ya tienen tiempo en la derecha, en este sector hay una base con un reflejo de años militando en el bando chavista al que cuestionan ahora por muchas razones justificadas, pero que contienen la derivación que algunos y algunas de sus dirigentes se fueron a la derecha. (XXIV)

EL VIRAJE DEL GOBIERNO AL NEOLIBERALISMO

La imposibilidad del gobierno para revertir la crisis económica provocada por el bloqueo y la guerra económica, producto de la crisis interburocrática interna, por la heterogeneidad económica política y de la influencia de la corrupción vinculada a los negocios que cobraron fuerza con la guerra económica, se convirtió en una derrota política de la dirección chavista, No obstante, no del movimiento popular, a pesar del marcado retroceso con respeto a la etapa anterior.

A pesar de fortalecerse los niveles de organización de la base vecinal con el CLAP y mantener una línea de ruptura del bloqueo para garantizar el acceso a bienes por la población manteniendo una línea de importación financiada por el gobierno, en general, han sido desastrosa las consecuencias del bloqueo por culpa del gobierno y de eso es consciente la población. La superación de los efectos más perversos de la primera etapa del bloqueo y la guerra económica, el desabastecimiento generalizado de bienes, muchas veces es presentado como un triunfo del gobierno, realmente fue por el abandono de las políticas de control de precios, de administración cambiaria y de importaciones, de los decretos continuos de aumento de salario, no como parte de un plan, sino de en retroceso en toda la línea, de una derrota política, pero la consecuente dolarización de la economía, la fluctuación libre del dólar y la libre importación generaron una espiral inflacionaria que de acuerdo a algunos economista se encuentra entre las más graves ocurridas en la historia, sólo superada por Alemania en la preguerra. Aquí se pulverizó toda la economía venezolana con peores efectos que el desabastecimiento.

A pesar del discurso antimperialista y del cuestionamiento del bloqueo, hay una renuncia explícita de la dirección chavista en el gobierno de enfrentar el bloqueo con un plan económico productivo de guerra al imperialismo. Era lo que Chávez decía en el 2010, que al discurso antimperialista había que acompañarlo de la acción contraimperialista, que permitiera enfrentar eficientemente la amenaza y el bloqueo. Y, estas son parte de las bases de su orientación en el Golpe de Timón del 20/10/2012. Así como para la derecha y el centrismo es irrelevante la acción imperialista en la crisis económica interna, para el chavismo pasó a ser irrelevante la acción de los agentes internos en favor de la crisis económica, de la guerra económica imperialista. Durante años, en varios momentos de la guerra económica, el propio Maduro se quejó, hasta públicamente, de la ausencia de un plan económico de la revolución, para enfrentar la guerra, y sólo hubo medidas, no un plan. Las reuniones del alto gobierno, de la alta dirigencia, durante varios meses, años incluso, terminaban sin concluir en un plan concreto, mientras la guerra económica hacía estragos.

Honestamente, señalamos  que tampoco se ha propuesto en la discusión pública un plan revolucionario, un programa revolucionario contra la guerra y que, en el mejor de los casos, sólo se plantearon medidas. Otra realidad empezó a construirse en medio de la crisis y la derrota política del gobierno, la despolitización del discurso público y el empoderamiento de la tecnocracia en las instituciones del gobierno. Mientras la vanguardia politizada se metió de cabeza a enfrentar las consecuencias de la guerra económica, garantizando la organización de los barrios y la producción básica de alimentos en el campo y algunas empresas, los cuadros medios profesionales, los que no huyeron a otros países en medio de la crisis económica, fueron asumiendo el control de la política de las instituciones del estado.

Es injusto o desproporcionado, cuestionarles su compromiso con el gobierno y el chavismo, cuando la realidad es que su formación académica, muchas veces alcanzada en postgrados en el exterior, que el gobierno financió, por lo cual están muy agradecidos, es totalmente neoliberal. Eso incluye sobre todo de aquellos que fueron a estudiar a China, Rusia y otros países europeos. Algunos de estos estudiantes enviados a China quedan escandalizado porque en el curso los chinos recomendaban disolver los sindicatos. Esa es la realidad de la vanguardia técnica del gobierno, que ha venido asumiendo responsabilidades en medio del retroceso político.

El primer plan serio del gobierno, un plan de medidas estructurado, aplicado en el marco de la reforma monetaria de agosto de 2018, es un plan neoliberal. No se trató de un plan fondomonetarista como indican algunos, pero se da dentro de la concepción ideológica del llamado consenso de Washington.  (XXV)  

No se trata de una economía neoliberal, incapacitada de entrar al mercado internacional, con 80% de la producción interna paralizada y con un PIB inferior a la par del de Haití, es imposible destacar ventajas macroeconómicas de desarrollo. Tampoco se trata de un gobierno neoliberal profeso, cuando con deficiencias se han mantenido a toda costa  programas sociales, el sistema de salud y la educación pública, los subsidios a la población a través de los bonos del carnet de la patria, y el subsidio a los servicios públicos. Eso se calcula, consume casi un 60% del presupuesto nacional cuando el ingreso ha caído 985 veces con respecto al 2014. Al iniciarse el gobierno de Maduro, ya había caído 30 veces con respecto al 2010. El endeudamiento internacional ha sido principalmente para la adquisición de alimentos y medicinas, dándose situaciones de absurdo, como el de ahora: el gobierno paralelo ha recibido más ayuda monetaria para la pandemia que el gobierno legítimo. Atacar desde la derecha al gobierno por neoliberal es inmoral y solo tiene el sentido de acallar la conciencia de los que saltaron la talanquera en medio del cerco imperialista.

Lo reconocido es los párrafos precedentes, no quita denunciar que la tendencia neoliberal del gobierno es grave y amenaza con desmantelar las conquistas del proceso político. Precisamente en un terreno donde se avanzó muy poco: en el terreno económico. Esto se hizo bajo la concepción que había que consolidar la conciencia política antes de dar el salto económico, lo que es la piedra angular de la transición al socialismo. La realidad es que había que avanzar en ambos, porque la conciencia política avanza y se consolida en la medida que se logra la consolidación de la economía colectiva.

Se trata también ahora, de la ausencia de una conciencia revolucionaria de la burocracia, de la ausencia de un programa revolucionario para la construcción del socialismo, que aflora en medio de la crisis política, de la derrota política de la burocracia ante la ofensiva del capital. No se trata de una discusión de números, de datos macroeconómicos, sino de cómo enfrentar el cerco imperialista de la que va a ser víctima cualquier revolución, de cómo construir el socialismo y, aunque no se dice, pero también es clave, de la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país. Estas son las grandes tragedias de la burocracia chavista: querer centrar la elaboración de un plan en el terreno económico, despojándolo de toda discusión política. Ese es el estilo de la tecnocracia, no de una dirección política socialista y revolucionaria.

Sumemos lo anterior, a una realidad sometida a un cruel cerco imperialista (agotados de explicar en este documento), con una economía dependiente del ingreso petrolero, cuando ha habido trimestres completos sin un dólar de ingreso. Por primera vez en toda la historia, el ingreso de divisas por ventas, quedó por debajo de las remesas de los emigrantes. Hechos que ponen en primer plano las preguntas: ¿Cómo desarrollar la producción de bienes? ¿Cómo obtener capital para el desarrollo industrial, para la compra de insumos, mantenimiento de equipos? ¿Cómo levantar la industria y la producción nacional sin recurrir a la burguesía que controla el capital? ¿Cómo planificar las inversiones de capital que no tienes? En la respuesta de esas preguntas, donde la tecnocracia que ha copado la dirección política del gobierno, de formación neoliberal, impone sus criterios, mientras nosotros (aun cuando no tenemos ningunas responsabilidades ni ejecutivas, ni legislativas, mucho menos judiciales) desde la izquierda sólo balbuceamos. Hacemos crítica, pero sin pasar a las propuestas de acción revolucionaria.

Más grave aún, la tragedia de la burocracia, es que a pesar de abrir los brazos y piernas a un programa de medidas neoliberales, estas tampoco lograran superar la crisis económica y se mantiene el cerco imperialista. El objetivo de este cerco es político, la afectación económica está enmarcada en las consecuencias de la medida política. Lo que se intenta es aplastar la revolución, la destrucción de la economía es parte de la estrategia, no el fin en sí mismo. Recientemente, los voceros del gobierno de EEUU anunciaban que habían logrado importantes avances para cercar el desarrollo de los CLAP y vaticinaban poder acabar con ese programa antes de fin de año. ¿Hay algún objetivo más político que ese? Los CLAP no son una parte esencial del engranaje de la economía venezolana, son más bien un elemento sustancial de la organización social. Entonces, será qué entendimos porque el imperialismo tiene como objetivo destruirlo? Es la política, y la economía en la medida que produzca efectos políticos. Ese es el eje del enfrentamiento.

No está descartado que un gobierno revolucionario y hasta en pleno tránsito al socialismo,  en medio de un cerco imperialista de la naturaleza impuesta a Venezuela, recurra a medidas capitalistas, incluso de corte neoliberal, a las inversiones extranjeras y a la alianza comercial con otros países capitalistas, para afianzar el desarrollo económico de la revolución. Estas son tácticas dentro de una estrategia revolucionaria. La burocracia chavista usa esta posibilidad  como argumento, tan sólo para tapar o justificar su capitulación o sus concepciones reformistas. No reconocerá la existencia de un plan neoliberal, sino que las presentará como tácticas para lograr el crecimiento económico, por lo que confundirá el debate político. Acusar al gobierno de neoliberal sin presentar un programa alternativo tampoco ayuda al debate. En medio de lo que está ocurriendo con lo de la Ley Antibloqueo, no se trata de decir que Maduro y el imperialismo son lo mismo, que ambos son neoliberales, como acusa el centrismo, porque no es cierto. La discusión, aún hoy aprobada esa cuestionada ley, se trata de cuestionar los equívocos, haciendo prioridad en las propuestas para enrumbar el proceso político.

A principios del siglo pasado, Lenin resumía la definición de los objetivos del socialismo en la frase “electricidad y soviets”, en ese momento, el dominio de la producción de electricidad era la clave para un desarrollo industrial y un salto en el nivel de vida de la población, pero lo ubicaba a la par, y absolutamente vinculado, al desarrollo de los organismos de la revolución, a la organización de la vanguardia revolucionaria del pueblo. Sin desarrollo económico al mediano plazo, la revolución solo podrá socializar la pobreza, pero el desarrollo económico sin democracia revolucionaria, no construye por si sólo el socialismo.

La bonanza económica de la población del 2004 al 2010, se sostuvo en el ingreso petrolero, lo cual no es negativo. Si hay ingreso petrolero y este sirve para mejorar el nivel de vida de la población, no hay nada que cuestionar, esa es una de las ventajas económicas de Venezuela; lo cuestionable es que el ingreso petrolero ocultó la necesidad de un desarrollo industrial autónomo, soberano, a pesar de las orientaciones de Chávez. La propia industria petrolera, después de 150 años de dominio imperialista, era fundamental extractiva y dependiente tecnológicamente de los EEUU. La política correcta de recuperación de la OPEP, de diversificación del mercado de venta y de certificación de las reservas mejoró notablemente los ingresos, más aun cuando se eliminó la meritocracia que dominaba la industria, pero el chorro de dólares no ocultaba que seguía siendo una industria extractiva y dependiente tecnológicamente de los EEUU.  El grueso del mercado petrolero se cubría a través de la Exxon, de la cual dependíamos para el mercadeo, y para la procura de tecnología y mantenimiento seguimos dependiendo de Chevron, Halley Burton y Schulemberg, las grandes operadoras internacionales del mercado de tecnología petrolera.

La mudanza de tecnología, el desarrollo de una industria petroquímica y de derivados de hidrocarburos aguas abajo, requería de tiempo y altas inversiones, y eso hubo, tiempo y dinero suficiente. Tampoco se puede decir que se carecía de planes. El plan de la patria es significativo en ese sentido, sobre todo, en el desarrollo de la industria del gas como fuente de energía interna para liberar al país del consumo de petróleo. Chávez orientaba el uso político del petróleo: “minimicemos el consumo petrolero, que sea para la venta a los países ricos a muy altos precios, mientras garantizamos el suministro de gas y petróleo a los países pobres de América Latina”. Ese era el objetivo de PETROCARIBE, de la política energética asociada a UNASUR y el CELAC, y de los planes de desarrollo gasífero internacional.

No fue falta de orientación, sino una decisión que quedó en manos de la burocracia. Se produjo intensas discusiones políticas en el alto gobierno, pero nunca en la base y, menos que menos en SInutrapetrol y la FUTPV. En medio del paragua de dólares que PDVSA suministraba al desarrollo de la política social del gobierno, el debate de la política petrolera no fue eje del debate nacional, ni siquiera de la vanguardia revolucionaria. El control de PDVSA, un salto cualitativo de la revolución, se consideró suficiente. Sólo Chávez alertaba sobre la creciente dependencia del ingreso petrolero dando orientaciones para el desarrollo de un tejido industrial, pero fueron asumidas como una orientación política, como parte de la formación de la población, no como un debate de las organizaciones de la revolución que hubiese puesto sobre el tapete el papel de la burocracia petrolera. Con una tecnología independiente, aunque fuese menor a la del mercado imperialista, con el desarrollo del proyecto gasífero para el consumo nacional, ¿Cuánta efectividad hubiese tenido el bloque imperialista?

Un elemento del debate, cuando se habla de soberanía productiva, es el destino de cientos de empresas expropiadas, estatizadas y/o ocupadas por trabajadores; los cientos de empresas que fueron desarrolladas en la etapa de bonanza petrolera; los millones de hectáreas de tierras en manos de campesinos; los injertos productivos socialistas, etc. Desde el inicio de la crisis económica, producto del cerco imperialista y de la guerra económica, todo ese entramado industrial y productivo se vino abajo. Ese ha sido uno de los argumentos de la tecnocracia del gobierno para cuestionar las expropiaciones “sin sentido”, y el ineficiente “control obrero de la producción”, argumentos que han servido de base para la orientación neoliberal, para los planes de crecimiento y desarrollo económico desde 2018, pero es un debate que se viene dando en la burocracia desde el 2010, antes de la muerte de Chávez y aflora con todo, luego del fracaso del Dakaso y la instalación de la crisis.

Los defensores de las empresas estatizadas han señalado al bloqueo como una causa primordial de su paralización, al no poder garantizar los planes de mantenimiento y limitar la procura de insumos, materias primas, respuestas y tecnologías, lo cual es cierto. Como también es cierto los señalamientos de la ineficiencia de la burocracia al frente de las empresas, incluso en aquellas “bajo control obrero”. Tampoco deja dudas de los señalamientos donde se indican que  las empresas no lograba superar el 40% de eficiencia productiva (salvo la excepción de Corpoelec en sus momentos de participación de los trabajadores en la dirección de la empresa). Pero,   todas  dependían del presupuesto nacional para las inversiones y el pago de nómina, que más que centros productivos, en medio de la bonanza económica, el objetivo era mantener una nómina saturada y dependiente de la renta petrolera. Algunas empresas fueron desmanteladas por los propios trabajadores que se robaban equipos, piezas, materias primas y productos, etc. En algunos casos la producción era distribuida entre los trabajadores y la burocracia, y no salía a la calle.

Muchas fábricas bajo control de los trabajadores o entregadas a las comunas sucumbían a la realidad de una economía capitalista. Una fábrica de bloques o una carpintería en manos de una comuna superaba el concepto de propiedad privada, y no la economía capitalista imperante. Debía procurarse sus insumos en el mercado capitalista, peleando el acceso al cemento o la madera al capitalismo, con mayor poder de compra y de dominio de la distribución. No importa si la industria cementera o maderera había sido expropiada, como era la realidad, estas peleaban por sus ganancias, prefiriendo vender miles de toneladas a un productor capitalista que tenía el capital y los medios de transporte, que unos cuantos cientos de kilos a una empresa comunal con recursos limitados. Cuando lograban producir, colocarla en el mercado también era una competencia feroz, incluso en las empresas del estado. A pesar de existir más de doscientas empresas productoras de bloques en manos de comunas, la misión vivienda recurría a las grandes empresas que garantizaban un suministro continuo más eficiente que las empresas comunales, que a veces no tenían medios de transporte.

Centenares de empresas en manos de trabajadores no constituían una economía socialista, no eran injertos socialistas, eran, en los proyectos más exitosos, islas, autarquías, en medio del desarrollo capitalista. Por eso se vinieron abajo en medio de la crisis económica que impuso el bloqueo. Entonces, no fue la crisis del socialismo sino de la economía capitalista imperante la causa de la desbandada. Si se le da a una familia campesina una vaca, se la va a comer, no va a producir leche para un mercado con una competencia feroz, si no tiene los medios para entrar. Ese es el papel de la planificación productiva, el control social del proceso productivo, no la diversificación de la propiedad.

El debate que ambos bandos de la burocracia, tanto los defensores de la propiedad comunal y sus detractores evitan es el papel de la economía planificada. Desde el 2002, el gobierno expropió cientos de empresas y millones de hectáreas de tierras productivas, proporcionalmente, más que la revolución rusa antes de la colectivización forzosa del estalinismo, en la década de los treinta. Se logró poner totalmente bajo control del estado engranajes claves de la economía como el petróleo, la petroquímica, la industria siderúrgica, la producción de electricidad, etc. El gobierno de Chávez llegó más lejos que cualquier otra revolución en el continente, salvo Cuba. Pero el socialismo no es la sumatoria de empresas en manos de los trabajadores y del estado, no es una relación proporcional entre la propiedad privada versus la propiedad estatal y/o comunal. Tampoco el control obrero es elegir gerentes o asumir la gerencia de las empresas.

La piedra angular del socialismo es una economía planificada para la producción de bienes y servicios, para la satisfacción de las necesidades de la población, planificación para el trabajo de todo el sistema productivo, incluso de aquellos medios que pudiesen estar bajo propiedad privada. El control obrero es la garantía de cumplimiento en los centros productivos de los objetivos de la planificación de la sociedad. La base es la planificación y esta depende de la más amplia democracia y organización de la clase obrera.

Este debate es importante. La revolución, desde el 2002, produjo un tejido de organización social que no ha tenido ninguna revolución en el continente, incluyendo Cuba y Nicaragua (salvo Bolivia en la década de los sesenta). Aunque el sector de mayor organización fue el movimiento vecinal (consejos comunales, mesas técnicas de servicios, CLAP, comités de tierra urbana, colectivos, etc.). Fue intenso entre el proletariado y el movimiento campesino (comités agrarios, sindicatos, comités productivos de trabajadores, cooperativas productivas, comunas productivas, etc) y, en el terreno político, cultural y en los movimientos sectoriales (mujeres, afrodescendientes, personas con discapacidad y, pensionados, etc). Muchos se corrompieron y degeneraron al son de la bonanza de la economía petrolera, otros derivaron como aparatos de la burocracia y de la corrupción en medio de la crisis. Algunos asumieron la atención de las tareas cotidianas para enfrentar la crisis, el bloqueo y la guerra económica convirtiéndose en el eje de actividad la producción local, la organización de la distribución, la atención de las necesidades de la población. También están los afectados por el retroceso político, cundiendo la desmoralización y la perdida de norte político. Históricamente, en las dos décadas del proceso político venezolano, ha sido la base social de la revolución que ha escapado del dominio de la burocracia. Ese ha sido siempre el chavismo, no el PSUV ni la burocracia estatal. De eso han estado consciente Chávez y también Maduro, y muchos de sus detractores, a pesar que se reclaman continuadores del legado de Chávez, identifican chavismo con la burocracia del gobierno, cuando no ha sido así, ni siquiera en la época de Chávez. Chavismo es la organización social de la revolución, la burocracia chavista es otra cosa.

Por eso, muy difícil de explicar para la intelectualidad política, cuando encontraban organizaciones de base que dicen: “nosotros somos más chavistas que Chávez”, ó que a cada acción de gobierno le gritaban a Chávez o a Maduro “así, así, así es que se gobierna”. Sin mucha sociología, para el pueblo siempre estuvo claro que había una diferencia, una independencia, entre su organización autónoma y la burocracia estatal, y que el proceso le permitió desarrollar una experiencia política donde confiaba más en su propia fuerza que en el poder de la burocracia. Hay un retroceso, y parte de él se expresa en que la burocracia ha venido quitando espacio al poder popular, minimizando en su conciencia la confianza en su propia fuerza, pero eso no ha desaparecido. No solo evidenciado en la movilización que se produce ante cada agresión imperialista. Una de las mejores expresiones de la organización popular fue el control de la pandemia los dos primeros meses, cuando la organización popular impuso inmovilidad física de la población, que mantuvo a raya el COVID, y también en la persecución de la incursión mercenaria de mayo.

La discusión sobre las perspectivas para vencer, en el plano económico, a la agresión imperialista y lograr un crecimiento y desarrollo productivo urgente y necesario no tiene que ver solo con medidas y si son neoliberales, socialistas o no. Tiene que ver con la alternativa socialista al desarrollo capitalista, que es lo que nos identifica con el legado de Chávez, no es la constitución, ni el antimperialismo a secas, y eso está ligado es a la democracia popular, al papel de la clase obrera como conductor del proceso económico, a que el poder popular asuma las riendas de la planificación económica y productiva. Sin ese proceso básico no hay plan económico victorioso en el marco del agresivo bloqueo imperialista.

Por eso, el primer cuestionamiento a la burocracia chavista es que el plan de recuperación, de crecimiento económico, de desarrollo productivo debe construirse a partir de la organización popular, con la más amplia democracia e irreverencia en el debate y la mayor unidad de acción, como lo proclamara Chávez en más de una ocasión. El plan de la patria, que se convertiría en el eje de la campaña política de Chávez en el 2012, después de la promulgación de la LOTTT, a la que consideró la más importante ley luego de la Constitución de 1999, establece cinco objetivos históricos: la independencia nacional, la construcción del socialismo, Venezuela como país potencia, una nueva geopolítica internacional y la preservación del planeta y la especie humana. Ese realmente es el legado de Chávez.

Volviendo a la política económica del gobierno a partir del 2018. Se mantuvo como eje la preservación de los programas sociales afectados por la crisis presupuestaria, en particular los CLAP y el sistema nacional de salud pública, se impusieron como objetivo principal lograr la inversión de capitales privados y la captación de las remesas ante la descapitalización del estado, producto del bloque al comercio petrolero. La dolarización de la economía que ya había avanzado por la inercia de la ausencia de controles y la guerra contra la moneda, se oficializó al permitir la oferta de bienes y el intercambio comercial, así como el cobro de alquileres, servicios e impuestos municipales en dólares; se permitió la libre importación de mercancías sin determinar los orígenes del capital, con el objeto de invertir el flujo migratorio del capital a través del mercado negro; se eliminó la fijación del precio del dólar, permitiendo la libre fluctuación y la fijación de su valor por el BCV a través de la subasta pública, el cual es especulativo por definición: el valor del dólar está vinculado a lo que los compradores estén dispuestos a pagar por él; se permitió la asociación con privados o la asignación en comodato de empresas de alimentos o no prioritarias del sector público que estaban paralizadas; se eliminaron los aranceles para la importación de bienes de capital (maquinarias y equipos), repuestos e insumos para la agricultura y la producción de alimentos; se levantaron normas pararancelarias de protección a la producción interna para la importación de alimentos; se permitió la asignación de créditos y bienes del estado a los grandes terratenientes, para la producción de alimentos, etc.

El efecto público más desastroso y vergonzoso, aunque muchas veces no se concretó en medidas publicadas sino en políticas, a veces ni siquiera anunciadas, fue el salario en el sector público. En alguna de la propaganda contra la política salarial del gobierno se habla de “aplanamiento”, lo cual no es el término más correcto. Durante el gobierno de Chávez, en los años previos al 2002, el salario mínimo fue ajustado para enfrentar la inflación junto con aumentos generales. El 9 de abril, dos días antes del golpe, se decretó un aumento general de salarios del 20%, que fue anulado por el golpe y luego aplicado al retorno de Chávez.

Cuando empezó la bonanza económica a partir del 2005, se abandonó conscientemente los decretos de aumentos generales de salario, concentrándose en la fijación del salario mínimo, hasta tres veces en un año, empujando el salario “desde abajo”, lo que produjo un efecto que se llamó de “aplanamiento de la curva salarial” (por esto la preocupación del término), que tenía la intención de reducir la brecha salarial que en el sector público, sobre todo las empresas del estado, era mayor a cincuenta (el salario más alto era cincuenta veces más grande que el salario más pequeño). Algunos salarios en el sector público eran de hasta cien salarios mínimos, entonces inferior a 100 dólares. Cada vez que se decretaba un aumento general, subían en la misma proporción, y por lo tanto más en términos absolutos, los salarios superiores, por eso se empezó a decretar solo salarios mínimos, para empujar “desde abajo” y no halar desde arriba. El mismo sentido tuvo la eliminación de los bonos especiales, que recibía el alto gobierno, y la ley de emolumentos que establecía un tope para el ingreso en el sector público.

Esa política de aplanamiento tuvo fuerte resistencia en la alta burocracia y la tecnocracia, que no se sublevó entonces porque Chávez era su principal promotor. “Si un ministro no puede vivir con cinco salarios mínimos entonces un obrero no puede vivir con uno”, dijo en Consejo de Ministro donde congeló el salario de los cargos de alto nivel, subordinándolos a puntos de cuentas presidenciales. Sin embargo, no significa que se subordinaron al “aplanamiento”. Los poderes distintos al ejecutivo se dictaron su propia política salarial, y el TSJ declaró que varios ingresos, en particular los bonos de alimentación, no eran emolumentos, para escapar al control de la ley. En la administración pública, los cargos de alto nivel escaparon a la congelación incorporados al sistema salarial de los empleados. Entonces, abundaban los puntos de cuenta mejorando la remuneración de los empleados, para con ellos subir los del alto nivel. La gerencia de las empresas del estado, a veces, empujaba al sindicato a pedir más, para beneficiarse ellos, llegando a existir convenios colectivos con beneficios que se acordaron por encima de lo que el sindicato pedía en el proyecto. En muchos casos, los funcionarios de alto nivel tenían “varios” cargos para mejorar su ingreso. Por ejemplo, Ministros y Viceministros del MPP de Petróleo, del MPP de Energía Eléctrica o, del MPP de Industrias tenían cargos en PDVSA, Corpoelec o en la CVG, respectivamente.

A pesar de la resistencia de la alta burocracia, el salario mínimo se convirtió en el referente para la fijación del salario en la administración pública, que por vía de la contratación colectiva pasó al sector privado. El salario mínimo movía los tabuladores. Aunque no era oficial ni público, el criterio era que el salario mínimo debía mantenerse por encima de 3.5 barriles de petróleo, a partir de un modelo matemático que se construyó relacionando la cantidad de barriles vendidos, el costo de producción. El número de salarios a cargo de la APN, la composición profesional del sector público, etc. 

Para el 2010, un 78% del salario nominal de la ocupación formal de la Población Económicamente Activa (PEA) se ubicaba entre uno y cinco salarios mínimos, que en ese momento superaba los 450 dólares mensuales. El dólar oficial estaba subsidiado y representaba un 40% del valor real (en base a las fórmulas macroeconómicas tradicionales que son varias) y un 25% de su valor en el mercado negro, pero esto no perjudicaba su valoración, al transformarse en un alto poder adquisitivo del bolívar que aupó el contrabando hacia adentro de mercancías manufacturadas, y el 90% del dólar circulante provenía del gobierno. El dólar paralelo (fijado por páginas web) más que un valor de intercambio era un referente para la fijación de precio de venta de las importaciones, a pesar que casi toda ellas eran pagadas por dólar subsidiado a través de CADIVI.[1] Para 2010, la remuneración representaba un 56% del PIB, aunque no se trata de una cuantificación exacta, puede traducirse como que un 56% por ciento de la producción de valores iba destinado a la remuneración del trabajo, y un 44% a la remuneración del capital, tratándose de una economía capitalista.  

El aplanamiento del salario no era del gusto general. Muchos profesionales y obreros calificados se quejaban que trabajadores recién llegados o de más baja formación profesional ganaran igual. En salud, por ejemplo, los médicos cuestionaban que las otras profesiones (bioanálistas, farmacólogos, etc) tuviesen salarios equivalentes y, apenas por encima de las enfermeras. Los obreros que tenían sistemas de rotación, trabajo nocturno y horas extras, que generaban recargos salariales, su ingreso mensual terminaba superando a los profesionales que lo dirigían. Y si se trataba de las bonificaciones de fin de año, al calcularse con base al salario normal, los ingresos de los obreros superaban al personal administrativo de alto nivel.

Eso era común en las empresas básicas, petrolera y electricidad. La tecnocracia y sectores de la burocracia cuestionaban ese “desorden” que imponía el aplanamiento, aduciendo que no permitía captar al estado a los profesionales, cuando tampoco era cierto, porque una encuesta en el sector universitario de 2011 indicaba que la primera opción de los profesionales recién graduados era el sector público, no el privado, como se argumentaba.

En el 2012, ya con Chávez a punto de salir nuevamente por la enfermedad, el MPP de Planificación pide autorización para revisar los salarios de la administración pública que “castiga” a los profesionales. La política salarial había sido materia de Trabajo y no de Planificación, donde el grupo de Giordani era el que más cuestionaba el aplanamiento salarial y, en general, las convenciones colectivas. En su criterio, los trabajadores habían cartelizado, enajenando el salario que debía ser de acuerdo a la productividad y el aporte individual a la producción. Chávez los autoriza, pero dando instrucciones de mantener la equidad y la “justicia social garantizando la justa distribución de la riqueza”.

En realidad, Giordani no revisaba los salarios, sino que dejaba a criterio de cada institución la política salarial de acuerdo a la realidad presupuestaria. Eso provocó que muchas instituciones mejoraban los ingresos salariales a través de bonificaciones y pagos especiales y, quedaban rezagadas aquellas cuya realidad presupuestaria es complicada, como Salud y Educación, no teniendo ingresos, pero sí gran cantidad de personal. La LOTTT al imponer el reconocimiento como salario de todos los ingresos del trabajador, por lo que los beneficios de fin de año se calculan a salario integral, no a salario del tabulador, que seguía siendo igual para todas las instituciones, provoca las distorsiones debido a la política salarial desigual impuesta por el manejo discrecional de la política salarial que se impuso. En 2016, el gobierno tuvo que erogar por beneficios de fin de año tres veces de lo que había pagado durante el año por salarios, en plena crisis presupuestaria generada por la caída del ingreso petrolero y el bloqueo.

Maduro había enfrentado los primeros efectos de la guerra económica, igual que Chávez, con ajustes del salario mínimo. En 2016 hubo siete ajustes del salario mínimo, y en el 2017 ocho, con todo y la guarimba, más de un ajuste cada dos meses, pero pierde la carrera. La burguesía, que se caló a regañadientes casi veinte ajustes del salario mínimo durante el gobierno de Chávez, con Maduro, desatada la guerra económica con apoyo del imperialismo, desde FEDECAMARAS se instruyó que todos los precios debían subir en la misma proporción a la que se decretara el salario mínimo. Efectivamente, el dólar y todos los precios se ajustaban la misma noche del aumento en la misma proporción. Llegó un momento en que la población se quejaba del aumento del salario mínimo porque provocaba el aumento de precios sin aún haberlo cobrado. Lo que realmente pasaba era que el gobierno no lograba controlar la inflación, uno de los más duros efectos de la guerra económica. La burguesía impuso una escala móvil de precios para derrotar el ajuste consecutivo del salario mínimo y lo logra. El gobierno, con ingresos en picada, para afrontar la demanda monetaria que provocaba sus decretos de aumentos, debido a la carga salarial del estado, recurría a la emisión de dinero inorgánico, que para los economistas de derecha y la tecnocracia gubernamental es la única responsable de la inflación, dejando al margen la especulación y la guerra a la moneda.

Para inicios del 2018, prácticamente el único gasto del gobierno es salario y los programas sociales que le cuesta mantener. Una de las medidas que se incorpora al plan de recuperación en 2018, supuestamente se “sinceriza” de la política presupuestaria, se debe gastar conforme al ingreso disponible es el argumento, que suena lógico para un ama de casa, pero en términos país se trata de una política de restricción monetaria en medio de una guerra económica,El primer afectado es el mayor gasto del gobierno: el salario del sector público. Es así que, no como una medida económica, sino con una visión monetaria y presupuestaria, se restringe el salario público y se detienen los ajustes casi bimensuales del salario mínimo, con los que se había enfrentado la caída vertiginosa del poder adquisitivo por la hiperinflación, dejando en manos de la tecnocracia financiera del estado uno de los aspectos claves de la política económica.

Lo que en el 2018 se llamó homogenización del salario fue realmente su destrucción. Al momento de implantar el bolívar soberano, con un incremento del salario mínimo de casi 300%, se ocultó otra realidad: se eliminaron todos los beneficios adicionales al indicado en el tabulador, en una medida unilateral a la que ni siquiera se consultó a la dirección sindical chavista. Como siempre, la inflación inducida pulverizó el salario, los nuevos beneficios no se concretaron en salario, sino en bonificaciones que unilateralmente se declararon como no salariales.

La restricción salarial impuesta, la migración y la búsqueda de otros ingresos con trabajos informales afectaron a toda la administración pública, con una deserción masiva que redujo en un 35% la nómina del estado, y se aprovechó para tener políticas salariales individualizadas “para retener a los profesionales de interés”, sobre todo en aquellas instituciones del estado consideradas de derecho privado que escapan a la normativa de la función pública (institutos, empresas, asociaciones y fundaciones). Efecto que se hará extensivo al sector privado. Se perdió totalmente la unicidad del salario, algunos trabajadores reciben pagos especiales, algunos en dólares o ayudas especiales, que no se hacen extensivos a la totalidad de la población laboral violando la ley. Los trabajadores que la reciben no denuncian su carácter no salarial. No se arriesgan a perder ese ingreso. Los que no lo reciben no pueden demostrarlo porque se trata de pagos no registrados, incluso en la administración pública (a veces se otorgan viáticos y retorno de gastos no ocasionados), y ante la inoperatividad de las Inspectorías del Trabajo terminan retirándose, lo que la desigualdad de ingreso se ha convertido en una vía indirecta de despido.

Entonces, la realidad es que más que un aplanamiento del salario, lo que ha ocurrido es una estratificación, donde hay trabajadores con ingreso equivalente al salario mínimo más los bonos de carnet de la patria y son compensados con un “horario flexible”, que le permita dedicarse a otros negocios que le generen ingreso, mientras otros, no a través del salario sino de pagos especiales, pueden recibir un ingreso hasta cien veces superior al salario mínimo, entonces repetimos, no se trata de “aplanamiento” sino al contrario, de estratificación del ingreso, violando toda la normativa de la LOTTT.

La política económica del gobierno a partir del 2018 ha dado sus frutos, aunque sigue siendo amargos. Una recuperación económica tangible en números macroeconómicos. Recuperación del PIB, no muy grande, pero la hay, sigue habiendo hiperinflación, pero por primera vez se ha colocado por debajo del 100% mensual. El desabastecimiento ha casi desaparecido en las grandes ciudades y hay un crecimiento del comercio al detal, incremento de producción en algunos rubros agrícolas: arroz, granos, horticultura de piso alto, (tubérculos, tomate, pimentón, etc), ha aumentado la producción de alimentos agroindustriales y para animales (ABA), y ha sido el BCV y no el mercado paralelo quién fija el dólar. En diciembre pasado se pudo sentir las festividades navideñas que tenían dos años prácticamente desaparecidas. En términos reales, los efectos más desastrosos en la economía productiva actual siguen siendo los afectados por el bloqueo que depende de insumos importados y de acceso a tecnologías, en particular, la gran industria, sobre todo la industria petrolera donde el bloqueo es más inclemente.

Pero la recuperación económica, centrada fundamentalmente en el comercio importador triangulado y en la libertad de precios en la mercancía manufacturada, como todo producto de políticas neoliberales, es totalmente elitesco y excluyente: se recuperan algunos sectores de la población mientras otros se hunden. Al igual que el salario, lo que se recupera es la estratificación de la sociedad. No hay duda que alguna gente hoy “escapa” con relativa facilidad a los efectos del bloqueo, teniendo espacio para actividades “extras”, que se evidencian en la reanimación de la vida nocturna de las grandes ciudades y en la reactivación de las profesiones por cuenta propia (medicina privada, odontólogos, abogados, etc), a donde asiste un importante sector de la clase media, incluso de la burocracia estatal. El símbolo de la recuperación son los bodegones de productos importados abiertos en las zonas comerciales de la clase media. Incluso los automercados iraníes fueron abiertos en zonas de clase media. A eso se refiere Pascualina Curcio cuando dice que la proporción de la remuneración dentro del PIB ha caído por debajo de 30% del PIB, y que lo que crece en mayor proporción son las actividades no productivas y la remuneración del capital.

El grueso de la población no acude a los bodegones, sigue sobreviviendo con un ingreso restringido, a veces solamente dependiendo de las bonificaciones del carnet de la patria y otros programas sociales, a los efectos inclementes del bloqueo. Hay una escasez impresionante de medicinas, los servicios médicos están dedicados casi totalmente al COVID y a enfermedades o situaciones catastróficas para impedir el colapso del sistema asistencial. La inflación especulativa, que se concentra en los alimentos y artículos de higiene personal y del hogar, los hace prohibitivos para la mayoría, el transporte es impagable y malo, cientos de personas caminan por la deficiencia del transporte, y en Caracas, por el colapso del Metro, los servicios de agua, electricidad, la distribución de gas y gasolina, afectados por el bloqueo, son catastróficos, y en el caso del gas, además es dominado por el mercado negro.

Esa es la realidad de la mayoría de la población que no se refleja en los datos macroeconómicos positivos que aduce el gobierno. Hay un crecimiento de la desigualdad social y en esto hay que ser bien precisos desde el punto de vista político. La tecnocracia estatal argumenta que a pesar de que sigue incrementándose el bloqueo estamos mejor que hace dos años, lo cual es relativamente cierto, pero se ha incrementado la estratificación de la sociedad, la desigualdad social y la exclusión. El argumento de la tecnocracia, sostenido por Farías en la respuesta a Pascualina cuando dice ¿de dónde sacamos presupuesto para mejorar los salarios? Eso trata de esconder la trampa de las medidas económicas desprovistas de política. Y esto es importante para la acción política. Primero, porque la revolución bolivariana redujo la brecha de desigualdad social, que en un país cuyo principal recurso es el ingreso petrolero era enorme. Fue un logro importante, hasta los sectores más marginales disfrutar de la bonanza económica y, acceso a la cultura, al esparcimiento e incluso viajaban al exterior para vacacionar.(XXVI) El “aplanamiento” de la sociedad los sufría la clase media, uno no se puede sentir en el medio si los de abajo están muy cerca y los de arriba muy lejos. Segundo, porque en términos políticos la desigualdad social es mucho más explosiva que la pobreza. En los momentos de mayor crisis por el bloqueo, que luego se vería también al inicio de la pandemia, una de las situaciones sociales más evidentes es que todos sufrían por igual, ser de clase media no te excluía de las colas como luego no te evitaba el contagio de COVID. La gente en las urbanizaciones de clase media luchaba por la bolsa de CLAP y los registros del carnet de la patria, como cualquier vecino de barrio. En los organismos oficiales veías hasta funcionarios del alto gobierno compartiendo cola con los obreros para la distribución de alimentos.

Eso es muy distinto hoy. El “éxito” de la política económica, de la tecnocracia gubernamental, de la burocracia chavista, ha sido revertir el aplanamiento social, estratificar la sociedad, aumentar la desigualdad social y por lo tanto la exclusión, aumentando los riesgos de explosión social que nunca logró la agresión burguesa y el bloqueo imperialista. ”Aunque me queje puedo aguantar el pésimo servicio de agua, lo que no aguanto es que no logre agua mientras las cisternas, que cobran en dólares, van a las urbanizaciones que las pueden pagar, por eso es que tengo más disposición a bloquear las calles y asaltar a las cisternas”, es la reflexiónpública más expresada. La recuperación económica no es asexuada, o responde a la revolución o está contra ella.

La ultima joya de la tecnocracia y la burocracia chavista es la ya referenciada Ley Antibloqueo, cuyo nombre es contraproducente. Una ley no parará el bloque impuesto por el imperialismo. Y, lo que se supone y se aspira que una ley con ese nombre esté llena de medidas contra los actores internos del bloqueo, contra los que apoyan la intervención y contra los que se benefician de la agresión imperialista mediante el mercado negro y la especulación. Pero no, se trata de un conjunto de medidas económicas para avanzar en la asociación con el capital privado, las inversiones internacionales en sectores públicos “desaplicando” (término de la tecnocracia) leyes que lo prohíben, incluso, en el caso de la industria petrolera, mandatos específicos de la Constitución de 1999. El gobierno no reconoce el carácter neoliberal del programa que propone, y ante la sorpresiva crítica por la izquierda que ha surgido, lo anuncia como temporal e incluso algunos, en su defensa, lo equiparan a la NEP de Lenin. La crítica de la derecha es ridícula, critican la desnacionalización, pero no dicen nada del programa de la AN paralela que liquida PDVSA y vende los pozos petroleros.

En la industria petrolera, clave para el crecimiento económico ¿es un crimen buscar acceso a inversiones y tecnologías, asociándose con capital extranjero, para recuperar una industria a la que no se le permite comprar ni una sola tuerca en el mercado internacional? Es como los testigos de Jehová, que dejan morir un familiar porque por principios no aceptan una transfusión de sangre porque es pecado. No somos los testigos de Jehová de la economía, pero nuestros principios son importantes en el terreno político. No se trata de principios morales, ni se trata de un debate económico donde la tecnocracia impone las reglas irreversibles del mercado, se trata de la discusión política, entonces volvemos al principio leninista de la construcción del socialismo: electricidad y soviets, desarrollo económico y democracia revolucionaria.

Si se trata de medidas coyunturales, de tácticas necesarias, de pasos atrás para tomar impulso, no se requiere de leyes que den amplia libertad de acción a la tecnocracia, sino de medidas con total control social: ¿Cuál es el alcance de la medida? ¿Cuáles son sus objetivos a corto, mediano y largo plazo? ¿Cómo revierte el bloqueo? ¿Cómo beneficia a la población? ¿Cómo beneficia a la revolución? ¿Cómo afecta la construcción del socialismo? ¿En qué momento se revierte porque no se cumplen los objetivos o porque ya están cumplidos? ¿Quién lo discute y aprueba? ¿Quién lo evalúa mientras se aplica? ¿Cómo se ejerce la contraloría social y política de la aplicación de una medida temporal impuesta por la necesidad de romper el bloqueo? ¿De dónde proviene el capital invertido, porque no es lo mismo en la inversión extranjera capital estatal que de empresas susceptibles de sumarse al bloqueo, y en el caso de capitales nacionales son sospechosos de corrupción, o haberse construido con especulación o manipulación financiera en medio de la guerra económica? Esa es la discusión política, la que requiere de la más alta discusión en las bases de la población, en los organismos de base de la revolución y de movilizar a la población para ejercer la contraloría social sobre los planes de recuperación. Discusión que no promovieron, pero ahora, se invierte enorme suma de dinero y de tiempo para promocionarla y decirnos que esa Ley es la tabla de salvación de la patria.

LA CLASE OBRERA Y LA ESTATIZACION DE LA BUROCRACIA SINDICAL

La clase obrera sufrió un duro golpe en la aplicación de la Agenda Venezuela a finales de los noventa. Un porcentaje importante de la industria fue cerrada, reducida, y miles de trabajadores quedaron en la calle, aun en aquellos casos en que después de una dura lucha lograban el pago de indemnizaciones. La lucha por el derecho al trabajo, más que nuevas reivindicaciones y condiciones de trabajo marcaron la pauta. La organización sindical sufrió un fuerte retroceso. La mayoría de los sindicatos clasistas desaparecían junto con las fábricas que cerraban o veían disminuida su influencia. La privatización de SIDOR y la intervención de la huelga en Texfín, antes del proceso electoral de 1998, fueron una derrota para la vanguardia obrera. Por eso la clase obrera entra a la cola del proceso constituyente de 1999.

La vanguardia sindical también quedara muy golpeada por este proceso, por la crisis de los partidos, fundamentalmente Causa R, que había logrado un crecimiento importante en el sector sindical hasta 1996. Aunque mucha de esa vanguardia se identificara con el chavismo desde el principio, e incluso algunos cuadros destacan como líderes, primero del MBR-200 y luego del MVR, como Maduro, Khan y Vera, en la mayoría de los casos se trataba del aluvión electoral, sumándose mucha de la burocracia de los viejos partidos de izquierda e incluso de la CTV. En un evento convocado en enero de 1999, luego del triunfo de Chávez pero antes de asumir la presidencia, realizado en Los Caracas, varios activistas clasistas del sector petrolero de Cabimas le entraron a golpes a Casto Gil, burócrata del MEP en la CTV, responsable de persecución y despidos contra la dirigencia clasista en el sector petrolero. Eso reflejaba el cumulo de tendencias contradictorias que se sumaban al chavismo. La clase obrera, golpeada por la Agenda Venezuela, votó por Chávez contra el gobierno de Caldera, pero lo que más hubo fue abstención, no por desconfianza a Chávez sino por la experiencia con Andrés Velásquez, que se había dejado robar las elecciones cinco años antes.

Inmediatamente se inicia del proceso constituyente, con el nuevo ascenso, hubo un reanimamiento del sector laboral. Esto se demuestra en el nacimiento de más de seis mil organizaciones sindicales en un periodo de diez meses, más que en toda la historia del movimiento sindical desde 1936. En parte eran nuevas organizaciones de la clase obrera, pero en su mayoría se trataban de aparatos: sindicatos paralelos formados por grupos o individuos donde había otro sindicato, sindicatos de activistas sin ninguna influencia en la clase obrera, en algunos casos de varias empresas y a veces hasta sin empleo, grupos de activistas sin ningún referente en a clase obrera que formaban un sindicato para montarse en la ola del chavismo en ascenso. A veces un grupo de personas de un barrio creaban un sindicato bolivariano de trabajadores del barrio El Limón, con intención de conseguir empleo. Eso fue muy normal en el sector petrolero, en las comunidades alrededor de los pozos. La norma era que casi todos los nuevos sindicatos se llamaban bolivarianos.

Esta enorme vanguardia sindical que se sumó al chavismo era variopinta, había sectores clasistas y vieja burocracia, gente que venía de la ultraizquierda y de la derecha, pero también era un hecho que el enorme dominio de la CTV y de la burocracia adeca les había impedido a muchos acceder a la dirección de un sindicato. Aquella frase de Andrés Velásquez, que en Venezuela era más fácil ganar la presidencia de la república que la de la CTV, era muy cierta. Entonces, aunque el triunfo de Chávez y el retroceso de la burocracia adeca fue una oportunidad para muchos de estructurar un trabajo de base y muchos grupos nacieron o se fortalecieron en medio del proceso constituyente (Gayones en Lara, Movimiento 21 en Guayana, La Jornada en Anzoátegui, Alternativa Sindical del PPT, Frente Laboral Independiente de Marcela Máspero una escisión de Copei, etc.), lo que más había en esa vanguardia era un hambre de poder sindical y querían aprovechar el ascenso del chavismo para lograrlo inmediatamente y no a partir de un trabajo sindical a largo plazo, lo que le imprimirá un sello burocrático a la naciente vanguardia.

Hay tres hechos muy olvidados en la historiagrafía chavista que ayudan a definir esta característica. El primero se da en peno proceso constituyente, con la maniobra de Froilán Barrios para hacerse con la dirección del FCT que impidió una Asamblea Constituyente de los Trabajadores que reorganizara el movimiento sindical desde las bases.(XXVII)

El segundo hecho fue el fraude en las elecciones de la CTV,(XXVIII) que impidió que se llevará adelante el proceso de democratización del movimiento sindical a partir de las elecciones por la base. Hecho que será una pieza fundamental de la conspiración fascista del 2002. Esto es un elemento importante de la caracterización de la burocracia sindical de la CTV. Se sumaron al fraude, no como enemigos de la democracia sindical, sino como actores de una conspiración fascista, contra el chavismo, contra el movimiento sindical y contra el movimiento revolucionario. La burocracia sindical de la CTV siempre fue traidora a las luchas del movimiento obrero, siempre fue una herramienta de la derecha y del gobierno contra el movimiento sindical clasista.

En la lucha contra la Agenda Venezuela, a nombre del tripartismo, se puso del lado del gobierno aprobando la eliminación de las prestaciones sociales, de la indemnización del despido injustificado (pago doble) y a favor de la privatización de la seguridad social. No había ninguna confianza posible en esa burocracia traidora. Ya en el 2002, la situación es otra. Hay una ofensiva de la burguesía, organizada alrededor de la CTV y financiada por el imperialismo. La CTV, y los partidos que operan en ella, se sumaron a la organización y conscientemente a una conspiración fascista contra la revolución. Allí se cambiaron de acera, ya no se trata de un aparato contrarevolucionario dentro del movimiento obrero, que es la característica de todas las burocracias sindicales, se trata ahora de una parte activa de la actividad de la ultraderecha fascista, actores directos de la ofensiva burguesa. Ya no tienen nada que ver con el movimiento obrero.

Eso es importante destacarlo. Hay muchos grupos, entre ellos el PSL, que justifican su accionar al lado de la derecha, diciendo que se trata de un frente sindical, cuando realmente se trata de la unidad de acción con los operadores, desde la CTV, del golpe del 2002 y el sabotaje petrolero. Se trata de aparatos activos y conscientes de la ofensiva imperialista.

El tercer hecho se da luego del golpe de abril. El papel de la CTV era público y notorio, muchas organizaciones y corrientes la abandonaban, lo que Chávez consideró una oportunidad histórica para conformar una nueva central y no intentar rescatar la CTV. Con la llegada de nuevas corrientes sindicales, Chávez consideró inoportuno que la nueva central estuviese en manos de un dirigente reconocidamente chavista y prefería uno de los de los nuevos sectores incorporados, para lo que propone a Ramón Machuca, el dirigente de SIDOR, que había roto junto con toda la dirección sindical de Causa R, al momento del fraude de la CTV y antes del golpe. (XXIX) Así nace la Unión Nacional de Trabajadores, nombre que propone Franklin Rondón (las siglas eran UNETE y no UNT porque se había creado recientemente el grupo Un Nuevo Tiempo con esas siglas).

Pero esa decisión de Chávez mataría antes de nacer a la UNETE. En la reunión de octubre de 2002, al mismo momento que un grupo de militares tomaban la plaza Altamira, fue imposible llegar a un acuerdo. La burocracia chavista había aceptado la orientación de Chávez, pero sólo de boca. Se opuso a la designación de un Comité Ejecutivo provisional, ni a fijar fecha del congreso de instalación. Al final se nombró una coordinadora de más de cincuenta personas absolutamente inoperativa que dejó en el tintero el proyecto de la UNT. Ramón Machuca que no era una joya, pero si un real dirigente sindical, será objeto de una campaña de descrédito total, y al final de su gestión al frente del sindicato de SIDOR se retiraría de la política.

El método de persecución y ataque contra los dirigentes sindicales no alineados con la burocracia del FBT se convertirá en una norma. Muchos de los dirigentes sindicales, que luego abandonarían al chavismo y terminaran saltando al otro lado, fueron impulsados por los ataques y campañas de desprestigio y falsas acusaciones por parte de la burocracia chavista, en especial la FBT. Después del referéndum revocatorio del 2004, Chávez instruyó al nuevo Ministro del Trabajo, Ricardo Dorado, que se encargara de la creación de la nueva central sin esta vez proponer presidente. El II Congreso de la UNETE terminaría en una golpiza generalizada entre los grupos. Luego, Marcela   Máspero, Orlando Chirino, Stalin Pérez B., Rubén Linarez y de vez en cuando, Eduardo Piñate, se encargarán de impulsar la UNETE. Siempre estuvo bajo el fuego cruzado de los otros grupos chavistas y, no obstante de su real implantación en las bases y estando en todos los sectores de la clase obrera y, legalizada en casi todos los Estados del país, los que quedaron en la FBT  nunca la dejaron a ser una verdadera central. Bajo la gestión de José Ramón, la FBT intenta la creación de una central “chavista”, que Chávez manda a parar, pero en noviembre el 2011, el mismo Chávez impone nuevamente la creación de una central sindical amplia, donde deben estar todos, incluso designa al presidente (Wills Rangel), porque en la lista de dirigentes sindicales que le enviaron para formar el presídium del acto, era el único elegido por la base (efectivamente Wills había sido elegido directivo de la FUTPV en elecciones directas).  

Esa nueva  central sindical (no construida en todos los Estados), la que ya tiene 9 años,  no surge como una necesidad lógica de la dirección sindical, sino como una decisión de Chávez impuesta a la burocracia, que preferían seguir siendo grupitos aislados. La burocracia sindical chavista jamás ha tenido visión política, ni de clase, es una sumatoria de burócratas con intereses personales. Si la vanguardia de la clase obrera no tuvo la mínima capacidad política para organizar una central sindical, elemental para cualquier burocracia, no se le puede pedir que dirija la lucha por el poder político ahora. Esta, más bien se ha hecho parte o útil de la burocracia estatal. Le es su correo de trasmisión y su vocería dentro del movimiento de los trabajadores.

La clase obrera quedó rezagada en el proceso político los primeros años, muy por detrás de los campesinos y del movimiento vecinal. Muchos trabajadores militantes lo hacen a través de las organizaciones vecinales y no de la organización sindical. Pero en el año 2002, durante el sabotaje petrolero, la clase obrera irrumpirá con todas sus fuerzas y será el factor clave para la derrota de la burguesía, que quedará a la defensiva prácticamente hasta el 2014. Pero la clase obrera, aun en movilización permanente, no va a ir más allá de su vanguardia, puede empujar incluso más allá de lo que su vanguardia quiera, pero no ir más allá de a donde su vanguardia llegue. En el proceso de toda revolución se conjugan fuerzas destructivas y constructivas, en medio del caos y la destrucción, surge el orden que impone la revolución. Trotsky decía que quién quisiera tener influencia en la revolución debía asumir su carga entera, acusaba a los “tácticos demasiados razonadores” de creer que se puede tratar a la revolución como un espárrago, separando su parte nutritiva del desperdicio, y enfatizaba el hecho que ni un solo acontecimiento revolucionario crea condiciones “racionales” para el empleo de una táctica “racional”, lo que deja fuera, y por detrás de los acontecimientos, a esos “tácticos razonadores”.

Los acontecimientos revolucionarios llevan en sí mismos, la carga destructiva y constructiva. La primera destruye lo pasado, lo que se odia, es la expresión práctica del “los de abajo no quieren”, las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de a dónde quieren ir, pero sí de donde no quieren estar, a donde no quieren volver. Pero en medio del proceso destructivo va surgiendo la necesidad de un orden nuevo, de un principio organizador de la revolución, pero las fuerzas elementales, la necesidad de obrar, deja rezagada, desborda la conciencia política. Mientras las fuerzas destructivas, las fuerzas elementales, provienen del natural desenfreno de las masas en el proceso revolucionario, las fuerzas constructivas, la conciencia política, están vinculadas al desarrollo de la vanguardia revolucionaria, al febril trabajo de elaboración y organización. Esa es la labor de la dirección revolucionaria. En ello reside la fuerza, pero también la debilidad, de toda revolución.

La derrota de la burguesía desató las fuerzas destructivas de la revolución, pero el papel de la vanguardia constituyó una pesada losa que trabó, casi sepultó, el desarrollo de la conciencia política. Pero no se trató solamente de la burocracia sindical, sino de la burocracia estatal. En el 2002, varias áreas de la industria petrolera quedaron en manos directa de los trabajadores, sobre todo después de ser expulsada la meritocracia. Durante varios meses, todas las operaciones de producción y recuperación de la industria estaban en manos de la clase obrera y los organismos que iban siguiendo, como parte del proceso. Apenas en mayo, cuatro meses después de terminado el paro, empezaron a designar los nuevos gerentes, que tuvieron que disputarle el control de la industria a la clase obrera. Fue una pelea sorda y difícil, que terminó ganando la burocracia, por debilidad de la dirección de la clase. Muchas veces la gerencia compartió por un tiempo la dirección de la empresa con los comités surgidos durante el paro, pero fueron logrando el control limitando los accesos de los trabajadores a las áreas y, sobretodo, a las gerencias.

La burocracia logró el dominio de la industria, pero no ganó la voluntad de la clase obrera, que expresó su pérdida de control de la industria con rebeldía e insubordinación. Las metas de producción nunca pudieron cumplirse. Al eliminar la tercerización, la nómina de PDVSA llegó a más de 96 mil trabajadores que se estimaba estaba más de un 10% de lo requerido, el ausentismo superaba el 30%, más de cinco mil trabajadores estaban de reposo por distintos motivos, y en general los trabajadores laboraban a media máquina. Entre el 2004 y el 2011 hubo un promedio de 28 conflictos laborales mensuales, casi uno por día, que produjeron al menos una hora de paralización de operaciones en alguna parte de la industria. Las razones de la conflictividad eran variadas: deudas, maltrato de un gerente, condiciones de trabajo, etc. pero a veces los motivos eran fútiles. Las operaciones del Complejo Refinador de Paraguaná se paralizaron una vez porque los techos de la parada de autobús estaban llenos de mierda de paloma y un delegado de prevención dijo que era tóxico, por lo que paralizó el transporte que no tenía ninguna relación con la situación de las paradas. El ausentismo, el reposo y una “operación morrocoy” generalizada es un mal que afectó a todas las empresas del estado, donde difícilmente se lograba superara el 50% de las metas de producción. Eso, sumado a la actitud retrechera y hostil de los trabajadores, ha sido argumento principal de la tecnocracia para explicar el fracaso de la administración pública de las empresas.

En el sector privado la situación no fue distinta. El ausentismo y el reposo aquejaban a las empresas privadas y la gerencia burguesa acuñó el término “presentismo”, para indicar que a pesar de estar presentes los trabajadores no laboraban de acuerdo a las exigencias de productividad. La conflictividad, y los motivos fútiles para justificar paralizaciones, aquejaban al sector privado con mayor incidencia que en el sector público. Las inspectorías del trabajo atendían más de trescientas paralizaciones mensuales en promedio. A diferencia de la tecnocracia, la gerencia burguesa la atribuía a la “excesiva legislación proteccionista”, sobre todo aquellas que prohibían los despidos. En una ocasión promovieron sustituir la estabilidad laboral por la “estabilidad numérica” que permitía el despido, pero obligaba a mantener el número de trabajadores, que aunque rechazada por el gobierno contó con muchos adeptos entre la tecnocracia gubernamental. La actitud conflictiva de los trabajadores, y también del campesinado destruyó muchas empresas productivas producto de vandalismo y robo directo.(XXX)

La alta conflictividad, y la facilidad para generarlos, se convirtió en un negocio para muchos sindicalistas y asesores jurídicos de sindicatos que se trastocaron en dirigentes sindicales. Todos los conflictos resultaban exitosos. Para terminar los conflictos, las inspectorías imponían pagos de salarios caídos o de bonos a cuenta de deudas pendientes, vinieran al caso o no. Muchas empresas pagaban a veces sin esperar la decisión de una inspectoría, que les sería adversa seguramente, para impedir la paralización. Las direcciones sindicales, imponían “cuotas especiales” a los trabajadores, un porcentaje de los logrados en el conflicto, y le imponían a la empresa la costa sindical, un pago por los “gastos” del sindicato durante el conflicto y de los “profesionales” contratados (abogados y asesores) que iban a parar a los bolsillos de los sindicalistas. Las empresas estaban dispuestas a pagar la paz laboral y eso se convirtió en una fuente de corrupción política de la dirigencia sindical que no fue cuestionada, por el contrario, justificada, lo cual no estaba limitada a la burocracia chavista. (XXXI) Las contrataciones colectivas también se convirtieron en una vía de ingreso, más que los beneficios del contrato, la lucha era por un bono y el pago de la costa.

Contribuyó a la corrupción de la vanguardia de la clase obrera el “reparto” de cuotas de producción. Aunque el origen se atribuye al sector automotriz, allí la cuota de vehículos para los trabajadores se remonta a la década de los sesenta. El derecho de un trabajador de las ensambladoras a comprar un vehículo a costo tiene toda lógica. En las convenciones colectivas se asignó un porcentaje de la producción para la venta a los trabajadores o una cuota (generalmente un vehículo anual) para cada trabajador. Por lo general los trabajadores no tenían recursos, aun trabajando en una ensambladora, para comprar un vehículo y las cuotas quedaban “frías”, pero en algunas ocasiones el trabajador adquiría el vehículo para vendérselo a otra persona y ganar un dinero extra.  Cuando el gobierno impuso controles al precio de los vehículos, ya que se les entregaban dólares subsidiados para la importación de las partes, los vehículos desaparecieron del mercado regulado y el mercado negro se disparó a precios hasta cinco veces por encima del precio regulado. Las concesionarias de vehículos permanecían vacías mientras las ventas de vehículos usados estaban llenas de vehículos nuevos con precios de mercado negro.

La mafia del mercado negro aprovechó las “cuotas” a los trabajadores para lograr vehículos para el mercado paralelo. (XXXII)  Lo que se defendía como un derecho de los trabajadores, era realmente un mecanismo para aupar el mercado negro y, un antecedente de la guerra a la moneda.  Las “cuotas” se convirtieron en una norma que se extendió a otros sectores, incluso el sector público. En la planta Parmalat de Machiques, los trabajadores reciben veinte kilos de leche en polvo mensual, que obviamente supera las necesidades de una familia. Los bachaqueros esperan a la puerta de la empresa para recibir comprar las cajas a los trabajadores y transportarlas a Colombia. El fuerte conflicto de SIDOR en el 2016, tenía su centro en una cláusula del contrato en discusión que exigía doscientas cabillas para cada trabajador, aproximadamente 3,2 millones de cabillas anuales, en un momento en que toda la producción de cabillas de SIDOR se dedicaba a la Misión Vivienda y había generado una escasez de cabillas para la construcción privada. ¿Era un derecho para los trabajadores o un plan para un mercado negro muy rentable?

Muchas empresas públicas, cuando la crisis económica empezó a afectarlas, empezaron a producir exclusivamente para cubrir las cuotas de los trabajadores. En general, en medio de la bonanza económica los trabajadores adquirieron el derecho al trabajo y al salario sin producir, las empresas se convirtieron en almacenes de trabajadores y no centros productivos (no achacable a los trabajadores siempre). Muchos trabajadores de empresas ocupadas o entregadas a los trabajadores exigían que se les reconociera como trabajadores públicos para tener derechos a los beneficios de la contratación pública y no que la empresa se desarrollara como centro productivo. De alguna manera, la bonanza económica, el clientelismo y falta de visión política de la vanguardia sindical corrompió a la clase obrera.

La corrupción laboral,  que aupaba la vanguardia, incluso sectores clasistas no cuestionables por corrupción pero que lo defendían como un “derecho al ingreso”, generó otra situación que también afectó el desarrollo de la conciencia de la clase obrera: los enfrentamientos por el control de los sindicatos que se convirtieron en propiedad de los grupos o personas, no de la clase. El nivel de violencia alcanzado fue incontrolable. A lo largo del proceso, por lo menos hasta el 2015, fueron asesinados 836 dirigentes campesinos, en casi un 5% de los casos pudo haber responsabilidad del gobierno o de choques entre grupos, el resto ha sido la acción de sicarios al servicio del latifundio, pero en el sector sindical es al revés. En el mismo periodo fueron asesinados 275 dirigentes sindicales, sólo en un 5% puede atribuirse a choques con la policía o a la acción de vigilantes o grupos armados de los empresarios, el resto ha sido en choques entre grupos sindicales, las mayoría del lado del chavismo (ambos bandos enfrentados) por lograr el control de un sindicato, por defender su dominio o vengarse que fue desplazado.

Al final ha sido por el control de los negocios que se derivan de la acción sindical. No es extraño que la violencia se haya concentrado en el sector construcción y en las contratistas petroleras (antes de eliminar la tercerización), donde además existe la venta de empleo. También afectó a otros sectores como automotriz, empresas de alimentos, etc. La violencia intersindical excluyó a muchos trabajadores de vanguardia que preferían la militancia política en el barrio y no en el trabajo. Para militar en medio de la violencia se necesita guaramos, no necesariamente formación política, eso también influye en el tipo de dirigencia que se desarrolla.

El tema de la conciencia de la clase obrera fue eje de discusión en muchas ocasiones, y también el achacarle a la dirección sindical la visión economicista de los conflictos. Si de algo no se puede acusar a Chávez es de cerrarle espacio al movimiento obrero, al contrario, si a algún sector le concedió espacios, a veces inmerecidos, fue al sector sindical, que en la mayoría de las ocasiones terminaron en fracaso. El ejemplo más conocido fue la propia PDVSA. Al expulsar la meritocracia, luego del sabotaje petrolero, se nombró una nueva junta directiva, de los nueve puestos designados, dos fueron asignados a trabajadores, Rosales, presidente de FEDEPETROL, que se había separado de la CTV, y Nuñez, presidente de SINUTRAPETROL, la organización de base que había surgido durante la lucha contra el sabotaje petrolero. Rosales venía de la vieja burocracia que había saltado al chavismo en el marco de la conspiración golpista. Nuñez era un trabajador de base, militante de la vieja izquierda que adquirió protagonismo en la lucha contra la ofensiva burguesa. El destino de ambos sería el mismo. Se embriagaron con los privilegios de la burocracia gerencial petrolera, que le daba acceso a la flotilla de aviones, a viajes al exterior con altos viáticos, a una habitación permanente en el Meliá Caracas y a colegios privados para los hijos, fueron totalmente desclasados.

Cuando Ramírez desplazó a Rodríguez Araque de la dirección de PDVSA, como parte de los choques internos entre la burocracia gubernamental chavista, nombró una nueva junta directiva donde quedaron fuera Rosales y Nuñez. Rosales se retiró, dueño de una empresa contratista, y Nuñez se sumó a Ramírez para que le dejaran intactos sus privilegios, a pesar de no estar en la directiva aduciendo su carácter de dirigente sindical. Nuñez será expulsado del SINUTRAPETROL, y aunque fue correcta la expulsión, la dirección sindical no hizo un balance de la desviación que no se origina al momento de ser sacado de la directiva, sino de la forma en que Nuñez y el mismo sindicato asumieron su presencia laboral en la directiva de la empresa.

Salvo raras excepciones, los casos de control obrero, donde el gobierno le entregó el control de la empresa, total o parcialmente, a los trabajadores no sirvieron para desarrollar la conciencia política de la clase ni para asumir la dirección política de la revolución, en parte por responsabilidad de la burocracia estatal que cuestionaba ese poder otorgado por el gobierno a los trabajadores, pero principalmente por la dirección sindical. En la mayoría de los casos, el control obrero se asumió como el derecho a designar gerentes, cuando no lo asumían directamente ellos, para participar de los negocios de la empresa y en las comisiones que se derivan de las contrataciones y compras. En algunos casos, sobre todo cuando el control era compartido con la gerencia, la presencia en la dirección de la empresa era visto como una representación sindical, para obtener beneficios para el sector laboral exclusivamente, y no para ampliar la democracia obrera para la dirección y planificación de la empresa.

En las empresas básicas de Guayana, los privilegios de la burocracia sindical eran tan amplios bajo el “control obrero”, que en SIDOR habían más de tres mil trabajadores (de los 16 mil en nómina) de permiso sindical, dedicados exclusivamente al servicio del sindicato, lo que hubiese dado lugar a una estructura militante de envergadura con tantos activistas profesionales disponibles, pero realmente estaban al servicio de los dirigentes sindicales, sirviéndoles de comparsa, auditorio y muchachos de mandado. El fracaso de la vanguardia sindical, al contrario de la dirección vecinal, juvenil y de campesinos, y en el desarrollo político alcanzado por otros sectores como mujeres, afrodescendientes, discapacitados etc, llevó a Chávez muchas veces a cuestionar a los clásicos, indicando que la clase obrera no era el motor de la revolución. Las propuestas de consejos obreros, consejos de trabajadores para asumir la dirección política eran copados por la burocracia. (XXXIII)

El último proceso de la burocracia sindical será su estatización. El convertir a la dirigencia en funcionarios de gobierno ha sido un mal del chavismo. No es cuestionable que el gobierno permita profesionalizar a cuadros activistas, pero eso debe estar controlado por la base, porque no debe ser una elección a dedo. Pero cuando hablamos de estatización se trata de ser incorporados en funciones de gobierno a la par de la actividad sindical. Ya había un antecedente que terminó con la dirección estudiantil, mayoritariamente chavista en el año 2004. Se creyó que darles cargos de dirección en el gobierno a los dirigentes del movimiento estudiantil serviría para incorporar al gobierno en las áreas de educación la visión de los estudiantes, pero resultó al contrario, los dirigentes estudiantiles se convirtieron exclusivamente en funcionarios de gobierno, usando sus privilegios como prebendas para construirse en el movimiento (asignación de cupos y becas, control presupuestario, etc.) y políticamente sirviendo de vocero del gobierno. Coincidió con una actividad muy fuerte de la CIA sobre sectores juveniles, que incidió sobre el descontento de muchos dirigentes con los “estatizados”. El retroceso del chavismo en la dirección estudiantil, y el espacio ganado por la derecha, por los grupos fascistas, tuvo que ver en parte con esa estatización o institucionalización de los dirigentes, que por suerte frenó el mismo proceso en los sectores vecinales, campesinos y sindicales. (XXXIV))

En el 2014 Maduro aprovecha la retirada de María Cristina por razones de salud, que había sido el principal brazo ejecutor de Chávez en la política laboral, para incorporar directamente la central sindical en su conjunto, en labores de gobierno. Casi inmediatamente se reprodujo la desviación como sucedió en el movimiento estudiantil de la década anterior: los dirigentes sindicales dejaron de serlo, para convertirse en funcionarios de gobierno, para ser más preciso pasaron de la burocracia sindical a la burocracia de gobierno, subordinándose a la política del estado. La central sindical (CSBT) prácticamente desaparece como organismo sindical y pasa a ser el correaje de la política de gobierno en el movimiento sindical. Pero lo más grave fue que la estatización de la burocracia sindical se produce en el momento más inoportuno.

La implementación del bloqueo y la guerra económica ha afectado a la clase obrera con más fuerza que a los otros sectores. La conflictividad perdió sentido en la medida que no puedes paralizar una empresa que ya está parada por falta de producción, tiene poca utilidad pedir un aumento salarial en medio de una hiperinflación y nadie piensa en tomar una empresa, si está visiblemente parada por falta de insumos o de respuestas a la maquinaria. La concepción exclusivamente economicista, que la vanguardia sindical le imprimió a la conflictividad de la etapa previa, conspiró contra el desarrollo de la clase obrera en medio de la ofensiva burguesa.

La hiperinflación y la guerra a la moneda destruyeron el poder adquisitivo del salario en medio de la caída de la producción; la clase obrera pasó a depender de las medidas del gobierno (bonos y ajustes del salario mínimo) más que de su propia lucha, para incrementar sus ingresos en medio de una carrera que el salario perdía con los precios. Con una tradición de ausentismo e irrespeto a las normas, los trabajadores se fueron a la calle a buscar su sustento, y en la medida que el salario entró en picada se desvalorizaron todos los beneficios laborales sujetos al salario, principalmente las prestaciones sociales. Trabajar no vale la pena, y el costo de trabajar (transporte, comida en la calle, ropa, etc.) puede resultar más alto que el ingreso. La patronal no tenía que despedir, los trabajadores se iban solo para buscar otros ingresos en la economía informal, otros trabajaban uno días y otros no, aquellos a los que la empresa le interesaba su permanencia negociaban individualmente beneficios extra salariales para burlar la obligación de igualdad salarial. La desregularización de la relación laboral, la desaparición de las normas se dio no por la vía de la desaplicación de leyes, sino como consecuencia de la guerra económica.

La clase se individualizó en la medida que debió dedicarse por su cuenta a resolver su situación personal en medio de la guerra económica. La clase obrera tiene todas las virtudes que la historia del movimiento revolucionario le ha asignado, pero se trata de un cuerpo colectivo, en la medida que se individualiza, que pierde su fuerza, su poder de concentración y la conciencia de colectivo, cada individuo reproduce comúnmente los vicios pequeño burgueses de la sociedad. La responsabilidad de esa situación y a la falta de respuesta recae nuevamente en la vanguardia. La conflictividad economicista de la etapa previa la entrampó, pero la ausencia de una dirección revolucionaria no le permitió confiar en sus propias fuerzas y afrontar como clase la guerra económica. Era la que tenía y sigue teniendo más posibilidad de derrotarla. Las organizaciones vecinales, los movimientos sociales, incluso el sector campesino, han reaccionado colectivamente y se han organizado para enfrentar la guerra económica, pero nuevamente la clase obrera se rezagó, demostrando que la conciencia política alcanzada se había rezagado también con respecto a los demás sectores.

A pesar de que se trataba de una guerra económica, la clase obrera se desarmó. Sería a que esa   lucha no era por dinero, por ingreso, sino por el control político y social de la producción? Ahora más que nunca era válida la lucha por la expropiación de la burguesía, por el control de la producción y la distribución, como mecanismo de la clase para derrotar la guerra económica. La vanguardia sindical no ha tenido conciencia de eso no vio lo fundamental de esto y lo de transformar sus sindicatos de empresas por sindicatos nacionales por ramas de producción y por ello, quedaron entrampados y un número inmenso han desaparecido, entrampando y poniendo en minusvalía  a su vez a la clase obrera. La dirección sindical, trastocada en funcionarios de gobierno, no se convirtió en la dirección de la lucha por el control de la producción, sino que siguió mendigando beneficios de un presupuesto cada vez más menguad. La lucha por la producción era en la calle, en las fábricas, no en los pasillos de las instituciones del gobierno y del estado, pidiendo bonos.

Cuando se hizo necesaria la lucha en el gobierno, la vanguardia sindical tampoco reaccionó, ni siquiera como sindicalista. La política económica del gobierno, dirigida por la tecnocracia, con una visión de restricción presupuestaria y objetivos macroeconómicos, reforzó la tendencia destructiva del salario y de la normativa laboral que imponía la guerra económica, desconoció los derechos adquiridos de años de lucha y desconoció descaradamente los derechos colectivos de las organizaciones sindicales. Mientras tanto, la vanguardia sindical en labores de gobierno calló, inclinó la cabeza ante la “realidad presupuestaria” argumentada por la tecnocracia y actuó como funcionario del gobierno en contra de la clase trabajadora. Hoy, que la crítica por la izquierda a la política económica del gobierno gana espacio entre las bases trabajadoras, no existe dirección sindical, no existe central sindical como tal, salvo excepciones, sino una masa de funcionarios que actúan plegados al gobierno y a la desviación neoliberal que impone la burocracia.

LA CARACTERIZACION DEL GOBIERNO DE MADURO

El problema de caracterizar al gobierno es que muchos lo hacen desde la política que desarrollan y su posición respecto a Maduro, y no al revés, construir la política a partir de la caracterización del gobierno. Es así como muchos identificaron al gobierno de Chávez en 1999 como revolucionario, impresionados por el aluvión electoral, cuando realmente era un gobierno frentepopulista, y luego, cuando rompen con él, dicen que es una dictadura. En el Congreso del PST de 1997, se caracterizó a Chávez como un peligro objetivo para la revolución, lo cual fue muy cuestionado por los que consideraban que Chávez era una opción revolucionaria.

El régimen surgido de la revolución del 2002, como se indicó anteriormente, es una triada gobierno-ejército-partido, presidencialista, muy distinto al concebido en la Constitución que obedecía a la concepción frentepopulista del MVR de las elecciones de 1998, que pretendía un régimen parlamentario. El concepto ejército-partido, más que del estalinismo clásico, proviene del maoísmo (partido revolucionario-ejército popular), y se hizo común en el marco de las guerras de liberación en África y Asia que sucedieron a la segunda guerra mundial, donde el ejército era el brazo armado del partido que dirigía la guerra de liberación. En América Latina, el guevarismo mantuvo esa concepción de partido-ejército, pero era más bien foquista, porque a pesar de llamarse ejércitos eran focos guerrilleros. El único caso de partido ejército será la revolución sandinista en los setenta. Pero en Venezuela, tiene la particularidad que el ejército como brazo político del gobierno no surge de una guerra civil, sino que surge, primero, de la crisis creada por el caracazo y el alzamiento de los cuadros medios militares el 4F tres años después, y luego, de la derrota del golpe militar de la burguesía en el 2002.

El gobierno es asumido por una burocracia, una dirección pequeño burguesa, que usufructúa la derrota de la burguesía, la revolución del 2002. Hablar de burocracia parecería ser suficiente entre trotskistas que tienen en su ADN formativo el surgimiento de la burocracia como un proceso de degeneración del estado obrero soviético. Pero sucede que será el único caso de degeneración de un estado obrero, todos los que surgieron con posterioridad ya nacieron burocratizados, producto de una dirección no revolucionaria, pero los llamábamos estados obreros porque habían expropiado a la burguesía y eliminado la propiedad privada. En muchos casos las revoluciones no terminaron en estados obreros, sino que la burocracia terminó administrando un estado burgués, con un sector de la burguesía que sobrevive a la revolución, como es el caso de Vietnam o Nicaragua.

En algunos otros casos, a pesar de ser estados burgueses, viven en conflictividad con el imperialismo, como Irán, pero en otros no. Vietnam a pesar de más de treinta años de guerra mantiene armonía política y comercial con EEUU. La burocracia es la expresión de la desviación burguesa en el proceso revolucionario, pero no es la burguesía, su poder proviene del proceso revolucionario y sus actuaciones son contradictorias, porque en su propia sobrevivencia debe defender el proceso revolucionario al cual también le teme: el avance de la revolución es un peligro para la burocracia. Por eso, para consolidarse en uno de los dos sentidos, como burocracia de un estado obrero o como gobierno bonapartista de un estado burgués, debe cerrar la situación revolucionaria. El que la burocracia no es una burguesía, no descarta que se convierta en parte de ella, pero debe asumir la propiedad de los medios de producción en combinación con el gobierno y la asociación con capitales, como en China, o con capitales provenientes de la corrupción, el mercado negro y la rapiña de la propiedad estatal, como Rusia.

En Venezuela, el problema se centra en la caracterización sobre la situación revolucionaria abierta en el 2002, luego de la derrota de la ofensiva burguesa contra el gobierno frentepopulista de Chávez. Parece un periodo muy largo para mantener una situación revolucionaria, más aún cuando esta no desembocó en un estado obrero. Sin embargo, no hay un punto de quiebre, una situación que indique que ha sido derrotada o que hay un cierre de la situación revolucionaria. A partir de la ofensiva imperialista y la crisis económica originada por el bloqueo y la guerra económica, hay un punto de inflexión, hubo un cambio, al volver a marcar la agenda la burguesía, pero hay muchos elementos, sobretodo en la derrota de los intentos conspiradores, de que se mantiene la situación revolucionaria. Parafraseando la definición de Lenin sobre la revolución, podemos decir que la burguesía ha retomado la ofensiva, pero aun no puede dominar como antes porque los de abajo no quieren.

Decimos que la burocracia usufructúa el poder que le corresponde a la revolución, sin embargo, es una expresión que no lo dice todo, son necesarias precisiones. El chavismo no se robó el escenario, en el 2002 fue la dirección indiscutida de la lucha contra el golpe y el sabotaje petrolero, con todo y los errores cometidos. No hubo otra dirección ni corriente que le disputara la dirección, así que fue dueña de los errores y los aciertos. Gracias al chavismo hubo un 13 de abril y una derrota del sabotaje petrolero, pero también gracias al chavismo, el 13 de abril y la derrota del sabotaje petrolero no se convirtieron en una derrota definitiva de la burguesía y se transcendió el capitalismo. Sin en vez de un crucifijo, Chávez hubiese pedido castigo a los golpistas, el pueblo hubiese ido por ellos como ganas tenía, y en la burguesía hubiese revivido el terror genético a Boves y a Zamora. El mismo Chávez decía “el 13 de abril, que el caracazo asomó sus fauces ¿Qué hubiese pasado si lo dejamos correr?” He allí una de las contradicciones de la burocracia, una vez desatada la ofensiva burguesa, la única alternativa para el chavismo fue impulsar la movilización del pueblo contra la burguesía, pero a la vez termina siendo el freno que impide la victoria definitiva.

Durante todo el gobierno de Chávez y gran parte del de Maduro, apoyarse en la movilización popular fue clave para el enfrentamiento con la burguesía, para derrotar sus amenazas. La revolución llegó más lejos que cualquier otro proceso político en Latinoamérica, salvo Cuba, pero no llegó más allá también gracias a Chávez. Esto es a veces difícil de precisar, porque no hubo nadie a la izquierda del chavismo, e incluso dentro del chavismo, nadie a la izquierda de Chávez. Todas y cada una de las corrientes que rompieron con el chavismo o que surgieron independientes del chavismo se ubicaron a la derecha, o en el mejor de los casos en un centrismo que busca un espacio entre el gobierno chavista y la derecha golpista.

Tampoco es difícil establecer aquello de qué fue empujado por las masas a llegar hasta donde llegó. Es cierto, y eso lo reconoce el propio Chávez, que debieron descartar el proyecto de país previsto en 1998, ante el empuje revolucionario del pueblo y la amenaza burguesa. Son muy pocos los casos donde el gobierno fue colocado contra la pared, que no cumpliera con una exigencia de la movilización, en cambio, fueron muchos los caso en que Chávez fue más allá de los que exigía la movilización. La expropiación del complejo siderúrgico SIDETUR y la nacionalización de SIDOR se dan en medio de una larga huelga, provocada por la intransigencia patronal a las peticiones laborales, pero el conjunto de los trabajadores no exigían la expropiación (salvo en SIDOR, Alianza Sindical encabezado por José Meléndez, y este empujado por su asesor Stalin Pérez Borges y la dirigencia sindical de entonces de Marea Socialista, quienes posteriormente constituyeron LUCHAS, enarbolaron la reestatización e impusieron el término, “la única expropiación en caliente” ) pero al resto, ni siquiera pasó por la mente de la dirección sindical. Los asesores del sindicato de SIDETUR, pendiente de la gran costa que iba a generar el conflicto, se molestaron con la expropiación, porque esta no iba a generar ningún beneficio para ellos. Así sucedió con muchas otras situaciones.

Chávez, ubicado a la izquierda de la burocracia en el gobierno, también se apoyó en el movimiento de masas para empujar a la burocracia que se achantaba y se resentía de estar sometida por la presión de la movilización popular. Después de lograr un contundente triunfo en las elecciones presidenciales, Chávez impulsa el referéndum para reformar la Constitución y establecer la construcción del socialismo como uno de los fines esenciales del estado. La reacción de muchos en el gobierno era que no tenía sentido generar un conflicto político cuando apenas se lograba un poquito de estabilidad. Pero Chávez había interpretado particularmente la revolución permanente de Trotski, y no dejaba de repetirlo, diciendo que la revolución no era un hecho fijado en una fecha, sino un proceso social sujeto a la dinámica de la relación entre las clases, si la revolución no avanzaba necesariamente retrocedía.

Para él, había avanzado más por el triunfo acicateada por la amenaza de la contrarevolución que por la dinámica del gobierno que tendía a dormirse. Sin embargo, a pesar de su extensa arenga a fortalecer los organismos del poder popular y a otorgarle todo el poder de decisión, fue responsable del fortalecimiento de la burocracia estatal. El papel del partido, y los sistemas de inspección y seguimiento para controlar la burocracia estatal que inventó en sus últimos meses de gobierno, los colocó él mismo en manos de la burocracia que pretendía controlar.

En eso hay una continuidad entre Chávez y Maduro. A veces hablar de madurismo esconde peligrosamente una visión, que alimentan los exchavistas, que hubo un cambio con el ascenso de Maduro, atribuyéndolo a características personales y no al proceso político. También refleja la posición de clase media que añora la bonanza económica de la década pasada, asociando la crisis económica al gobierno de Maduro. Hay un cambio notable, obviamente a partir de la ofensiva imperialista que logra triunfos importantes en el terreno económico, imponiendo el retroceso del gobierno. Sin embargo, Chávez no enfrentó, luego del 2002, una ofensiva económica imperialista de tal envergadura y estuvo favorecido por el ingreso petrolero, y no hay elementos que indiquen que hubiese enfrentado la ofensiva imperialista de distinta forma que Maduro. ¿Cuál es el cambio en la burocracia? ¿Acaso Ramírez, Luisa Ortega, Giordani o Gustavo Márquez, que se separaron de Maduro, representaban en el gobierno de Chávez alguna corriente por la izquierda del chavismo, cuando precisamente representaban las orientaciones más burocráticas y pro neoliberales?. Eso es importante; la desviación neoliberal actualmente no se debe a que los sectores que se separaron del chavismo en la etapa previa representaban el ala izquierda.

Hay un cambio en la relación de fuerzas y un reflujo del movimiento de masas. Esto ha permitido que afloren en el gobierno las tendencias neoliberales y el dominio de la tecnocracia, pero fueron sectores que existían ya en el gobierno de Chávez. No son nuevos actores dentro de la burocracia. Sí existen diferencias sustanciales entre la burocracia que le tocó asumir la revolución del 2002 y los cuadros juveniles que surgen con posterioridad y hoy asumen la dirección del chavismo, pero los cambios no obedecen a la presencia de personas o características nuevas en la burocracia, sino a un cambio en la relación de fuerzas, producto de la ofensiva imperialista y, ante la falta o errática respuesta desde el gobierno y la ausencia de las presiones del movimiento de masas de los bolivarianos. Ha sido un proceso largo, hay agotamiento, cansancio, en cuadros que han tenido que asumir la vanguardia de veinte años de lucha casi diaria, y hay una situación económica que ha influido en el ánimo y la esperanza de mucha gente.

La situación revolucionaria es como un mar violento, que ha servido para construir muchas cosas, pero también para destruir al país en medio de una confrontación que pareciera no tener fin. Hay conclusiones distintas dependiendo de la ubicación social. Todo un sector de la pequeña burguesía, de pequeños propietarios, la revolución ha sido una calamidad que les hizo perder hasta la calma. Para otro sector, la revolución significó un importante avance en su nivel de vida y en derechos sociales, que prácticamente ha perdido en medio de la ofensiva económica imperialista; algunos ven una posibilidad en el fin de los enfrentamientos políticos y piden paz, pero muchos siguen reivindicando la revolución que los llevó a la clase media.

Entre los sectores más oprimidos (ya lo hemos argumentado), ha habido beneficios económicos, muchos de ellos ya perdidos, pero han logrado derechos políticos, un avance en su conciencia, a pesar de la burocracia, que se niegan a perder, nadie quiere volver a ser el paria, excluido sin destino, que era antes de la revolución. Esa sigue siendo la fuerza de la revolución. En una asamblea en los barrios de la carretera vieja a La Guaira, en lo más duro de la crisis económica y en presencia del entonces vicepresidente Arreaza, era generalizado el reclamo sobre lo poco efectivo que era el gobierno para enfrentar la especulación y el acaparamiento. Una líder comunitaria, muy mayor, resumió todo con una frase “tenemos el mejor gobierno que podemos, pero no sirve para un coño”.

Durante todos los gobiernos de Chávez y de Maduro, la burocracia gubernamental no ha sido bien vista del todo, no tiene liderazgo en la población. Siempre la gente los señalaba como inconsecuentes con Chávez y también con Maduro. Sin embargo, un grueso sector de la población reivindica, consciente unos, inconsciente otros, que este es su gobierno. Por eso critica, por eso exige, por eso se siente con derecho a reclamar, derecho que no creyó tener con los gobiernos de anteriores, pero no hay entrega completa y cheque  en blanco a la burocracia. Basta asistir a una movilización del chavismo para ver como el pueblo cuestiona a las políticas y a la burocracia, como no lo hacen ni siquiera en las manifestaciones de la derecha que se reducen al odio visceral al chavismo. En eso reside aun la fuerza de la revolución.

Hay otro elemento que es necesario colocar en el tablero, que es el papel de la disputa imperialista. Venezuela se ha convertido en uno de las bisagras del enfrentamiento geopolítico entre las fracciones imperialistas. Hay una diferencia sustancial en el campo internacional antes y después de la caída de la URSS. Las revoluciones de la postguerra, en medio de la guerra fría, se dieron en la disputa por la influencia del bloque soviético dominado por la burocracia estalinista y el campo capitalista liderado por los EEUU. En esta etapa se favorecía a muchas burocracias, direcciones pequeño burguesas, en resolver sus choques con el imperialismo inclinándose hacia el estalinismo.

Hoy eso no existe. Hoy el enfrentamiento en la arena internacional es una disputa entre fracciones imperialistas. Rusia y China, y en menor medida, la Unión Europea, y otros actores, como Irán y Turquía, luchan dentro de una batalla capitalista. Chávez se inclinó a una relación con Rusia, China y otros gobiernos, para romper la hegemonía de EEUU, la estrategia de un mundo pluripolar cuestionaba la visión del mundo unipolar que pregonó el neoliberalismo de finales del siglo pasado. Pero una situación económica interna y externa le fue favorable a Chávez para no subordinarse a ningún bloque, privilegiando la creación de un frente de gobiernos latinoamericanos para oponerlo a la hegemonía política de EEUU. La Federación de países latinoamericanos, que muchas veces levantamos como bandera los trotskistas en el pasado, se tradujeron en la creación de UNASUR y la CELAC, que, más que una organización política multilateral, se tenía la visión de una alianza económica, al proponer crear bancos y monedas comunes que nunca alcanzó por la inconsecuencia de los gobiernos de la región.

No obstante, ahora, en medio de la guerra entre fracciones imperialista, los EEUU le impone a las burguesías regionales una subordinación política que no exigía desde la época de la guerra fría. Gobiernos como el argentino, aparentemente progresista, que en el campo internacional toma posiciones contra Venezuela más duras que su antecesor Macri, porque debe demostrar su subordinación y disciplina al imperio. Trump es, en el campo internacional, más directo, con las necesidades que impone la realidad internacional del enfrentamiento interimperialista, e independientemente de la crítica que surge en la intelectualidad norteamericana, la realidad es que su política exterior, marca bandos y exige pruebas de fidelidad a los gobiernos de la región. En lo nacional, goza de aceptación entre los sectores más atrasados de la clase media norteamericana, que son mayoría y decisivos en la votación interna.

Esa situación ha provocado un aislamiento regional de Venezuela que no vivió Chávez, y los efectos desbastadores del bloqueo y la guerra económica obligan a una relación más estrecha con China y Rusia, que son países capitalistas y a veces  esto se olvida. El apoyo político y económico de China y Rusia, y en menor medida de Turquía e Irán, han sido clave para sostenerse en medio del bloqueo impuesto por los EEUU, a los que se suma la UE y los gobiernos regionales, lo que lo hace más duro que los aplicados a Cuba e Irán. Pero China y Rusia, países capitalistas, también han cuestionado que los empréstitos sean consumidos en su mayoría por el gasto del gobierno, entre ellos los programas sociales, y no en mecanismos que garanticen la reproducción de capital en medio de la ausencia de ingreso petrolero para garantizar el pago de la deuda. Esa es una presión adicional sobre la burocracia gubernamental que requiere de dinero fresco para enfrentar el bloqueo económico de EEUU.

Sobre ese mar violento que es el proceso revolucionario, la burocracia flota como el tablón de un naufragio, a veces parece hundirse, pero sigue flotando y aspira llegar a una orilla. Se puede especular que Chávez se apoyó en el movimiento de masas y aspiraba que esa orilla fuera un estado obrero burocratizado, al que no llegó impedido por situaciones internas y la relación de fuerzas en el escenario internacional, pero también por la burocracia del estado y la ausencia de planificación en la construcción socialista del estado. Más aún en un país sometido a las contradicciones económicas del rentismo petrolero. Esa siguió siendo la orientación de Maduro cuando empezó a retroceder ante la ofensiva económica. Ahora la pregunta de la burocracia es ¿Hacia dónde conducir el timón ahora? Y vuelve a surgir la contradicción de toda burocracia, la situación revolucionaria es su tabla de salvación y a la vez su peor peligro. La burocracia está sometida, como la revolución que usufructúa, a la amenaza de la agresión imperialista, pero la burocracia aspira, igual que la pequeña burguesía, la paz y la estabilidad política, que significa necesariamente el cierre de la situación revolucionaria, y para ello ¿cuál es el camino más corto para llegar a la orilla? En esos términos, y partiendo de la evaluación de cómo se llegó a este momento político, hay cinco escenarios posibles:

A.- La derrota definitiva de la revolución por la agresión imperialista. Este es el escenario más grave en perspectiva, minimizado por el centrismo oscilante. No se trata de evaluar las posibilidades de una agresión y sopesarlas contra la traición del gobierno a la revolución. Para el imperialismo yankee, el caso venezolano no se trata de un cambio de gobierno o presionar para la apertura democrática o las garantías al libre mercado y la inversión extranjera, se trata de destruir al chavismo, como expresión de la revolución en Venezuela y en todo el Continente. Le preocupa más que Maduro, el ejército y la organización social surgida del 2002. Por eso han fracasado todas las negociaciones, a pesar de la disposición del gobierno chavista a transar, pero las exigencias del imperialismo están contra la propia sobrevivencia de la burocracia. Para ellos es primordial, antes que sacar al gobierno, destruir las bases de la revolución. Hasta ahora la táctica privilegiada sigue siendo la del gobierno paralelo, y en eso hay hasta ahora unidad dentro del imperialismo yankee, que le permite legitimar las agresiones dentro de EEUU y en el terreno internacional, manteniendo la unidad de la UE con pocas fisuras y las de los gobiernos del grupo de Lima. La agresión económica contra el pueblo ha logrado imponer un retroceso más que lograr derribar al gobierno, pero aún sigue temiendo al proceso revolucionario, a lo que pueda ser su respuesta y la influencia que pudiera tener una agresión en Latinoamérica, donde la debilidad política de los gobiernos es mayúscula. Ese temor ha impedido una manifestación militar directa, teniendo que recurrir a mercenarios y la posibilidad de una confrontación desde países vecinos, pero allí también cunde el temor. No se trata del poderío militar, que obviamente está a favor del imperialismo, sino que no ha podido fracturar la cohesión del ejército y eso es manifestación concreta de que el proceso interno está vivo, y pudiera encontrarse con una situación, aún derribando al gobierno, de guerra de resistencia, a pocas millas de EEUU. Pero la agresión militar sigue siendo hasta ahora la única posibilidad de derrotar la revolución.

B.- La consolidación de un gobierno bonapartista en un estado burgués. Hoy es la mayor aspiración de la burocracia, para la que estarían dispuestos a un pacto con un sector de la burguesía nacional y el propio imperialismo de EEUU. Esperarían definir las reglas del juego del respeto mutuo, una versión tropical de la coexistencia pacífica, con un régimen parlamentario abierto. Sin embargo, hay dos elementos que conspiran contra este escenario. Requiere de una interlocución válida con el imperialismo y con la burguesía nacional, o por lo menos con un sector de alguno o de ambos. Hasta ahora no se vislumbran fisuras en el imperialismo de EEUU, en cuanto a la posición hacia Venezuela, salvo cuestiones tácticas sobre el uso de la fuerza armada, la relevancia del gobierno paralelo, la efectividad política del bloqueo, pero todos coinciden que hay que aplastar al chavismo, a cualquier elemento que permita la sobrevivencia de la revolución bolivariana, por lo que las diferencias tácticas han tenido espacio en el debate, pero no hay un cuestionamiento a la línea general, no hay un sector del imperialismo hoy que quiera permitir la sobrevivencia de la revolución bolivariana. A nivel interno menos. El conjunto de la burguesía venezolana es proimperialista. Se ha amamantado del disfrute de la renta petrolera en la que la subordinación a EEUU es clave, demostrado indirectamente por lo eficiente del bloqueo a la economía petrolera. Los sectores de la burguesía, pequeños y medianos empresarios, burguesía nacional agrícola e industrial, que la izquierda, incluso el chavismo, presentó como progresista y hasta antiimperialista, no era cierta, su rechazo a las medidas neoliberales de los últimos gobiernos era porque reivindicaba el proteccionismo del mercado interno que propició el rentismo petrolero, no porque fuese un enfrentamiento con el dominio imperialista; Por el contrario, su nivel de subordinación los ubicó disciplinados al imperio en la ofensiva burguesa contra la revolución bolivariana. Ciertamente existe un agotamiento por años de enfrentamiento político, de fracaso de la línea intervencionista, que ha llevado a muchos a la ruina económica y a la pérdida de medios de producción. Individualmente debe haber burgueses que quisieran una paz concertada que les permitiera recuperar su dominio económico, pero no tienen ninguna confianza en el chavismo después de años sometidos a la amenaza de la revolución. Eso lo reflejan los sectores que se han advenido a acuerdos con el gobierno para reestablecer el funcionamiento de la AN sacando a Guaidó y para las elecciones parlamentarias, pero hasta ahora no se trata de un sector importante de la burguesía y dependerá mucho de la variación en la política de EEUU. No se encontrará una burguesía nacional dispuesta a contradecir al imperio, aunque le cueste su sobrevivencia. El otro elemento que conspira contra este escenario es la persistencia de la situación revolucionaria, la educación antimperialista y antioligárquica en la conciencia de la población y el convencimiento que impuso el mismo chavismo que la salida es el socialismo, que, aunque la gente no sabe bien que es, saben que significa la desaparición de la oligarquía y la independencia de los EEUU, por lo tanto, tiene que haber una derrota, aunque sea en el terreno político de la revolución. Sin interlocutor imperialista para un acuerdo y la persistencia de la situación revolucionaria, a pesar de ser la opción privilegiada de la burocracia se hace cuesta arriba.

C. La recuperación de un estado burgués, con un gobierno de la burocracia chavista en medio del bloqueo de los EEUU. Este escenario es el que algunos analistas políticos, de izquierda y de derecha, vislumbran como la alternativa que construye Maduro, e incluso ubican la ley antibloqueo como un avance en esa dirección. Una apertura a capitales extranjeros, fundamentalmente chinos, árabes y rusos, pero también algunos europeos, la rapiña burocrática de las empresas del estado, acuerdos económicos, aunque no políticos con sectores de la burguesía nacional, y la transformación de un sector de la burocracia en burguesía, pudieran generar la consolidación de la economía burguesa. Esta posibilidad no es descartable y si se logra una recuperación económica, sería innegable la consolidación del gobierno de Maduro y posiblemente el cierre de la situación revolucionaria. Pero hay elementos políticos que se obvian a la hora de evaluar la viabilidad de este escenario. La economía venezolana sigue siendo petrolera y su posibilidad de estabilización económica está en su venta, y lamentablemente los aliados económicos, salvo China, no son dependientes energéticamente como para favorecer el mercado venezolano.

Para China, depender del petróleo venezolano es de una fragilidad extrema, mucho mayor que la de EEUU y su dependencia del medio oriente. La ventaja geoeconómica de Venezuela, en términos petroleros, es recuperar el mercado de EEUU y Europa para obtener divisas, y la de dominar el mercado latinoamericano, la región de mayor dependencia energética de los mercados externos (a pesar de poseer los mayores yacimientos de petróleo y gas del mundo entre Venezuela, México y Bolivia), a cambio de bienes de consumo, con un mercado paralelo al dominio del dólar, e incluso con trueque, como intentó Chávez con los proyectos de UNASUR, CELAC, ALBA, PETROCARIBE, SUCRE, etc. Sin renta petrolera, con un desarrollo industrial mínimo y con una población pequeña, nuestra economía se asemeja más al Caribe que al cono sur.

A diferencia de EEUU y Rusia, que producen en los países periféricos para su propio mercado, y en el caso de EEUU, para el mundo, aprovechando las ventajas de materias primas y mano de obra barata, los chinos invierten para vender en los mismos países que producen exportando partes y tecnologías o para extraer materias primas hacia China. Su opción más privilegiada en América Latina no es Venezuela, sino Argentina, Brasil y México donde hoy las inversiones son mayores. Salvo en la extracción de minerales, Venezuela no representa ninguna ventaja. Mientras tenga cerradas las fronteras para exportación en la región y bloqueado el ingreso petrolero, tendría que apostar a un desarrollo industrial sostenido e intensivo en los próximos años. No es descartable este escenario, pero la eficiencia del bloqueo imperialista tiene que formar parte de la ecuación y tendría que ganarse a la población para la productividad en empresas capitalistas, lo que también significa cerrar la situación de conflictividad previa. Este escenario es viable pero no a corto plazo. De hecho, Irán lo logró en situaciones de bloqueo equivalente (aunque no se sumó la UE), sin apoyo de China y Rusia y con mayor agresión militar, aunque con un desarrollo industrial inicial mucho mayor, implantando un régimen de persecución política y de sobre explotación a la clase obrera. También es claro que en este escenario no superara el aislamiento regional impuesto por EEUU, que lo justificaría dentro de sus intereses “geopolíticos”.

D. Avanzar hacia un estado obrero burocratizado. Este no es un escenario probable dentro de la tendencia actual de la burocracia chavista, pero no se debe descartar, porque si se cierra la posibilidad de desarrollar una economía capitalista estable, sin interlocutor en la burguesía nacional y con aumento de la agresión imperialista, no es descartable un giro a la izquierda de la burocracia. Los bandazos a la izquierda y a la derecha son característicos de la burocracia, presionada por la amenaza burguesa y la movilización popular. Una característica del chavismo, a pesar de sus oscilaciones políticas, es que ha sido firme en la defensa del país y no ha bajado la guardia. El mismo Zapatero, refiriéndose al chavismo, vaticinó el fracaso de la política de presión “porque los chavistas no saben rendirse”. Hasta ahora los planes de una agresión quirúrgica o de un levantamiento social interno han fracasado, pero mantienen la estrategia del bloqueo que, aunque no ha provocado el caos social esperado, sí ha infringido desmoralización y confusión, y la del gobierno paralelo como alternativa. Hasta ahora las diferencias dentro de EEUU y la burguesía venezolana no han puesto en jaque la política imperialista, por lo que es previsible que si hay síntomas de recuperación económica pasen a un mayor nivel de agresión, y el gobierno deba recurrir al movimiento de masas y a acciones de expropiación de la burguesía, control del comercio exterior e interno, ante el fracaso de los planes neoliberales para derrotar el bloqueo, derivando en un modelo equivalente al cubano, de una economía estatizada y restringida que depende de la captación irregular de dólares a través del turismo, y las misiones de médicos y entrenadores deportivos en el exterior.

E.- El último escenario es el de una radicalización de la revolución, que dependerá del surgimiento de una dirección revolucionaria que desplace a la burocracia chavista. La burocracia podrá ser empujada por el movimiento de masas o recurrirá a la movilización en la defensa del gobierno, pero jamás se hará revolucionaria, pero el surgimiento de una dirección revolucionaria hoy será de sectores del chavismo, de los movimientos de base y de las organizaciones del poder popular, sin descartar rompimientos por la izquierda en la burocracia. Lo que sí son descartables son los rompimientos anteriores, cuya vocación centrista y la dinámica de confrontación los llevó a alianzas con sectores de la derecha o una posición nini que es una versión de lo mismo, salvo que la dinámica de la lucha de clases, que permita retomar la ofensiva al movimiento popular, les obligue a un giro a la izquierda, pero tiene que provocar un rompimiento en la relación con sectores de la derecha que hoy privilegian. El giro cada vez más pronunciado a la derecha del gobierno ha dado un espacio a la izquierda del chavismo que no había existido en toda la etapa previa.

La discusión sobre la Ley Antibloqueo demostró la existencia de ese espacio y reforzó la posición crítica de la vanguardia del movimiento popular, que había ya tenido expresiones muy débiles en la conformación de planchas para las elecciones parlamentarias y en el cuestionamiento de la represión al movimiento popular, pero la actividad de la derecha y el centrismo sigue haciendo daño. La campaña acusando al chavismo en su conjunto de “entreguista”, de “traidor”, obligó a muchos a cerrar filas y bajar la guardia en las críticas. Que Guaidó salga a acusar al gobierno de entreguista, llamando a desconocer la Ley Antibloqueo y pedir más sanciones, suena ridículo, pero ciertamente hizo recular a muchos y le permitió a la burocracia señalar como “saltatalanqueras” a los sectores más críticos.  La construcción de una vanguardia revolucionaria debe mantener siempre una línea de fuego de dos cañones, atacando por separado, pero a la vez, al accionar de la derecha y la desviación de la burocracia. Este escenario hoy es el más difícil, el aparentemente menos viable, pero es la apuesta de los revolucionarios.

UNA POLITICA REVOLUCIONARIA

La acción revolucionaria debe tener como norte la organización, desde las bases del movimiento popular,  de una vanguardia revolucionaria que cuestione el control de la burocracia del gobierno y la implantación de políticas no revolucionarias. Identificarse con el chavismo de base no puede ser oportunista. Que el chavismo tenga influencia en el movimiento popular no es la razón, hubo movimientos de arraigo popular como el peronismo y el sandinismo, y no por ello nos identificamos con ellos más allá de las acciones de frente único. Lo que nos identifica con Chávez, con el chavismo, es la propuesta de construcción del socialismo, la defensa de la revolución y la lucha por la independencia nacional en medio de la agresión imperialista, que tiene arraigo en el pueblo, en la conciencia del chavismo de base.

La pertinencia por una fuerte organización social y política, a pesar del retroceso, es nuestro objetivo. A diferencia de la política contra los gobiernos de la burguesía, donde la oposición a las medidas gubernamentales que afectan a la población son el eje principal, en Venezuela nos tocar ir más allá de una oposición febril, y entrar en el terreno de las propuestas alternativas. ¿Cuáles son las acciones, propuestas y medidas que debería hacer un gobierno de las organizaciones populares, del chavismo de base? A cada paso debemos responder a ¿Qué haríamos nosotros si fuéramos gobierno? Solo así podríamos sembrar en las bases el cuestionamiento a la burocracia, a partir de una política posible, y sacarlos de la trampa que impone la realidad de aceptar la política de la burocracia o caer en el terreno de la derecha. Con riesgo de caer en el tremendismo, la política revolucionaria tiene que colocarse, siempre y necesariamente, a la izquierda de la burocracia.

Enfrentar la agresión imperialista. Ni un solo espacio para la derecha intervencionista. Enfrentar al bloqueo con medidas contraimperialistas y movilización popular. La derrota de la agresión imperialista, pero sobre todo de los actores internos, tiene que ser un eje permanente de la política revolucionaria. Nos podemos alinear con el gobierno en la lucha contra la agresión externa, pero no podemos dejar de señalar la política criminal que permite la impunidad en la acción interna en favor de la intervención y la guerra económica. La ANC y la nueva AN deben establecer un cuerpo de leyes especiales para enfrentar la agresión imperialista y sus aliados internos. Control estatal del comercio exterior; estatización de la banca para enfrentar la guerra económica; prisión, expropiación de bienes y confiscación de cuentas de los que activan a favor de la intervención imperialista, y a sus familiares si estos no activan abiertamente a favor de la revolución; tipificación como delito de traición a la patria la propaganda favor de la intervención, las acciones de saboteo a la producción y distribución, la especulación y el acaparamiento y creación de tribunales populares para juzgar las acciones a favor de la intervención imperialista.

Pero para enfrentar el bloque se necesita de contra medidas a corto, mediano y largo plazo para lograr niveles de soberanía interna en la producción y la distribución, No basta sólo con un discurso antiimperialista. La planificación de la producción y la distribución, el control de los CPT sobre los planes de producción en el campo y la industria es clave. Llamar a los pueblos latinoamericanos a romper el bloqueo imperialista, no solo con la movilización contra sus gobiernos, sino también con programas de envíos de medicinas y alimentos para Venezuela es importante.

Mantener la movilización popular contra la agresión imperialista e impulsar la protesta social contra el burocratismo, la corrupción y las políticas neoliberales. Hay coincidencia con el gobierno cuando impulsa la movilización para enfrentar la amenaza imperialista, pero cuando se trata de protesta social se siembra la duda. Muchas veces son utilizadas por la derecha, cuando no son promovidas directamente por estas. Pero la única forma de enfrentar la burocracia y desarrollar una vanguardia revolucionaria es con la protesta social, por eso la lucha contra la agresión imperialista y la protesta social deben estar íntimamente ligadas. Toda protesta debe tener como principio la expulsión y persecución de los sectores de derecha proimperialista, que pretendan incorporarse a la protesta social sin ninguna duda ni titubeo.

La lucha del pueblo es para impulsar la revolución no para favorecer al imperio, debe ser la consigna. Todo dentro de la revolución, fuera de ella nada. Esto ha tenido antecedentes. En las movilizaciones estudiantiles de la década de los ochenta y del noventa, se impedía la incorporación de los líderes políticos de la derecha que no eran estudiantes. La marcha admirable de los campesinos a finales de 2018, impidió la incorporación de los grupos de derecha a la manifestación. En muchas protestas populares les han entrado a palos a los representantes de Guaidó, lo cual ha sido muy poco propagandizado por los medios de derecha por razones obvias y por el chavismo porque lo que no quiere es protesta social, pero no se trata de una posición sectaria sino de defensa de la revolución, o ellos o la revolución. Chávez pidió siempre irreverencia en la discusión, protesta abierta y directa, pero siempre del lado de la revolución, eso debemos destacarlo.

Queremos sano y salvo a Carlos Lanz Rodríguez

Todo el poder a las organizaciones de base de la revolución. Por un Congreso Permanente del Poder Popular. La tecnocracia gubernamental desprecia al poder popular, incluso al movimiento sindical burocratizado. Las organizaciones de base han sido claves en la lucha contra la agresión imperialista, incluso en la lucha contra el COVID, pero se les ha desprovisto, en estos últimos años de su capacidad de contraloría del gobierno y del poder de decisión. Debemos superar el tareismo que se ha impuesto a la vanguardia del poder popular y recuperar la discusión política en las bases para la discusión de las medidas, acciones y políticas de gobierno, y el control sobre el cumplimiento del plan de la patria. Las organizaciones de base y los movimientos populares deben promover reuniones sectoriales y regionales, encuentros y congresos para la discusión del plan de gobierno para derrotar la agresión imperialista y la construcción del socialismo, como estrategia para reforzar la organización popular. El norte debe ser una organización nacional y permanente del poder popular. El parlamento burgués establecido en la Constitución no es el organismo de la revolución. Las organizaciones de base deben elegir diputados sectoriales (obreros, campesinos, comunas, pescadores, mujeres, milicianos, pensionados, profesionales y técnicos, etc) a un parlamento municipal del poder popular, los parlamentos municipales deben elegir diputados al parlamento del poder popular estatal y estos elegirán los diputados al parlamento nacional del poder popular. Se necesita de un organismo permanente y plenipotenciario para definir las políticas y planes para enfrentar el bloqueo y la guerra económica, así como la construcción del socialismo y el control y seguimiento de la burocracia gubernamental. Hay que promover la autonomía política y de acción del poder popular incluso en el enfrentamiento contra el enemigo interno.

La defensa de los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos. El tema de los derechos humanos debe adquirir, para los revolucionarios, un contenido clasista. El primer derecho humano es el derecho a la vida y a la autodeterminación. Hay que perseguir y reprimir a los que atentan contra el pueblo y su revolución. Es hipócrita la actuación de los organismos multilaterales que cuestionan el respeto a los derechos humanos en Venezuela  y no son capaces de enfrentar la agresión y el cerco imperialista que ha causado más de 100 mil muertos. No se puede pedir derechos y libertad contra los que han accionado contra la vida y los derechos humanos de los venezolanos. En eso hay que ser abiertamente claros. El imperialismo, los gobiernos que apoyan a la agresión a Venezuela y la acción de la ultraderecha no tienen ningún derecho a juzgar al gobierno de Venezuela. Esto es potestad del pueblo venezolano que varias veces lo ha defendido con su vida. Las organizaciones políticas y los movimientos sociales deben promover un Tribunal Internacional, encabezado por figuras reconocidas como Pérez Esquivel, para que juzgue públicamente la acción criminal de los gobiernos, principalmente  EEUU y  la UE, así como a los organismos multialterales, en contra del pueblo venezolano. Exigimos la devolución de las empresas y los fondos pertenecientes al Venezuela y el cese de toda acción de bloqueo que limite, obstaculice o impida el acceso del pueblo venezolano a los alimentos, las medicinas e insumos industriales y agrícolas.

A nivel interno exigimos persecución y castigo a toda aquella acción, apoyo o propaganda a favor de la intervención imperialista y de terrorismo contra el pueblo venezolano. Rechazamos las acciones represivas del gobierno contra la crítica y la protesta del pueblo y sus organizaciones. Esa es una frontera bien definida, pero en caso de duda, es necesario establecer tribunales populares, con dirigentes de reconocida solvencia moral y política, escogidos por el pueblo, para juzgar los casos de traición a la patria o aquellos casos donde sean víctimas de la represión gubernamental.

La alternativa es la construcción del socialismo. El mayor legado de Chávez es la construcción del socialismo como alternativa al capitalismo. La construcción del socialismo requiere del control del estado de los aspectos fundamentales de la economía, no hay un socialismo territorial sostenido en la política social y un socialismo económico que llegara después, se trata de una sociedad socialista en el terreno social, económico y político, la derrota en uno es el retroceso en todos. Pero el socialismo requiere el control social sobre la burocracia estatal y la política de gobierno, por eso debe estar acompañado por la organización del poder popular. Desarrollo económico y democracia socialista es el norte. No se descarta, por razones tácticas tomar medidas capitalistas y de alianzas si estas contribuyen efectivamente al desarrollo económico y están bajo control y seguimiento del poder popular. Hay que volver al plan de la patria de 2012 con cinco objetivos históricos: la independencia nacional, la construcción del socialismo, el desarrollo de Venezuela como potencial, un mundo sin domino imperialista y la preservación del planeta. Vayamos con LUCHAS por esos nuestros objetivos.


[1] El argumento entonces del valor del dólar paralelo, era la tasa de retorno del dólar oficial. Las compras en el exterior se hacen con cartas de crédito de la banca internacional, contra la banca local, y las operaciones se hacen entre los bancos centrales (por el control del mercado cambiario). Entre el momento que se adquiría la mercancía y el momento en que CADIVI otorgaba los dólares a la banca local, las cartas de crédito generaban intereses que se cargaban al valor del dólar no oficial, a la que se sumaban también los costos paralelos de la administración bancaria (dado que la ley de bancos imponía una tasa muy baja a las operaciones cambiarias) y el costo de corrupción de CADIVI (la coima por las tramitaciones y acelerar las liquidaciones). Dado que el dólar paralelo estaba prohibido, los bancos financiaban las operaciones de estas páginas que tenían sede en Miami para que el operador supiera cuanto le estaba costando el dólar, que le otorgaba CADIVI a 2,10 pero que podía llegar hasta 8,50 en la fijación del precio final en la mercancía para no tener perdida. Este fue el papel de las páginas web de cambio, la más famosa, DólarToday; no se trataba de un mercado cambiario paralelo, porque era imposible conseguir un dólar de esas páginas. La posibilidad de un mercado cambiario paralelo entonces era imposible, porque nadie podía competir con la masa de dólares del estado que podía, de un solo plumazo, producir saturación y derrumbar el precio provocando la quiebra del mercado negro.

Para quebrar al dólar del gobierno, y hacer exitosa una guerra contra la moneda, era necesaria una masa de dólares quemable de la que no disponía el mercado negro interno, pero surgió el narcotráfico colombiano que diariamente quema millones de dólares (hasta un 40% de la masa monetaria) para legitimar sus capitales. En el 2017, Cúcuta pasó de no tener una sola casa de cambio a tener más de 300, con operaciones ficticias. Era mentira que millones de venezolanos iban a Colombia a cambiar dólares, pero esas operaciones inexistentes permitían legitimar los capitales del narcotráfico colombiano que aparecían como producto de operaciones en la frontera, con un cambio particular aplicable en Cúcuta, distinto al oficial fijado por el Banco Central de Colombia. Para respaldar las operaciones se sustraía el papel moneda venezolano, que a veces era pagado hasta cuatro veces su valor nominal (en una ocasión al narcotráfico se le volteó una góndola que transportaba 30 toneladas de papel moneda venezolano en Paraguay), el valor del dólar variaba diariamente, incluso los fines de semana, cuando no había transacciones bancarias, sobre la base de la cantidad de papel moneda venezolano disponible, las necesidades de legitimación de capital del narcotráfico y el costo del lavado de dinero, todo ello bajo vigilancia de la DEA. Eso fue la parte más directa del ataque a la moneda venezolana, donde la capacidad del estado para contener el valor del dólar, a partir de su condición de mayor aportador de divisas, fue anulada sin que entraran divisas al país, sino extrayendo papel moneda y dólares a través de falsas operaciones.

 ¡VILMA, siempre presente! Presente!

 

*Vilma, mujer valerosa, valiente, y una madre luchadora, incansable, solidaria, reconocida y querida por su labor como dirigente de la educación, líder sindical, vecinal, comunal. Una militante revolucionaria comprometida con la lucha de los trabajadores y del pueblo. una bolivariana, chavista, socialista y trotskysta incansable! Carajo!!!

¡Vilma vive! ¡Vilma presente!
¡Hasta Siempre!

Venezuela, noviembre 2020
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Filed Under: Opiniones y debates Tagged With: Aciertos y errores, Bloqueo imperialista, Burocracia, Corrupción, Fuerza bolivarian y chavista, Proceso Bolivariano

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