Pandemia, Capitalismo y Revolución.

Contenido
I. La COVID-19 estremece al planeta. 3
II. Pandemia en un Mundo sometido al Neoliberalismo. 4
III. Una criminal oportunidad de renovación de la Economía Capitalista. 6
IV. Duras derrotas permitieron la Restauración Capitalista y la imposición de la Globalización. 7
V. Vuelve la crisis económica y se comienzan a disipar ilusiones. 8
VI. 2008 Un nuevo ciclo de Crisis Económica Capitalista conmueve al mundo. 11
VII. A más crisis, más sobreexplotación… de nuevo las masas a las calles. 12
VIII. Capitales y mercancías sin fronteras…¡personas no!. 13
IX. Un Nuevo Auge del Fascismo. 15
X. Un Plan Alterno de Acumulación Capitalista: La Ruta de la Seda. 17
XI. La Desdolarización de la Economía Mundial. 18
XII. Las Nuevas Tecnologías en la Economía y en la Lucha de Clases. 19
XIII. 2019: Una de las mayores oleadas de movilizaciones de masas. 20
XIV. Aún en Pandemia, el ascenso de masas mantiene su curso. 22
XV. Situación de la lucha de clases por regiones. 23
4- EEUU: un poderoso ascenso antirracista y anticolonial se enfrenta a un proyecto fascista. 38
5.- China, India, Asia y Oceanía: Acumulación capitalista, planes de expansión y ascenso de masas 45
6.- Europa El “viejo” continente –no tan unido- , empieza a ser sacudidopor un ascenso de masas. 50
XVI. Cambia la Correlación de Fuerzas entre las clases a escala del Planeta. 58
XVII. Construir en las luchas el Programa y la Opción de los Trabajadores. 59
I. La COVID-19 estremece al planeta
La Pandemia de la COVID-19, sacude actualmente a todo el planeta En estos momentos, a mediados de Octubre, alcanza las cifras alarmantes de 1,2 millones de fallecidos y casi 44 millones de contagiados, en virtualmente todos los países del orbe. Y está en plena expansión, rompiendo cotidianamente el récord de nuevos infectados, que supera los 300 mil diarios.
Esta pandemia ha puesto en la mira de millones de personas, la reflexión sobre la situación del mundo hoy y por venir. No es para menos. Esta es una crisis de grandes dimensiones; una situación extrema que -como tal- tensa todas las contradicciones que existen en la Sociedad; desnuda sus características más relevantes, más determinantes; quita los velos que normalmente las ocultan ante la mirada de las inmensas mayorías.
Hoy es claro ante los ojos de millones que los sistemas de salud privatizados de la mayoría del planeta, dejan morir sin reparos a los trabajadores y los humildes pues su único objetivo es la ganancia de los patronos que los poseen.
Es claro ante multitudes, que la intención de los Estados capitalistas es hacernos pagar a los trabajadores la crisis económica ocasionada por la disminución y paralización de actividades. Más aún, aprovecharse de ella para explotarnos aún más.
Cada vez es más claro, para muchos, que el trabajo humano dirigido a las necesidades humanas esenciales es lo único que crea valor, es decir, soluciones a las necesidades, que es la riqueza real; y que el capitalismo nos esté llevando por una senda explotadora del trabajo humano, dilapidadora de recursos, de especulación desmedida y creadora de falsas necesidades y adicciones, que sólo favorece a los grandes capitalistas y degrada al ser humano y al ambiente del que formamos parte.
Es muy notoria la diferencia de impacto de la COVID-19 entre los países, según la actitud asumida por sus Estados. Los países cuyos gobiernos han asumido una actitud más cónsona con la realidad y se han atrevido a ignorar o soslayar las presiones de los comerciantes y otros capitalistas, tomando medidas de cuarentena, distanciamiento social y atenciones preventivas, han logrado frenar el contagio; logrando así que la enfermedad pueda ser controlada y evitando un gran número de muertes, como Cuba, Nueva Zelanda, Vietnam, Venezuela y China (después del primer contagio masivo). Más triste esla realidad de la mayoría de los casos, tal como aquellos Estados que han tomado medidas muy tibias, como México; o retardadas, como España e Italia, para frenar el contagio. Peor aún es el desempeño de la política “negacionista”, que tiene su mejor expresión en Trump en EEUU, Bolsonaro en Brasil, Johnson en Gran Bretaña, Moreno en Ecuador y Vizcarra en Perú, quienes se negaron sistemáticamente a afectar las ganancias capitalistas y decidieron dejar pasar el contagio “a sus anchas”, a sabiendas de la insuficiencia de cualquier sistema de salud -más aun los mercantilizados- en la atención de grandes contingentes de afectados. El resultado es desastroso en infectados y victimas mortales, aunque traten de ocultar los datos reales o directamente ordenen no realizar más test masivos para que “los números no sigan subiendo” como hizo Trump, desde julio.
II. Pandemia en un Mundo sometido al Neoliberalismo
Por encima de las importantes diferencias, hay una terrible identidad. Esta pandemia nos toma tras cuatro décadas de implantación de una ofensiva capitalista brutal, conocida como Globalización o Neoliberalismo que, detrás de sus promesas de progreso, ha agravado la crisis capitalista en lo económico, lo social y lo ambiental; a lo que ahora sumamos lo sanitario.
Después de derrotar el nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial (SGM) en 1945, las luchas de los trabajadores y oprimidos del mundo arrebataron muchas conquistas al capitalismo. Entre ellas destacan la estabilidad en los empleos, los seguros médicos gratuitos, jubilaciones, acceso a tierras cultivables, incremento de la escolaridad. También se logró la independencia de casi la totalidad de África y la derrota de muchas dictaduras en Asia y América Latina.
Una supremacía del dólar como moneda mundial se estableció, tras la SGM, con los acuerdos de Bretton Woods, al quedar EEUU como potencia imperialista económicamente más fuerte, con poderío nuclear y una fuerza armada casi intacta; con capacidad de enfrentar con eficacia los levantamientos de masas que surgieron tras la Guerra, y encarar el prestigio del “Comunismo”, derrotador del nazismo, aunque bajo la férrea dictadura burocrática de Stalin.
Este predominio, combinado con la separación del dólar de su referencia al oro en los 70, permitió al Imperialismo yanqui “imprimir” dólares que han sido usados mediante las “inversiones extranjeras” y los préstamos FMI-BM para apropiarse de la plusvalía generada por los trabajadores de cualquier rincón del mundo, a través de los recobros, utilidades e intereses; y además como mecanismo de coacción para la imposición de planes que logren los objetivos estratégicos de flexibilización laboral, reducción del Estado a su función de control represivo de la población, y mercantilización y rentabilización de cualquier esfera de actividad humana.
Desde los 80 del siglo XX, la ofensiva globalizadora y neoliberal se propuso liquidar y arrebatar todas estas conquistas, y transformar cada necesidad humana en una oportunidad de explotación y de obtención de riquezas a costa del trabajo y de la miseria de las mayorías, vale decir, de generación y acumulación de plusvalía.
Todas las medidas tomadas, dirigidas principalmente por el Banco Mundial y el Fondo Monetario internacional, al servicio de los grandes capitales imperialistas, lograron una concentración aún mayor de capitales merced a los más voraces mecanismos, tales como flexibilidad máxima a la movilidad de las inversiones capitalistas, restricciones a la movilidad de los trabajadores, privatización de amplios espacios anteriormente dominados por los Estados (servicios públicos, educación, salud, fondos de pensiones, etc.); debilitando los Estado-Nación, a favor del poder de un puñado de grandes “trust” y familias megamillonarias del mundo. Se atacó frontalmente las conquistas de los trabajadores en cuanto a salario, pensiones, edad de jubilación, seguros médicos; ampliando la precarización del trabajo, subempleo, tercerización… y otro largo etcétera sobrexplotador.
Como resultado, según el Banco Mundial, mientras la economía mundial (PIB) creció 625% desde 1980 hasta 2018 el número de pobres en el mundo aumentó 46%,pasando de 2500 millones a los 3700 millones de la actualidad; la mitad de los seres humanos que habitan en el Planeta. El 82% de la riqueza mundial generada durante el 2018 fue a parar a manos del 1% más rico de la población del mundo. El 18% restante se distribuyó desigualmente entre el 99% de la Humanidad.
El neoliberalismo ha resultado muy favorable al enriquecimiento de los ya opulentos megamillonarios capitalistas. La pandemia también le está resultando provechosa. El desempleo y la reducción de salarios y beneficios están creciendo dramáticamente por las decisiones de los empleadores y de los Estados ante la desaceleración de la economía debida a las necesarias medidas de distanciamiento. Para ilustrar, en EEUU hay más de 58 millones de nuevos desempleados y decenas de millones de familias están cerca de ser desalojadas de sus hogares por incumplimiento en los pagos. Cien mil pequeñas empresas cerraron sus puertas permanentemente hasta mediados de mayo; mientras las cadenas monopólicas de comercio minorista (Walmart, p.ej), ocupan su espacio y multiplican sus ganancias. Las bolas de valores ven crecer sus indicadores gracias a las compañías de tecnología como Apple, Google, Microsoft, Amazon, Tesla. El resultado es mayor miseria para las clases trabajadoras y un enriquecimiento acelerado para el 1%, la burguesía imperialista.
Además de injusto, el capitalismo es ineficaz para atender las necesidades de la Humanidad. La sujeción de los procesos de producción y distribución de bienes y servicios, no responde a los intereses de la colectividad, sino a la pugna por apropiarse de mayores ganancias entre los mayores grupos capitalistas del mundo. Por ejemplo, gracias a la tan alabada práctica del “just in time” (justo a tiempo) que pauta la minimización de stocks -para ahorrar costos en almacenamiento, financiación y productos terminados no vendidos-, la simple habilitación de mascarillas e insumos médicos ha sido un trauma mundial, cuando es algo que pudiera preverse y habilitarse sin mayores esfuerzos. Así mismo, lograr la progresiva reactivación de la producción de bienes, al superarse la pandemia necesitará de mucha sincronización. Por ejemplo, la producción industrial de Francia, depende más del 75% de componentes industriales que se producen en otras naciones de Europa y de materia prima de África y Asia. No será fácil, en una economía mundial dirigida por la guerra de apropiación de plusvalía entre trusts, lograr la coordinación necesaria.
III. Una criminal oportunidad de renovación de la Economía Capitalista
El ciclo de crisis económica originado en 2008 no se ha superado, tendió a agravarse en 2019 y ahora la COVID-19 lo dispara y multiplica. Baste mencionar como muestra, las centenas de millones de desempleados en el mundo, la caída en picada de la producción en Gran Bretaña, estimada para el 2020 en más del 11 por ciento (la peor en 300 años); o la disminución del 96% (de 1900 a 72 millones de US$) al comparar los ingresos de turismo en México entre abril 2019 y abril 2020.
Pero esto puede alegrar a los grandes capitalistas. La Pandemia puede ser la gran oportunidad de destruir enorme masa de fuerzas productivas, logrando además la desmoralización de millones de trabajadores, avasallando sus reivindicaciones y conquistas organizativas; y así, iniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital a través de una “recuperación” basada en la reconstrucción de fuerzas productivas destruidas y en explotación despiadada de millones de trabajadores en el mundo.
Las burguesías imperialistas aprendieron esto después de la Segunda Guerra Mundial, con el Plan Marshall. Es, también la forma en que se vienen preparando –especialmente a partir del gran Tsunami de Asia del 2004- para obtener una enorme rentabilidad de las previsibles catástrofes que ocasionará, de consolidarse, el cambio climático en el planeta.
Los financiamientos masivos que la Reserva Federal norteamericana (más de un billón de dólares), el Banco Central Europeo (más de 750 mil millones de euros), e incluso el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, están movilizando, no van destinados a equipamientos médicos, ni vacunas ni ninguna otra prioridad de la Humanidad. Van dirigidos a “socorrer“ a las empresas capitalistas afectadas por la crisis. Este es un mecanismo adelantado para utilizar esta crisis de la pandemia -por encima de las afectados y las víctimas mortales, de los desempleados y empobrecidos- en pro del aumento de la explotación del trabajo y el incremento de la tasa de enriquecimiento de los capitalistas.
IV. Duras derrotas permitieron la Restauración Capitalista y la imposición de la Globalización.
La imposición del modelo de sobreexplotación y recolonización neoliberal, iniciado en los ochenta del Siglo XX, contó prontamente con la ventaja de la derrota, de escala estratégica y mundial, sufrida por la clase obrera tras la caída del Muro de Berlín.
Las revoluciones antiburocráticas que detonaron en el proceso fueron rápidamente desviadas hacia los carriles del modelo capitalista. Con engaños y falsas ilusiones, pero también con guerras, divisiones, invasiones y masacres, el capitalismo avanzó desmontando masivamente las conquistas que se conservaban de la Revolución de Octubre y de la derrota del nazismo en Europa Oriental. Contó para ello con la participación de prácticamente todas las facciones de las burocracias hasta entonces gobernantes, muy por encima de sus agudas divergencias.
Es una discusión aún abierta entre los marxistas revolucionarios, cuánto de Estado Obrero y cuánto de Estado Burgués, existían en la URSS y los países de Europa del Este, al momento de la “caída del Muro”. Por encima de ello, queremos ser categóricos en que su desmembramiento y la restauración de las relaciones sociales de producción capitalistas representaron una derrota estratégica para la clase obrera mundial, pues significó:
a. la apropiación directa de enormes fuerzas productivas (incluso destructivas) por parte de nuevos burgueses locales y los viejos imperialismos, utilizadas ahora para acumulación de plusvalía.
b. Deterioro sensible de las condiciones de vida de más de una centena de millones de trabajadores y sus familias (por los derechos laborales y sociales perdidos, el auge de la delincuencia, “limpiezas” étnicas, etc.)
Simultáneamente aconteció la derrota, también de dimensiones estratégicas, del proletariado y la juventud chinos que se habían alzado frente a las pérdidas de conquistas de la entonces incipiente restauración capitalista. El aplastamiento sangriento de esta rebelión, simbolizado en los tanques atropellando jóvenes luchadores en la masacre de Tiannamen, permitió a la burocracia china acelerar la restauración del capitalismo bajo su férreo y lucrativo mandato.
La conjunción de estos hechos implicó una otra derrota –subjetiva– en la conciencia de la clase obrera mundial: Se perdió confianza en la perspectiva histórica de la superación del capitalismo por una sociedad más justa.
La burguesía mundial, lograba una correlación de fuerzas muy favorable, que fue afianzada a través de derrotas locales de repercusión mundial, como las Invasiones y ocupaciones militares de Kuwait (1991), Afganistán (2001) e Irak (2003), el etnocidio de Ruanda (1994), la Guerra del Coltán en el Congo (1994-97) y las guerras fratricidas que desmembró y atomizó a los países balcánicas (1991-2001).
Ni las centenares de huelgas locales, parciales e incluso generales, ni las irrupciones de masas en algunos países, como Venezuela, lo largo de los 90; ni el sonoro fracaso de la invasión de tropas norteamericanas y de la ONU en Somalia en 1993-95, cambiaaron esta dinámica política y militar triunfante.
Con el sartén firmemente asido por las manos de la burguesía imperialista, cuatro décadas de Neoliberalismo nos dejaron un mundo aún más injusto, donde los derechos y condiciones de vida de las grandes mayorías retrocedieron, mientras la acumulación de riquezas en manos de una pequeñísima fracción de la Humanidad, los grandes capitalistas, es cada vez más grosera.
V. Vuelve la crisis económica y se comienzan a disipar ilusiones
A pesar del éxito de la burguesía mundial en acumular riquezas, desmejorando las conquistas sociales de los pueblos del mundo; la crisis económica, inexorable y cíclica, se presenta nuevamente; confirmando la incapacidad del capitalismo de hacer crecer las fuerzas productivas de manera sostenida.
La llamada primera crisis del “neoliberalismo, o “crisis asiática” surgió en 1996 a partir de la crisis monetaria de Tailandia.
Desde finales de los ochenta, el flujo masivo de dinero hacia Tailandia y otros países del Este Asiático, tuvo como primer destino una creciente industria, pero rápidamente se volcó a negocios menos riesgosos: las bienes raíces, las finanzas y los movimiento bursátiles. Estos sectores económicos especulativos respondieron inicialmente con un alza de precios sostenida que los hizo más atractivos, con precios sobredimensionados en inmuebles y títulos de propiedad accionaria de empresas, que no tenían correspondencia con la producción real de bienes, lo que es conocido como una “burbuja”. Al implotar, hizo que un número importante de capitales migraran de Tailandia, incluso también de Japón, quien era el principal inversionista extranjero en la zona. También hizo que los capitales inflados artificialmente se “evaporaran” por la caída abrupta de precios. Esto afecto la banca y las bolsas de valores asiáticas y mundiales. La economía se ralentizó frenando la producción a escala del planeta. En una clásica espiral hacia abajo, el consumo disminuyó y los precios de las materias primas cayeron abruptamente a escala del planeta, por tanto disminuyó la actividad extractiva/productiva; haciendo que la economía en conjunto se frenara aún más. El petróleo, por ejemplo, llegó a un nivel de menos de 10$ por barril que impedía la producción en áreas inhóspitas como Alaska o el Mar del Norte.
Japón se sumergió en una etapa recesiva de la que no ha salido hasta la fecha, a pesar de su poderío industrial. El resto de los países imperialistas, la superaron sobre el hundimiento del mundo en deudas externas, trabajo precarizado y la privatización y consecuente mercantilización de servicios públicos y activos estatales. La Europa imperialista contó a su favor con la ventaja particular del sometimiento y sobreexplotación de los países sometidos a la restauración capitalista en Europa del Este, incluyendo la migración masiva, por la crisis y las guerras, de mano de obra calificada y depauperada, que presionó a la baja los salarios de todos los trabajadores europeos. Mientras, Estados Unidos rentabilizó sus intervenciones militares directas en Asia y África, con ganancias en los negocios del petróleo, gas y coltán; además de su Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a partir del cual logró el control de la rentable industria de los narcóticos, destruyó la agricultura mexicana para vender sus productos agrícolas transgénicos subsidiados y masificó la sobreexplotación en maquilas para la manufactura liviana. Estas maquilas también se extendieron por Asia meridional y Sudoriental.
La clase obrera reaccionó, a la defensiva, librando importantes luchas de resistencia, que frenaron algunos de estos planes, especialmente en Latinoamérica. Destacan la Insurrección popular de Caracas en 1989 y luego la rebelión contra sendos ataques golpistas del imperialismo y la ultraderecha en 2002 y 2003; la oleada de huelgas en Brasil en 1997, el estallido contra el “corralito” financiero en Argentina en 2001, la “guerra del gas” en Bolivia en 2003, y las rebeliones indígenas de carácter nacional en Ecuador que derrocaron sucesivos gobiernos. Resultado de estas luchas y del desgaste de los partidos que aplicaron estas rudas medidas, alcanzaron los gobiernos de la mayoría de los países de Latinoamérica y el Caribe, una variada gama de partidos y movimientos que se deslindaron de los planes directos del FMI, haciendo concesiones a las masas y enfrentando los elementos más agresivos de sojuzgamiento económico y político imperialista. Se frustró el ALCA (Alianza de Libre Comercio para las Américas), versión ampliada de tratado de libre comercio que pretendía imponer el imperialismo yanqui al continente; se constituyeron varias instancias de coordinación, intercambio y apoyo político y económicos, (ALBA, UNASUR, CELAC) y quedaron en el tintero, por la férrea oposición de las burguesías locales y la inconsistencias de sus propulsores, propuestas de moneda única e integraciones bancarias. Este proceso latinoamericana lograría, en la primera década del nuevo milenio, espacios de independencia del Imperialismo que se tradujeron en conquistas socioeconómicas y políticas paras las masas.
En los países ex “socialistas” de Europa, las ilusiones empezaron a desvanecerse ya que las masas vivían la realidad de la explotación capitalista y la subordinación directa a los imperialismos. Surgieron revueltas y protestas masivas. Aunque se lograron algunas reivindicaciones democráticas, el imperialismo se apropió de las movilizaciones de masas a su favor con las llamadas “revoluciones de colores”. Ellas representan un nefasto aprendizaje de la burguesía que logró traducir las insatisfacciones de las masas expresadas en rebeliones e insurrecciones –con mayor o menor espontaneidad- en tremendos triunfos expropiados por la burguesía. Tales son los casos de Yugoslavia en 2000 (derrocamiento de Milosevic), Georgia en 2003 (renuncia de Shevardnadze), Ucrania en 2004. Kirguistán en 2005, Túnez en 2010; y, con menor éxito, Bielorrusia en 2006, Birmania en 2007 y Moldavia de 2009.
Seria ahistórico y antimarxista atribuir movilizaciones de masas, que logran derrocar a regímenes y gobiernos, a conspiraciones milimétricamente planificadas. Sin embargo, debemos ponderar la capacidad que ha demostrado la burguesía a través de sus aparatos políticos, mediáticos y policiales de ganar la dirección, conducir y desviar del cauce revolucionario poderosos movimientos de masas, usándolos a su favor. Tal éxito sólo se entiende en medio del descrédito en que cayeron las ideas y organizaciones socialistas y la desorientación y desmoralización de las vanguardias de la clase trabajadora.
Mientras en Asia, una revolución democrática conmocionó en 1998 a Indonesia, logrando el derrocamiento popular de la dictadura de Suharto, y conquistando un escenario de mayores libertades democráticas, aunque sin cuestionar para nada el modelo de acumulación capitalista.
En este período destacan las movilizaciones antibelicistas que sacudieron, en una convocatoria mundial que sumó unas 36 millones de manifestantes en EEUU, Europa y Australia en 2003. También la resistencia de trabajadores y estudiantes franceses a varios intentos de planes flexibilizadores del trabajo, que lograron frenar en alguna medida.
La clase trabajadora mostraba algo de fortaleza; pero el dominio seguía siendo claramente de la burguesía mundial: Los planes neoliberales, seguían su avance
VI. 2008 Un nuevo ciclo de Crisis Económica Capitalista conmueve al mundo
Después de una década de cierta expansión económica, la inevitable crisis económica capitalista mostró su cara de nuevo, a partir de 2008.
Las crisis económicas capitalistas no son ya como las del siglo XIX y comienzos del siglo XX. No vemos ni veremos grandes capitalistas suicidarse desde lo alto de los edificios como en 1929. El capitalismo ha logrado tejer toda una compleja red de mecanismos que separan el proceso directo de producción de bienes (generador último y único de valor) de los procesos de materialización de la apropiación de la plusvalía; logrando una constante y creciente redistribución de esa plusvalía a favor de los capitales más concentrados del planeta. Tales mecanismos, como la bursatilización y bancarización de la economía, los capitales “gaviota” y la utilización masiva de dinero virtual gracias a las Tecnologías de Información y Comunicación, han logrado esquivar un tanto los efectos de la inexorable Ley de la Tendencia Decreciente de la Tasa de Ganancia; descargando la crisis en los aparatos estatales y en los sectores burgueses extractivistas, manufactureros y de servicios de los países menos poderosos y periféricos; y de allí a la clase trabajadora y otras clases desposeídas, los efectos del crecimiento de la composición orgánica del capital (es decir del incremento constante en técnica/tecnología y por tanto la necesidad de aumentar la escala de producción); y como consecuencia de ello de la sobreproducción de bienes (respecto al mercado de compradores) y del agotamiento de materias primas.
En 2008, al parecer estos mecanismos no bastaron y la crisis afectó también duramente los países imperialistas. Es ilustrador el inicio de la crisis con la explosión de la burbuja inmobiliaria en EEUU, que había acumulado enormes masas de dinero, a partir de precios de inmuebles artificialmente elevados. La caída arrastró buena parte de la banca yanqui, y la industria de la construcción, creando “desconfianza en los inversionistas”; que hicieron en estos tres negocios norteamericanos, lo que acostumbran en el mundo semicolonial: levantar vuelo, migrando a otras áreas de negocio; dejando varios bancos y empresas quebradas, miles de desempleados y más de tres millones de familias, literalmente, en la calle.
Su radio de acción recesivo se extendió a buena parte del mundo, con caída de precios de las materias primas (llamados “commodities”), disminución de toda la actividad económica y su secuela de desempleo. A esta nueva crisis se le respondió desde los centros de poder imperialistas, y varios gobiernos de países semicoloniales con tremendos planes de “rescate financiero” a la banca y las empresas. Hablando claro: Inmensas sumas de dinero obsequiado a esos capitalistas por su Estado capitalista, que se transforman en deuda pública, por tanto en déficit fiscal, que después se recobra a los trabajadores y oprimidos de todo el mundo, vía impuestos, congelación de salarios, reducción de gasto social y otras medidas similares.
VII. A más crisis, más sobreexplotación… de nuevo las masas a las calles
La nueva arremetida, comenzó a despertar una gran ola de movilizaciones; que elevó el nivel de resistencia obrera y popular que había enfrentado desde los ochenta la imposición de este esquema sobreexplotador.
Los opulentos festejos con que varios encumbrados empresarios celebraron los financiamientos que el Estado Norteamericano les otorgó para “superar la crisis”, generaron una respuesta de masas en las calles. El movimiento “Occuppy Wall Street”, se amplió a las principales ciudades de EEUU e incluso a algunas ciudades de Europa, cuestionando el favorecimiento otorgado al 1% de los megamillonarios, que someten al 99% de la población mundial. Similar movilización protagonizarían los llamados “indignados” del 15M españoles y la llamada “generación precaria” portuguesa, estimulados por los planes de ajuste impuestos desde Bruselas, por las economías más poderosas del Unión Europea.
El punto más elevado de estas jornadas fue sin duda la llamada “Primavera Árabe” que, entre 2010 y 2013, enfrentó todas estas medidas en una veintena de países del Medio Oriente y Norte de África, logrando algunas importantes conquistas iniciales, aunque terminó siendo apaciguada, desviada o traicionada por direcciones proimperialistas.
Ha sido icónica la lucha del pueblo griego desde 2011 hasta 2015 en resistencia y abierta oposición a la imposición de planes neoliberales, aplicados en Europa por la llamada “Troika” de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario internacional. Esta lucha fue traicionada abiertamente por su dirección, hecha gobierno, encarnada en Tsipras.
Las masas trataban de imponer su agenda en las calles. La burguesía, empero, siguió a la ofensiva, desviando buena parte de las luchas de la primavera árabe, logrando la traición de la lucha griega por sus dirigentes; empantanando las rebeliones de Libia, Siria y Yemen con sus intervenciones militares y manteniendo las ocupaciones militares en Oriente Medio y África.
La rebelión creció pero los planes económicos burgueses continuaron avanzando. En política, el imperialismo reconquistaba un importante terreno perdido en América Latina, dando al traste con el predominio de gobiernos de relativa o mucha independencia del Imperialismo. Con amenazas, maniobras, golpes de Estado, enjuiciamientos amañados, triunfos electorales de la derecha y sanciones políticas y económicas. se reposicionó el mandato político yanqui en su “patio trasero”. Clave para este éxito imperialista ha sido lograr la asfixia económica y desmembramiento de la calidad de vida y del tejido económico de la clase trabajadora en Venezuela, a partir de una andanada de sanciones imperialistas, de la complicidad de las fuerzas políticas y económicas de la burguesía venezolana y regional y de la incapacidad y capitulaciones a la burguesía del gobierno de Maduro. Esta derrota parcial ha sido utilizada amplia y provechosamente como demostración de la inviabilidad de modelos “socialistas” o, como mínimo, de lo costoso de oponerse al imperialismo.
También en Ucrania, el imperialismo ha conquistado terreno, ganado la dirección de una rebelión de masas que dividió al país en dos y volcó el lado occidental a colocarse bajo el yugo de EEUU y la UE, iniciando ya el camino de la liberalización mayor de la economía
Soslayada, como de costumbre, por la prensa, la mayor cantidad de movilizaciones, ocurrieron en África Subsahariana, enfrentando las medidas neoliberales y los duros regímenes antidemocráticos que las imponen. Allí acaecieron la mayoría de las movilizaciones de masas de ese continente, que representó el 49% de las manifestaciones civiles en el planeta entre los años 2011 y 2018. Su resultado fue bastante variado con triunfos y derrotas parciales sucediéndose una tras otra, pero se mantiene abierta una dinámica de movilizaciones de masas en el subcontinente.
VIII. Capitales y mercancías sin fronteras…¡personas no!
Crisis económicas particularmente agudas; el desbordamiento de la violencia sectaria, étnica o delincuencial; y enfrentamiento bélicos cruentos han hecho que los desplazamientos y los consecuentes campamentos de refugiados sean un hecho, no sólo común sino creciente. Se computan casi 80 millones de desplazados y refugiados en la actualidad. Terribles condiciones humanitarias, agresiones y desplazamientos forzados recurrentes exaltan su drama.
Imposiciones coloniales, desde el siglo XVI al XIX, para favorecer los intereses explotadores de las mismas potencias imperialistas y de algunos de sus aliados locales, organizaron amplias zonas de África y Asia en países con fronteras que pocas veces se han ajustado a las identidades, culturas y tradiciones de los pueblos originarios; quedando pobladores de identidad étnica divididos por fronteras fuertemente armadas y pueblos gobernadas por etnias que no les son afines. Las potencias colonialistas de ayer, imperialistas de hoy, usaron y usan la confrontación entre los pueblos para favorecer su apropiación de recursos y de la plusvalía generada por el trabajo humano.
Todos estos factores también han alentado migraciones masivas desde las semicolonias hacia los países imperialistas. Las más representativas son las caravanas de centroamericanos en dirección a EEUU, que buscan sumarse a los 60 millones de latinoamericanos que viven allí. Las caravanas han sido reprimidas con crueldad por el gobierno yanqui, con medidas fascistoides, como el encarcelamiento de niños menores separados de sus familiares y sin comunicación con ellos. En la actualidad, la migración más importante, es la de africanos y árabes a Europa cruzando el Mediterráneo, que se calcula en varias centenas de miles por año y de manera creciente, a pesar que las restricciones que oponen los países receptores son cada vez mayores y más drásticas. Esta ruta se convirtió en el corredor migratorio más peligroso del mundo con unos 30 mil muertos en el último año.
En los 90, las migraciones de Europa del Este fueron bien recibidas por la burguesía de la Europa Comunitaria, pues le otorgaba ventajas. Era una mano de obra de alta calificación técnica y profesional, que derrotada y depauperada aceptaba salarios y condiciones de trabajo muy inferiores a las comunes en esos países. Su presencia ayudó a aumentar la presión hacia la baja de los salarios en Europa toda. Estados Unidos recibió también una importante inmigración latinoamericana, principalmente mexicana, que se encargó de labores de mayor esfuerzo físico como la agricultura del Suroeste yanqui y los servicios menos calificados y peor remunerados; representando una ventaja para el capitalismo yanqui por los bajos salarios y escasos beneficios laborales. En las circunstancias actuales, tanto en Europa como en EEUU, el ejército industrial de reserva está completo, por lo que la inmigración “sobra”. Menos interés despierta en Europa, cuando la migración actual es de mucha menor calificación técnica. La discriminación hacia los inmigrantes en los países imperialistas, ahora le suman acciones formales, masivas y muy agresivas desde los Estados con deportaciones, persecución, confinamientos, y represión directa.
En las últimas décadas, que el neoliberalismo, impuso la máxima libertad para el flujo libre de los capitales y de las mercancías a través de las fronteras. Estas se han debilitado solamente para favorecer al capital, no a las personas, nunca para unir a la Humanidad. La batalla por los derechos democráticos de estos voluminosos contingentes humanos será parte de las luchas venideras.
El tema de fondo es la agudización de la contradicción entre las necesidades de expansión e integración de la economía y la existencia de las propias fronteras nacionales. La institución del Estado-Nación, en esa contradicción, es usado con firmeza por la burguesía enfunción de sus intereses de clase, oprimiendo dentro de sus fronteras, restringiendo sus anhelos de independencia, como los catalanes, vascos, escoceses e irlandeses; y más severo aún, negando la posibilidad de expresarse como nación a diversos pueblos, como los palestinos, kurdos, saharaui, tuaregs, roginyás, uigures, mapuches, etc. Su lucha de mocrática es parte de esta oleada y es parte de las tareas que la clase obrera debe asumir para la liberación plena de la Humanidad. El tema tiene aún otra arista que debe ser estudiada, que tiene que ver con el surgimiento y consolidación de empresas transnacionales en países capitalistas semicoloniales. Tal es el caso de la poderosa constructora Odebrecht (de fama mundial por las corruptelas en las que está implicada) y otras empresas brasileñas, la argentina Pérez Companc, y casos similares de empresas sauditas y de las monarquías del golfo pérsico.
IX. Un Nuevo Auge del Fascismo
La prolongada crisis económica, las jornadas de movilización de masas con pocos triunfos contundentes, y con direcciones dubitativas e inconsecuentes, y las migraciones masivas que ya mencionamos, junto con la promoción del mercenarismo en las guerras y conflictos han sido la base de un auge significativo de la ultraderecha en el mundo, que alcanza expresiones fascistas de masas y muestra ambiciones claras de poder.
Las organizaciones políticas en Europa se han ampliado desde los grupos neonazis y pocas organizaciones nacionales como el Frente Nacional francés de los Le Pen, a un número importante de partidos con votaciones importantes y representaciones parlamentarias en casi todos los países de Europa; tal como ejemplifica VOX de reciente crecimiento en España. En Polonia con el partido “Ley y Orden” de Andrewj Duda, en Austria con el Partido FPO y en Hungría bajo el liderazgo de Peter Orban, es la ultraderecha radical quien gobierna, llegando allí por elecciones. El fascismo polaco interviene apoya y protege el accionar de organizaciones fascistas en el Este de Europa, como se comprueba por su apoyo a los movimientos fascistas que terminaron dividiendo a Ucrania en el 2014, y su intervención en la revolución democrática que estremece actualmente a Bielorrusia.
En el continente americano el ascenso de la ultraderecha lo lideriza abiertamente Trump, promotor y defensor del racismo contra inmigrantes y afroamericanos, portaestandarte de la mayor represión a los manifestantes. Va más allá, promoviendo y ensalzando la actuación de grupos paramilitares y “milicias” de ultraderecha que atacan con armas las manifestaciones antirracistas y utilizando métodos de ejército de ocupación contra manifestaciones civiles en varias de las más importantes ciudades norteamericanas, especialmente Portland; en una arremetida política e ideológica que configura un proyecto fascista, en el país más poderoso del planeta. Lo secunda, en rol protagónico, Jair Bolsonaro en Brasil, con la misma política y las mismas herramientas de grupos armados de coacción y las intenciones de alterar el régimen político, hacia el autoritarismo.
Los estados militarizados de Chile y Colombia, tienen –de larga data- una base social fascista que respalda la brutalidad agresiva con que se reprimen las protestas, y más aún las jornadas de desplazamiento y exterminio de exguerrilleros y comunidades rurales e indígenas. Tal opresión ha servido, durante decenios para garantizar una alta rentabilidad para grandes negocios madereros, agroexportadores y turísticos en ambos países. Cosa similar ocurre en el Israel opresor de los palestinos y en el Marruecos del pueblo saharaui.
Completan el escenario las agresiones armadas, humillaciones públicas y hasta ajusticiamientos realizados por los movimientos fascistas burgueses con apoyos de masas que conforman la oposición en Venezuela, liderados por Juan Guaidó; y los Meza, Añez, etc. que han conquistado el poder, tras un golpe de Estado, en Bolivia.
En Asia con un perfil muy similar a Trump, se manifiesta el gobierno de Narendra Modi, en la India. En Indonesia, parece ocurrir algo similar con Joko Widodo quien ganó las elecciones con un programa de ultraderecha en 2014, aunque fue protestado luego por inmensas movilizaciones en septiembre de 2019, al tratar de imponer un Código Penal ultrarrepresivo y retrógrado de la época que eran colonia holandesa. También Azerbaiyán está gobernado por un movimiento fascista, liderado por el presidente Ilham Aliyev, que reivindica las prácticas del nazismo del siglo XX y que hoy ejecuta una escalada de agresión militar contra Armenia, con un discurso no sólo xenófobo, sino etnicida.
En Oriente Medio y África, se han desarrollado y crecido un número de organizaciones, que iniciaron como aparatos mercenarios promovidos, financiados y armados por los imperialismos, especialmente el yanqui, para actuar en diversos escenarios de guerras locales. Han logrado importantes ocupaciones territoriales, con control de recursos y procesos productivos, desarrollado a partir de allí, una conducta relativamente independiente. Merced a su fortaleza política, económica y militar y a las rivalidades entre etnias y religiones implicadas en los conflictos, alcanzan importantes apoyos de masas. Tras le retórica de “terroristas” o “fundamentalistas” aplicadas de manera ambigua e interesada por los medios burgueses, estas organizaciones se vienen desarrollado como fuerzas fascistas, que utilizan métodos de guerra civil contra los trabajadores y poblaciones irreverentes en esos países, mientras negocian y pactan con cualquiera de los sectores burgueses e imperialistas en combate. Este es el caso del Estado Islámico, Al Qaeda y todas sus filiales, y posiblemente también de Boko Haram en Nigeria,
Para que el ascenso de masas cristalice en triunfos deberá librar una batalla férrea contra todas estas expresiones fascistas y fascistoides; en la cual las consignas y tareas democráticas juegan un rol preponderante.
X. Un Plan Alterno de Acumulación Capitalista: La Ruta de la Seda
Frente al modelo neoliberal en pleno auge, liderado por EEUU, secundado por Alemania, Francia, Inglaterra y Japón, y coherentizado por el dúo BM-FMI, se presenta como alternativo, y con intereses que coliden, un ambicioso plan de expansión económica capitalista liderado por China: la Ruta de la Seda.
El gigante asiático ha crecido económicamente durante tres décadas, gracias a la ampliación y diversificación de su colosal y hasta entonces poco complejo mercado interno y a la disciplina impuesta a la clase trabajadora, a partir de la derrota de la emblemática Plaza Tiananmen. La nueva burguesía china, nacida de la anterior poderosa burocracia estatal y entonces aliada a una importante Inversión extranjera, principalmente yanqui, obtuvo provecho de las “ventajas competitivas” de la alta capacitación técnica, los ritmos de trabajo intensos y los salarios bajos del proletariado más numeroso del planeta.
La crisis asiática que golpeó fuertemente al imperialismo japonés y casi todos los países del Extremo Oriente, no afectó mayormente a China, quien por el contrario ia aprovechó para apuntalar su desarrollo capitalista; sosteniendo su impresionante crecimiento económico, a la par de la consolidación de una pujante clase burguesa,. La burguesía china logró niveles de acumulación de capital muy importantes, que le han permitido superar ampliamente el marco de país ensamblador-exportador que le tenía asignado el imperialismo desde los acuerdos EEUU-China de la década del 70. Su capacidad productiva actual abarca desarrollos de primer orden, en áreas claves como logística, robótica, informática y comunicaciones, basados en tecnologías de punta desarrolladas, patentadas y fabricadas en China, con empresas, mercancías y capitales impactando en los cinco continentes. Esta dinámica se ha desacelerado un tanto en los últimos años, al tropezar con el tope de la sobreproducción y la disponibilidad limitada de materias primas. De allí la necesidad de la expansión.
Este plan aspira incorporar a la actividad mercantil, bajo control o preeminencia china, amplias áreas, muchas de ellas hasta ahora secundarias y hasta marginales (como África Central), a través de la construcción de importantes infraestructuras de transporte y comunicación, desarrollo y actualización tecnológica de industrias extractivas y manufactureras. También incluye infraestructuras claves, como una línea férrea de Beijing a París, que le aumente la competitividad a las mercancías chinas al poder colocarlas a menor tiempo y costo en el rentable mercado europeo.
No es un hecho menor y nos obligará a dilucidar la correlación de fuerzas entre China y las “potencias occidentales”; el origen, rol y predominancia de los capitales que impulsan esta alternativa, que es tangencial a la política del BM-FMI. Incluso si es posible que este país esté desarrollando características imperialistas. En la mismas perspectivas hay que analizar a Rusia, y quizás India y Turquía.
Una poderosa palanca para esta expansión económica, en alianza con los llamados países emergentes, es el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), que ha venido planteando opciones de cierta independencia financiera respecto a los centros imperialistas clásicos, incluyendo la creación de una banco de Fomento, que abarcaría en inicio a 40% de la población y un 23% del PIB mundiales. Estas son las economías nacionales de mayor crecimiento en los últimos dos o tres lustros, sin embargo, este acuerdo luce un tanto desinflado, en particular desde la llegada al poder del servil proyanqui Bolsonaro, en Brasil y de Modi en la India.
XI. La Desdolarización de la Economía Mundial.
China y Rusia con mucha fuerza -junto con Irán, y más declarativa que prácticamente Venezuela- impulsan la desdolarización de su comercio, finanzas y su economía, lo que tendrá insoslayables consecuencias mundiales.
Tal desdolarización corre por tres carriles paralelos y complementarios:
- Acuerdos bilaterales (irán-China, p. ej.) para no utilizar el dólar ni el sistema SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication, controlado absolutamente por los yanquis) para sus transacciones comerciales, rompiendo parte del cerco de sanciones económicas y debilitando la demanda de dólares en el mercado mundial, especialmente si tales acuerdos proliferan y se extienden a otros países.
- Creación de monedas con respaldo en oro (yuan, rublo); lo cual resta versatilidad a las jugarretas monetaristas (hiperinflación, por ejemplo) con que se apropian y reapropian los grandes capitales de la plusvalía, y devuelve algo de soberanía a las monedas nacionales, frente al dólar;
- Creación y puesta en circulación de varias criptomonedas, con transacciones públicas y trazables, que no dependen de ningún Banco Central ni Institución Financiera Internacional; que restringen desde otro ángulo las políticas monetaristas pues no se puede modificar al antojo el valor de mercado de cada moneda y no se puede cambiar el volumen de monedas previamente publicado. Así mismo, disminuye la demanda de dólares para pequeñas transacciones y como moneda de reserva.
Todas ellas son medidas puramente capitalistas, de hecho el FMI de Lagarde ya advertía –hablando de las cripto y las monedas oro- que había que dejar de resistir a su existencia y cooptarlos al sistema financiero mundial; vale decir, ponerlas de una vez a servicio de los grandes capitales del mundo. Sin embargo, coyunturalmente pueden debilitar seriamente el poderío político y la economía yanqui, quitando lubricación a su aspiradora mundial de plusvalía. También podría abrir fisuras, en los cercos a países bloqueados (Cuba, Siria, Irán, Venezuela, Corea del Norte, Nicaragua) y oportunidades a políticas de cierto corte nacionalista incluso antimperialistas, en muchas semicolonias.
XII. Las Nuevas Tecnologías en la Economía y en la Lucha de Clases
Los acelerados cambios tecnológicos del último decenio, en especial lo referido a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) ya están produciendo modificaciones en la economía y la sociedad. Las TIC son producto del ingenio humano, responden en esencia al objetivo de mejorar y perfeccionar los mecanismos de procesamiento y almacenamiento de datos e intercambio de información. Se enmarcan en las necesidades del ser humano, en aumentar su opciones de interactuar en sociedad (con otros humanos), es decir en ser más humano. En el campo de la producción, las TIC permitieron ofrecer nuevos servicios y productos (más rápidos, más eficientes en el consumo de energía y de bajo costo), desde una plataforma de entretenimiento, publicidad, a un centro de captación de datos para estudios de mercado, evaluar tendencias o manipular puntos de vista socio-políticos. Al igual que todo producto del ingenio humano, su uso y aplicación, como el fusil, depende de las manos que la empuñen.
Las TIC ya son un teatro de lucha entre clases y sectores de clases en el mundo. La guerra por la implantación de la tecnología 5G, que implica un salto en la interconexión global de facilidades, equipos y personas en cada localidad; y la guerra paralela por la apropiación de la “big data” que permitirá ventajas enormes en el diseño de planes de producción y distribución de bienes, incluso de “creación de nuevas necesidades” en los consumidores; serán definidoras de la capacidad de extracción y apropiación de plusvalía por la que rivalizan encarnizadamente los grandes países y las grandes corporaciones. La transformación en las relaciones de trabajo es tal, que hasta una aplicación como UBER crea una nueva forma de relacionarse entre quien trabaja y el que, a cuenta de un servicio de datos, capta parte del plusvalor que genera el trabajo realizado. Las TIC pueden ser muy importante en cuanto al salto de la productividad del trabajo, por los ahorros en verificaciones, transporte, eliminación de retrabajos, disminución de desperdicios, etc; pero en manos del capitalismo, sólo traerá más riqueza a los burgueses y para las grandes mayorías del planeta desempleo, despilfarro de recursos naturales, adicción tecnológica, consumismo pueril y antiecológico. Todo un desperdicio de la capacidad de resolución de problemas y de la oportunidad de elevar el nivel de vida para toda la Humanidad.
Las TIC también están impactando en la clase obrera. Desaparecen oficios y segmentos de la clase para que aparezcan nuevos; cambiarán también sus organizaciones y formas de lucha. Así como hace décadas desaparecieron de las luchas los alfareros y telegrafistas, aparecerán ahora trabajadores de delivery, despachadores de compras a distancias, ensambladores de dispositivos “smart” y mantenedores de redes informáticas y plataformas web. En el terreno concreto, está mucho por verse. Las TIC, por una parte facilitan la represión, el control corporativizado y el autoritarismo, mientras tienden a la desagregación de la fuerza de trabajo, alienación, tercerización, a través del teletrabajo, “freelance” y otras modalidades. En contraposición, prestan amplios servicios a la discusión colectiva y organización espontánea de las bases, las convocatorias a movilización y las acciones de solidaridad. Al igual que la dinamita en manos de los mineros bolivianos, pueden ser una poderosa arma revolucionaria a favor de la clase trabajadora organizada.
Como parte de este nuevo rol en la lucha de clases, se han registrados “apagones” de internet, realizados por los gobiernos para evitar la difusión de mensajes e imágenes de conflictos, actos represivos y/o convocatorias a protestas. Tales han sido los casos, entre muchos, de India, Hong Kong, Tailandia, Malasia, Indonesia, Chile, Cuba, Bangladesh, Argelia y varias ciudades importantes de EEUU. En contraposición una red social está sirviendo de mecanismo de apoyo y coordinación para frenar la sobreexplotación de horas de trabajo excesivas entre los trabajadores chinos de las empresas de alta tecnología.
XIII. 2019: Una de las mayores oleadas de movilizaciones de masas
Desde mediados de 2018, durante todo el 2019 y extendiéndose al 2020, se desarrolla una oleada de movilizaciones, en los cinco continentes, sin parangón al menos desde la posterior a la Segunda Guerra Mundial. Abarca manifestaciones masivas en contra de planes de ajuste, en contra de los gobiernos que los aplican y exigiendo libertades democráticas, oponiéndose a la represión, al racismo y al colonialismo. Decenas de millones se manifestaron en casi un centenar de naciones. Toda el África negra, casi todo el mundo árabe (en menor medida las seis monarquías ricas del Golfo Pérsico) contagiándose a Israel, importantes zonas de Asia, destacando Hong Kong, Indonesia, Sri Lanka e India. Estremece a Latinoamérica y el Caribe (Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Puerto Rico, Haití, Honduras, Chile, Colombia, etc). En Europa, ha sido menos generalizado, pero se ha expresado en movilizaciones de masas en Grecia, Rumania, Bulgaria y Malta y en menor medida en Polonia, Suiza y Rusia; destacando la contundente presencia de los “chalecos amarillos” franceses y la rebeldía nacional catalana Junto a estas estuvieron en la palestra luchas en continuidad desde más larga data, como la guerra de Siria, la obstinada resistencia del pueblo venezolano contra el asedio imperialista y la sempiterna resistencia histórica del heroico pueblo palestino.
Aunque no ha habido ningún triunfo decisivo, y ha habido duras represiones en algunos casos como Irak y Haití; las masas movilizadas han obtenido algunos triunfos parciales importantes, que mantienen el aliento a quienes protestan; tales como, la retirada o posposición de varias medidas de ajustes (Ecuador, Indonesia, Chile) como la salida de varios jefes de gobierno (Egipto, Yibuti, Sudán, Puerto Rico, Argelia, Mali, Líbano), y la liberación de detenidos en las propias manifestaciones.
Son parte integrante de este ascenso las luchas contra la opresión patriarcal y homofóbica; tales como, las masivas e inusuales protestas en Irán por los asesinatos de Mitra Ostad, en mayo de 2019, a manos de su marido, y de Romina Ashrafi, decapitada por su padre en mayo de 2020. Así mismo las protestas de la comunidad LGBT+ polaca, contra la discriminación y represión del gobierno de Andrzej Duda
También están presentes manifestaciones sobre la problemática ambiental, (Australia, Nicaragua, Francia, Inglaterra); con su mayor hito en la “Huelga Mundial por el Clima”, convocada por cientos de organizaciones en el mundo y que realizó más de 2000 acciones de calle coordinadas el 27 de septiembre del 2019, movilizando al menos 7 millones de personas en 185 países de los cinco continentes.
El 2020 mantuvo desde sus inicios el ritmo de movilizaciones de calle. Tras el asesinato selectivo, usando un dron, del prestigioso jefe militar iraní Qasem Soleimani, y el iraquí Abu Mahdi al Muhandis, la movilización de masas volvió a Irán, esta vez dirigida por el propio gobierno, enfrentando al imperialismo. Esta, junto con la crisis política en el Irak ocupado cuyo Ejecutivo y Parlamento exigieron la retirada inmediata de las tropas extranjeras; en conjunto con la respuesta militar de Irán -una semana después- bombardeando dos bases militares norteamericanas en territorio iraquí, configuraron una derrota política y militar para EEUU, que aviva los sentimientos antimperialistas en la zona y estimula la superación de las derrotas inflingidas con las invasiones militares de comienzos de siglo.
Ya avanzando la COVID-19 y las restricciones de movilización, se realizaron el 08 de Marzo manifestaciones motivadas al Día Internacional de la Mujer, en varias decenas de países, entre ellos Tailandia, Indonesia, México, Filipinas, Kirguistán, Pakistán, Australia y Francia. Por encima de prohibiciones, detenciones e incluso agresiones de bandas machistas, las féminas mostraban su disposición y necesidad de mantener en alto las banderas contra la violencia de género, que ha tomado las calles con más fuerza cada vez.
XIV. Aún en Pandemia, el ascenso de masas mantiene su curso.
La extensión de la COVID-19 a pandemia tuvo un explicable efecto de ralentización del ascenso, por el temor a la salud y por las medidas represivas impuestas a causa -y con la excusa- de las precauciones sanitarias. Aun así, en países tan disímiles como Israel, Honduras, Bélgica, México, Kenia, Serbia, y varios otros, frecuentes manifestaciones tomaron las calles por reclamos en el manejo de la crisis sanitaria, con los trabajadores de la salud a la vanguardia cuestionando las condiciones de su arriesgada labor actual.
La dinámica de masas retoma con fuerza su curso ascendente. El detonante mayor ha sido la rebelión que abarca a EEUU, tras el asesinato alevoso del afroamericano George Floyd en mayo, a manos de la sistémicamente racista policía yanqui. Con un claro contenido democrático, antirracista y anticolonial, se mantiene activa, superando las capacidades de disuasión y represión, colocando a este país a la vanguardia de las luchas en el mundo, y desbordando sus fronteras, con manifestaciones con las mismas consignas en Francia, Bélgica, Inglaterra, Australia, entre otros lugares.
Desde mitad de año otros contingentes de la clase trabajadora se hacen presentes. Una nueva rebelión en Líbano, tras la explosión del puerto de Beirut, retoma las consignas y hace renunciar a su reciente Primer Ministro. Otro tanto ocurre en Mali (África Occidental) donde las movilizaciones masivas hacen renunciar al jefe de gobierno, en medio de consignas que también exigen la retirada del imperialismo francés (“France Dégage”). Los jóvenes tailandeses han logrado movilizarse por millones contra los planes de ajuste y han desbordado las capacidades de represión y contención de la Junta militar respaldada por la monarquía, en exigencia de libertades democráticas y de la implantación de una república. En Bielorrusia, manifestaciones masivas y huelgas obreras se enfrentan al fraude electoral y la represión de Lukashenko, quien no parece lograr frenar este ascenso. Bulgaria se suma con fuerza con más de un mes manifestaciones masivas y cotidianas que exigen la renuncia del gobierno de Borisov, del Partido Popular, acusado de corrupción. Colombia vuelve a hacerse presente con una rebelión que conmociona las principales ciudades, asalta e incendio prácticamente todos los comandos locales de la militarizada Policía Nacional en los barrios de Bogotá, al hacerse viral un video en que dos policías asesinaban con saña al abogado Javier Ordoñez usando una pistola de inmovilización eléctrica.
XV. Situación de la lucha de clases por regiones
1- Mundo Árabe. Ni las invasiones, ni las guerras, ni la manipulación de la primavera árabe han logrado la estabilidad burguesa. Las maas insurgen de nuevo
Está región ha vivido guerras cruentas, originadas mayormente por invasiones militares imperialistas basadas en su política de “guerra preventiva”, que han impuesto derrotas al movimiento de masas; significadas en el millón de víctimas civiles de la invasión a Irak y los abusos manifiestos del ejército yanqui de ocupación que hicieron escándalo en 2003 con las imágenes de la cárcel de Abu Ghraib. Su objetivo primario de aplastar al movimiento de masas, derrocar los gobiernos irreverentes y apropiarse directamente de los negocios petroleros fue logrado.
No sólo el imperialismo se ha favorecido. Los poco pobladas y ricas en petróleo monarquías del Golfo Pérsico, agrupados ahora en la CCG (Confederación Conjunta del Golfo) han desarrollado una importante industria basada en trabajo migrante, tratado en condiciones hostiles y xenófobas. Arabia Saudita, es el segundo país en remesas en el mundo después de EEUU. Ahora además son inversionistas directos en los negocios que han surgido en el mundo árabe, gracias a las privatizaciones (entre ellas Aramco, la petrolera saudí, una de las mayores empresas del planeta) Esto los ha hecho mucho más beligerantes en los conflictos de la zona, siendo el principal importador de armas del mundo. Arabia Saudí, Kuwait y Qatar apoyaron militar y financieramente el golpe de Estado de Egipto en 2013 y la primera es la principal fuerza de ocupación que trata de aplastar la rebelión yemení, con aspiraciones anexionistas.
Pero no todo resultó a satisfacción del conquistador. El caos político y bélico que han causado no ha permitido el éxito que esperaban en sus objetivos en la producción petrolera ocupada, en la apropiación de plusvalía en general, y mucho menos en la sumisión ordenada de las clases sociales de cada país, eso que es llamado “estabilidad política”.
Esa inestabilidad proviene muchas veces, de los propios ejércitos mercenarios armados y financiados por el imperialismo. Ahora, transformados en movimientos fascistas con apoyo de masas y pretensiones de Estado, con territorios ocupados y tomando control y beneficio de actividades económicas, muestran poca disciplina hacia sus anteriores patronos. Esto se evidencia en las actuaciones de Ejército Islámico y las filiales de Al Qaeda, en los conflictos de Libia, Siria y Yemen.
La rebelión popular contra el gobierno de Assad en Siria, que discriminaba y reprimía a la zona de Alepo y al Norte kurdo, ha terminado derivando en un enfrentamiento nacional -que suma casi medio millón de muertos y unos tres millones de desplazados- contra el imperialismo yanqui invasor y las tropas de los fascistas Ejército Islámico, Frente Al Nusra y Daesh, que entraron en rapiña. Esto no desmerece las consignas democráticas que iniciaron las protestas, parte de la primavera árabe, pero hoy se requieren una firme oposición a las fuerzas invasoras y fascistas. La interesada actuación de Rusia a favor de Assad y de Turquía para frenar la posibilidad de una independencia kurda, aumentan tensión, pero no cambian la importancia de repeler a las fuerzas imperialistas y fascistas, en una unidad de acción con el gobierno de Assad frente a esta agresión, exigiéndole a la vez la mayor libertad de organización y acción política y militar de los trabajadores en las zonas bajo control del ejército sirio y sus aliados, y el mayor apoyo a los trabajadores y combatientes que se enfrentan hoy en desventaja y resistencia contra el Ejército Islámico y EEUU, incluyendo las organizaciones del pueblo kurdo. A estas a su vez hay que exigirles independencia del Imperialismo en su justa aspiración de un territorio propio para establecer Kurdistán como un Estado-Nación.
Libia y Yemen, heredan de las invasiones imperialistas cruentos conflictos internos, guerras civiles con elementos tribales y participación de ejércitos extranjeros, que tienen un alto costo en vidas y en penurias para las masas, sin que por ello el imperialismo haya logrado un control suficientemente “rentable”
En el Líbano, el régimen representante de facciones suní, chií y maronita, por imposición francesa y norteamericana, se enfrenta a una rebelión nacional de masas que ha impuesto una situación revolucionaria, que ya ha derribado a dos primeros ministros en menos de un año y sigue en la calle enfrentando los planes de ajuste y exigiendo libertades democráticas, avivados por la indignación de la ineptitud y corrupción que llevó a la explosión del puerto de Beirut. Otro tanto sucede en Irak, donde la fuerza yanqui de ocupación favoreció a los chiíes y kurdos contra los suníes en la guerra civil posterior a su invasión. Este gobierno chií de Mahdi enfrentó con violencia las manifestaciones contra los planes de ajuste de 2019 (con el beneplácito del invasor) lo que intensificó la rebelión, haciendo dimitir a este Primer Ministro, y avanzando en las consignas democráticas y de retirada de las tropas extranjeras, pese a la ferocidad de la represión con más de 500 muertes. El atentado con dron, que asesinó a Soleimani y Al Muhandis, ordenado y reivindicado por Trump, presionó a la clase policía iraquí, ordinariamente complaciente y sumisa con el invasor, a exigir la retirada de sus tropas, haciendo concesiones a lo que se respira en sus calles y demostrando su temor a una rebeldía que sigue viva.
Las protestas de masas en la Franja de Gaza, de jóvenes insatisfechos con el Gobierno de Hamas que administra la crisis, pero más directamente enfrentados a la ocupación sionista israelí, es parte es de su prolongada lucha por su reivindicación como Nación. Resurgieron protestas masivas de jóvenes y trabajadores en las calles de Tel Aviv (Israel), contra las medidas económicas y exigiendo la renuncia por las acusaciones de corrupción del primer ministro Benjamin Netanyahu, en las que los manifestantes reivindicaban en carteles y redes sociales las acciones similares de su vecino mundo árabe, lo que abre puertas a la unidad de la clase obrera del Medio Oriente y amenaza las bases ideológicas del asedio y apartheid contra el pueblo palestino.
Las situaciones revolucionarias abiertas en Argelia y Sudán, dan muestra de movilización autónoma y revolucionaria de las masas, contra el imperialismo, la burguesía y sus planes de explotación. En ambos países las movilizaciones renacidas de los primeros triunfos y derrotas de la primavera árabe han dado al traste con gobiernos represivos aplicadores de medidas fondomonetaristas y están dando surgimiento a una vanguardia de jóvenes, trabajadores y mujeres que consiguen en la manifestaciones de masas, huelgas y organización colectiva respuestas a sus necesidades y búsqueda de avances en la lucha por sus reivindicaciones. Con especificidades y diferencias de intensidad esta dinámica de masas se expresa hoy en el resto de los países de la región árabe, sobre todo en Túnez, Jordania, Egipto y Marruecos.
2- África Subsahariana. Frente a los planes de reconquista y mayor extracción de plusvalía hacia los países imperialistas, las masas ya están de pie.
Al final del siglo pasado, en el auge ideológico del “fin de la historia”, África fue comúnmente catalogado en los medios de comunicación imperialistas como un continente “perdido”, donde no existía ya posibilidad de progreso ni de satisfacción de las necesidades humanas más básicas. Los causantes –por cinco siglos- de sus penurias y desgracias parecían entonces asqueados de su condición. Campaña de un cinismo brutal, no sólo por la responsabilidad histórica de los países imperialistas en el saqueo de África, sino además porque ese discurso encubrió operaciones económicas políticas y militares que llevaron a una reconquista y consecuente nuevo saqueo de ese continente.
El amarillismo periodístico burgués llenó los noticieros de las hambrunas del cuerno africano, hijas de la sobreexplotación ecocida de los suelos, agravado recientemente con la competencia desleal que hacen a los alimentos los agrocombustibles; de la brutal matanza de Ruanda de 1994, explosión de una rivalidad étnica alentada por los imperialismos europeos en beneficio propio para el dominio colonial de tutsis y hutus; y de las crueldades de las varias guerras civiles, generadas por la forzosa imposición de fronteras hecha por los imperialismos europeos, que aún hoy dividen y confrontan etnias según el interés de sus corporaciones, dejando una estela de varios millones de muertos y más de 26 millones de refugiados.
Todos esos procesos reflejan el agresivo dominio del capitalismo en el subcontinente, reafirmado y reforzado con la avanzada neoliberal. Los cuarenta años de neoliberalismo en África Negra lograron hacer retroceder los avances en materia de soberanía conquistados por esos países en la oleada de revoluciones independentistas de los 50 y 60 del pasado siglo. Con ellos se frustraron las aspiraciones de mejora de la calidad de vida de los más de 1000 millones de personas que habitan el subcontinente.
Los planes de ajuste fondomonetaristas fueron impuestos desde los Estados, en muchos casos luego de pasar a ser gobernados por férreas dictaduras militares, que derrotaron y reprimieron toda actividad independiente de las masas y toda propuesta nacionalista; tal como ocurrió en, Malí y Sudán. En Suráfrica y Namibia, el triunfo de las masas que desarticuló el régimen segregacionista del Apartheid, no alcanzó para evitar la implantación de estas medidas que mantiene a la mayoritaria población negra sobreexplotada y depauperada. Como en todo el globo se aplicaron las medidas de privatización de los insuficientes servicios públicos, flexibilización laboral, precarización del empleo y, especialmente en esta región, máxima libertad al flujo de capitales, con escasas o nulas restricciones tributarias, arancelarias, laborales o ambientales. Incluso las reconocidas reservas de fauna silvestre, han sido cada vez más mercantilizadas, al tiempo que intervenidas, no sólo por la caza ilegal, sino por los propios Estados, en beneficio de los planes extractivistas de las corporaciones imperialistas. Sin descartar que puedan surgir nuevas expresiones de nacionalismo burgués en el futuro; la historia del movimiento independentista de África demuestra que no será bajo la inconsecuente dirección de la burguesía, que se alcanzarán los objetivos de unidad étnica, libertades democráticas y soberanía frente al imperialismo. El cumplimiento de estas y todas las tareas democrático-burguesas, postergadas y traicionadas por la burguesía, sólo será conquistado bajo la dirección revolucionaria de la creciente clase obrera del África Negra.
Las derrotas más importantes las impuso el capitalismo con sangrientas guerras civiles, que manipularon aspiraciones étnicas, para imponer sistemas de explotación infames. Destaca La Guerra Civil en Sierra Leona entre 1991 y 2002. Iniciada por fuertes rivalidades heredadas de los accesos al poder y las divisiones de la era colonial, entre las etnias temnés, mendes y krios; rápidamente derivó en un enfrentamiento cruento e inestable por apropiarse de la explotación de diamantes –los famosos “diamantes de sangre”-; con la intervención directa (comercio de diamantes, financiamiento y provisión de armamentos) de las compañías mineras estadounidenses, canadienses, británicas y surafricanas. Estas últimas, subsidiarias de las británicas, participaron en los combates a través de un ejército mercenario surafricano. Tras 11 cruentos años, y con la cobertura de tropas de la ONU, se logró un acuerdo de paz que repartió las minas, las tierras de cultivo y el poder político del Estado, entre los ejércitos hasta entonces enfrentados; quedando la explotación de diamantes sometido a un régimen de explotación militar bajo custodia e intereses imperialistas y el país arruinado.
Similar historia, ocurrió en la República Democrática del Congo (RDC) con la Guerra del Coltán (1994-97), el conflicto más cruento del mundo desde la SGM, con cinco millones de víctimas fatales, que enfrentó a varias etnias cruzadas y ejércitos de 7 países africanos, con la intervención de un número indeterminado de pequeños ejércitos mercenarios de distintos orígenes. Como resultado quedó un reparto hostil de las mayores reservas de coltán del planeta; explotadas por distintas facciones y estados bajo regímenes militarizados de sobreexplotación del trabajo, que enriquecen a las empresas mineras transnacionales y aún más a las compradoras de estos metales, las más importantes empresas de tecnología del planeta, muchas con sedes y patentes en Silicon Valley. Ruanda, por ejemplo, es uno de los principales vendedores de coltán en el mundo, pero no posee ningún yacimiento. Explota una zona de RDC que ocupa militarmente, con respaldo militar y económico norteamericanos.
Son conflictos por el posicionamiento de las empresas imperialistas más importantes del planeta sobre los inmensos recurso de África Sub Sahariana (ASS), que contiene 60 % de las reservas diamante, 80 de coltán y 57 de oro, entre muchos otros (las reservas probadas en el subsuelo surafricano se calculan en 2,5 billones de $ y en 24 billones las de la RDC) pero además conla ntención de imponer y mantener sistemas de producción superexplotadores en condiciones de trabajos ruinosas y fuertemente militarizados, que sonla base de la “prosperidad” económica que muestran las cifras macroeconómicas y que sólo van a los bolsillos capitalistas.
En la actualidad, las iniciativas de un mercado común de 26 países africanos, el funcionamiento de una moneda única de África Central, El Franco CFA de Camerún, República Centroafricana, Chad, República del Congo, Gabón y Guinea Ecuatorial; y una Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO/ECOWAS, por sus siglas en inglés) próximo a unificar una moneda (ECO) para Senegal, Costa de Marfil, Ghana y Nigeria; son directamente tuteladas desde su diseño hasta su operación por los imperialismos, especialmente por el francés, quien tiene la mayor presencia en el subcontinente. Esta subordinación tiene su faceta militar con una fuerte intervención francesa, la Operación Barkhane, en unos 12 países de África Occidental y Central; y otra yanqui, el Africom, en otros 10 países de África Central y Oriental, con énfasis en Somalia. Ellas junto con distintas misiones militares de la ONU, se encargan de mantener resguardados los intereses de las empresas imperialistas y sofocadas las protestas y rebeliones locales.
ASS es también la zona del mundo donde más se ha avanzado en la transformación de la producción agrícola para someterla a las grandes corporaciones imperialistas mundiales, con la norteamericana Monsanto a la cabeza. La producción campesina tradicional de pequeña y mediana escala, con sus saberes ancestrales y mercados locales, ha sido desplazada drásticamente por enormes extensiones de tierras acaparadas, que son utilizadas en monocultivos, realizados con paquetes tecnológicos absolutamente dependientes de semillas e insumos provistos por las transnacionales y orientados a las expectativas de maximización de ganancia de estas empresas en los mercados mundiales, especialmente de agrocombustibles; acrecentando los problemas ambientales y la insuficiencia en la producción de alimentos de consumo local, que están potenciando los dramáticos problemas de hambrunas, sobre todo en el “cuerno” de África.
Merced a la explotación inclemente de una clase obrera numerosa pero derrotada, poco organizada y con un gigantesco ejército de reserva; a la extracción de recursos naturales estratégicos (minerales, hidrocarburos, agrocombustibles); con una tasa de explotación del trabajo altísima y con escasas o nulas restricciones laborales, ambientales, tributarias o legales, se ha logrado un sostenido crecimiento del PIB del ASS durante 28 años consecutivos, siendo extraordinario en la última década. Por ejemplo, Gambia con 8,8 % fue la economía que más creció en el mundo en el 2019 fue y otras cuatro economías subsaharianas Etiopía, Costa de Marfil, Senegal y Tanzanía estuvieron entre las diez mayores. Se calcula que la rentabilidad de las inversiones en ASS, son de 20 a 30 % mayores que en cualquier otra parte del mundo. La atractiva alta tasas de plusvalía atrajo la Inversión Extranjera Directa (IED), que creció desde menos de 10 mil a más de 55 mil $/año entre 2000 y 2015, y sigue en ascenso. El principal protagonista ha sido Francia, seguido de Holanda, EEUU y Gran Bretaña. Hoy China compite el primer lugar y hay presencia de capitales de India, Rusia, Turquía y el Golfo Pérsico.
Nada de esto ha traído una mejora de la calidad de vida de las mayorías subsaharianas. Tampoco los traerá en el futuro, pues su razón de ser es aprovechar las condiciones denigrantes que posibilitan esas altísimas tasas de plusvalía.: 300 millones de personas que no alcanzan el mínimo de calorías diarias en su alimentación, y 90% de los niños infectados de VIH del planeta, son una muestra clara de ello.
El subcontinente al Sur del Sáhara es parte importante de la cadena de valor del capitalismo mundial, en la cual el imperialismo le ha asignado el rol de proveedor de materias primas a costos muy bajos, gracias a la sobreexplotación salvaje a la que es sometida. Eso ocurrió, entre el siglo XVi y XVIII con mano de obra brutalmente secuestrada para ser esclavizada en América, luego en el XIX con caucho, cacao, y bananos, más tarde en el XX se incorporaron petróleo, oro y diamantes.
Ahora con las presiones mundiales en favor de “energías limpias”, el ímpetu de las nuevas tecnologías y la fragilidad de las monedas fuertes del mundo, sus reservas en plena extracción de minerales revalorizados como coltán, cobalto y litio por un lado, y de oro y diamantes, por el otro, realzan ese rol. En consecuencia ha cambiado el discurso mediático: África ahora es “el mejor destino para las inversiones”
Esta nueva narrativa también obedece a otro factor. Las guerras y la expectativa de obtener ingresos y acceso a los escasos servicios han motorizado en este siglo una acelerada urbanización. África tiene 52 ciudades de más de 1 millón de habitantes al igual que Europa, y se proyecta que Kinshasha (RDC) será la mayor ciudad del mundo dentro de 10 años. Se ha consolidado una acaudalada burguesía africana -bastante lumpen- ligada a los servicios para la agricultura a gran escala, el comercio, la administración de los estados, los servicios públicos privatizados, el tráfico de armas y las explotaciones mineras. También se está desarrollando una capa de “clase media” en las ciudades con cierta capacidad de consumo calculada en unos 100 millones en el subcontinente. Tales fenómenos junto con la necesidad de disminuir costos de transporte de materiales crudos para su procesamiento en países fabriles, está impulsando la necesidad de procesar primariamente los minerales en las propias tierras africanas. Para ello se requiere una infraestructura y un soporte técnico y logístico local bastante mayor al existente. Esto está en marcha. Como ejemplo, ya está en funcionamiento el primer tramo de un ferrocarril de alta velocidad, financiado por China, que unirá África Occidental y Central con Yibuti en el Oriente. Están planeados uno británico y otro francés, de dimensiones similares.
Pero las masas africanas, no parecen estar dispuestas a aceptar pasivamente esta nueva “vuelta de tuercas” al saqueo de sus riquezas y explotación de su trabajo. En un proceso de superación de las duras derrotas de los 80 y 90 del siglo XX e inicio de este siglo, el subcontinente negro se moviliza. Casi la mitad de las manifestaciones de masas del mundo en el período 2011-2018, acaecieron en la región, en un proceso difícil, complejo y creciente. Con resultados de triunfos y derrotas parciales, el ascenso se ha fortalecido.
En el 2019 todos los 43 países al sur del Sáhara han tenido multitudinarias y recurrentes manifestaciones, y se mantienen activos en el 2020. Las masas movilizadas, han expresado mayormente una unidad que supera los frecuentes conflictos y diferencias étnicas y religiosas en jornadas unificadas por las mismas reivindicaciones. En esta zona del mundo, con conectividad a internet y uso de las redes sociales bastante bajos, los rasgos de espontaneidad y autoconvocatoria, están claramente presentes.
En algunos casos como, Suráfrica y Etiopía, fueron convocados por sindicatos y gremios de larga tradición, igualmente en Guinea-Conakry, después que las protestas de los maestros triunfaron logrando un aumento de salarios, las organizaciones sindicales han sido claves para las mucho mayores manifestaciones de 2019 y 2020. Es relevante el caso de Sudán, donde las primeras movilizaciones crearon una nueva organización clandestina, la Asociación de Profesionales del Sudán, que ha evolucionado con las luchas y hoy agrupa a la mayoría de la clase trabajadora organizada de ese país y muestra una capacidad de convocatoria muy sólida. Algo parecido parece estar sucediendo con las protestas, que se han generalizado en estallidos sociales de los pescadores de Costa de Marfil y Liberia, que laboran en barcos franceses y españoles en el Golfo de Guinea.
Aunque han sido duramente reprimidas, se han mantenido las movilizaciones de calle y han logrado triunfos parciales con la retirada de medidas de ajustes (precios de combustibles, impuestos a trabajadores) y otras reivindicaciones menores, que han sido los detonantes de las protestas, junto con la indignación por manipulaciones de fechas o de resultados electorales y por escándalos de corrupción en las élites gobernantes. Tampoco la presencia de las tropas imperialistas ha desanimado la protesta, al contrario hay una conciencia de enfrentamiento político, con su punto más alto en Mali, donde la consigna de “France Dégage” que exige la retirada de Francia acompaña cada vez más las exigencias de los malienses en las calles. Esa presión antiimperialista se ha sentido: Este año el Africom por primera vez pide disculpas públicas por casos de “daños colaterales” (título con que encubren sus masacres de civiles); y Macron exigió a los gobernantes del Sahel que soliciten públicamente la presencia militar francesa, para desestimar las acusaciones de intenciones neocoloniales. Ambos casos, sin duda, reflejo de la rebeldía anticolonial mundial aflorada tras el asesinato del afroestadounidense Floyd.
La presencia de la pandemia COVID-19 ha sido relativamente tenue al Sur del Sáhara, al parecer desfavorecida por el clima tropical. Aun así ha habido protestas de médicos, en especial en Kenia, alarmados ante las debilidades de sus sistemas de salud y los riesgos de sus condiciones de trabajo. Lo habitual de las enfermedades contagiosas en ASS no ha servido para fortalecer los sistemas de salud públicos, al contrario los han forzado, estando ya debilitados por la aplicación de los planes impuestos por FMI-BM, que restringen el gasto público y destinan la enorme deuda contraída por los estados (que asciende a más de 450 mil millones de dólares) a la ”promoción del desarrollo”; es decir, al financiamiento de las empresas de servicios que requieren los imperialismos para el desarrollo de sus grandes operaciones extractivistas.
Los sistemas de salud son muy endebles. Casi todo está privatizado en una población de muy bajos ingresos. Se estima que más de la mitad de la población no tiene acceso a los servicios de salud y más de un 60% de los habitantes de las ciudades no tiene acceso a agua corriente para lavarse las manos.
En muchos países, como Gambia, Senegal, Sudáfrica, Nigeria, Kenia y Angola se han aplicado cierre de fronteras, aislamientos y cuarentenas obligatorias o toques de queda. Estas medidas han justificado la represión y el disciplinamiento, mientras los megaproyectos y la extracción de riquezas naturales no se detienen.
La recesión mundial ocasionada por la pandemia tendrá sus efectos en ASS, en desorganización de los circuitos de producción y comercio, disminución de los precios de mercado de las materias primas, probable disminución de la IED, de la actividad turística, y de las remesas de los trabajadores migrantes (unos 32 mil millones $/año). Estos impactos, así como, los costos sociales de los previsibles salvatajes de empresas y restricciones fiscales de los estados del subcontinente serán nuevos estímulos a la movilización de las masas.
Las explosiones sociales han abierto situaciones francamente revolucionarias en varios de estos países, encabezados por Sudán, Malí, Guinea Conakry, Guinea Bissau, Yibuti, Etiopía; que han logrado el derribo de varios odiados gobernantes y mantienen presión de masas contra sus sucesores, tanto los gobiernos asumidos por los militares, como casos de “investidura democrática” como Abiy Ahmed, premio Nobel de la Paz y primer ministro de Etiopía. Estos países han estado secundado por manifestaciones muy masivas aunque menos contundentes en el resto de los países como Suráfrica, Nigeria, Chad, Liberia y un largo etcétera.
Frente al crecimiento y fortalecimiento de la clase trabajadora africana, el ascenso de masas, con sus fuertes lazos con la oleada anticolonial, y el protagonismo de la diáspora negroafricana en el mundo; se presagia la continuidad de las movilizaciones; que tendrán el reto de ganar en organización para avanzar en triunfos decisivos que permitan la integración delas luchas del proletariado y las masas pobres del subcontinente y de África toda hacia su liberación.
3- América Latina y el Caribe. Tras una etapa de progresismo y nacionalismo tibios, que fueran enfrentados dura y exitosamente por el Imperialismo, las masas vuelven a la escena.
América Latina y el Caribe (ALyC) es la región del mundo, donde más han logrado las masas en materia de resistencia a la avanzada neoliberal mundial. La implantación de estos planes sobreexplotadores iniciaron temprano, en el Chile sometido a la feroz dictadura de Augusto Pinochet –que fue mostrado como el exitoso ejemplo a seguir-; y se proyectó al resto del subcontinente, en la década de los 80, a través del mecanismo de coerción que representaron las inmensas y crecientes deudas contraídas por esos Estados con la banca internacional. El dúo FMI-BM tomó el mando directo de la economía de la región.
El neoliberalismo avanzó consistentemente, pese a algunas resistencias, con la privatización de numerosos industrias que se habían desarrollado en la anterior etapa de sustitución de Importaciones; para pasar luego a la privatización de servicios públicos, liberalizaciones cambiarias, flexibilizaciones laborales, etc. Pronto se armó una política global, llamada entonces “iniciativa para las Américas” que era el plan de mercado común del Continente, subordinado claramente a EEUU, que luego se llamaría ALCA (Alianza de Libre Comercio para las Américas). En 1994, tuvo su primera conquista en México, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)
La primera gran jornada de resistencia de masas estalló en Caracas, en 1989, en una insurrección popular espontánea que abarcó esa ciudad -tomada de hecho, por los manifestantes por varios días- y otras principales del país. Esta acción fue severamente reprimida, pero dejó instalada una etapa revolucionaria en Venezuela, que se expresó en numerosas huelgas y manifestaciones de calle en 1991 y 1992, potenciadas por la crisis del régimen eclosionada a raíz de los intentos de golpe militar dirigidos por Chávez en Febrero y Noviembre de 1992.
En los 90, siguió avanzando la aplicación de las políticas fondomentaristas y también la resistencia, con intensas jornada de huelga en el Cono Sur. La explosión social contra el “corralito financiero” de Argentina en el 2001, la “Guerra del Gas” contra su privatización en Bolivia en el 2003, las sucesivas insurrecciones indígenas ecuatorianas que depusieron, uno tras otro, gobiernos neoliberales, son los puntos más altos de esta creciente resistencia.
Esta confrontación de clases desgastó e hizo entrar en crisis a casi todos los partidos y dirigentes políticos aplicadores de los planes, al Sur del río Bravo. Tal proceso permitió, a caballo de la izquierdización de las masas, el acceso al gobierno en la mayoría de países, -salvo México, Colombia y Chile- de opciones de discurso y algunas prácticas antineoliberales. Inició con Chávez en Venezuela en 1998, e incluyó a Evo, Correa, Ortega, Lula, Kirschner, Lugo, Humala, Mujica, Funes en El Salvador, Fernández en R Dominicana, Zelaya, etc. Si bien ninguno trascendió los marcos del capitalismo, y pocos avanzaron en reformas importantes (sobre todo Bolivia y Venezuela), esta variada gama de gobiernos, jugaron un rol progresivo, pues constituyeron un marco político independiente del imperialismo yanqui, en medio de concesiones a las masas, conocidos mediáticamente como el “progresismo latinoamericano”.
Reflejo de las luchas, en un escenario de altos ingresos fiscales por los precios elevados de las materias primas –base de las economías de la región-, se desaceleraron los procesos de privatizaciones e incluso algunos se revirtieron; se ampliaron derechos democráticos; aumentaron los ingresos de las familias trabajadoras y campesinas; se amplió el acceso a educación y salud, se reconocieron derechos indígenas, laborales, etc.
En el terreno internacional, al tiempo que el gobierno norteamericano no lograba la aprobación de casi ninguna de sus propuestas injerencistas en la OEA, se logró la derrota del ALCA. Se implantaron instancias de coordinación política y económica sin la tutela directa del Imperialismo, como la Comunidad Económica de Latinoamérica y el Caribe (CELAC con una treintena de países), la ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos de América, con Ecuador, Bolivia, Venezuela, Cuba y Nicaragua) y la Unión de Naciones de Suramérica (UNASUR). El fortalecimiento de Mercosur, la creación de un Banco de Fomento Regional, y la propuesta de una moneda única (el Sucre) quedaron en el tintero, por la férrea oposición de sectores burgueses proimperialistas en los diversos países y por la falta de disposición de los propios promotores.
La agudeza de la crisis económica de 2008, que explotó en sus propios pies del imperialismo yanqui, lo decidió a retomar su “patio trasero”. La misma crisis redujo la posibilidad de concesiones fáciles a las masas; colocándose los gobiernos “progresistas” en el rol de apretar el cinturón a sus pueblos, para administrar la crisis a favor de los capitalistas locales. Como efecto colateral, también se incrementó la corrupción del alto funcionariado, que veía en riesgo el posicionamiento económico hasta ahora conseguido, gracias a prebendas y corruptelas, más o menos veladas.
En una andanada de ataques políticos, diplomáticos, manipulaciones jurídicas y parlamentarias (Lugo en Paraguay, Dilma en Brasil), golpes de Estado (Zelaya en Honduras, ahora Evo en Bolivia) elecciones ganadas (Argentina con Macri), juicios fraudulentos (Lula en Brasil) y traiciones políticas (Moreno en Ecuador) el imperialismo yanqui logró cambiarle el panorama político al continente. Las derechas radicales se colocaron a la cabeza de la mayoría de los gobiernos, encabezados por el proyecto fascista de Jair Bolsonaro, en Brasil.
La derrota parcial que significa una Venezuela arrasada económicamente por las sanciones imperialistas; desvencijada por la incapacidad del gobierno de avanzar en medidas revolucionarias, atascado en la conciliación y la corrupción; ha sido el mejor acicate para derechizar a las masas de todo el Continente. El ejemplo de Venezuela ha sido usado reiterada y exitosamente para mostrar el “fracaso del Socialismo” e intimidar a las masas frente a cualquier alternativa hacia la izquierda.
Tras cada avance en el terreno político, el imperialismo impulsó el aceleramiento de sus planes en el terreno económico. El endeudamiento masivo del Estado argentino, con el FMI, bajo el gobierno de Macri es el mejor ejemplo.
La anterior irreverencia mostrada en la OEA y en las nuevas instituciones, no pasan ahora de tímidas declaraciones y abstenciones. Con el ex izquierdista uruguayo Luis Almagro transformado en adalid de la contrarrevolución, la OEA retoma progresivamente su papel de “ministerio de colonias yanqui”; complementada con la más agresiva injerencia del “Grupo de Lima” formado por los más audaces de los gobiernos ultraderechistas, con el fin de aislar y derrotar cualquier intento de rescate o permanencia progresista en el continente, con especial énfasis en Venezuela.
Esta ofensiva política, del imperialismo y las burguesías regionales, se mantiene y aún logra avances, en particular con el inestable gobierno de facto encabezado por Jeanine Áñez, impuesto tras el golpe de Estado en Bolivia en 2019.
Al mismo tiempo, la resistencia a los planes de Macri en Argentina y Bolsonaro en Brasil; la terca negativa del pueblo venezolano a la imposición de un gobierno títere del imperialismo, en la figura de Guaidó; los triunfos electorales de los progresistas Alberto Fernández en Argentina y Andrés Lopez Obrador en México (ocurrido después de dos fraudes descarados en las elecciones presidenciales precedentes), muestran que las clases dominantes no han logrado imponer una derrota estratégica a la clase trabajadora latinoamericana, que sigue irreverente frente a la ofensiva capitalista.
Pero la clave de la situación política actual, No está en las superestructuras. Las masas volvieron a las calles y están reordenando de nuevo el panorama del subcontinente. El enfrentamiento a los planes de ajuste escaló a un nivel de nuevo muy alto, expresándose en manifestaciones de masas multitudinarias, recurrentes y muchas veces violentas que han hecho retroceder a muchos de los gobierno.
En Puerto Rico, colonia del imperialismo yanqui, arrasado por una enorme deuda pública que le cobra su metrópoli opresora, y por dos huracanes y un sismo en apenas cuatro años, la paciencia llegó al límite y las masas se lanzaron a las calles exigiendo, y logrando al fin la renuncia del gobernador Roselló.
En Ecuador un plan de eliminación de subsidio al combustible desató una insurrección popular, con fuerte participación de la mayoría indígena. Arrinconó al gobierno, que hubo de retirarse del palacio presidencial, hasta que algunos días después, mediante represión y negociación y retirando las medidas que originaron las protestas, logró retomar el control del gobierno.
Tremendas movilizaciones de masas sacudieron Haití en diversos episodios del 2018-19, exigiendo la salida del gobierno de Jovenel Moise, denunciado por corrupción descarada del propio presidente, manipulaciones electorales y exigiendo medidas contra la crisis económica, especialmente el desempleo.
También hubo una explosión social en 2018 en Nicaragua cuando el gobierno de Daniel Ortega implantó una modificación del Seguro Social que fue rechazado masivamente por toda la población. El gobierno, reprimió con dureza y atribuyó todo a una conspiración de agentes norteamericanos aliadas a la ultraderecha local -cosa que seguramente, también existió- pero hubo de retirar la medida antiobrera para calmar a las masas indignadas.
Los estudiantes universitarios panameños protagonizaron protestas contra una reforma constitucional que pretende privatizar la educación universitaria. Su lucha se extendió a otros sectores sociales con manifestaciones populares masivas, cuestionando toda la reforma que incluye la privatización de la seguridad social e impedir la posibilidad de matrimonios que no sean heterosexuales. Ante la contundencia de las protestas, el gobierno retiró los cargos contra los estudiantes enjuiciados por las protestas, y retiró la mayoría de los aspectos criticados de la reforma propuesta. Sin embargo, los manifestantes exigen la convocatoria a una asamblea constituyente originaria, para enfrentar a esta intención de reforma que fue pactada en una institución con cobertura legal, que es conformada por los sectores empresariales y asesores académicos.
En Guatemala se realizaron protestas indígenas, campesinas, estudiantiles y populares contra el pacto migratorio firmado con EEUU, para aceptar las corrientes migratorias que el país del Norte rechaza y reprime y en contra de la privatización de la única universidad pública del país. Las protestas avivaron las críticas al gobierno, acusado de fraude electoral en las últimas elecciones y de vínculos directos con las organizaciones criminales del país.
Las protestas estudiantiles, con apoyo de sectores de trabajadores organizados sacudieron Costa Rica, contra una ley que haría que los estudiantes avanzados prestaran servicios en empresas públicas y privadas, como parte de su formación, sin remuneración alguna. Además los universitarios se opusieron al desvío de fondos previstos constitucionalmente para las universidades hacia la construcción de obras. La lucha conquistó la retirada de las medidas y la renuncia del Ministro de Educación. En la actualidad decenas de bloqueos de carreteras y una posible huelga general enfrentan al gobierno para evitar que suscriba un acuerdo con el FMI
Masivas y violentas protestas se desarrollaron en Honduras, al ser condenado en EEUU por narcotráfico un hermano del presidente Juan Orlando Hernández, resurgiendo acusaciones de fraude de las últimas elecciones presidenciales y de vínculos con los carteles de narcotráfico mexicanos.
Con menor intensidad y masividad, Perú evidenció manifestaciones de calle de distinto signo político, en medio de una crisis política abierta por acusaciones mutuas de corrupción y medidas autoritarias aplicadas entre el Ejecutivo de Edmundo Vizcarra y el Congreso. En El Salvador y República Dominicana las calles vivieron manifestaciones por manipulaciones en las fechas y procedimientos previstos para elecciones.
En el segundo semestre de 2019, un aumento del boleto del metro llevó a los estudiantes secundarios chilenos a una medida de lucha que denominaron “evasión masiva”: negarse en masas a pagar el pasaje y pasar directamente a usar el servicio. El efecto irreverente y la brutalidad con que fue reprimido por el Estado policial totalitario chileno, hizo estallar una verdadera insurrección popular durante más de un mes, que hizo retroceder esa y otras medidas de ajuste del gobierno de Piñera y golpeó la esencia del régimen que mantiene rasgos esenciales de la dictadura de Pinochet, cambiando sustancialmente la correlación de fuerzas a favor de las clases trabajadoras. La consigna “No es por 30 pesos, es por 30 años” obligó a la convocatoria a un referéndum para una Asamblea Constituyente. El resultado del referendum, en Octubre 2020, que vino precedido de manifestaciones masivas conmemorando un año del inicio de la rebelión- significaron una contundente derrota política al gobierno de Piñera y a la mayoría de las organizaciones políticas –que actúan en los hechos como defensoras del régimen heredero del pinochetismo-. Con la mayor participación electoral de su historia, con un abrumador 78% a favor de cambiar la Constitución, y un aplastante 86 a favor de que esto sea hecho lo haga una asamblea constituyente y no un organismo controlado por el actual congreso, está claro que la lucha sigue viva y con ánimos de avanzar. Otro indicador de este triunfo, es que la celebración del resultado electoral fue también una importante movilización de calle, quizás la única que el gobierno no se atrevió a reprimir.
También a finales de 2019, el otro estado policial totalitario del subcontinente, se vio sacudido en sus cimientos por protestas estudiantiles que, frente a la represión, se extendieron a masivas manifestaciones populares en todo el país. Viejos y nuevos reclamos de otros sectores sociales colombianos se sumaron a las protestas, incluyendo el asesinato de líderes sociales y el incumplimiento de los compromisos sociales que formaron parte del acuerdo de paz con las FARC.
Venezuela vivió momentos de manifestaciones, de mucha menor participación que en años anteriores. La autoproclamación en enero de 2019, de un gobierno títere del imperialismo yanqui y español, en una plaza pública, no logró la fortaleza para ser un real poder paralelo dentro del país. Sin embargo ha sido útil para “entregar” empresas y activos internacionales de la Nación a distintos entes imperialistas, fortalecer el bloqueo económico y alentar una intervención militar. Además tiene una labor de zapa contra la moral de lucha del pueblo venezolano. funciona como una campaña proimperialista permanente, junto con el accionar de algunas empresas norteamericanas –exceptuadas del bloqueo, por su propio gobierno- que operan en la industria petrolera del país. Este gobierno paralelo promovió una movilización en la frontera en Febrero 2019, con la excusa de hacer ingresar una supuesta ayuda humanitaria, luego dio un intento de golpe militar el 30 de abril y nuevas manifestaciones en Noviembre. Frente a cada intento existió unas respuesta de movilización de masas contra esa herramienta proimperialista. Ahora en Septiembre de 2020 están nuevamente intentando movilizar y ganar el respaldo de las masas para evitar su descalabro político frente a las elecciones parlamentarias previstas para Diciembre.
La posición negacionista, o de abierta negligencia de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos (salvo Cuba y Venezuela) frente a la pandemia, presionados por sus burguesías a no tomar medidas básicas de prevención para mantener las jornadas de trabajo y venta de mercancías por un lado; y por el otro, cuatro décadas de privatizaciones de los servicios de salud e incluso de agua potable, han hecho de ALyC una de las zonas más afectadas con 11 millones de contagios. y la zona con mayor número de fatalidades, con más de 380 mil. El corazón de la crisis sanitaria, por su dimensión es Brasil, pero son igual de importantes los efectos en Perú, Colombia, Ecuador, e incluso México.
La fragilidad de sus economías muy dependientes de insumos y bienes de consumo extranjeros, con una tasa de informalidad muy alta, con alta flexibilidad laboral, hacen que el impacto económico también sea devastador. Las cifras de desempleo en este periodo de pandemia son de las más altas del planeta. Perú, la mayor del mundo, con 39 % de empleos perdidos (1.889.000 personas), Costa Rica y Chile con 21% cada uno (463.000 y 1.869.000, personas respectivamente), Colombia con 12 % (2.547.000) y Brasil con 10 % (8.876.000) son dramáticamente destacados.
La pandemia solo le otorgó un breve receso al ascenso de masas, que ya se activó. En Bolivia, a raíz de las reiteradas manipulaciones electorales de “la Áñez” por mantenerse en el poder y evitar un posible nuevo triunfo del MAS, vivió un paro nacional convocado por sus fuertes organizaciones obreras, indígenas y comunitarias, que exigen la salida del gobierno, que ha reprimido con dureza desde el primer día, pero no ha logrado derrotar ni desmoralizar hasta hoy la rebelión que se le opone. Esta rebelión activó sus tradicionales organizaciones de masas con medidas contundentes, que terminaron imponiendo las elecciones para el 19 de Octubre. En estas elecciones el MAS, representado por Luis Arce obtuvo un contundente triunfo en primera vuelta con casi 53% de los votos. Este resultado electoral, no es más que la rebelión de las calles y acrreteras tomadas por los trabajadores e indígenas bolivianos, llevadas a las urnas. Es una verdadera revolución democrática en el corazón de Suramérica, que derrota el golpe militar del 2019 y su proyecto fascista y neoliberal y deja una situación revolucionara abierta en Bolivia, con urgentes tareas pendientes, en cuanto a la reestructuración de las Fuerzas Armadas y Policiales golpistas, al sabotaje de los movimientos fascistas , especialmente en Santa Cruz, a la deuda asumida por la dictadura con el FMI, a las condiciones de vida de las masas trabajadoras bolivianas y a la necesidad de la integración de los pueblos del continente frente al imperialismo y sus transnacionales.
En Uruguay, también hubo un Paro Nacional contra las medidas de ajuste impulsadas por el Gobierno neoliberal de Lacalle Pou. En la golpeada Venezuela una incursión militar de mercenarios norteamericanos y militares desertores venezolanos fue enfrentada por el Gobierno, pero derrotada contundentemente por pescadores organizados en sus comunidades, relanzando el ánimo antiimperialista; aunque la agudeza de la crisis económica y el desquiciamiento de los servicios públicos y los abusos de los funcionarios públicos y militares ha originado varias pequeñas manifestaciones de distinto signo político -a veces violentas.
Las masas colombianas volvieron a la escena con aún más fuerza, tras el asesinato con ensañamiento al abogado Javier Ordoñez por la militarizada policía, que aplica ahora en las calles de Bogotá y las principales ciudades las prácticas de ejército de ocupación que han vivido sus campos por décadas. Esta jornada, arrasó e incendió prácticamente todos los departamentos policiales de los barrios de Bogotá y varias ciudades más, siendo declarada toque de queda en una docena de ciudades. Entre las jornadas de 2019 y 2020, se acumularon tensiones, por el impacto social y económico de la pandemia y la ocurrencia de varios asesinatos de líderes sociales y nueve masacres de jóvenes en distintas zonas del país, donde los grupos armados o a medio desarmar están disputándose el poder.
Este ascenso revolucionario, tiene entre sus problemas a resolver un debate en la izquierda y organizaciones de trabajadores y vanguardias juveniles del continente, sobre el rol que están jugando y jugarán. los gobiernos y direcciones del “progresismo latinoamericano” y las posturas a tomar ante ellos. El imperialismo sigue presionando y atacando Las direcciones progresistas cada vez parecen serlo menos. Fernández en Argentina se muestra temerosa de afectar los intereses de la burguesía local, como ocurrió con la desechada expropiación de la empresa Vincent; y no se atreve a atacar la enorme deuda externa adquirida por el gobierno Macri, que condicionará toda la vida económica del país. AMLO se dedica a mostrar los aspectos más grotescos de la corrupción de Peña Nieto, su antecesor, mientras evita avanzar en aspectos democráticos, aprovechando la oportunidad que le otorga la profunda crisis de los partidos tradicionales del régimen; y firma un nuevo tratado de libre comercio (TMEC), con mayores ventajas a las Empresas transnacionales. Ortega, aliado a los empresarios nacionales, aplica medidas de flexibilización laboral apoyados en una fuerte política represiva y se compromete con el gobierno Trump a frenar en su propio territorio las caravanas de migrantes centroamericanos. En Venezuela, Maduro aunque mantiene su independencia del imperialismo yanqui, aplica desde 2018 una política salarial antiobrera, que magnifica los efectos del cruel bloqueo imperialista, mientras otorga estímulos a la inversión nacional y extranjera. Indultó a 110 opositores, entre ellos connotados fascistas; mientras mantiene presos a más de dos decenas de luchadores sociales por exigir reivindicaciones o denunciar burocracia y corrupción. Más recientemente hizo aprobar por la Asamblea Nacional Constituyente, practicamente sin debate, una “Ley Antibloqueo” que no ataca ninguna consecuencia del mismo, pero si otorga amplísimos poderes al Ejecutivo para negociar en secreto con la burguesía flexibilizaciones de normas y regulaciones de todo tipo, privatizaciones, etc, a fin de favorecer las inversiones extranjeras.
La crisis económica que ya está instalada en la región, con distorsión de las cadenas de comercio y producción, junto con los costos sociales de los rescates a empresarios -como los que ya aprobaron Bolsonaro en Brasil, Piñera en Chile y Duque en Colombia- serán acicate de nuevas manifestaciones. Enfrentarán unas masas moralizadas por la dimensión de su propia movilización y triunfos parciales, como los obtenidos en Boiivia, Chile, Ecuador y Puerto Rico; frente a regímenes políticos desacreditados, algunos de los cuales trastabillan frente a la situación revolucionaria que los enfrenta como sucede en Colombia y Chile.
4- EEUU: un poderoso ascenso antirracista y anticolonial se enfrenta a un proyecto fascista.
Tras el asesinato alevoso de George Floyd a manos de la policía, en mayo pasado, estalló una oleada de protestas generalizada que está cambiando el panorama político-social del coloso del Norte, con impacto global.
Desde la SGM, el imperialismo yanqui se entronizó en el mundo. Tras ella se crearon una red de mecanismos económicos -como el FMI, el BM, OMC, OCDE y el SWIFT-, mecanismos políticos ONU y militares OTAN, que están subordinados a su autoridad. Ello le ha permitido transformarse, siendo ya un gran productor de mercancías, en una aspiradora de la plusvalía generada en vastas áreas productoras del planeta, generando una concentración creciente de capitales. Cuando la crisis económica mundial de los años 70, hizo replantear las estrategias de acumulación y surgió la orientación neoliberal, fue el Imperialismo yanqui, con el uso de esos instrumentos de poder, el principal impulsor de su implantación en todo el orbe, y el mayor beneficiario.
Los imperialistas norteamericanos mantuvieron su predominio sobre Europa y Japón, contribuyeron decisivamente a someter bajo el capitalismo al mundo “ex socialista”, con severos ajustes neoliberales aplicados a Rusia y Europa Oriental y en alianza con la –para entonces- burocracia restauradora en China, convertida en ese momento en una plataforma de fabricación destinada a la exportación para el capital estadounidense e internacional. Sin dudarlo utilizó su aparato militar para someter al Irak, Afganistán, Somalia, Haití, y amenazar muchos otros, consolidando el avance neoliberal y su posición hegemónica.
Para ello contaron, a lo interno de sus fronteras, con estabilidad político social por cinco décadas, tras derrotar las jornadas antirracistas y antibelicistas 60 y 70, gracias a represión masiva y selectiva y sindicatos mayormente comandados por mafias delincuenciales. Con una clase obrera derrotada y desmoralizada, con relativa prosperidad económica, aunque con empleos inestables y envueltos en hipotecas y deudas, impuso a toda marcha el modelo neoliberal de flexibilización laboral extrema y una mercantilización de toda la vida social.
La crisis económica “asiática” de finales del siglo pasado, empezó a desmejorar las condiciones de vida de las masas estadounidenses. Las primeras muestras de descontento masivos fueron las jornadas multitudinarias contra la entrada en Guerra contra Irak en 2003. Importantes jornadas de calle protagonizó el movimiento en defensa de los derechos de los inmigrantes en 2006 y 2007. La crisis económica, con la implosión de la burbuja inmobiliaria de 2008, inició “en casa”. Dejó a más de 3 millones de familias sin hogar y generó dos decenas de millones de desempleados, ocasionando varias protestas locales; pero lo más significativo fue el movimiento de manifestaciones y acampadas conocido como “Occupy Wall Street”, que empezó en ese afamado distrito financiero y se extendió a varias ciudades de los Estados Unidos. Su contundente denuncia y repudio al enriquecimiento del 1% de la población a costa del sacrificio del resto, evidenciado en despilfarradores festejos con que varias corporaciones celebraron los ”rescates financieros” aportados por el “tío Sam”, marcaron un hito en la conciencia colectiva. Estas jornadas mostraron iniciativa y participación, pero no lograron avances concretos en sus peticiones.
En 2019, la participación masiva en las manifestaciones de tipo ambientalista y algunas luchas de género fueron importantes. Por otro lado, los maestros, conductores de autobuses, y otros trabajadores organizaron varias huelgas, incluso a nivel nacional, por reivindicaciones laborales. El descontento y la disposición a luchar crecían.
El 2020 mostró temprano su dramatismo, con la rápida expansión de la pandemia COVID-19. El manejo sanitario, enfrentada con negacionismo, convirtió a esta nación en la más afectada del mundo, contando para la fecha con XX millones de afectados y XX miles de víctimas mortales reconocidas, y a una población en una creciente angustia ante un sistema de salud privatizado costosísimo e incapaz de atender una avalancha de tal magnitud de pacientes.
La enfermedad ha tenido severo impacto en una economía que se jactaba de ser vanguardia en los sistemas “justo a tiempo” y las integraciones verticales de procesos. EEUU en las últimas décadas ha disminuido severamente su actividad industrial interna y se ha concentrado en el manejo y control de operaciones de producción instaladas en otros países y al mercadeo, compra-venta y finanzas de productos realizados bajo patentes norteamericanas. LA desincronización mundial derivada de la diferencia del impacto de la pandemia en cada región y la discrecionalidad de acciones tomadas por cada gobierno, han hecho caer en profunda crisis, la actividad económica yanqui. No es un error particular. Es la evidencia que la producción capitalista no funciona para la Humanidad ni siquiera en los procesos básicos de su propia sobrevivencia, y sólo está regida por la producción y acumulación de plusvalía, la concentración de capitales.
La respuesta a este severo panorama, han sido una andanada de despidos que se calculan ya en 58 millones; un incremento desmedido de la flexibilización laboral, con sueldos parciales, vacaciones forzadas sin paga, etc. Entretanto, a las grandes corporaciones se les proporciona una cifra cercana a los dos billones de dólares, para que sorteen las dificultades de la cuarentena. Este monto será recobrado, como déficit fiscal, del bolsillo de sus propios trabajadores, y rentabilizado como capital de inversión con la apropiación de la plusvalía obtenida de los trabajadores estadounidenses y del resto del mundo.
Pero fue el estallido tras el asesinato de Floyd, en medio de la angustia de la pandemia, produjo cambios cualitativos. Con el primer estallido se reportaron manifestaciones masivas y reiteradas en al menos 2500 ciudades y pueblos, en los 50 Estados. Son claramente multiétnicas: jóvenes blancos, negros, indígenas, latinos y asiáticos se entremezclan en las calles bajo las mismas consignas, compartiendo espacios y métodos de lucha. El gobierno reaccionó con bastante agresividad represiva, para tratar de derrotar tempranamente la rebelión, a través de las policías y más de 62 mil efectivos de la Guardia Nacional, decretando toque de queda en más de 200 ciudades. La respuesta fue la masificación y radicalización de las protestas por semanas al punto que tal toque de queda no logró imponerse. Tampoco los intentos de “calmar los ánimos” delos dirigentes políticos de la burguesía negra han tenido efecto en los manifestantes.
A las consignas de “Black Lives Matter” (las vidas negras importan) y castigo a los culpables, se sumaron solicitudes de retirar los fondos, reestructurar, e incluso desmantelar los cuerpos policiales. Mientras, decenas de estaciones de policía fueron incendiadas, algunas incluso ocupadas por los manifestantes, como el famoso “East Precinct” de la Policía de Seattle, que se mantuvo ocupada por semanas en una zona permanentemente tomado por manifestantes, denominada “Zona Autónoma de Capitol Hill (CHAZ, por sus siglas en inglés).
Esta rebelión enfrenta un estado racista supremacista y ultrarrepresivo. El racismo sistémico tiene hondas raíces en la historia y en la estructura del Estado Imperialista yanqui. Se mantiene en las acciones opresivas y en la ideología desde hace cinco siglos, para el sometimiento de las poblaciones originarias y ocupación de sus territorios, añadiéndose la captura y secuestro de millones de indígenas africanos luego esclavizados en América. La liberación de los esclavos, en el siglo XIX, y los derechos civiles conquistados en la década de los 60 del siglo XX, han logrado avances democráticos, pero no han cambiado esa esencia racista. El supremacismo es una característica definitoria de este estado cuya burguesía se ha forjado y se mantiene sobre la explotación y opresión de minorías dentro de su propio territorio. Indisociable de ello, existe el control violento de la sociedad toda y en particular de las clases trabajadoras y de las minorías étnicas. Un complejo entramado de instituciones y normas legales permite un sojuzgamiento extremo de la población, con una abierta mercantilización de la “administración de justicia” con claros privilegios a quienes detenten dinero, impunidad para los agentes represores. Los cuerpos policiales son además “centros de recaudación” de estos “impuestos forzosos” por multas y fianzas y refugio y destino “noble” de excombatientes de las infinitas invasiones y operaciones militares yanquis en el mundo.
Esta esencia supremacista explica, por qué, frente a una rebelión de tamaña magnitud, a pesar de la crisis política, y para superarla, los asesinatos de afroamericanos desarmados a mansalva, a manos de los cuerpos policiales, siguen ocurriendo. Tratan de amedrentar a los manifestantes, de imponer el terror, la derrota moral, para colocar de nuevo “las cosas en su sitio”. Como contraparte nos muestra que las consignas de desmantelar la policía, inician en el contexto democrático, pero tienen un carácter transitorio.
Ante el fracaso del toque de queda, en junio, Trump decidió públicamente llamar al Ejército directamente a las calles a impedir las movilizaciones, tal cual haría cualquier estado burgués. El Pentágono no acató la instrucción. Al menos seis altos oficiales -activos y retirados- del Ejército se expresaron por los medios contra esta instrucción. Argumentando que ello comprometería la imagen y moral del cuerpo armado. Frente a esto Trump mediante un decreto organizó, un pequeño ejército de varios miles de hombres fuertemente armados, miembros de la Seguridad Presidencial, Inmigración, Aduanas, etc. que actúan como ejército de ocupación, con enfrentamientos armados, secuestros de manifestantes, etc., en las ciudades más rebeldes. No tuvo éxito.
La represión no ha logrado derrotar la rebelión, al contrario ha ampliado el espectro social de las protestas. A las luchas de los jóvenes negros, se unieron jóvenes de todas las etnias. Luego se han incorporado manifestaciones de trabajadores estructurados, bien negándose a prestar apoyo a la represión, bien con acciones de huelgas directas como los trabajadores portuarios, los maestros y trabajadores de la salud. Luego se crearon el “Muro de Mamás” fórmula que integró a mujeres de mediana edad, en Portland, a la defensa contra la represión de los más jóvenes y resueltos. Esto se extendió a muchas ciudades, seguidos del “Muro de Papás”, incluso un “Muro de Veteranos”
El acribillamiento de otro afroamericano, Jacob Blake, en agosto, llenó de nuevo las calles de todo el país con manifestaciones e hizo estallar una huelga entre los jugadores de baloncesto profesional. Tras la NBA, vino el futbol americano, beisbol, soccer y tenis, Este curioso sector social, que al mismo tiempo es asalariado, laborando muchas veces en condiciones de sobreexplotación y haciendo huelgas por mejoras salariales y que al mismo tiempo son privilegiados millonarios; obligaron a los propietarios de los equipos a aceptar campañas contra el racismo incluyendo los uniformes en los juegos en uniformes y con la explicita consigna de “Black Lives Matter” pintada en las canchas.
La rebelión anticolonial desbordó las fronteras y desató una movilización mundial con protestas solidarias en países de todos los continentes: Australia, Reino Unido, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, España, Hungría, Finlandia, Canadá, Suecia, Brasil, Corea del Sur, India, Ghana, Kenia, Liberia, Austria, Nigeria, Sudáfrica y en decenas de otros países. Ya esta movilización está luchando por sus propios casos, como Adama Traoré en Francia, o los indígenas maoríes en Nueva Zelanda y Australia.
La rebelión ha provocado elementos importantes de crisis ”en las alturas”. La institución policial, fuertemente desacreditada desafiada y retada por los manifestantes, con consignas pidiendo su disolución, y con enfrentamientos ocupaciones e incendios de comisarías, se divide frente a la revuelta. Mientras algunos siguen asesinando impunemente a ciudadanos desarmados, otros se solidarizan públicamente con las protestas, llegando a participar en algunas de ellas. Incluso algún jefe de policía mandó a callar al propio Trump por sus comentarios racistas.
Los voceros más importantes, incluyendo Trump, se han contradicho frecuentemente y es común las discrepancias y desplantes en redes sociales y medios de comunicación entre altas figuras políticas, incluyendo gobernadores, alcaldes y parlamentarios. Los 4 ex presidentes con vida, (Carter, Clinton, Bush y Obama) han criticado fuertemente la actuación policial y las medidas y posiciones asumidas por Trump.
El desacato y réplica de los altos mandos del Ejército a su intención de ser usados en la represión, muestran su temor a que la crisis que afecta a las policías, afecte también a las Fuerzas Armadas más poderosas del planeta. Otros elementos pudieran indicar que ya tal crisis existe, en el marco de un fracaso económico y político de sus principales ofensivas militares de este siglo:
- Pactan la retirada de las tropas de Afganistán, en medio de una torpemente manejada negociación con el Talibán.
- Dejan sin respuesta el exitoso ataque de Irán a dos bases militares estadounidense como venganza declarada por el asesinato de Soleimani en Enero.
- Ante la conmoción entre veteranos –quizás entre tropas activas- por el abandono a que fue sometido el portaviones insignia (Theodore Roosevelt), afectado abrumadoramente por la COVID en altamar, dan de baja al Capitán de la embarcación que hizo la denuncia pública; para luego reintegrarlo a sus funciones.
- Las FFAA se niegan a movilización masiva de buques al Caribe que ordenó Trump, para intimidar a Venezuela con la excusa del narcotráfico.
- El fracaso, con visos de ridículo, en la incursión mercenaria a Venezuela, en Mayo.
- Las incumplidas amenazas de bloquear militarmente el tránsito de tanqueros iraníes que trajeron gasolina a Venezuela,
Sin duda estos no son ejemplo de la conducta usual de esta superpotencia militar imperialista.
Siendo consecuentes con el carácter intrínseco del supremacismo racial en el régimen político estadounidense, es claro que el haber llevado a la Presidencia a un afroamericano (Obama), mostraba de por sí una alteración de los patrones de control del poder; aunque de su gestión sólo se recuerde un sistema médico privatizado, que Trump quiere eliminar y el incremento en los maltratos y asesinatos contra afroamericanos por la policía y civiles, con el silencio complaciente del Presidente Negro
Vista la contundencia y radicalidad de las movilizaciones de masas y los elementos de crisis en el régimen, podemos caracterizar que una situación revolucionaria se ha abierto en el país más poderos del planeta. Los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir como hasta ahora. La correlación de fuerzas entre las clases ha cambiado a favor del proletariado. Este es un acontecimiento fundamental en un panorama de crisis económica y políticas de ajuste. Esta correlación abre oportunidades a más y mayores luchas de las masas; que son previsibles en el escenario de crisis sanitaria y económica instalada en este país.
En este contexto, estamos a cuatro semanas de las elecciones presidenciales norteamericanas. Las elecciones son un escenario de combate entre las opciones imperialistas, enfrentadas en cómo manejar la crisis; pero este enfrentamiento está muy por encima de lo electoral y la muy probablemente sus resultados no la resolverán. Están enfrentadas dos estrategias imperialistas
La primera de ellas, encarnada electoralmente por Joe Biden, refleja a la mayoría del partido demócrata y sectores incluso del partido republicano, que están claramente orientados a ceder pequeñas concesiones a las masas para mejor maniobrar y desgastar la energía de sus movilizaciones. Están por vencer sus resistencias con una mezcla de ilusiones y una administración menos evidente de la represión, pero siempre tras un lenguaje de aceptación e inclusión de las minorías. como muestran alcaldes y gobernadores de ese partido. En esta estrategia se inscribe la figura de Bernie Sanders, quien se proclama socialistas, siendo parte del partido demócrata, donde cuenta con un movimiento (Democrats Socialists of América) que cuestiona elementos del “desarrollismo” contra el ambiente y los rasgos más agresivos del neoliberalismo; en lo que aparente ser un aprendizaje del rol jugado por la socialdemocracia en Europa las últimas décadas del siglo XX. Siendo defensores claros del capital imperialista, se muestran más orientados a aprovechar la preeminencia yanqui para explotar todas las “oportunidades de negocios” en todos los rincones del planeta.
La segunda estrategia que encarna Donald Trump, es un proyecto claramente fascista. Frente a las necesidades y las demandas de los trabajadores y de las minorías raciales su política es de disciplinamiento severo a través de la represión. Su discurso xenófobo, no va dirigido solo a frenar la inmigración latinoamericana que ya no les es útil y ganarse una base social ultraderechista, sino también a rivalizar con la dependencia de procesos productivos en países extranjeros para la obtención de plusvalía; especialmente en el caso de China. Sus decisiones, no siempre respaldadas de militarización de las protestas no son aspavientos, como demuestra la creación de la Fuerza de Protección de la Comunidad Americana (PACT, por sus siglas en inglés) el ejército dependiente directamente dela Casa Blanca, que usa -con métodos de guerra civil- contra las poblaciones alzadas en la rebelión antirracista. Es promotor público y entusiasta de la organización armamento y accionar de choque de las numerosas bandas armadas fascistas que existen en los EEUU y que ya han protagonizado enfrentamientos armados con las movilizaciones con varias fatalidades de ambos bandos. No muestra mayor respeto por los formalismos del intrincado de leyes, lobbys y acuerdos en que se mueve internamente la burguesía imperialista yanqui y amenaza a cada instante con saltárselos para hacer avanzar cualquiera de sus políticas. Esta opción es también claramente defensora del capital imperialista yanqui, mostrando importantes diferencias sobre cómo enfrentar la crisis y el modelo político que impulsado para mantener la dominación del imperialismo norteamericano en el mundo. Este proyecto fascista en marcha, cuanta con aliados muy relevantes en el mundo, especialmente Bolsonaro en Brasil y Modi en India.
Ambas estrategias, que viene operando desde hace algunos años, se enfrentan ahora a un ascenso revolucionario, que de consolidarse y avanzar en organización y triunfos concretos será la mayor palanca objetiva para la revolución en el planeta entero, por el peso específico político y económico de su clase obrera, por el efecto de irradiación que tendría y por la inhabilitación del mayor mecanismo de derrotas y aplastamiento de revoluciones que ha sido su propio Estado Imperialista.
5.- China, India, Asia y Oceanía: Acumulación capitalista, planes de expansión y ascenso de masas
La implantación del neoliberalismo marcó sus primeros avances en el Asia Oriental, que fue mostrado en los primeros años, como evidencia de su éxito; principalmente en Japón, Singapur, Tailandia, Indonesia, Malasia y Corea del Sur.
A la derrota de Japón en la SGM, con la devastación del criminal bombardeo nuclear norteamericano siguió una reconstrucción de la economía, tutelada por EEUU. Con la campaña ideológica de reconstruir la “moral nacional” y saltar a la modernidad tecnológica que los había derrotado convencieron a la derrotada clase obrera japonesa de entregarse a estresantes y deshumanizantes ritmos de trabajo que lograron una productividad del trabajo altísima. Japón recuperó rápidamente su posicionamiento económico como potencia imperialista. Corea del Sur, después de la Guerra que mantuvo la división con el Norte, fue objeto de grandes inversiones norteamericanas y japonesas, con férereos regímenes políticos que impusieron una fuerte industrialización bajo ritmos de trabajo semejantes a los japoneses, pero con aún menores beneficios sociales. Su par, Corea del Norte, donde la burguesía fue expropiada, tuvo un más modesto desarrollo, basado sobre todo en grandes infraestructuras para la producción agícola y una impresionante industria militar.
La avanzada neoliberal es impulsada por la burguesía imperialista japonesa, siendo vanguardia en tecnologías de punta como electrónica, computación gráfica y robótica; y con una clase obrera sometida a una agresiva política laboral de “involucramiento”, que implicó la subordinación de su talento intelectual y su vida a las empresas a cambio de estabilidad laboral, generando una competitividad feroz entre trabajadores que anulaba la solidaridad necesaria de clase para defenderse y organizarse. En esto se basó su crecimiento, simbolizado en industrias élite del mundo como Toyota. Los capitales japoneses entraron a raudales en las abiertas economías asiáticas, primeramente en actividades industriales, muchas de ellas exportadas de Japón para aprovechar salarios más bajos y cercanías a las materias primas. Luego su búsqueda de rentabilidad los llevó a las actividades especulativas. Consiguieron aliados en las burguesías de estos países. A la par los imperialismos yanqui, francés y británico capitanearon la masiva implantación de producción a través de maquilas en el resto de Asia
Las mayores manifestaciones de resistencia a los planes neoliberales en los 80 y 90 se expresaron en Corea del Sur, Filipinas e Indonesia con masivas manifestaciones estudiantiles y algunas importantes huelgas laborales, logrando en los tres casos, los derrocamientos por la movilización de masas de las dictaduras proyanquis de Chun, Marcos, y Suharto, respectivamente.
La implosión de una burbuja especulativa en Tailandia, desató la crisis económica de 1997, de la cual el imperialismo japonés no se ha recuperado plenamente como explicamos líneas arriba, dada su escasez de recursos naturales y su dependencia de los procesos productivos distribuidos entre los países del área. Después de dos decenios de disminución del salario real promedio de los trabajadores; el Estado Imperialista japonés prepara un paquete de medidas para manejar la mayor recesión económica en 65 años, que pondrá a prueba la prolongada “paz social” mantenida sobre la fragmentación dela clase trabajadora.
Tampoco las semicolonias que habían mostrado llamativos crecimientos económicos han vuelto a esos ritmos; salvo Corea del Sur, gracias a su gran industrialización, especialmente en telecomunicaciones y electrónica, liderizada por los conglomerados Samsung, Hyundai, Daewoo y LG.
De esa debilidad del imperialismo japonés surgió una ventaja para el posicionamiento económico de China, especialmente tras la crisis del 2008; lo que potenció la restauración capitalista que ya avanzaba de aquella China que en el ascenso revolucionario de post guerra logró su independencia del imperialismo y expropió a la burguesía, forjando un estado obrero, controlado por una burocracia, que pactó la restauración capitalista en los 70 con EEUU y cuatro décadas después se ha transformado en la segunda mayor economía del planeta y proyecta el agresivo plan de desarrollo capitalista global que discutimos en páginas anteriores.
Siguiendo el ejemplo chino, Vietnam y Camboya dos países donde décadas antes se expropió la burguesía luego de cruentas guerras de independencia, fueron conducidos a la restauración capitalista, con la activa participación de esas mismas burocracias que las gobernaban férreamente; sobre todo el caso de la camboyana reconocida por sus actitudes sanguinarias y de terrorismo de Estado contra su población. La liberalización económica ha castigado duramente a la ya golpeada Camboya sumándole a sus problemas, una prostitución y trata de personas masiva y sin control, deforestaciones devastadoras, tráfico y disposición inadecuada de desechos tóxicos producidos en el extranjero y desarticulación de los procesos productivos básicos y del funcionamiento de los servicios públicos.
Una década después de la derrota de Tiannamen surgió una oleada de protestas en las fábricas chinas cuyos puestos y condiciones de trabajo eran más afectadas por las privatizaciones, con un pico en 2003, pero no lograron mayores conquistas. En 2016, surgió otra importante oleada que fue respondida con muchas más concesiones y reivindicaciones básicas a las trabajadores, para lograr recuperar la “paz social”.
Hoy no se están viviendo grandes oleadas de huelgas, pero destaca una peculiar forma de lucha masiva de la clase obrera más tecnificada del mundo, empleada en las compañías de muy alta tecnología como Alí Baba y Huawei. A través de una plataforma digital, que es usada para el control laboral y funciona como una red social,los trabajadores se organizan para bloquear las cargas exageradas de trabajo y los castigos a los desempeños que aplican cuando no se cumplen, unificados bajo la consigna de acabar con el 9-9-6, como identifican las extenuantes y rutinarias jornadas de trabajo de 9 am a 9 pm por seis días a la semana, 72 horas semanales. Estos trabajadores forman parte de la masas de 300 millones de personas –y sus descendientes- que migraron de pueblos y campos a las grandes ciudades de la costa, en medio de la intensa industrialización de las últimas tres décadas. Este sector de la clase trabajadora fue “domesticado” con ingresos relativamente altos y con acceso al consumismo más alto de productos de comunicación, tecnología doméstica, video juegos y telecomunicaciones del mundo. Ahora resienten muchos años de jornadas de trabajo extenuantes. La lucha superó el control de las cadenas supervisorias. El propio Jack Wa, multimillonario dueño de Alí babá, ha cuestionado públicamente la resistencia, e insistido en mantener esos ritmos de trabajo. Donde si está presente claramente las movilizaciones de masas es en Hong Kong. Este ex enclave colonial del imperialismo británico, ahora región china bajo régimen de cierta autonomía ha visto con frecuencia llenarse sus calles de multitudinarias manifestaciones ante varias iniciativas de control que se han intentado imponer desde Beijing.
La crisis económica que se agudiza con la pandemia afectará también a China, y pudiera generar nuevas y mayores movilizaciones de masas, aunque hay que considerar el prestigio que ha ganado el gobierno chino por la respuesta frente a la pandemia, seguramente reevaluada como positiva frente a los estragos que están ocurriendo en EEUU, Europa y Latinoamérica.
India, la otra poderosa economía superpoblada de Asia, coincide con China en la independencia a finales de los 40, pero esta fue pactada con el imperialismo británico y nunca trascendió los marcos de las relaciones sociales de producción capitalista. India mantuvo el rol asignado de proveedor de materias primas a la economía inglesa, y posteriormente fue privilegiada localización de sus inversiones industriales desplazadas de las metrópolis en la política de sustitución de importaciones, al igual que Pakistán y otros países de la zona.
El neoliberalismo pisó fuerte en India y toda Asia Meridional y Sudoriental, con énfasis en la instalaciones de numerosas fábricas de media y baja tecnología, en pésimas condiciones laborales, -las llamadas maquilas-, que incrementaron las tasas de ganancias de grandes y reconocidas empresas imperialistas de bienes de consumo, como textiles, calzado, artículos deportivos, etc. La acumulación de capitales de estas actividades, y del crecimiento y complejización del mercado interno en contínuo crecimiento y urbanización, permitió a la burguesía india, en este siglo, conquistar una sitial en el área de la informática, que es la punta de lanza de su economía, siendo el mayor exportador de software y servicios informáticos del planeta. Su nuevo poderío económico incluye importantes inversiones en el extranjero, con presencia en África, además de su inmediato entorno asiático.
Esa realidad también ha creado una clase obrera muy numerosa, que ya ha dado importantes muestras de fuerza. La más importante un par de huelgas generales, en 2019, convocadas por fuertes organizaciones sindicales, contra los planes neoliberales del ultraderechista gobierno de Narendra Modi, con participación de unos 250 millones de trabajadores: La manifestación obrera más grande de la historia.
La minoría musulmana, de unos 200 millones de personas, también ha protagonizado masivas y violentas manifestaciones contra normas y regulaciones discriminatorias en su contra.
La crisis económica creciente, las contundentes demostraciones de fuerzas con las huelgas generales y el manejo inhumano de la pandemia, plantean las posibilidades de nuevas movilizaciones de masas y conflictos sociales en el corto plazo.
En esta nueva oleada el proceso más contundente es el de Indonesia, donde la movilización de masas ha abierto una situación revolucionaria. Las masas han enfrentado en varias ocasiones desde el año 2018 al gobierno del ultraderechista Joko Widodo, primero por acusaciones de fraude electoral y posteriormente contra el intento de aplicación de un retrógrado y represivo código penal, heredado de la época en que eran colonia holandesa. También reclaman la desmilitarización del país, el repliegue de la Policía y el Ejército de Papúa, donde han sido reprimida sanguinariamente las manifestaciones; el fin de los incendios en las selvas de Sumatra y Kalimantan, la libertad de los presos políticos y el fin de la criminalización de las protestas.
Tailandia a mediados del 2020 generó movilizaciones masivas convocadas por jóvenes que se han extendido a toda la población contra la Junta Militar y la Monarquía, identificadas con represión corrupción y despilfarro, mientras aplican medidas de ajuste. Bangkok y las principales ciudades se paralizaron con protestas que claman «¡Abajo la dictadura!» y exigen: que se disuelva el parlamento, que se reescriba la Constitución y la reforma de los privilegios de la monarquía, Curiosamente, utilizan un video juego que tiene referencias geográficas en la realidad (Pokemon Go) para convocar las manifestaciones.
En Sri Lanka protestas masivas reclamaron el aumento de los precios de bienes de primera necesidad, falta de corriente eléctrica, problemas en la agricultura, odio racial, y aumento del precio de los combustibles.
Con menor masividad y contundencia también han habido expresiones de masas en otros países de la región, como Pakistán por derechos a la sindicalización estudiantil y pidiendo disolución del parlamento y renuncia del gobierno acusados de corrupción; y Bangladesh contra un impuesto propuesto sobre las toallas sanitarias. la prohibición de uso del transporte tradicional (rickshaws) en la capital y una protesta por el extraño asesinato de un líder estudiantil.
Aunque no han sido protagonistas de primer orden, las masas en Australia han marcado una importante presencia con manifestaciones de varios miles y en ocasiones decenas de miles en las principales ciudades, principalmente por temas ambientales. También han estado presentes, al igual que en la vecina Nueva Zelanda, las comunidades indígenas, en medio de la expresión anticolonial de este oleada; logrando que los gobiernos retiraran varios monumentos a connotados colonizadores antes de que las manifestaciones para tumbarlas fueron firmemente convocadas. Ambos temas han enfrentado a los manifestantes con el Primer Ministro de Australia que es abiertamente defensor de la contaminante explotación de carbón a cielo abierto y es acusado de negligencia en el ataque a los voraces incendios usuales en los últimos periodos de sequía. Ante el retiro de las estatuas. El Primer Ministro Blister defendió públicamente el supuesto legado civilizador del conquistador inglés de Oceanía John Cook. Caso contrario, la Primera Ministra de Nueva Zelanda, la socialdemócrata Jacinda Ardern, ha logrado un grado de reputación muy alta, a partir de los resultados de su política de aislamiento y cierre de fronteras frente a la COVID-19; a pesar del alto costo para el comercio y el turismo.
La importancia que está cobrando la minería de metales asociados a las nuevas tecnologías, algunos de los cuales Australia posee, como litio y coltán, sumados al carbón; y el ánimo por las demandas identitarias y territoriales que están cobrando las comunidades originarias, posibilitan manifestación de conflictos sociales, en el porvenir.
6.- Europa El “viejo” continente –no tan unido- , empieza a ser sacudidopor un ascenso de masas.
La devastación de la SGM significó una oportunidad de relanzamiento económico, pues la masiva destrucción de fuerzas productivas resolvió por un tiempo los problemas de sobreproducción que llevaron a esta conflagración, a caballo del afán de conquistar nuevos niveles de explotación que planteaba -y plantea aún hoy- la perspectiva nazi fascista al futuro de la Humanidad. El principal beneficiario de este crecimiento postguerra fue EEUU, que financió a través del Plan Marshall -y con el aval de sus fuerzas militares- las inversiones de esta muy lucrativa reconstrucción de Europa.
Las burguesías europeas tuvieron que sortear el obstáculo de la oleada revolucionaria que se inició en las postrimerías de la SGM y se acrecentó con la derrota del Nazismo. Importantes concesiones y reivindicaciones socioeconómicas a la clase trabajadora y las masas de Europa Occidental, fueron necesarias para evitar estallidos revolucionarios, y crearon la política del “Estado del Bienestar” logrando en buena medida la paz social deseada.
Contaron para ese freno a las revoluciones con la colaboración del estalinismo, que pactó repartir el mundo, desalentando y traicionando cualquier iniciativa insurgente del proletariado y las masas en los países bajo dominio directo del imperialismo. Su recompensa fue la no intervención militar del imperialismo en los países de Europa del Este que fueron liberados del nazismo al avance del Ejército Rojo y donde se expropió a la burguesía a caballo de las rebeliones obreras, campesinas y partisanas.
También en el Este hubo una reconstrucción de lo devastado, esta vez bajo el férreo control de la burocracias estalinista y de sus hermanas menores en cada país, que tenían el prestigio de haber derrotado al horror del nazismo.
Cuando las tasas de ganancias empezaron a caer a finales de los 70, la burguesía imperialista europea se trazó dos estrategias claves para relanzar su acumulación capitalista: la primera, la unificación de un mercado y moneda comunes europeos, la segunda la restauración capitalista de las fuerzas productivas en las áreas expropiadas del Este.
El Plan de la Unión Europea, incluyendo las llamadas “cuatro libertades fundamentales” referidas a la libre circulación de trabajadores, mercancías, servicios y capitales, se concretó exitosamente. Logró, en primeras instancias, dinamizar las economías europeas, reordenando sus planes e inversiones productivas para aprovechar los accesos de materias primas, desarrollos tecnológicos desiguales y la clase obrera de menor costo. Por supuesto, tales ventajas fueron aprovechadas por las corporaciones más fuertes, especialmente alemanas, francesas y en segundo lugar británicas, A la par, se desmontaba agresivamente el “Estado del Bienestar”, en toda Europa Occidental, con la privatización de los servicios públicos y la flexibilización laboral. Mientas más crecía la acumulación de capitales en las grandes corporaciones, más creció la desigualdad entre las economías de los países, fortaleciéndose el eje dominador establecido entre Alemania y Francia; y secundariamente el eje financiero del Norte: Holanda y Escandinavia (Dinamarca, Suecia y Noruega); y la Gran Bretaña, en desmedro de los países mediterráneos, que tendieron a desindustrializarse.
En el Este la propia burocracia estalinista rusa formuló el plan de restauración capitalista, con el célebre plan de reformas económicas “Perestroika” y de reformas políticas “Glasnost” de Mijail Gorbachov. Percibiendo la debilidad burocrática, las masas entraron en acción y terminaron en una oleada de tres años derribando todas las burocracias estalinistas, aun las que resistieron con violencia como Ceaucescu en Rumania. Como indicamos líneas arriba, este triunfo democrático fue rápidamente expropiado por el Imperialismo y los anhelos de libertad se utilizaron para imponer la restauración del capitalismo, junto con la propia burocracia. Todos los países, Rusia y Polonia principalmente, fueron sometidos a planes de ajuste severísimos del FMI, para establecer las nuevas relaciones sociales de producción y desmontar todo lo que quedaba de beneficios a la clase trabajadora. En pocos años, de los restos de la burocracia gobernante, aliada con EEUU y Europa, surgió una fuerte burguesía. Cuando y donde las masas trataron de levantarse contra las consecuencias de estos ajustes, fueron frenadas o directamente derrotadas. La clase obrera confundida, desmoralizada y asediada por guerras étnicas –algunas de rasgos fascistas- en Europa Oriental y por migraciones masivas no pudo contener tal ofensiva.
Comentamos antes el aporte de la apropiación capitalista de las fuerzas productivas de Europa del Este y la explotación de mano de obra calificada al enriquecimiento de los nuevos capitalistas del Este y los viejos imperialistas del Oeste de Europa.
La crisis económica del 2008 impactó a Europa; mostrando con más agudeza las diferencias entre los países. En los años subsiguientes, los planes de ajustes impuestos por la Troika (CE, BCE, FMI) establecieron severas condiciones de ajuste, sobre todo a las economías menos dinámicas (Portugal, España, Irlanda, Italia y Grecia), aumentando la brecha que los separa de los poderosos imperialismos alemán y francés, y favoreciendo a los financistas de esos ajustes, los prestamistas del Norte (Suecia, Holanda, Dinamarca y Noruega) Justamente los países más débiles de Europa ya habían sentido con más fuerza el primer impacto de la crisis, con un colapso inmobiliario, especialmente en Irlanda, Grecia y España. En el Estado Español se hizo cotidiana la expulsión policial de familias adquirientes de sus viviendas, que eran “desahuciadas” por los bancos financistas y las expropiaban dejándolas en la calle. La rebelión griega y los importantes movimientos de España y Portugal –ya comentados- mostraron el descontento de masas, aunque ninguno logró un triunfo contundente. La clase obrera del Este que migró en los 90, fue asimilada en el Oeste, y gracias a la flexibilización laboral, la UE creó un vasto contingente de trabajadores y trabajadoras precarios y subremunerados, a disposición de las empresas, muchas veces llamados “quinientoseuristas” para indicar que ganan muy por debajo de los estándares formales de salarios mínimos. L existencia de este ejército industrial de reserva, explica la radicalidad de la UE en tratar de evitar y reprimir las migraciones en los últimos años.
Mientras la Unión Europea sorteaba la crisis descargándola sobre los hombros de la clase trabajadora, con énfasis en la de los estados del Mediterráneo y los periféricos; se fortalecieron dos polos de acumulación capitalista al Oriente del continente: Rusia y Turquía.
La recién creada burguesía rusa, gracias a la terapia de choque neoliberal que disminuyó sensiblemente los costos de la mano de obra y la muy importante capacidad industrial instalada apropiada en el retorno al capitalismo, logró una alta acumulación de capitales en corto tiempo. Esto la llevo a la necesidad de expansión a su entorno. Como parte del proceso de fortalecimiento necesario para este plan, el gobierno de Vladímir Putin, renacionalizó gran parte de su sector energético, usándolo como pieza de su política exterior junto con su poderío militar. En esa perspectiva, Rusia rivaliza seriamente con Europa Occidental y los EEUU en Europa del Este, tratando de ampliar su predominancia política y con ello llevando sus inversiones a estos países; mientras los segundos tratan de aislar a Rusia -utilizando incluso sanciones económicas-, e incorporar a Europa del Esta a la UE, en lo que sobre todo Alemania ha salido favorecida. Este es el trasfondo de la guerra y secesión de Ucrania. Esta rivalidad también se expresa claramente en el Medio Oriente, sobre todo en Siria, y ya se manifiesta en África Subsahariana.
Por su parte Turquía mostró un importante crecimiento industrial en este siglo, que permitió una importante acumulación de capitales e incluso, al menos hasta el 2018, ceder concesiones crecientes a la clase trabajadora de ese país. Aún con cierta movilización social de cote reivindicativo, con crisis en el régimen que llevaron a un intento fracasado del golpe militar en 2016 –que fue rechazado masivamente con enfrentamientos violentos entre civiles y golpistas-, y al crecimiento político y de la representación parlamentaria de los kurdos, Erdogan ha conducido una política independiente e incluso de confrontación con sus aliados de la OTAN, la UE y los EEUU, tratando de imponer condiciones políticas en su área de influencia, entre Europa del Este, Asia Central y Medio Oriente. Sin contar con el poderío militar de Rusia, el régimen turco ha estado involucrado directamente en la Guerra de Siria, siguiendo sus propias pautas e intereses, y en acciones militares en Irak; siempre muy enfocados en restringir las acciones independentistas de las organizaciones políticas y militares kurdas dentro y fuera de las fronteras turcas. Los roces con la UE y EEUU están acrecentados en la actualidad, en medio de una escalada de conflicto que puede llevar a enfrentamiento bélicos con Grecia, en disputa por yacimientos petrolíferos recién descubiertos en el mediterráneo Oriental, por los que rivalizan, Turquía por un lado y por el otro lado Grecia, aliada a Israel, Egipto y Chipre. Esta alianza tiene como operadores a las empresas petroleras ENI de Italia, la francesa Total, bajo coordinación de la norteamericana Chevron,
La fortaleza de la Unión Europea acaba de recibir una conmoción con la separación de Gran Bretaña. Desde hace algunos años hay resistencia de la burguesía imperialista británica acerca de permanecer en esta Unión, pues sienten que en la dialéctica de unidad-competencia han salido desfavorecidos. Con la salida británica, figuras políticas relevantes de los Imperialismos europeos muestran temor frente a la posibilidad que se pueda resquebrajar esta exitosa estrategia, por el abandono de uno de los más fuertes de sus miembros.
La real crisis política se desarrolla en Gran Bretaña, haciendo dimitir a dos primeros ministros: primero, David Cameron, quien prometió el referéndum, pero asumió como una gran derrota sus resultados; luego, Theresa May ante reiterados fracasos en las negociaciones de “divorcio”, con Bruselas. Los partidos tradicionales Conservador y Laborista están divididos en cuanto a este tema y se han enfrentado, en declaraciones públicas, voceros de las distintas posiciones. El referéndum del 23/06/2016 no tenía carácter vinculante. Se utilizaron múltiples formas de dilación y se insinuaron intentos de revertir sus resultados, sin concretarse. Es públicamente aceptado por los líderes políticos de la burguesía británica que no se puede ignorar este referéndum, pues la tensión social podría salirse de control. Así pues, la separación se concretó en el 2020.
Sin duda, la exigencia del Brexit tiene profundas raíces en las sociedades británicas. Aunque ha habido una gran campaña del ultraderechista Partido Independentista del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés), no ha logrado mostrarse como el gran ganador de esta contienda. Hay una decepción, o frustración de fondo de los trabajadores y las clases populares inglesas, galesas, irlandesas y escocesas que se ha expresado en esta presión por salir de la UE. La expectativa de solución a sus problemas, que se vienen acrecentando tras la crisis económica iniciada en 2008, no está a la vuelta de la esquina. Al contrario, la perspectiva de los economistas es que Gran Bretaña sea el país más afectado por la presente recesión entre los desarrollados. Las medidas para enfrentar esta recesión, que aplicarán las burguesías británicas y su Estado imperialista recaerán duramente sobre sus proletariados y tensarán aún más esas temidas tensiones sociales.
La oleada revolucionaria empezó a sentirse con fuerza en Europa a mediados del 2018, con importante presencia de calle en las protestas ambientales, con la presencia en Alemania, Austria y los países nórdicos de estudiantes exigiendo una mayor protección del clima, liderados por el movimiento «Viernes para el futuro», de la activista climática sueca Greta Thunberg. A lo largo de todo el continente se evidencia la presencia de luchas contra el perfil patriarcal y heteronormativo de la sociedad capitalista, con destacada participación de la comunidad LGBT+ polaca contra las medidas represivas del gobierno. En varios países, en respuesta a acciones agresivas de calle y al acceso a mayor poder en los estados de organizaciones ultraderechistas, se han dado movilizaciones contra el fascismo, en Noruega, Suecia, Alemania, Austria, Escocia y –las más masivas- en Italia.
Se ha manifestado una fuerte presencia de las reivindicaciones independentistas, con movilizaciones masivas, referendos y conflictos institucionales, especialmente los escoceses, y más aún los catalanes. Ambas luchas están circunscritas a una reivindicación democrático-burguesa, insatisfecha desde hace siglos. La dirección burguesa escocesa, aprovecha las dificultades de Inglaterra, en la salida de la UE, para pactar una autonomía que no cuestione el control de la corona británica y sus fuerzas armadas, ni el dominio de la libra esterlina. Los catalanes han planteado una lucha más radical, que ha sacudido Cataluña y todo el Estado Español, pues aspiran a una república completamente independiente de la corona española. Tal lucha presenta un carácter transicional pues la corona es el centro del Estado capitalista español, y ha tendido a superar en varias ocasiones a sus direcciones burguesas tradicionales -aún con prestigio-, dando cabida a algunos partidos de izquierda, como ERC (Esquerda Republicana Catalans) y varias organizaciones de base, surgidas al calor de la lucha, como la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Tsunami Democrático (TD), y los Comités de Defensa de la República (CDR).
Ya corriendo el 2020, la pandemia arrasa a Europa poniendo una nueva lápida a la tumba del “Estado del Bienestar”. La privatización de los sistemas de salud, antes orgullosa conquista de las clases trabajadoras europeas, y la política de ignorar y subestimar los impactos de la enfermedad, para no afectar los negocios de los grandes capitalistas han sido un “cóctel” desastroso para millones europeos, que no compran las campañas de falsa libertad que promueven muchos estados, con apoyos de nazis y ultraderechistas, para limitar al mínimo las medidas de prevención y rompimiento de las cadenas de contagio. La lucha de clases, ha entrado en el tema de la pandemia, con manifestaciones de trabajadores de la salud en muchos países, en reclamo a sus condiciones de riesgo frente a este fenómeno. También se expresó claramente en Madrid en Septiembre, con un contundente cierre de vías contra la segregación clasista en el tratamiento de las medidas de distanciamiento social, ordenada por la presidenta regional de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quien ordenó cerrar todas las áreas de atención social y servicios en los barrios obreros y populares madrileños y, al mismo tiempo, mantener millares de personas cotidianamente en sistemas de transportes atestados, para que asistieran al trabajo y a realizar compras.
La rebelión antirracista y anticolonial, que estalló en EEUU tuvo su reflejo en Europa, con manifestaciones masivas y recurrentes en varios países, las más notorias en Inglaterra, Escocia, Francia y Bélgica. Los reclamos ante los maltratos policiales a los inmigrantes, incluso casos de asesinatos pendientes por justicia, y el ataque y derribo por movilizaciones masivas de estatuas de colonialistas y esclavistas -incluyendo las de Winston Churchill y el Rey Leopoldo de Bélgica- sacudieron estos países.
Este ascenso revolucionario es decididamente más contundente en el Este. Bielorrusia vive una situación revolucionaria, a partir de un estallido de indignación motivado a los resultados electorales oficiales de un aplastante 80% a favor del gobernante Alexander Lukashenko que no generó ninguna confiabilidad ante el común de la gente. Las manifestaciones fueron reprimidas lo que provocó que se extendieran rápidamente y activara a la poderosa clase obrera industrial de este país, discutiendo en masivas asambleas y decidiendo apoyar las protestas con huelgas y sumándose a las manifestaciones de calle. Bielorrusia no aplicó los intensos planes de ajuste que fueron aplicados en Polonia, Rusia y otros países en el proceso de restauración capitalista de los 90; incluso la mayor parte de las empresas siguen siendo del Estado; más sin ninguna forma de control real del proletariado. Esto le ganó un gran prestigio a Lukashenko a inicios de su mandato y por varios años. Merced a elementos de crisis económica y a la política antidemocrática, tal prestigio se ha desgastado, hasta llegar a esta rebelión. Minsk y Moscú, denuncian sistemáticamente la intromisión de la UE y del imperialismo yanqui, como promotores de la revuelta. Hay algo de verdad. Sin duda están tratando de aplicar su fórmula de la “revolución de colores” para tomar la dirección de este espontáneo movimiento de masas y volcarlo a su favor. De hecho, la candidata perdedora, Svetlana Tijanóvskaya, abiertamente pro UE y neoliberal, está siendo promovida en Europa, para una “presidencia paralela” para intentar un cambio de régimen a su favor o una eventual secesión del país similar a Ucrania. Sin embargo, la realidad bielorrusa de hoy no se parece a la ucraniana de 2014 con fuetes movimientos fascistas con apoyos de masas, que terminaron dividiendo el país. La movilización espontánea de las masas bielorrusas, abvaza hacia consignas más democráticas y aunque algunos opositores burgueses al gobiernos ensalzan las supuestas virtudes que traería la adhesión a la UE, eso no se manifiesta en las calles, menos aún desde que la clase obrera está tomando protagonismo.
Antes de ella Bulgaria, la República Checa, Rumania, y Serbia fueron en escenario de masivas movilizaciones, durante los años 2018 y 19, originando crisis políticas con sus intensas exigencias de dimisión de sus mandatarios. Marcaron pauta las acusaciones de corrupción contra el primer ministro checo Andrej Babis, investigado por utilizar fondos de la UE, para enriquecer al consorcio agroalimentario Agrofert, de su propiedad; y las manipulaciones electorales, como en el caso de las recientes protestas en Serbia contra el gobierno de Aleksandar Vucic.
También hubo manifestaciones masivas en Hungría, contra el intento de imponer una ley que obligaría a los trabajadores a laborar hasta 400 horas suplementarias al año sin remuneración; en Malta, las protestas –que han continuado- lograron la dimisión del primer ministro Joseph Muscat, en medio de denuncias sobre implicación en el asesinato de una periodista que denunciaba corrupción política asociada a empresarios implicados en lavado de dinero. En Albania, las masas salieron a las calles contra el abuso electoral y acusaciones de corrupción y vinculación al tráfico de droga del gobierno de Edi Rama. Las calles de Turquía vivieron también importantes manifestaciones, aunque la represión parece haber apagado el fuego de la inconformidad contra los costos de las guerras y las medidas de ajuste que ardía en las calles.
De los grandes países imperialistas europeos, es Francia quien ha estado cruzada por importantes manifestaciones de masas. En 2018, se inició con un movimiento espontaneo en campos, pueblos y ciudades pequeñas contra el incremento del combustible, cosa que en tales zonas es mucho más sensible que en las grandes urbes con sistemas de transporte masivos. La protesta de los “chalecos amarillos” se extendió por todo el país, llegando a sumar más de 15 millones de personas en algunas jornadas. Amplió sus demandas y reivindicaciones incluyendo el restablecimiento del Impuesto Sobre la Fortuna y llegando a exigir con fuerza la dimisión del presidente Macron. A finales de 2019, se sumó una gran jornada de la clase obrera francesa con sus fuertes organizaciones sindicales, contra el plan de reforma de la jubilación que implicaba el aumento de la edad necesaria para jubiiarse. En ambas luchas ha habido triunfos parciales que mantienen el aliento de lucha por las reivindicaciones planteadas y no resueltas.
En España la burguesía ha tenido que sortear -además de la lucha nacional catalana, que generó una crisis parlamentaria y de gobierno-, huelgas de trabajadores en algunas importantes empresas como Airbus, una fuerte rebelión de jóvenes y mujeres contra la impunidad con que se trató un caso–entre varios denunciados- de violación en grupo de una joven; y un cacerolazo masivo en muchas ciudades, ante la noticia de la huida del Rey (en retiro) Juan Carlos, por acusaciones de corrupción.
Los rescates financieros de más de 750 mil millones de euros que han sido aprobados, para ser invertidos en empresas, condicionados a los planes de adecuación y competitividad en los mercados, serán cobrados con sudor y miseria al proletariado y las maas populares de Europa y de sus semicolonias en el resto del mundo. Este dará nuevos motivos para las movilizaciones de masas.
XVI. Cambia la Correlación de Fuerzas entre las clases a escala del Planeta
Las masas trabajadoras ya están movilizadas, aún con las precauciones y restricciones derivadas de la propia pandemia, las luchas han continuado y tienden a incrementarse, debido a las propias necesidades sanitarias de las masas, desatendidas por la salud mercantilizada, a las políticas de ajuste económico aplicadas para aumentar la sobreexplotación en medio y posterior al curso franco de la enfermedad, y las aspiraciones democráticas de las masas.
Tal perspectiva de luchas contará con las ventajas de haber conseguido ciertos triunfos parciales en varias de las jornadas cumplidas y haber sido derrotadas en pocas; y con la demostrada capacidad de autoconvocarse. Tendrán como limitación contar con pocas estructuras orgánicas coordinadoras y direccionadoras, lo que las hace muy reactivas.
Es de esperar que el imperialismo y sus lacayos en cada país, las enfrenten con alto grado de represión, como hasta ahora lo han hecho -aunque con poco éxito-. No hay que descartar que los ensayos de “control social” que se han tomado durante la pandemia –en que ha habido más toques de queda que jornadas sanitarias- sirvan de base para institucionalizar fórmulas represivas frente al alzamiento de masas; así como tambienun estímulo a las movilizaciones y medidas de corte fascista.
Aun así, el frente de la contrarrevolución no lo tendrá sencillo, por la masividad y el avance a saltos en la conciencia de los manifestantes, y por sus propias contradicciones frente a la crisis. Recordemos el enfrentamiento dentro de EEUU en el que han presionado hasta casi un impeachment contra Trump, la crisis política por la aprobación popular de la salida británica de la Unión Europea (Brexit), la dificultad para pactar un Gobierno en el Estado Español y la debilidad en la consolidación del gobierno contrarrevolucionario en Bolivia después del Golpe de Estado contra Evo Morales.
Esta oleada de luchas está impactando la capacidad de gobernanza del capitalismo para imponer sus planes políticos y económicos que soportan su explotación sobre la clase trabajadora del planeta. La imposibilidad demostrada hasta ahora por la burguesía mundial de frenar esta oleada, ni con represión ni con concesiones, muestra que la clase obrera, ha logrado desestabilizar el control bajo el que era sometida y está liberando sus fuerzas de acción, fuerzas revolucionarias sin duda. Aún no hay una victoria contundente que consagre este cambio, que la institucionalice. Una victoria de tal naturaleza es necesaria para que no se disipen los triunfos alcanzados y por tanto las expectativas de las masas. Sin embargo el proceso es de ascenso y de rápido aprendizaje de las masas en lucha y augura episodios de avance.
Está cambiando cualitativamente la correlación de fuerzas entre las clases, a favor del proletariado. Esto abre las posibilidades de retomar -en la experiencia de las masas en lucha- las capacidades, el protagonismo y el rol histórico de la clase trabajadora, para transformar definitivamente la sociedad.
XVII. Construir en las luchas el Programa y la Opción de los Trabajadores
Frente a los planes de ajuste imperialista, contra los trabajadores y las masas para hacernos pagar su crisis, frente al desprecio por las necesarias condiciones y planes de protección sanitaria, frente a los escenarios de restricción de libertades democráticas y de represión, los revolucionarios ubicamos nuestras trincheras resueltamente al lado de las bases trabajadoras y populares movilizadas; y construimos juntos con ellos el programa revolucionario que reivindique sus necesidades actuales y sus intereses históricos para construir la sociedad justa, humanitaria y sustentable que la Humanidad entera aspira y necesita: el Socialismo.
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