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Insisto y Resisto

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Resultados de las elecciones de los Estados Unidos 2020 vistas desde Venezuela

7 de noviembre de 2020 por tali Leave a Comment

El canalla mayor perdió ¿Reconocerá?

Derrotado Trump, ¿qué destino nos espera?

Los resultados numéricos de estas elecciones ponen más que  clara al triunfo de Biden. Sin embargo, los resultados políticos son de pronósticos reservados: por ahora, este malandro norteamericano llamado Donald Trump, no acepta estos resultados y apelará. De este “emperador romano tardío”, como le dice la prensa mundial, es de esperarse cualquiera barbaridad. Puede hastar llame a provocar actos de violencia a sus grupos de supremacía blanca, los “proud boys” y hasta el alzarce a con el poder “a la brava”.  

Estas elecciones norteamericanas 2020, siendo las de mayor participación en toda la historia de ese país, están develando lo obsoleto, antidemocrático y estructuralmente tramposo de ese sistema electoral. Todavía hay que confirmar quiénes son el presidente, los 35 senadores, los 435 representantes, los funcionarios estatales y locales, más los resultados de los referendos que están en juego en estas elecciones.

La pasmosa lentitud en el conteo de votos; la turbidez con que se manejan las votaciones de segundo grado a través de los llamados “colegios electorales”; las maquinaciones de poderes tras bastidores -que llevaron a Trump al mandato actual, y que hoy  parecen no favorecerlo-, las acusaciones escandalosos de Trump acerca de fraude y sus reiteradas amenazas de desconocimiento de resultados, hacen de estas elecciones una muestra de la crisis que sacude al régimen político del imperialismo más poderoso del  planeta.

Estas elecciones se dan en un contexto de crisis marcada por la recesión económica que explotó bajo sus propios pies tras la implosión de la burbuja especulativa inmobiliaria en 2008; por el fracaso económico de las invasiones (muchas militarmente triunfantes) de las últimas dos décadas en Asia y África (Afganistán, Irak, Somalia, Libia y Siria); por la carrera económica frente al crecimiento desmesurado de los capitales chinos y su influencia en el mundo entero; y por la tremenda rebelión de masas que explotó y arrasa al país tras el asesinato alevoso de George Floyd en mayo de este año.

Hoy el régimen político yanqui muestra heridas abiertas, develando muchas de sus realidades y contradicciones, después de permanecer por siglos enterradas, como el racismo y la violencia policial estructurales. Es una crisis política, que tiene como sustrato el quiebre de los falsos valores e ilusiones del “sueño americano” y por tanto, es una manifestación de la crisis global del capitalismo.

En la prensa yanqui suele atribuirse a rasgos de la personalidad de Trump (insensibilidad, torpeza, arrogancia) sus posiciones racistas, profascistas y supremacistas y la contribución que estas posiciones han jugado en el agravamiento de conflictos sociales, económicos y políticos dentro y fuera de los Estados Unidos. Esto es real, pero es superficial.

La conducta de Trump no viene de una inmadurez personal sino de profundas concepciones de clase. El actual mandato de Trump, está marcado por la confrontación abierta a la estrategia económica norteamericana que desindustrializó el país transfiriendo esas actividades hacia países periféricos y semicoloniales, con salarios más bajos y regulaciones menores, reservándose en EEUU el desarrollo de tecnologías, el control de patentes y poderosos mecanismos financieros. Buscaban garantizar a sus grandes corporaciones la tajada más grande de la plusvalía extraída a todos los trabajadores del planeta.

Trump refleja a los sectores burgueses yanquis que han resultado menos favorecidos en esta política y que temen desde la crisis del 2008 quedar aún más rezagados, en el mercado “verde”, la informática y la comunicación frente a competidores internacionales, especialmente las empresas chinas. La propuesta de Trump tiene una clara orientación hacia el fortalecimiento de su industria nacional –altamente dependiente de energía fósil-, liberándola de regulaciones ambientales y sujeciones a tratados internacionales; los cuales ha saboteado abiertamente, incluyendo su retirada del Acuerdo sobre Cambio Climático y su rebelde enfrentamiento a la OMS, OTAN y OMC. Con la competitividad de los bajos salarios en los países periféricos tiene su respuesta en imponer bajos salarios a las minorías afroamericanas, latinas, asiática e indígenas en el propio suelo americano. Esa es la base de su discurso y práctica racista y represora.

El tinte nacionalista en su discurso, que cala incluso en algunos sectores de obreros industriales blancos agobiados por la precariedad del empleo, es fruto de la desindustrialización. La narrativa xenófoba, descaradamente antidemocrática, su firme inserción en sectores tradicionalmente fuertes de la burguesía imperialista yanqui, su irreverencia frente a los mecanismos ordinarios de manejo de poder entre los sectores políticos imperialistas,  y la articulación de decenas de miles de milicianos ultraderechistas armados y actuando contra manifestaciones sociales a la luz del día, no solo demuestran su carácter ultraderechista sino que vislumbran un proyecto de corte abiertamente fascista. Su alta votación en medio de la tragedia producto de la crisis sanitaria de la Covid, es una prueba de la existencia de una fuerza social conservadora fértil al fascismo. Por tanto, si en definitiva Trump deja la presidencia, no quiere decir que desaparezca de la política norteamericana ni mundial.

El fascismo asoma en distintos puntos del planeta y es ya una amenaza a  derrotar

El triunfo del “edulcorado” Biden despierta expectativas en sectores de masas en Norteamérica y el mundo. Nosotros insistimos: Biden es la otra cara –un tanto menos grosera- de la misma moneda.  Los marxistas revolucionarios no le damos ni un ápice de confianza a Biden. El representa a los sectores financieros y armamentistas de la burguesía yanqui. Su plan es profundizar políticas neoliberales e incrementar la sobreexplotación de los trabajadores de EEUU y del mundo entero. Biden ofreció dos billones de dólares para enfrentar el cambio climático. Inversión en una economía de energía e infraestructuras limpias y hasta no aceptar la técnica y económicamente fracasada hidrofracturación en tierras federales. Estos fondos no son para cuidar y proteger el ambiente sino para intentar retomar la ventaja en la carrera de las tecnologías de menor consumo energético, que están perdiendo con China y Alemania empieza a tener importante presencia. Tales tecnologías “verdes” o “limpias” muchas veces esconden ecocidios iguales o hasta mayores que los que ocasionan las energías tradicionales basadas en energía fósil; por la voracidad de acumulación de capitales del sistema capitalista, a pesar de existir técnicas productivas que pueden evitarlos. Tal cosa ocurre con las minas de litio en Australia y con las minas de coltán en el Congo, ambas bajo el control de los capitales yanquis, que postulan a Biden.

Trump y Biden dos sectores imperialistas que rivalizan en la manera de explotar a los trabajadores.

Sin embargo, en las relaciones políticas del mundo el triunfo de uno u otro tendrá repercusiones y modificará los retos políticos que enfrentan los trabajadores del mundo para acabar con la explotación. Aunque el gobierno de China se ha mostrado cauteloso, es clara su conveniencia en un triunfo de Biden, pues cesaría la actitud extremadamente hostil hacia el comercio y las tecnologías chinas; pues Biden está claramente afiliada a las empresas norteamericanas que tienen sus plantas de producción en suelo chino desde hace tres décadas; razón por la cual prefieren manejar su competencia capitalista en el terreno de la negociación y no de las sanciones y la guerra de aranceles. 

Con la derrota de Trump, sus aliados más directos en el mundo pueden debilitarse: el caso Netanyahu en Israel que es asediado por movilizaciones de masas exigiendo su renuncia por escándalos de corrupción: Volodymyr Zelensky en Ucrania que es gobierno política y militarmente soportado abiertamente por Trump. Este caso sirve para relativizar el alcance de los acuerdos y coincidencias que puedan tener Trump y Putin, pues en este tema estratégico de intervención y división de un país fronterizo con Rusia, así como en los enfrentamientos armados en bandos rivales en Siria y en Libia, los líderes de Rusia y EEUU han mostrado mucha dureza y poca negociación.

En Latinoamérica pueden resultar algo debilitados aliados estratégicos como el también profascista Jair Bolsonaro en Brasil e Iván Duque en Colombia,este último, enfrenta una poderosa rebelión de masas. El gobierno paralelo de Juan Guaidó -punta de lanza de la administración Trump contra la Venezuela Bolivariana-, podría recibir una estocada final, luego de un racimo de fracasos políticos que han llevado a la desmoralización  de su base social fascistoide en territorio venezolano. La derrota de Trump es un golpe moral contra las organizaciones de la burguesía ultraderechista en Latinoamérica -desde Miami a Santiago, desde México a Sao Paolo- que ve alejarse un tanto sus ansiadas oportunidades de aplastar todo intento libertario en el Continente con golpes de Estado e invasiones sanguinarias.

Pero no podemos llamarnos a engaño. En corto tiempo los aliados de Trump llegarán a acuerdo con el nuevo líder político yanqui. Los intereses capitalistas buscaran sus reacomodo. La prioridad estratégica de la clase burguesa –como de costumbre- pondrá sus diferencias en segundo lugar y mostrarán una sólida unidad de clase para enfrentar los intentos actuales y futuros de liberación de la clase obrera y las masas populares del planeta. Las diferencias serán secundarias y veremos a Biden respaldando a Modi contra las tremendas huelgas laborales en la India y a Netanyahu contra la heroica resistencia palestina, por citar dos casos.

Falsas ilusiones con Biden no deben hacerse los gobiernos de Cuba, ni de la Bolivia triunfante contra el golpe de Áñez.

El endurecimiento del bloqueo económico contra Venezuela aplicado por Trump, no puede ni debe llevar al gobierno de Maduro a falsas ilusiones con Biden.  Que no olvide el gobierno de Maduro, que este bloqueo empezó con el gobierno Demócrata de Obama, con menos alaridos que Trump pero con mucha efectividad. Que no olvide que las presiones del clan empresarial cubano (ahora también venezolano) de Florida y los sectores burgueses, ha influenciado sobre los distintos gobiernos Republicanos y Democrátas sus proyectos  contrarrevolucionarios en América Latina.

Biden solamente reduciría significativamente el bloqueo a cambio que Venezuela deba renunciar a la independencia nacional y entregar los objetivos históricos del proyecto del socialismo del siglo XXI de Chávez y la organización popular que los defiende y los sostiene. Sería un cambio fatal que infligiría una derrota histórica al proceso bolivariano y con esto al chavismo.

Nunca hemos puesto ni pondremos confianza ni esperanza en opciones políticas imperialistas, aunque haya diferencias tácticas en cómo enfrentarlas. Seguiremos optimistas, cifrando nuestras esperanzas en las espectaculares movilizaciones antirracistas y de hecho, anticapitalistas, que se levantaron en los Estados Unidos desde mayo de este año. Esperamos que el movimiento Black Lives Matter no cese en levantar sus justas causas y se revitalice para nuevas jornadas de luchas; qué las huelgas como las de los maestros y las distintas expresiones de protestan antifascistas; en contra del machismo; la igbtfobia  se profundicen.

Así también veremos en escena a los trabajadores y trabajadoras estadounidenses mostrar su poder de convocatoria y salgan a pelear por sus derechos a salud, educación pública, un clima limpio y el derecho al trabajo con salarios dignos, hasta dar el salto hacia una sociedad socialista. Ese es el ejemplo americano que los pueblos del mundo deberían seguir. 

Consejo Editor Insisto-Resisto.

Venezuela, Noviembre 2020

Filed Under: Internacional, Opiniones y debates, Sin categoria Tagged With: futuro, Trump derrotado, USA\Venezuela

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